Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano
Montaner y Simón Editores, Barcelona 1890
tomo 5
páginas 640-641

Augusto Comte

Biog. Filósofo y matemático francés. N. en Montpellier el 19 de enero de 1798. M. en París en septiembre de 1857. Pertenecía a una familia muy católica y realista. Entró en 1814 en la Escuela Politécnica y dio grandes pruebas, no sólo de facultades especulativas, sino también de no hallarse conforme con los medios existentes de enseñanza y las formas de la sociedad, llegando a creer que estaba destinado a desempeñar en el siglo XIX la misión de Bacon, e iniciar una nueva revolución filosófica. Las Ciencias matemáticas y las Ciencias físicas ocupaban su atención, al mismo tiempo que las cuestiones sociales, y llegó a convencerse y a estar persuadido de la idea de que había llegado el tiempo en que toda ciencia y toda filosofía debía ser estudiada desde el punto de vista social, como el más importante. Con estas ideas que fermentaban en su cerebro, y siendo aún muy joven, sufrió la influencia, poderosa entonces, de la escuela San Simoniana, que comenzó a figurar en París, inmediatamente después de la restauración de 1815. El genio de Saint Simón, quien contaba entonces cincuenta y cinco o sesenta años, produjo una especie de fascinación magnética sobre un gran número de jóvenes ardientes, a quienes inició en sus doctrinas, y los cuales, aun cuando pocos de ellos al llegar a la edad madura siguieron la filosofía de su maestro, se distinguieron después por distintos conceptos. Uno de éstos, y el más joven, fue Comte, a quien se llamó el Benjamín de la escuela San Simoniana. Saint Simón cifraba en él grandes esperanzas, y cuando en 1820 la escuela dio a la publicidad, como una de sus obras de propaganda, una exposición de las bases científicas de su sistema, se encargo a Comte la preparación de la obra, que se tituló Sistema de política positiva, obra que sólo en parte satisfizo a Saint Simón, quien dijo de ella que mientras exponía las generalidades de su sistema desde el punto de vista aristotélico, examinaba sus aspectos religioso y sentimental. Lo cierto es que Saint Simón y Comte comenzaban a estar en desacuerdo. La discrepancia no se manifestó franca y decidida hasta después de la muerte de Saint Simón, ocurrida en 1825. Entonces Comte se separó en absoluto del bando San Simoniano, en el cual figuraban Enfantin, Bazard, Rodríguez y Agustín Thierry, quienes permanecieron fieles a las doctrinas de su maestro. Comte se manifestó después en completo desacuerdo con su antiguo maestro, y dijo que su temporal conexión con aquel filósofo entusiasta había sido, más que una ayuda o apoyo para el desarrollo de su inteligencia, una interrupción. Mas lo cierto es que hay tales coincidencias entre las subsiguientes obras de Comte y las especulaciones cardinales promulgadas por Saint Simón, que a no suponer que el discípulo influía sobre el maestro hasta un punto y en una extensión que no es lo probable ni lo habitual en tales casos, es imposible no acusar a Comte de cierta apariencia de ingratitud por sus alusiones a aquella parte de su educación. En 1826 sufrió una enfermedad a la que él llamó «una crisis cerebral», enfermedad que durante algún tiempo se creyó incurable, pero de la cual sanó al fin y vivió para propagar la filosofía a la cual va unido su nombre. Vivía entonces de lo que le producía una cátedra de Matemáticas que desempeñaba en la Escuela Politécnica; pero algunas diferencias que tuvo con sus colegas y el advenimiento de Luis Napoleón al Imperio, lo hicieron perder su cátedra, reduciéndole a la mayor indigencia, viviendo entonces de los donativos voluntarios de sus admiradores en Francia e Inglaterra. Publicó durante un período de veintiséis años una serie de obras dedicadas todas a dilucidar su Filosofía positiva, y en las que, aun aquellos que no simpatizan con el sistema ni en sus doctrinas fundamentales ni en su espíritu, y aun los que lo abominan, reconocen gran poder intelectual, y una extraordinaria fecundidad y facultades asombrosas de generalización. Las obras de Comte son: Sistema de política positiva; Consideraciones sobre las ciencias, los sabios y el poder espiritual, publicada en El Productor, periódico San Simoniano; Tratado elemental de Geometría analítica; Discurso sobre el espíritu positivo; Tratado filosófico de Astronomía popular; Discurso sobre la totalidad del positivismo; Sistema de política positiva, o tratado de sociología, instituyendo la religión de la humanidad; Calendario positivista; Catecismo positivista. De sus obras la más importante es la titulada Curso de filosofía positiva, cuyo primer volumen se publicó en 1839.

En esta obra expone y desarrolla el autor su sistema filosófico, pero de una manera oscura. Ha sido precisa la pluma rápida y elegante de Littré para que los profanos pudiesen formarse de esta filosofía una idea acabada y clara. He aquí los fundamentos de la filosofía positiva: «Una hipótesis teológica y después metafísica ha presidido, dice Comte, los comienzos de la humanidad; ha sostenido sus pasos y favorecido su primer desarrollo. Después ha comenzado el estudio de las leyes reales, estudio débil en un principio, lento y mal seguro en su marcha; pero vencidas las primeras dificultades fue creciendo y engrandeciendo con gran rapidez. La confrontación fue inevitable, y, operándose por sí misma sucesivamente, hizo retroceder a la hipótesis primordial. Pero en los pasados tiempos la confrontación fue parcial solamente, y en el día es general y se verifica en todo el saber humano. Una vez en posesión de este conjunto o totalidad, las ciencias, para transformarse en filosofía, no tienen más que una cosa que hacer, y es ordenarse según un sistema determinado. Cumplida esta elaboración satisfarán todas las condiciones de una filosofía, es decir, que proporcionarán los primeros principios de todas nuestras nociones, colocadas en el orden verdaderamente natural.» Este último trabajo es el que Comte ejecutó en su obra. En primer lugar es preciso reconocer con precisión la verdadera extensión del dominio especulativo, es decir, determinar cuál es el número de las ciencias puras, de aquellas que corresponden a leyes distintas y que no se aplican a un objeto natural particular. Así, la Astronomía es una ciencia pura o especulativa, porque estudia las leyes que rigen las composiciones y descomposiciones de los cuerpos. Pero la Geología no es una ciencia pura, porque se ocupa de un objeto natural particular del globo terráqueo y acude para la resolución de todos los probleimas que le están sometidos a los medios que le proporcionan o le ofrecen las ciencias puras, por ejemplo: la Astronomía, la Física, la Química, &c. Tal es la distinción importante que debe hacerse entre las ciencias especulativas y las ciencias concretas. La Filosofía, como eminentemente especulativa, no puede incorporarse sino a ciencias especulativas. Es necesario, pues, enumerarlas para establecer desde un principio el verdadero dominio de la filosofía positiva. Comte distingue seis ciencias puras: las Matemáticas, la Astronomía, la Física, la Química, la Biología, y la ciencia social. Las Matemáticas descubren las leyes de la extensión y del movimiento. A la Astronomía corresponde el estudio de la distancia, el volumen, la forma del Sol y de los cuerpos planetarios, las órbitas que recorren y las fuerzas que los mueven. La Física estudia todos los fenómenos de la gravedad, de la electricidad, magnetismo, calórico, luz y acústica. La Química penetra en la constitución molecular de las sustancias, reconoce los elementos indescomponibles, o no descompuestos al menos, y determina las composiciones que presiden a las combinaciones definidas. La Biología investiga todas las formas que reviste la vida, desde el último vegetal hasta el hombre, abarca la jerarquía de estos seres, cada vez más complicada y elevada, se familiariza con los modos que regulan la manifestación de los fenómenos vitales, se ocupa en precisar la relación constante que existe entre la estructura anatómica y la función, presenta las facultades cada vez más superiores, según la escala zoológica, y, combinando la consideración del órgano y de las facultades, disputa el estudio del hombre intelectual y moral a la Metafísica. En fin, la ciencia social sigue la evolución de las sociedades, distingue las fases necesarias y determina y establece la ley de estos cambios. Este sucinto resumen comprende la totalidad del saber humano. Nada se omite, nada, sino lo que es inaccesible a la inteligencia del hombre: la investigación de las causas finales. Junto a esta doctrina coloca Comte a la actividad humana, pasando por tres estados correspondientes a los tres estados por que ha pasado la humanidad, y estos tres estados de la actividad los llama: actividad militar conquistadora, actividad militar defensiva y actividad pacífica.

Sin entrar en controversia alguna impropia de este lugar, se hará notar aquí que el sistema de Augusto Comte tiene analogías con la filosofía de Hegel, que consiste en la identificación de lo subjetivo (hombre) con lo objetivo (Dios y el mundo). A lo subjetivo de la filosofía alemana sustituyó Comte la humanidad. Sus discípulos, cuyo núcleo estaba en París, se impusieron la misión de propagar las ideas del maestro, ya por medio de publicaciones especiales, ya por la propaganda oral.

Su obra titulada Tratado elemental de Geometría analítica, de dos y de tres dimensiones, la publicó en el año 1843, a la cual siguió poco después un tratado popular de Astronomía, que fue muy bien recibido y mereció grandes elogios. En 1844 publicó su Discurso sobre el espíritu positivo, dando una forma popular a las doctrinas que expuso en su obra más importante. Poco después sufrió una segunda crisis, no cerebral, sino sentimental, que operó ciertas modificaciones y cambios en sus ideas. Una afección, a la que alude varias veces en pasajes autobiográficos, por cierta señorita llamada Clotilde, cuya muerte le causó gran dolor, descubrió en él lo que Saint Simón había ya previsto: la deficiencia de su filosofía bajo el aspecto sentimental y religioso. Remediar esta deficiencia fue el objeto de los últimos años de su vida, no modificando sus ideas positivistas, pero supliendo el positivo con cierta efusión del corazón. Para ello trató Comte de encontrar o fundar una nueva religión que pudiera estar de acuerdo con los principios fundamentales del positivismo; mas como su filosofía niega toda deidad o espíritu invisible, y no admite más que la humanidad, hizo a la humanidad objeto de un nuevo culto. En 1848 publicó su Discurso sobre la totalidad del positivismo, en el cual la noción de la nueva religión fue promulgada como un apéndice necesario a su filosofía. En el año siguiente, una obra muy original, cuyo título ya se ha citado, Calendario positivista, culto sistemático de la humanidad o sistema general de conmemoración pública. En esta obra proponía un sistema de culto o adoración de la humanidad por la humanidad misma, representada en sus grandes hombres de todas las edades, a doce de los cuales especificaba como dignos de presidir los doce meses del año; a otros hombres, pero de menor importancia, los designaba para presidir las semanas, y, por fin, a otros a quienes pudiera llamarse dioses menores, les hacía presidir los días de la semana. Es de notar que entre estos hombres la mayoría de ellos eran franceses. A más de esto estableció también algunas de las formalidades del nuevo culto. En 1852 apareció su Catecismo positivista, o sumaria exposición de la religión universal. Comte llegó a practicar la religión que había ideado, adjudicándose el título de pontífice de su propia religión. Sus discípulos en este punto fueron muy escasos en número. En su obra Sistema de política positiva o Tratado de Sociología instituyendo la religión de la Humanidad, cuyo primer tomo se publicó en 1851, se quejaba de la deserción de sus discípulos que le abandonaron uno tras otro, y se dolía de que no veía ni adivinaba un hombre a quien poder nombrar su sucesor en la cátedra de la nueva filosofía y el pontificado de la nueva religión.


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