Filosofía en español 
Filosofía en español

The New Humanist

Un manifiesto humanista

Chicago, mayo/junio 1933


 

«El Manifiesto es resultado de muchas mentes. Fue diseñado para mostrar un punto de vista en desarrollo, no un credo nuevo. Los abajo firmantes, de haber escrito sus propias declaraciones, habrían expresado de forma diferente las proposiciones. La importancia del documento radica en que más de treinta hombres han llegado a un acuerdo general sobre asuntos de vital importancia, y que estas personas son sin duda representativas del gran número de quienes están forjando una nueva filosofía a partir de los materiales del mundo moderno.» Raymond B. Bragg

Ha llegado el momento de un reconocimiento generalizado de los cambios radicales que se han producido en las creencias religiosas en el mundo moderno. Ya ha pasado el tiempo de una simple revisión de las actitudes tradicionales. El cambio científico y económico ha desencajado las viejas creencias. Las religiones del mundo tienen la necesidad de alcanzar un entendimiento con las nuevas condiciones creadas por el gran incremento del conocimiento y la experiencia. En todos los campos de la actividad humana el movimiento vital se dirige hacia un humanismo sincero y explícito. Con el fin de que el humanismo religioso pueda ser mejor entendido nosotros, los abajo firmantes, deseamos fijar algunas afirmaciones que nos parece quedan demostradas por los mismos hechos de nuestra vida contemporánea.

Existe el gran peligro de una identificación final, y creemos que fatal, del término religión con doctrinas y métodos que han perdido su significado y no tienen potencia para resolver el problema de la vida humana en el siglo veinte. Las religiones han sido siempre medios para lograr los valores más altos de la vida. Su fin se ha ido logrando mediante la interpretación del entorno circundante total (teología o concepción del mundo), el sentido de los valores derivados de ellas (fin o ideal) y la técnica (culto), instaurada para lograr una vida satisfactoria. Un cambio en cualquiera de estos factores supone una alteración en las formas externas de la religión. Este hecho explica la variabilidad de las religiones a través de los siglos. Pero a través de todos esos cambios la religión en sí permanece constante en su búsqueda de los valores permanentes, característica inseparable de la vida humana.

La mayor comprensión que del universo tiene el hombre de hoy, sus logros científicos y un aprecio más profundo por la fraternidad, han provocado una situación que exige un planteamiento nuevo de los medios y los fines de la religión. Una religión así de vital, audaz y sincera, capaz de cumplir adecuadamente los objetivos sociales y las aspiraciones personales puede parecer a mucha gente que supone una ruptura total con el pasado. Aunque esta época mantiene una gran deuda con las religiones tradicionales, no es menos obvio que cualquier religión que aspire a ser una dinámica fuerza de síntesis para el presente debe adaptarse a las necesidades de nuestro tiempo. Establecer una religión como esta es una necesidad primordial del presente. Es una responsabilidad que recae sobre esta generación. En consecuencia, afirmamos lo siguiente:

Primero. Los humanistas religiosos entienden el universo como auto existente y no creado.

Segundo. El humanismo cree que el hombre es una parte de la naturaleza y que ha surgido como resultado de un proceso continuo.

Tercero. Al adoptar una visión orgánica de la vida, los humanistas encuentran que el dualismo tradicional entre mente y cuerpo debe ser desestimado.

Cuarto. El humanismo reconoce que la cultura religiosa y la civilización del hombre, tan claramente descrita por la antropología y la historia, son el producto de un desarrollo gradual debido a su interacción con el entorno natural y con su herencia social. El individuo nacido en una cultura particular en gran medida es moldeado por esa cultura.

Quinto. El humanismo afirma que la naturaleza del universo representada por la ciencia moderna hace inaceptable cualquier garantía sobrenatural o cósmica de los valores humanos. Obviamente el humanismo no niega la posibilidad de realidades aún por descubrir, pero insiste en que la manera de determinar la existencia y el valor de cualquiera y de todas las realidades es a través de la investigación inteligente y la evaluación de sus relaciones con las necesidades humanas. La religión debe formular sus esperanzas y planes a la luz del método y del espíritu científico.

Sexto. Estamos convencidos de que ya pasó el tiempo del teísmo, del deísmo, del modernismo y de las muchas variedades de "nuevo pensamiento".

Séptimo. La religión consiste de aquellas acciones, propósitos y experiencias que son humanamente significativas. Nada humano le es ajeno a lo religioso. Esto incluye el trabajo, el arte, la ciencia, la filosofía, el amor, la amistad, el ocio –todo esto en su grado de expresión de la inteligencia que satisface la vida humana. La distinción entre lo sagrado y lo secular ya no puede mantenerse.

Octavo. El Humanismo religioso considera que la realización completa de la personalidad humana es el fin de la vida del hombre y busca su desarrollo y cumplimiento aquí y ahora. Esta es la explicación de la pasión social del humanista.

Noveno. En el lugar de las viejas actitudes que intervienen en la adoración y la oración el humanismo encuentra sus emociones religiosas expresadas en un mayor sentido de la vida personal y en un esfuerzo de cooperación para promover el bienestar social.

Décimo. De ello se sigue que no habrá únicamente emociones y actitudes religiosas del tipo de las asociadas hasta ahora con la creencia en lo sobrenatural.

Undécimo. El hombre debe aprender a enfrentar las crisis de la vida en términos del conocimiento de su naturaleza y probabilidad. Actitudes razonables y enérgicas se fomentarán mediante la educación y el apoyo de la costumbre. Asumimos que el humanismo tomará el camino de la higiene social y mental y descartará las esperanzas sentimentales e irreales y las ilusiones del pensamiento.

Duodécimo. Creyendo que la religión debe trabajar para incrementar la alegría de vivir, los humanistas religiosos aspiran a fomentar la creatividad en el hombre y alentar los logros que se añadan a las satisfacciones de la vida.

Decimotercero. El humanismo religioso sostiene que todas las asociaciones e instituciones existen para el cumplimiento de la vida humana. El propósito y el programa del humanismo consiste en la evaluación, transformación, control y dirección inteligente de tales asociaciones e instituciones con vistas a la mejora de la vida humana. Las instituciones religiosas, sus formas rituales, métodos eclesiásticos y actividades comunales tienen con seguridad que reconstituirse tan rápidamente como lo permita la experiencia, para poder funcionar eficazmente en el mundo moderno.

Decimocuarto. Los humanistas están firmemente convencidos que la sociedad actual motivada por el consumismo y el lucro ha demostrado ser insuficiente y que tiene que instaurarse un cambio radical en los métodos, los controles y las motivaciones. Se debe establecer un orden económico socializado y cooperativo para hacer posible una distribución equitativa de los medios de vida. La meta del humanismo es una sociedad libre y universal en la cual la gente voluntaria e inteligentemente coopere para el bien común. Los humanistas exigen una vida compartida en un mundo compartido.

Decimoquinto y último. Constatamos que el humanismo debe: (a) afirmar la vida en lugar de negarla; (b) tratar de obtener las posibilidades de la vida, no huir de ellas; y (c) tratar de establecer las condiciones de una vida satisfactoria para todos, no sólo para unos pocos. El humanismo se guiará por esta moral e intención positivas, y desde esta perspectiva y lineamientos fluirán las técnicas y esfuerzos del humanismo.

Estas son las tesis del humanismo religioso. Aunque consideramos que las formas y las ideas religiosas de nuestros padres ya no son adecuadas, la búsqueda de una vida buena sigue siendo la tarea central de la humanidad. El hombre ha tomado conciencia por fin de que es el único responsable de la realización del mundo de sus sueños, que tiene dentro de sí el poder para lograrlo. Debe disponer su inteligencia y voluntad para la tarea.

J. A. C. Fagginger Auer. Profesor Parkman de Historia de la Iglesia y Teología, Universidad de Harvard; Profesor de Historia de la Iglesia, Tufts College.

E. Burdette Backus. Ministro unitarista.

Harry Elmer Barnes. Departamento General Editorial, ScrippsHoward Newspapers.

L. M. Birkhead. The Liberal Center, Kansas City, Missouri.

Raymond B. Bragg. Secretario de la Conferencia Unitaria del Oeste.

Edwin Arthur Burtt. Profesor de Filosofía, Sage School of Philosophy, Cornell University.

Ernest Caldecott. Ministro, First Unitarian Church, Los Angeles, California.

A. J. Carlson. Profesor de Fisiología, Universidad de Chicago.

John Dewey. Columbia University.

Albert C. Dieffenbach. Ha sido editor de The Christian Register.

John H. Dietrich. Ministro, First Unitarian Society, Minneapolis.

Bernard Fantus. Profesor de Terapeútica, Facultad de Medicina, Universidad de Illinois.

William Floyd. Editor de The Arbitrator, Nueva York.

F. H. Hankins. Profesor de Economía y Sociología, Smith College.

A. Eustace Haydon. Profesor de Historia de las Religiones, Universidad de Chicago.

Llewellyn Jones. Crítico literario y autor.

Robert Morss Lovett. Editor, The New Republic; Profesor de inglés, Universidad de Chicago.

Harold P. Marley. Ministro, The Fellowship of Liberal Religion, Ann Arbor, Michigan.

R. Lester Mondale. Ministro, Iglesia Unitaria, Evanston, Illinois.

Charles Francis Potter. Fundador y director, First Humanist Society of New York, Inc.

John Herman Randall, Jr. Departamento de Filosofía, Columbia University.

Curtis W. Reese. Dean, Abraham Lincoln Center, Chicago.

Oliver L. Reiser. Profesor asociado de Philosophy, Universidad de Pittsburgh.

Roy Wood Sellars. Profesor de Filosofía, Universidad de Michigan.

Clinton Lee Scott. Ministro, Iglesia Universalista, Peoria, Illinois.

Maynard Shipley. Presidente, The Science League of America.

W. Frank Swift. Director, Boston Ethical Society.

V. T. Thayer. Director educativo, Ethical Culture Schools.

Eldred C. Vanderlaan. Adalid de Free Fellowship, Berkeley, California.

Joseph Walker. Fiscal, Boston, Massachusetts.

Jacob J. Weinstein. Rabino, asesor de los estudiantes judíos, Columbia University.

Frank S. C. Wicks. All Souls Unitarian Church, Indianapolis.

David Rhys Williams. Ministro, Iglesia Unitaria, Rochester, New York.

Edwin H. Wilson. Editor ejecutivo, The New Humanist, Chicago, Illinois; Ministro, Tercera Iglesia Unitaria, Chicago, Illinois.

[Publicado en inglés en la revista The New Humanist, Chicago, mayo/junio de 1933, vol. 6, nº 3, págs. 58-61, bajo el título A Humanist Manifesto. Versión en español del PFE.]