Monita Secreta
o Instrucciones Reservadas de la Compañía de Jesús

Biblioteca Filosofía en español, Oviedo 2000
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Capítulo VIII

Lo que debe hacerse para que los hijos de las viudas abracen el estado religioso de devoción.

1. Como se necesita que las madres obren con vigor, los nuestros deben conducirse con dulzura en estas ocasiones. Hay que inducir a las madres a disgustar a sus hijos desde la más tierna infancia, con censuras y reprimendas, &c.; y principalmente cuando sus [298] hijas son ya talluditas, a que se nieguen a darles adornos, y a que deseen con frecuencia para ellas y pidan a Dios, que aspiren a ser religiosas, prometiéndoles un gran dote si quieren hacerse monjas. Para esto deben recordarles los inconvenientes comunes a todos los matrimonios, y además los que sufrieron en el suyo, mostrando su dolor por no haber preferido el celibato al matrimonio. Conviene que se conduzcan de manera, que sus hijas, aburridas de la vida a que las sujetan sus madres, piensen en hacerse religiosas.

2. Los nuestros conversarán familiarmente con los hijos, y si les parecen útiles para nuestra Compañía, los introducirán a propósito en el colegio, mostrándoles cuanto pueda agradarles, de cualquier modo que sea, para incitarles a quedarse; sobre todo, se les llevará a los jardines, viñas y casas de campo y haciendas, a las que van los nuestros a divertirse. Se les hablará de los viajes que hacemos a diversos reinos, de las relaciones que tenemos con los príncipes, y de cuanto pueda regocijar a la juventud. Debe llamarse su atención sobre la limpieza del refectorio y de las habitaciones, sobre las agradables conversaciones que los nuestros tienen entre ellos, sobre lo fácil de nuestra regla, a la que, sin embargo, va unida la gloria de Dios, y sobre la preeminencia de nuestra orden, superior a todas; y por último, las conversaciones serán alegres tanto como piadosas.

3. Se les exhortará como por revelación, [299] a la religión en general, insinuándoles diestramente la perfección y la comodidad de nuestro Instituto, a todos superior.

En las exhortaciones públicas, y en las conversaciones privadas, se les dirá cuán grande es el pecado de los que se revelan contra la vocación divina, y por último, se les comprometerá a hacer ejercicios espirituales, para que se decidan acerca del estado de vida que quieren escoger.

4. Los nuestros harán que los jóvenes tengan preceptores ligados a la Sociedad, que los vigilen y que les exhorten.

Pero si se resisten, habrá que privarles de diversas cosas, para que la vida les disguste; su madre les mostrará los inconvenientes de la familia; por último, si no se les puede hacer entrar de buen grado en nuestra Sociedad, se les enviará a colegios lejanos, so pretexto de estudiar, cuidando que las madres no les halaguen, lo que harán los nuestros adulándolos para ganar su afecto.


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Fernando Garrido
¡Pobres jesuitas!
Madrid 1881, páginas 297-299