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Editoriales

Hacia una “Federación Española de Cineclubs Proletarios”

En los últimos días del pasado julio, se celebró en Madrid una reunión convocada por Nuestro Cinema. En ella estaban presentes, además de sus redactores y colaboradores de Madrid, algunos de sus corresponsales peninsulares y varios delegados de los Cineclubs Proletarios de España. Se trataba de cohesionar a todos cuantos habían aparecido de una forma inarticulada e inorgánica por nuestra península y de agruparlos en torno a una Federación que les vinculase y determinase al mismo tiempo su amplio carácter colectivo.

El hecho de que en Madrid, Barcelona, Sevilla, Santander, Toledo, Valencia, &c., se hayan celebrado sesiones cinematográficas de tipo proletario, no es un hecho casual, sino la cristalización de una necesidad cada vez más firme. Nuestro proletariado, pese al tóxico permanente que ejerce sobre él el cinema yanqui, alemán y francés, va adquiriendo ya el control de sí mismo y desea oponer al cinema burgués su cinema de clase. Esa multitud de cartas que llegan constantemente a nuestra Redacción, pidiéndonos información sobre films utilizables para sesiones obreras y campesinas, lugar en donde pueden encontrarse y precios de alquiler, no es más que la demostración clara y palpable de esa realidad que apuntamos. Y ese deseo, esa coincidencia en todos nuestros comunicantes, al solicitar nuevos films soviéticos, no es más que la confirmación formal de que nuestro proletariado ha vuelto la espalda decisivamente al cine capitalista y desea enfrentarse con temas que sabe ha de encontrar en el cine ruso, más en consonancia con sus luchas y sus aspiraciones actuales.

Pero el cine soviético ha llegado a España en muy cortas proporciones, y aun éstas han sido reducidas por la censura y por la vía comercial por donde han entrado. El proletariado de las grandes poblaciones conoce ya aquellas películas que la policía ha dejado circular libremente después de robarles sus mejores momentos. Y las sesiones de cine proletario, dadas las condiciones especiales en que han de darse, no pueden organizarse, actualmente, más que en aquellos lugares en que un importante contingente proletario pueda garantizar el coste del programa y el alquiler del local o de los aparatos en donde se proyecte.

La necesidad de traer a España nuevos films sociales se acusa cada día con mayor fuerza. Para que nuestros Cineclubs adquieran rápidamente la confianza del proletariado, es necesario ofrecerles nuevos programas: films que no ha podido ver en otra parte ni podrá encontrar más que en ellos. Una acertada revisión cinematográfica, una clasificación de valores y de tendencias, puede ser utilísima: es indispensable. Pero sin la levadura permanente de cosas nuevas no se podrá canalizar ni sostener un movimiento cinematográfico de masas.

Pero la importación de films es siempre costosa. Escapa a las posibilidades de uno o dos Cineclubs proletarios. Un Cineclub pequeño-burgués, que nutre sus sesiones con la asistencia de snobs y de intelectuales reaccionarios a quienes cobra 3, 4 y 5 pesetas por programa, puede soportar los gastos que le ocasiona el alquiler de los films en el extranjero, su transporte y los derechos aduaneros. Un Cineclub proletario, que no debe ni puede cobrar sus cuotas más de una peseta o 1,50, no podrá, ni muchísimo menos, cubrir las cifras que necesitaría para importar sus programas.

En París, por ejemplo, las organizaciones sindicales, las de avanzada revolucionaria, encuentran ciertas facilidades en su desenvolvimiento cinematográfico. Además de que la existencia de films soviéticos y sociales en las casas comerciales es mucho más numerosa que en España, hay entidades de tipo proletario que poseen un stok de películas de carácter social, que ofrecen a los sindicatos y a las organizaciones obreras a precios asequibles. En España, en cambio, no contamos con estas posibilidades. La docena de films soviéticos que pueden circular por nuestros cinemas están en manos de empresas puramente comerciales, que no siempre los ceden en condiciones asequibles para los grupos u organizaciones que los solicitan. En cuanto a los films que pudieran utilizarse de la producción burguesa, unas veces por incomprensión de sus propietarios, pidiendo cantidades absurdas, otras por razones puramente negativas, y casi siempre por carecer de una diferenciación y un análisis previo que señale lo bueno y lo malo de cada uno, es peligrosa su presentación.

Es esto lo que hace necesaria, indispensable, una Federación Española de Cineclubs Proletarios. Una federación, no solamente capaz de establecer un repertorio cinematográfico con características, precios y composición de cada programa, sino de agrupar al mismo tiempo los Cineclubs existentes y de crear otros nuevos. No se trata de una institución que monopolice los films políticamente, ni de una empresa particular o personalista. Se trata de cohesionar y dar vida a una amplia red de sesiones proletarias de cinema, con la consigna de un frente único ante la pantalla, y en la que cupiese toda nuestra base obrera y campesina, unida, naturalmente, a esa otra base intelectual y revolucionaria, que ha hecho de sus organizaciones algo decisivo y vital en el nuevo movimiento político y cultural de España.

El día que una Federación Española de Cineclubs Proletarios de este tipo haya canalizado ante el cinema todas estas fuerzas, no solamente se podrán alquilar en el extranjero nuevos films para España, sino que se podrá pensar seriamente en la instauración de un repertorio propio y en dar el primer paso hacia la producción de un cinema proletario internacional.

Nuestro Cinema trabaja actualmente por la creación de esta federación española, y a juzgar por el número y la importancia de las organizaciones que se han adherido a su proyecto, puede afirmar, sin temor a equivocarse, que más que un proyecto en marcha, la Federación Española de Cineclubs Proletarios será, muy en breve, una auténtica y venturosa realidad.