Filosofía en español 
Filosofía en español

Manuel Matamoros García  1834-1866

Manuel Matamoros García

Activista cristiano protestante español, apóstata de la iglesia de Roma, al que algunos han llegado a considerar nada menos que “fundador del protestantismo español actual” y “campeón y mártir de la libertad religiosa en España”. Fue discípulo de Francisco de Paula Ruet y Roset (1826-1878) y coetáneo de otros protestantes españoles como Antonio Vallespinosa (1833-1897) o Juan Bautista Cabrera (1837-1916).

Matamoros alcanza cierto protagonismo en el extranjero, en 1862-1863, al ser detenido y procesado junto con varios consortes por atentar desde el fanatismo reformado contra la religión católica, defendida entonces en exclusiva por las leyes de España, circunstancia aprovechada oportunamente por determinados intereses europeos, en particular británicos, que les financiaban y a los que, de hecho, servían estos personajes, con menor o mayor ingenuidad o complicidad.

Nacido en Lepe (Huelva) en 1834, hijo de un teniente coronel de Artillería, vivió desde muy niño en Málaga. Estudia en la Academia Militar de Toledo (1850-1853), y parece ser que abraza el protestantismo en Gibraltar, plaza bajo soberanía británica en plena provincia de Málaga y santuario entonces de la propaganda luterana en sus múltiples irisaciones. Incorporado como cabo al Séptimo Regimiento de África, asentado en Sevilla, fue denunciado por el capellán al comenzar su proselitismo protestante. Se le inicia proceso en Granada, es detenido en 1860 en Barcelona y trasladado a la capital andaluza, para ser juzgado y condenado en 1862 a permanecer nueve años en prisión, pena pronto conmutada por el destierro. Se instala entonces en Francia y en Suiza, donde se muere en 1866. No dejó escritos de mayor interés.

En 1863 el súbdito inglés Guillermo Greene ya había publicado en Londres las andanzas de Matamoros y los suyos, la última persecución de cristianos en España... La defensa que Antonio Moreno Díaz realiza de Matamoros (puede leerse tal como fue publicada por El Clamor Público de Madrid, el miércoles 14 de mayo de 1862) permite atisbar bien las confusiones ideológico jurídicas, políticas y religiosas que sufría entonces España. Marcelino Menéndez Pelayo le dedica varias páginas en su Historia de los heterodoxos españoles (1881):

Manuel Matamoros según Marcelino Menéndez Pelayo

V. Propaganda protestante en Andalucía. Matamoros

Sobre la vida de Matamoros publicó el pastor Greene un libro de fanático{1}, en estilo bíblico a ratos, y a ratos como de vida de santo, o de testimonio en causa de beatificación. El fondo principal de la obra son cartas del mismo Matamoros, que Greene, con extraordinaria candidez, acepta y da por buenas, sin compulsar sus noticias ni reparar en las falsedades y contradicciones que envuelven. Si se quiere apurar la verdad, es preciso cotejar a cada paso el relato de Greene con la impugnación que de él publicaron algunos protestantes conversos en El Lábaro (núm. 1.º) y con las noticias insertas en la Gaceta de 12 de marzo de 1863.

Matamoros, a quien su biógrafo llama jóven mártir, alto monte, monumento ciclópeo, inocencia conservada, y, finalmente el gran cristiano de Málaga, era un mozo del Perchel, ex-cabo de ejército, expulsado de su regimiento (y no ciertamente por teólogo), y refugiado en Gibraltar, donde se dejó catequizar por otro personaje de la misma laya, D. Francisco Ruet, catalán, ex-corista de teatro, que en Turin había sentado plaza de misionero, bajo la dirección del Dr. de Sanctis. La activa propaganda que hizo en Barcelona por los años de 1855 le costó una larga prisión y finalmente el destierro.

Ruet comisionó a Matamoros (son palabras de Greene) «para que fuese a Málaga y a Granada, a predicar a los que en aquellas ciudades estaban aún en la oscuridad y en las tinieblas de la muerte... Y al fin vieron la gran luz». Lo cual quiere decir que como Matamoros traía dineros, y aun más promesas que dineros, y hablaba además con cierto calor persuasivo que disimulaba su profunda ignorancia, no dejó de encontrar cuatro desesperados que firmasen con él una protesta de fe reformada. Matamoros formó una junta con los catecúmenos que le parecieron más activos, despiertos y evangélicos, dividió a los restantes en congregaciones, les repartió libros, les hizo pláticas semanales, y dilató sus correrías de predicador a Sevilla, [683] Jaén y otras ciudades andaluzas. El gobernador civil de Málaga quiso proceder contra él, y huyendo Matamoros de padecer persecución por la justicia, fué a dar en Barcelona, donde se hallaba en Setiembre de 1860. En pos de él llegó una requisitoria, a tenor de la cual fué encarcelado e interrogado. Greene ha publicado las cartas que le dirigió: cartas reducidas a pedir, en tono sentimental, inspirado y dulzazo, alguna ayuda de costa, que Greene y otros hermanos le facilitaron con la unción más candorosa del mundo.

Como Matamoros había incurrido en el público delito de propaganda anti-católica, penado con años de presidio en nuestro Código de entonces, la Audiencia de Granada reclamó su persona, y comenzó a instruir el proceso. Al mismo tiempo, y por el mismo delito, fueron procesados un sombrerero de Granada, José Alhama (que luego llegó a obispo protestante), y un cadete de artillería llamado Trigo, como si dijéramos, el Timoteo y el Filemón de Matamoros. En Málaga fueron presas diez y ocho personas más, tan oscuras y de tan negros antecedentes, que de alguno de ellos llegó a estamparse en los periódicos de aquellos días (sin protesta de nadie) que había estado cuatro años en presidio. Otros se salvaron huyendo a Gibraltar; así un seminarista de Granada, N. Alonso, que después de la Setembrina se hizo conspícuo en Sevilla con el apellido de Marselau.

Cualquiera sospechará que el gobierno de la Unión Liberal, que ciertamente no se distinguía por el fervor católico, hubo de tener más motivos que los puramente religiosos para proceder con tan inusitado celo contra Matamoros y cómplices. Propaganda muy activa hacía Usoz en Madrid mismo, y nadie le molestó nunca. Pero los protestantes de Andalucía eran gente muy de otra condición y estofa, afiliados por la mayor parte en clubs republicanos y socialistas, que conspiraban activamente contra el gobierno.
El protestantismo era sólo un pretexto, un cebo o una añagaza para explotar la caridad de los devotos ingleses. «Mi calabozo es un pequeño foco de luz evangélica (decía Matamoros). Tengo tres convertidos entre los presos...» ¿Y cómo no habían de convertirse, viendo el regalo y la opípara vida que se daban aquellos apóstoles con las remesas de dinero que continuamente llegaban de Gibraltar y de Inglaterra? Sir Roberto Peel fué a visitarlos a su paso por Granada. En Inglaterra una comisión de ministros de varias sectas se presentó a pedir a lord John Rusell que intercediera oficialmente por los presos. Se hicieron rogativas por su libertad. Se dirigieron peticiones a la Cámara de los Comunes, para que Inglaterra nos obligara, [684] por fuerza o de grado, a aceptar la libertad de cultos. Los periódicos ingleses más leídos, el Morning Post, v. gr., pugnaron por Matamoros como pro aris et focis, comparando su encarcelamiento con las matanzas de cristianos en Siria y Turquía. Y finalmente, no hubo pastor evangélico, ni beata anglicana, ni lady sentimental, a quien no arrancara copiosas lágrimas la desgracia del apóstol malagueño. Así él, como Alhama, se habían dado a escribir cartas de edificación, remedando el tono de las Epístolas de San Pablo, y empedrándolas de textos bíblicos; y los ingleses, sin duda por haber cursado poco la playa de Málaga y el Potro de Córdoba, caían como incautas mariposas en aquel burdo y grotesco artificio, digno de la Virtud al Uso y Mística a la Moda, de D. Fulgencio Afan de Ribera. «Es muy posible (decía un articulista del Morning Post), que Matamoros y Alhama padezcan tan horribles tormentos, que al fin mueran.» Hasta en el Parlamento alzaron la voz Sir Roberto Peel y Mr. Kinnard, equiparando el calabozo de Matamoros con el del prisionero de Chillon, de Byron.

El promotor fiscal pedía contra Matamoros, Alhama y Trigo nueve años de presidio. La prensa progresista, y especialmente El Clamor Público, hacía atmósfera en favor de ellos. El gobierno de O'Donnell se inclinaba a mitigar la pena o a indultarlos, y quizá hubieran salido mucho antes de la cárcel, a no estallar en Loja el motín socialista de 1.º de Julio de 1861, en que a los gritos de Muera la Reina y Viva la República se mezclaban los de Muera el Papa, y a los discursos patrióticos la repartición de Biblias y hojas protestantes. Aquella tierra estaba reciamente trabajada, meses había, por la propaganda inglesa, y desde el primer momento se creyó y tuvo por cierto, que en Granada, Matamoros y Alhama no eran extraños a la intentona revolucionaria del albeitar Perez del Álamo. Es verdad que judicialmente no se les llegó a probar; pero ¡cuántas cosas hay que judicialmente no se prueban, y están, con todo eso, en la conciencia pública!

El proceso seguía lentamente y con chistosas incidencias. Los acusados aprovechaban todas las vistas e interrogatorios para declararse protestantes; pero en una ocasión los fondos gibraltareños se retardaron, o no llegaron, o no se repartieron con igualdad, y entonces Trigo llamó a un escribano, abjuró el protestantismo e hizo profesión de fe católica. A los pocos días, cambio de escena: llegan nuevas letras de Gibraltar, y Trigo, movido otra vez por el Espíritu, vuelve a renegar y hacerse protestante. Tales eran los puntales de la flamante Iglesia Española, que tan cara iba saliendo ya a los ingleses.

Pero no se entibiaba el fervor de éstos, siquiera la Gaceta procurara [685] abrirles los ojos, contándoles la vida y milagros de aquellos que llamaba sicarios y ateos prácticos. Había fanáticos ingleses y ginebrinos que venían en peregrinación a visitar la cárcel de Matamoros, como si se tratase de la de San Pedro. En sus cartas y en sus conversaciones se comparaba Matamoros con el mismo Redentor del mundo, y añadía en tono de inspirado: «Me he consagrado completamente a Dios, por mediación del Dulce Nombre de Jesús: suyo soy: Él abrirá la puerta de mi cárcel si Él ve que conviene para mí y para todos... Y si no, sálvese mi alma y perezca mi cuerpo a manos de mis verdugos. Así han perecido muchos Santos, pero sus almas han sido mártires de la verdad ante el mundo, y han sido salvadas por Jesús... La luz ha brillado en la oscuridad, y en la región del error entra la verdad eterna.»

Un abogado de Granada, D. Antonio Moreno Díaz, defendió con bastante habilidad la causa de Matamoros; pero estaba la ley tan clara y terminante, que la Audiencia tuvo que aplicársela de plano, condenando a Matamoros y Alhama a ocho años de presidio, y a cuatro a D. Miguel Trigo, que luego fué dado por libre. A iguales penas, por los mismos delitos de apostasía pública y tentativas contra la Religión catolica (arts. 128, 130 y 136 del Código penal), condenó la Audiencia de Sevilla a D. Tomás Bordallo y a D. Diego Mesa Santaella.

Los protestantes extranjeros pusieron el grito en el cielo. Volvióse en las Cámaras de Inglaterra a reclamar la intervención, pero lord Palmerston respondió que no convenía herir innecesaria y sistemáticamente la dignidad nacional de España con ingerencias en su política interior, ni menos en sus asuntos judiciales: por lo cual, lo único que podía intentarse cerca del gobierno de S. M. Católica, era pedir el indulto.

Grave desengaño para los místicos metodistas y cuákeros. Privados del apoyo oficial, se dieron a trabajar por cuenta propia; la Junta Británica de la Alianza Evangélica y la Conferencia cristiana internacional de Ginebra enviaron a Madrid al Mayor General Alexander para gestionar la libertad de los procesados. O'Donnell se mantuvo firme, y no dió a Alexander mas que buenas palabras y corteses excusas, a pesar de la intervención oficiosa de los embajadores de Inglaterra y Prusia.

La Alianza Evangélica no desistió por este primer fracaso. Queriendo dar más solemnidad a sus instancias, diputó una comisión numerosísima, compuesta de representantes de Austria, Baviera, [686] Dinamarca, Inglaterra, Francia, Holanda, Prusia, Suiza y Suecia, entre los cuales se contaba el barón von Riese Stallburg, mister Brandt, Samuel Gurney, Joseph Cooper, el conde Edmundo de Pourtales, el barón de Brusnere, el pastor G. Monod, el barón von Linden, el Dr. Capadose, el conde Kanitz, el príncipe Reuss, el barón Hans Essen, Mr. Adrian Naville, el conde de Aberdeen y otros muchos. Nuestro gobierno no las tuvo todas consigo al ver desfilar aquella comitiva de personajes tan conspícuos y esplendentes, tan ceremoniosos y de nombres y títulos tan peregrinos, patrocinados además por el duque de Montpensier, que se decía partidario de la libertad religiosa. Lo cierto es que, de la noche a la mañana, la pena de Matamoros y sus complices fué conmutada de presidio en nueve años de extrañamiento...

Salió Matamoros de la cárcel de Granada el 29 de Mayo de 1863, juntamente con Alhama y Trigo, y el 1.º de Junio estaban ya en Gibraltar. Trigo se fué a Orán de evangelista. Alhama puso una sombrerería en Gibraltar, de donde salió para ser obispo reformado. González, Flores y el escultor Marín, de Málaga, fueron a parar a Burdeos, y Matamoros a Bayona, donde le dió piadoso albergue Mr. Nogaret. Pero apenas se vieron en tierra extraña, descubrieron todos la hilaza, riñeron entre sí, ofendieron la gravedad inglesa con sus rencillas, ignorancia y malas pasiones, y todo el mundo, a no ser alguna vieja fanática o algún delirante como Mr. Greene, les volvió la espalda, teniéndolos por charlatanes y traficantes religiosos de ínfima ralea, desconocedores de la misma creencia reformada que decían predicar, y de la cual se daban por mártires y profetas. En Inglaterra a nadie pudo deslumbrar, tratada de cerca, aquella hez de nuestras cárceles: contrabandistas y presidiarios que erraron la vocación. Mientras la lejanía y la persecución les dieron cierta aureola de mártires, pudo sostenerse la ilusión, pero ¿qué efecto había de hacer en Londres un personaje tan vulgar e inculto como Matamoros, sin más letras que las adquiridas en un cuartel?

Así es que volvió de Inglaterra desalentado, y sólo pudo entenderse con algunos propagandistas del Mediodía de Francia, con el concurso de los cuales empezó a tratar de la fundación de un colegio evangélico en Bayona. El núcleo habían de ser trece emigrados españoles de allí, convertidos por Matamoros. Otro colegio se fundó en Lausana protegido por el pastor Bridel y por su mujer. El de Bayona, trasladado luego a Pau, era elemental; el de Lausana tenía pretensiones de seminario teológico protestante. De él salió el pastor Carrasco, [687] de que más adelante se dará noticia, y de él la mayor parte de los fundadores de iglesias evangélicas españolas en estos últimos años.

Al mismo tiempo seguían los trabajos en España, dirigiéndolos Matamoros por medio de una activa correspondencia. El pastor Currie, en un informe que presentó en 1865 a cierta sociedad evangélica de París, dice con manifiesta hipérbole, que en una ciudad española (cuyo nombre está en blanco en la biografía de Matamoros) había encontrado una congregación de 300 individuos, dirigida misteriosamente por una junta de seis evangelistas, cuyos nombres ignoraban los restantes: gente que tenía aún escaso conocimiento de las Sagradas Escrituras, pero que procuraba catequizar a sus convecinos y deudos. La organización de las juntas era semi-masónica, y las había compuestas exclusivamente de mujeres.

Matamoros en sus últimos años hizo algunos viajes a Holanda y a París; pero residió con más frecuencia en Lausana, al abrigo hospitalario del pastor Bridel y de su esposa. La plebe protestante todavía le rodeaba y agasajaba a título de mártir, y es fama que en un pueblecillo de Alemania le recibieron en triunfo y cantando himnos.

¿En qué secta se afilió Matamoros? No resulta claro del libro de Greene, ni es de creer que el ex-sargento entendiera mucho de diferencias dogmáticas. La Biblia... la palabra sola... tal era su creencia, si es que tuvo alguna. «No seamos de Pablo, ni de Apolonio, ni de Céfas, sino de Cristo, y que su espíritu sea nuestra guía (dice en una carta). Los españoles deben escuchar a todos y juzgar por la palabra de Dios.»

Mad. Bridel llamaba a Matamoros «mi querido hijo adoptivo», y él la llamaba «mi muy amada madre en el Señor», y las cartas que se dirigían rayan en los últimos lindes del sentimentalismo grotesco. «Nuestra conversación es una oración... (decía Matamoros.) Mi buena madre de Lausana es la mano del Señor, destinada por él para que yo viva siempre para él... Mad. Bridel, en el nombre del Señor, ha curado muchas de mis heridas». Una señora norte-americana, Mc. E..., viuda y de grandes riquezas y no menor fanatismo, se le asoció para fundar el colegio de Pau, que quedó definitivamente instalado a principios de 1866.

Matamoros, sintiéndose próximo a la muerte, emprendió nuevo viaje a Suiza, se hizo consagrar por el Sínodo de la Iglesia Libre del cantón de Vaud; y murió tísico el 31 de Julio de 1866, en una quinta de las cercanías de Lausana. Greene ha contado pesadísimamente todos los detalles de su muerte, como si fuera la de un santo. [688] Los jóvenes renegados españoles del seminario de Lausana, acompañaron el cadáver, entonando himnos y recitando versículos de la Escritura{2}

{1} Manuel Matamoros and his fellow-prisoners, a narrative of the present persecution of Christians in Spain. Compiled from original letters, written in prison. By William Greene, with a photography of Matamoros in his cell. London, Morgan, &c. 8.º, 192 páginas.
Vida y Muerte de D. Manuel Matamoros. Relación de la última persecución de cristianos en España, extractada de cartas originales y otros documentos. Por Guillermo Greene... Madrid, imp. de J. M. Pérez... 1871. 8.º VIII más 256 págs.

{2} El famoso D. Tristán Medina, de quien pronto se dirá algo, compuso en loor de Matamoros unas décimas muy medianas, que se titulan Los Nuevos Mártires, y comienzan:

Alzad los ojos del suelo,
Y fijad vuestras miradas
En sus frentes coronadas
De severa majestad.
¿Son corazones de bronce?
¿Acaso mármoles vivos?
¡Para sufrir qué pasivos!
¡Qué vehementes para amar!
(Vida de Matamoros, pág. 251.).»

(Marcelino Menéndez Pelayo, Historia de los Heterodoxos Españoles, Librería Católica de San José, Madrid 1881, tomo 3, págs. 682-688.)

Otra bibliografía sobre Manuel Matamoros García

Guillermo Greene
Manuel Matamoros and his fellow-prisoners, a narrative of the present persecution of Christians in Spain. Compiled from original letters, written in prison. By William Greene, with a photography of Matamoros in his cell. Morgan & Chase, Londres [1863], 192 páginas.
Vida y Muerte de D. Manuel Matamoros. Relación de la última persecución de cristianos en España, extractada de cartas originales y otros documentos. Por Guillermo Greene... Madrid, imp. de J. M. Pérez... 1871. 8.º VIII más 256 págs.
Manuel Matamoros, His life and death. A narrative of the late persecution of Christians in Spain, 2ª ed. John Snow & Co., Londres 1881, 269 págs.
Manuel Matamoros, His life and death. A narrative of the late persecution of Christians in Spain, Alfred Holness, Londres 1889, VI+269 págs.

1898 Manuel Matamoros, a champion and martyr in the cause of religious liberty in Spain, Drummond's Tract Depot, Stirling 1898, 48 págs.

1902 Manuel Matamoros, the young Spanish Officer, Drummond's Tract Depot, Stirling 1902, 32 págs.

Aimé Bonifas [1920, pastor de la iglesia reformada de Francia, Detenido 20-801 en los presidios nazis (1946), estudioso de los hugonotes, persecuciones a protestantes...]
Matamoros (1834-1866), l'aube de la seconde réforme en Espagne, Éditions Pro-Hispania, Clairac, Lotet-Garonne 1967, 53 págs.
Das Evangelium für Spanien: Der Evangelist Matamoros und die zweite Reformation in Spanien, Verlag der St. Johannis-Druckerei C. Schweickhardt (Col. Telos, 118), Lahr-Dinglingen 1975, 61 págs.
Manuel Matamoros (1834-1866), el alba de la «segunda Reforma» en España, traducción del francés por Narciso Batlle, Fundación Editorial de Literatura Reformada [Rijswijk, Países Bajos], Departamento de Evangelización y Publicaciones de la Iglesia Evangélica Española, Barcelona 1977, 53 págs.

Juan Bautista Vilar Ramírez [1941, catedrático de Historia Contemporánea en Murcia]
Intolerancia y libertad en la España contemporánea, Istmo, Madrid 1994, 452 págs. Numerosas referencias a Manuel Matamoros.
Manuel Matamoros, fundador del protestantismo español actual, Comares (Biografías granadinas 22), Granada 2003, 173 págs.
Manuel Matamoros, fondateur du protestantisme espagnol contemporain, trad. de Valérie Maestri, Orthez, Gascogne 2003, 119 págs.

María José Vilar García [Profesor ayudante Historia Contemporánea, Universidad de Murcia]
– «Milicia y religión en la transición al liberalismo en España: nuevos datos sobre la juventud de Manuel Matamoros y su disidencia protestante», Anales de Historia Contemporánea, nº 17, 2001, págs. 156-212.

Textos sobre Manuel Matamoros García en el proyecto Filosofía en español

1862 Antonio Moreno Díaz, Defensa del protestante Manuel Matamoros

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