Filosofía en español 
Filosofía en español

Cuestiones preambulares

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Filosofía administrada por la Universidad / Filosofía administrada por los Institutos de Enseñanza Secundaria

Son dos formas en las que se manifiesta la filosofía administrada. La filosofía universitaria, que en modo alguno debe confundirse con la filosofía académica, tiende a ser una filosofía “de profesores para profesores”. Y ello es debido a que el público que acude a sus aulas es, en su inmensa mayoría, un público formado por futuros profesores que, aun cuando no vayan a dedicarse a la Universidad, sin embargo está formándose en un ambiente en el cual las exposiciones, los análisis, los debates, las publicaciones, se mantienen en el círculo de los profesores de filosofía que conviven con otros profesores de filosofía. Esta situación es la que hace posible el cultivo, cada vez más refinado, de un saber de especialistas, que es, o tiene que ser, eminentemente doxográfico-filológico, precisamente para que el “ensimismamiento” pueda mantenerse y alimentarse con las realizaciones propias (que, de otro modo, desde luego, no se producirían). La filosofía administrada por los Institutos (de nivel secundario) tiende a “abrirse” a la sociedad. Se dirige a un público en principio no definido profesionalmente. El público de los Institutos representa en realidad “a toda la nación”, simbolizada en los jóvenes que todavía no se han profesionalizado. En el Instituto el “profesor de filosofía” no puede vivir ensimismado en el círculo de los profesores de filosofía, sino que se ve obligado a con-vivir con profesores de otras disciplinas científicas o literarias. Y sus alumnos no son futuros profesores de filosofía, sino futuros electricistas, sacerdotes, médicos, políticos, aviadores, militares, empresarios… o desempleados.

A la hora de establecer las diferencias entre estas dos formas de la filosofía administrada subrayamos dos peligros:

1) Utilizar la distinción entre los conceptos de filosofía académica y filosofía mundana para expresar la diferencia, como si la “filosofía universitaria” fuese la filosofía académica, mientras que la “filosofía abierta” debiera entenderse como una filosofía mundana. No hay ninguna razón para que la “filosofía abierta” no sea, y no deba ser también, filosofía académica.

2) Utilizar la distinción, común en la “administración de las disciplinas científicas”, entre un nivel universitario (el propiamente científico, al menos en teoría) y un nivel medio (en el que la ciencia deja paso a la divulgación y, a lo sumo, a la formación de futuros investigadores).

Es frecuente sobrentender que la filosofía universitaria representa el “nivel superior” (auténticamente filosófico o, acaso, incluso científico) mientras que a la filosofía del Instituto le corresponderá sólo el nivel propio de la divulgación de los estudios superiores. El profesor de instituto que se guíe por este modo de entender verá sus tareas en la enseñanza media como una simple pérdida de tiempo: su “vocación” o “misión” de filósofo no tiene nada que ver, pensará, con la “cura de almas adolescentes”, sino con la “investigación”; y ésta ha de hacerla en la Universidad o, por lo menos, fuera del Instituto. Es necesario destruir por completo semejantes esquemas confusionarios.

La filosofía no es ciencia: no cabe distinguir en ella un nivel de “investigación” y un nivel de “divulgación”. Cuando se hace “ciencia” es precisamente cuando deja de ser filosofía, convirtiéndose en filología o en doxografía (especialidad, por otro lado, imprescindible). Y deja de ser filosofía en virtud de su alejamiento de las fuentes mundanas, elementales; alejamiento simultáneo al proceso de com-posición o análisis de unas ideas o sistemas, dadas por la tradición, con otras ideas o sistemas. Pero ocurre que la filosofía no puede jamás alejarse de sus “elementos”, de los orígenes que alientan siempre en su “presente”. A estos elementos regresa una y otra vez la filosofía mundana que desde el presente percibe el proceso de constitución de Ideas “originales” actuales (es decir, determinadas por el presente, sean nuevas, sean idénticas a otras Ideas del pretérito). Y, en régimen de filosofía administrada, la situación más favorable para este regressus [229] a los elementos es la situación en la que, por institución, ella se orienta hacia la “nación”, y no hacia los otros profesores de filosofía. Porque los principiantes que tiene delante el profesor de filosofía son los que le obligan a él a regresar a los elementos, y, por tanto, a filosofar en el sentido más genuino. Al “formar” el juicio de los jóvenes, reforma sus propios juicios filosóficos, los cambia o los corrobora. Otra cosa es que pueda llevar adelante una misión de semejante importancia; más fácil es atribuirse la misión de divulgador de unos saberes especializados.

{SV 10-12 /
PF / → QF2 15-92}

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