Filosofía en español 
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Fabricio Ojeda  1929-1966

Fabricio Ojeda

Periodista y guerrillero venezolano nacido en Boconó el día 6 de febrero de 1929 y asesinado [“suicidado”] en Caracas, en los calabozos del Servicio de Inteligencia de las Fuerzas Armadas (SIFA) el 21 de junio de 1966.

Periodista de La Calle, El Heraldo y El Nacional, representando a la Unión Republicana Democrática URD, alcanza gran protagonismo en 1958 como Presidente de la Junta Patriótica (singular movimiento integrador nacional por encima de intereses particulares e ideológicos) que logra terminar, política y militarmente, con la dictadura que el teniente coronel Marcos Pérez Jiménez había establecido en Venezuela, al asumir la Presidencia de la República en diciembre de 1952, y que supuso su derrocamiento por parte de las Fuerzas Armadas y su huída, en el avión Vaca Sagrada, hacia la República Dominicana, el 23 de enero de 1958. Fabricio Ojeda realiza entonces la primera alocución pública tras producirse el vacío de poder, llamando a la tranquilidad patriótica: “Este no es el momento de la venganza.”

Tres días antes, el 20 de enero de 1958, ya se había producido el “pacto de Nueva York” [en presencia de Maurice Bergbaum, jefe de Asuntos Latinoamericanos del Departamento de Estado de los Estados Unidos del Norte de América] entre Rómulo Betancourt (de la socialdemócrata Acción Democrática AD), Rafael Caldera (del socialcristiano Comité de Organización Política Electoral Independiente COPEI) y Jóvito Villalba (de la nacionalista Unión Republicana Democrática URD), por el que los representantes de estos tres partidos sellaban su solidaridad frente a la tiranía militar de Pérez Jiménez, pero marginando, de paso, al también opositor Partido Comunista de Venezuela. Acuerdo reafirmado el 31 de octubre de 1958 en el “pacto de Punto Fijo” –nombre de la residencia de Rafael Caldera– cuando se comprometieron a respetar el resultado electoral, y establecer un gobierno de unidad nacional (segundo pacto del que expresamente se orilló al Partido Comunista de Venezuela, pese a que había formado parte de la Junta Patriótica).

En las elecciones generales de 1958, de las que resultó elegido presidente Rómulo Betancourt (1959-1964), fue elegido Fabricio Ojeda diputado, de la URD, al Congreso Nacional, por el Distrito Federal. Se cumplió el pacto de Punto Fijo, el gabinete Betancourt lo formaron adecos, copeyanos y urredistas, y el tripartito se repartió entre su militancia cargos y gobernaciones... hasta que la URD se retira del gobierno y del pacto en 1962, año en el que surgen las primeras guerrillas organizadas de Venezuela en el siglo XX, inspiradas por el ejemplo triunfante de la revolución cubana.

Fabricio Ojeda, maestro, periodista y diputado, estudioso de la independencia de Cuba y admirador de la revolución cubana (que conoció directamente en sus primeros meses, al residir en 1960 un tiempo en Cuba), renuncia a sus cargos en 1962 y se une a las guerrillas. Ese mismo año de 1962 aparece publicado en La Habana su libro Presencia revolucionaria de Martí. Se hizo famosa su carta de renuncia como diputado, de 30 de junio de 1962:

«Señores Presidente, Vicepresidente y demás miembros de la Cámara de Diputados. Palacio Legislativo. Caracas. Distinguidos colegas:
En el primer aniversario de la suspensión de las garantías Constitucionales, un grupo de estudiantes de la Universidad Central y yo, hicimos una promesa de extraordinaria significación. Estábamos en el Cementerio General del Sur, frente a la tumba de Alberto Rudas Mezzone –uno de los tantos jóvenes caídos en la lucha por la libertad–, allí levantamos las manos y las voces y juramos: que el sacrificio de nuestros mártires no sería en vano. Juramos continuar sus pasos y cumplir su obra, para que la sangre derramada retoñase en nueva vida para el pueblo.
Y desde entonces comenzamos a prepararnos para el cumplimiento irrenunciable. Con este objetivo, redimir al pueblo haciendo honor al sacrificio de sus mártires, hemos trabajado sin descanso, hemos luchado sin cesar. Ahora a mí, solo me queda, como decía un insigne pensador latinoamericano [José Martí], "cambiar la comodidad por la miasma fétida del campamento, y los goces suavísimos de la familia por los azares de la guerra, y el calor del hogar por el frío del bosque y el cieno del pantano, y la vida muelle y segura por la vida nómada y perseguida y hambrienta y llagada y enferma y desnuda".
Es por ello, colegas Diputados, que vengo ante ustedes a expresar la decisión de dejar el Parlamento –este recinto que pisé por voluntad del glorioso pueblo caraqueño, hoy oprimido y humillado–, para subir a las montañas e incorporarme a los compañeros que ya han iniciado el combate y con ellos continuar la lucha revolucionaria para la liberación de Venezuela, para el bienestar futuro del pueblo, para la redención de los humildes.
Estoy consciente de lo que esta decisión implica, de los riesgos, peligros y sacrificios que ella conlleva; pero no otro puede ser el camino de un revolucionario verdadero. Venezuela –lo sabemos y los sentimos todos–, necesita un cambio a fondo para recobrar su perfil de nación soberana, recuperar los medios de riqueza hoy en manos del capital extranjero y convertirlos en instrumento de progreso colectivo. Necesitamos un cambio a fondo para liberar al trabajador de la miseria, la ignorancia y la explotación; para poner la enseñanza, la técnica y la ciencia al alcance del pueblo: para que el obrero tenga trabajo permanente y sus hijos amparo y protección. Venezuela, en fin, necesita un cambio profundo para que los derechos democráticos del pueblo no sean letra muerta en el texto de las leyes; para que la libertad exista y la justicia impere; para que el derecho a la educación, al trabajo, a la salud y al bienestar sean verdaderos derechos para las mayorías populares y no privilegios de escasas minorías. Pero nada de esto podrá lograrse en un país sub-desarrollado y dependiente, como el nuestro, sino a través de la acción revolucionaria que concluya con la conquista del Poder Político por parte del pueblo. De otra manera, tanto los instrumentos de poder, como los medios de riqueza, continuarán en manos de los monopolios internacionales y de las castas oligárquicas del país, con la consiguiente explotación de los trabajadores, la proliferación del hambre y la miseria y el abandono permanente del pueblo. Esta situación precisa una transformación estructural que cambie el sistema formalista de la democracia por la efectiva realización de la misma: es decir, que arrase con todo lo podrido, con todo lo injusto, con todo lo indigno de nuestra sociedad y en su lugar erija una nueva vida de justicia y libertades.
A estas alturas de la historia, cuando un vendaval de renovación sacude al mundo, los venezolanos no podemos permanecer aferrados a una vida política, sin perspectivas de futuro y que mantiene al país sumergido en el subdesarrollo económico, en el atraso crónico y al pueblo, doblegado bajo el peso constante de la miseria y la ignorancia y el hambre. Venezuela es un país privilegiado por la naturaleza. Las entrañas de su tierra están pobladas de riqueza y sobre la superficie crecen montañas de dinero. Pero estas riquezas y este dinero sólo van a parar a los bolsillos de los grandes tiburones de la política nacional e internacional, mientras que el pueblo, dueño de ellas, se debate entre la angustia de no poseer nada y el dolor de su precaria situación económica. Este país, donde se produce tres millones de barriles de petróleo diariamente y mas de veinte millones de toneladas de hierro cada año, donde las empresas extranjeras que lo explotan acusan utilidades que sobrepasan los mil quinientos millones de bolívares anuales, vive un drama terrible con centenares de miles de obreros sin trabajo, con centenares de miles de campesinos sin tierra, con centenares de miles de niños abandonados y sin escuelas, con centenares de miles de analfabetos, con legiones de indigentes que escarban en los desperdicios en busca de alimentos y centenares de miles de hombres y mujeres sin techo que se arrastran hacinados en ranchos insalubres, sin la menor protección social, sanitaria o económica. Este país que es el mas rico de toda la América Latina, muestra ante los ojos angustiados de su gente, un panorama de males y penurias que se ahonda en la existencia misma de grandes contradicciones: mientras unos lo tienen todo, comodidades, lujos, placeres y bonanza; otros nada poseen, ni nada les espera, a no ser la muerte en la mas completa pobreza. Mientras unos tienen en bancos y cajas fuertes millones de bolívares, otros carecen de recursos mas elementales de la vida humana. Mientras unos pueden mandar a sus hijos a los mejores colegios, otros tienen que resignarse a ver a los suyos crecer en la ignorancia. Mientras unos viven como parásitos, sin trabajar ni producir, otros no encuentran donde colocar su fuerza de trabajo. Mientras unos ven a sus mujeres dar a luz en clínicas lujosas, otros, los más, tienen que conformarse con verlas parir como animales en sus ranchos inmundos.
Consecuencia de esta firme convicción, resultado de ese análisis, es la decisión que he tomado de combatir con las armas en la mano, como lo hace el pueblo cuando quiere conquistar la libertad, y buscar en la acción revolucionaria la solución de nuestros grandes problemas, y lograr para el pueblo una vida nueva, distinta a la precaria existencia que ha llevado durante siglo y medio de República injusta. Esta decisión me honra y compromete, a la par que me satisface. Igual camino han tomado en épocas y países distinto los mas notables hombres de la humanidad. Igual decisión tuvieron que tomar nuestros Libertadores frente a una Patria colonizada, frente a un pueblo esclavizado. Ellos, los forjadores de nuestra nacionalidad, nos trazaron el camino y nosotros hemos de continuarlo con iguales, sacrificios, con los mismos riesgos y la misma fe, para despedazar las nuevas cadenas del dominio extranjero y garantizar la plena independencia nacional.
Esta es nuestra decisión, este nuestro camino. Vamos a las armas con fe, con alegría, como quien va al reencuentro de la Patria preferida. Sabemos que con nosotros está el pueblo, el mismo que en todas las épocas memorables ha dicho presente ante todo lo noble, ante todo lo bueno, ante todo lo justo.
Nuestra decisión de incorporarnos a los estudiantes, obreros y campesinos que hacen la guerra de guerrillas en Falcón, Portuguesa, Mérida, Zulia, Yaracuy, obligados por la brutal represión del gobierno que amenaza con la muerte, la tortura y la cárcel a quienes se oponen a sus designios, obedece a la firme convicción de que la política de las camarillas que ejercen hoy el Poder no muestran ningún ánimo para dar soluciones a la crisis política venezolana a través del dialogo y la senda electoral. Toda la maquinaria oficialista ha sido desde ya colocada al servicio de los grupos exclusivos que forman la intimidad del actual Presidente y sin espíritu de servicio a la Patria y al Pueblo, tales grupos han privado a los venezolanos de sus mas elementales derechos y desde ahora preparan el fraude que les permite perpetuarse en el Poder, a usanza de todos los gobiernos despóticos que el país ha padecido.
Esperar que esta burla sangrienta se consagre sin mengua de la propia dignidad, no sólo es cobardía, es alentar falsas ilusiones cuyas consecuencia serían fatales para nuestro desarrollo democrático. Ya el grupo que gobierna ha demostrado hasta la saciedad que sólo conoce el método de la violencia, el camino de la ilegalidad. Frente a su soberbia, no cabe otra actitud para aceptar al reto y disponerse a combatirlo con sus mismos métodos, para que los venezolanos puedan, libres del Gobierno de Betancourt, libres de sus odios e intrigas, de su corrupción e incapacidad, de su politiquería y pequeñez moral, de su sectarismo y maldad, darnos un gobierno verdaderamente nacional, respetuoso de la ley democrática, fiel servidor del pueblo y leal a la independencia y soberanía nacionales.
Hacemos armas contra la violencia, la represión, las torturas, el peculado. Tomamos las armas contra las depravaciones y la traición. No lo hacemos por romántica concepción de la lucha ni sometidos a otra decisión que a la nuestra, sólo comprometida con Venezuela. No hacemos la guerra contra las Fuerzas Armadas, en su conjunto, en cuyo senos nos consta por experiencia personal y por la acción conjunta que libramos en Enero del 58, se han formado Oficiales cuya única ambición es también la nuestra: ser útiles a la Patria y servir a su grandeza y soberanía. Y porque la inmensa mayoría de los clases y soldados pertenecen a las clases humildes, a las familias sin pan, ni tierra, ni libertad. Y si algunas de sus jerarquías han sido colocadas como ciego e incondicional instrumento personalista del grupo de Rómulo Betancourt, ello no puede ocultarnos que más temprano que tarde civiles y militares nos encontraremos juntos en un mismo propósito fraternal y patriótico. Evidencia de esta afirmación es la reciente "Sublevación de Carúpano" [4 de mayo de 1962] y "la heroica acción de Puerto Cabello" [2 de junio de 1962], donde Oficiales de limpia trayectoria como Jesús Molina Villegas, Pedro Medina Silva y Manuel Ponte Rodríguez supieron dar un paso al frente de la historia, antes de vivir en la ignominia. Allí se demostró como en el seno de las Fuerzas Armadas hay hombres que sienten la Patria en su exacta dimensión y que inspirados en las lecciones de Bolívar, siguen su ejemplo de valor, de nobleza y patriotismo y como este Gobierno llega hasta el bombardeo de ciudades abiertas, al genocidio, para tratar de conservar una situación ya insostenible. El comino trillado por ellos habremos de continuarlo para que al salir de la prisión gloriosa, los Oficiales, clases, soldados y civiles de la heroica acción de Carúpano y Puerto Cabello, puedan vivir dentro de una Patria nueva, como la que hemos soñado todos y por la cual ellos combatieron. No hacemos las armas contra el Ejército, la hacemos contra quienes sirven a los monopolios extranjeros causantes de nuestra pobreza; hacemos la guerra, contra los asesinos de estudiantes, de obreros, de campesinos; hacemos la guerra contra los que roban y comercian a nombre de una democracia falsa; hacemos la guerra contra los que siembran el hambre, la angustia y el dolor en la familia venezolana; hacemos la guerra contra una vida de corrupción, de odios y de intrigas; en fin, hacemos la guerra para que la aurora de la libertad y la justicia resplandezca en el horizonte de la Patria. [...]
La defensa del Parlamento independiente corresponde a todos y la defensa de la Constitución es un deber irrenunciable. Por ello cuando hacemos armas contra este gobierno, las hacemos por la restitución constitucionalidad democrática, por la Cámara de Diputados escarnecida y atropellada, por la independencia de los poderes públicos, por la democracia y la justicia.
Convoque, pues señor presidente, al suplente respectivo porque yo he salido a cumplir el juramento que hice ante ustedes de defender la Constitución y las leyes del país. Si muero no importa, otros vendrán detrás que recogerán nuestro fusil y nuestra bandera para continuar con dignidad lo que es ideal y saber de nuestro pueblo. ¡Abajo las cadenas! ¡Muera la opresión! ¡Por la Patria y por el Pueblo! ¡Viva la Revolución!»

Fabricio Ojeda fue uno de los fundadores de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional FALN, constituidas formalmente el 1º de enero de 1963 (al agruparse el Frente José Leonardo Chirinos –Douglas Bravo, Elías Manuitt Camero–, el Movimiento 2 de Junio –comandante Manuel Ponte Rodríguez, capitán Pedro Medina Silva–, la Unión Cívico Militar –teniente coronel Juan de Dios Moncada Vidal, comandante Manuel Azuaje–, el Movimiento 4 de Mayo –capitán Jesús Teodoro Molina, comandante Pedro Vargas Castellón– y el Comando Nacional de Guerrilla). En las guerrillas llegó a obtener el grado de comandante y presidió el Frente de Liberación Nacional FLN en el distrito Argimiro Gabaldón.

Detenido, fue sentenciado por un Consejo de Guerra a 18 años de presidio por rebelión militar. Pero, recluido en la cárcel de Trujillo, logra fugarse en compañía de otros compañeros. Apresado de nuevo en junio de 1966 en Caracas, es asesinado cuatro días después (aunque la versión oficial afirmaba suicidio).

En febrero de 1967 aparece en La Habana el primer número de la revista Pensamiento Crítico, que se convierte en aquellos años en uno de los instrumentos doctrinales en la expansión de la revolución latinoamericana, y los responsables de la agitprop cubana seleccionaron sendos textos de guerrilleros muertos el año anterior (el presbítero colombiano Camilo Torres Restrepo en febrero de 1966, y el periodista venezolano Fabricio Ojeda en junio de 1966) para inaugurar aquella significativa revista. Así se le presentaba entonces:

«Fabricio Ojeda. Apareció en la vida política nacional venezolana como presidente de la Junta Patriótica que derrocó a Pérez Jiménez en 1958. Fue diputado de la URD en las elecciones de ese mismo año. Vino a Cuba en 1960 y permaneció algún tiempo entre nosotros. Se incorporó al movimiento guerrillero en 1962, siendo detenido pocos meses después de haberlo hecho. Posteriormente se fugó de la cárcel. Murió en julio de 1966, asesinado por miembros de los cuerpos represivos del régimen de Raúl Leoni. Ostentaba, al morir, el cargo de Presidente de la Comandancia FLN-FALN.» (Pensamiento Crítico, La Habana, nº 1, febrero de 1967, pág. 158.)

El 16 de abril de 1967 un suplemento especial de la revista Tricontinental publicaba el famoso mensaje de Ernesto Che Guevara (que organizaba entonces en secreto la guerrilla en Bolivia): “Crear dos, tres... muchos Viet-Nam, es la consigna”, en el que puede leerse:

«En el marco de esa lucha de alcance continental, las que actualmente se sostienen en forma activa son sólo episodios, pero ya han dado los mártires que figurarán en la historia americana como entregando su cuota de sangre necesaria en esta última etapa de la lucha por la libertad plena del hombre. Allí figurarán los nombres del Comandante Turcios Lima, del cura Camilo Torres, del Comandante Fabricio Ojeda, de los Comandantes Lobatón y Luis de la Puente Uceda, figuras principalísimas en los movimientos revolucionarios de Guatemala, Colombia, Venezuela y Perú.»

El recuerdo de la figura de Fabricio Ojeda se ha visto potenciado en Venezuela en los primeros años del siglo XXI, consecuencia en buena medida del acercamiento de la revolución democrática bolivariana de Hugo Chávez a la revolución cubana (puede verse “Venezuela y Chávez, la constitución y el crucifijo», en El Catoblepas, nº 3, mayo 2002). Así, el viernes 17 de mayo de 2002, poco después de la intentona socialdemócrata y socialcristiana contra el presidente constitucional Hugo Chávez, el periódico La Jornada de México podía publicar orgulloso la siguiente noticia, magnífico ejemplo de la presencia que mantiene el recuerdo de Fabricio Ojeda cuarenta años después:

«Reconocen la veraz cobertura informativa del diario durante el frustrado golpe. Catorce organizaciones venezolanas otorgan el galardón Fabricio Ojeda a La Jornada. El premio fue entregado por el embajador de ese país en México, Lino Martínez Salazar.
Catorce organizaciones de venezolanos ubicadas en distintos países de América Latina otorgaron ayer a esta casa editorial el reconocimiento Periodismo veraz: Fabricio Ojeda, por la información difundida durante el mes de abril en torno al golpe de Estado en contra del gobierno de Hugo Chávez.
El embajador de Venezuela en México, Lino Martínez Salazar, entregó el galardón y destacó que el nombre de Fabricio Ojeda es emblemático en su país, ya que fue un héroe de la lucha en contra de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, y posteriormente trabajó en contra del engaño que se estaba haciendo al pueblo venezolano cuando, a la caída del dictador, los principales partidos políticos firmaron un acuerdo para apoyarse en el ejercicio de gobierno y no rendir cuentas ante la ciudadanía.
Tal situación agudizó las luchas políticas y sociales en Venezuela, al extremo de hacer surgir un movimiento guerrillero urbano y rural. Fabricio Ojeda fue presidente de la Junta Patriótica, órgano de unidad del pueblo para derrocar la dictadura, y más tarde abandonó el partido de la Unión Republicana Democrática –una de las organizaciones involucradas en el pacto– para unirse a la guerrilla.
Cayó preso y poco tiempo después apareció muerto. El gobierno dijo que se había suicidado, pero eso era inconcebible debido a sus ideales. La población nunca creyó el cuento del suicidio de Fabricio y éste pasó a ser un símbolo de las luchas del pueblo venezolano, refirió el embajador, al destacar la importancia de que este reconocimiento se haya entregado a La Jornada. [...] El reconocimiento Fabricio Ojeda está signado por el Comité Simón Bolívar, la Red de Amigos de Venezuela y el diputado a la Asamblea Nacional, Israel Sotillo, aunque cuenta con el apoyo de otras 12 agrupaciones.»

El viernes 18 de junio de 2004 la Contraloría General de la República de Venezuela difunde la siguiente nota de prensa, en la que anuncia el acto previsto para el día del aniversario del asesinato de Fabricio Ojeda, convertido en símbolo de las inmejorables relaciones del momento entre la Venezuela de Hugo Chávez y la Cuba de Fidel Castro:

«Reedición de la obra de Fabricio Ojeda. Presencia Revolucionaria de Martí. A través de esta reedición se rinde homenaje no sólo a José Martí, sino también a Ojeda, pues si algo los une es que ambos fueron consecuentes hasta el final, como hombres auténticos de palabras y acción.
Este lunes 21 de junio a las 11 de la mañana se realizará la presentación de la reedición del libro Presencia Revolucionaria de Martí del periodista Fabricio Ojeda, en la Casa José Martí, ubicada en la parroquia Altagracia, de Veroes a Jesuitas. El acto contará con la presencia del Contralor General de la República Bolivariana de Venezuela, Clodosbaldo Russián, quien escribió el prólogo de la publicación.
Dicha reedición está a cargo del Instituto de Altos Estudios de Control Fiscal y Auditoría de Estado, Fundación Gumersindo Torres (COFAE), institución auspiciada y dirigida por la Contraloría General de la República. La obra forma parte de la colección Buen Ciudadano, una acción editorial enmarcada también en la misión de promover el fortalecimiento del Poder Ciudadano, a partir de una sólida conciencia crítica fundada en la educación y la cultura.
Apóstol de la causa popular. Fabricio Ojeda, comunicador social venezolano autor del libro, fue en vida un activo dirigente político y luchador social comprometido con la igualdad y la justicia entre los seres humanos. A través de su obra Presencia Revolucionaria de Martí 'nos deja a Martí en toda su extensión humana, la cual va desgranando sin prisa, en el entendido de dejarle a las nuevas generaciones el conocimiento de un líder revolucionario, siempre presente y al frente en las batallas que emprenden los pueblos oprimidos de la tierra'.
A través de esta reedición se rinde homenaje no sólo a José Martí, sino también a Ojeda, pues si algo los une es que ambos fueron consecuentes hasta el final, como hombres auténticos de palabras y acción.»

Textos de Fabricio Ojeda en el proyecto Filosofía en español

1966 La revolución verdadera, la violencia y el fatalismo geo-político

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