Filosofía en español 
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Internacional de los Trabajadores de la Enseñanza

Pedagogía Proletaria. Jornadas Pedagógicas de Leipzig 1928

I. Situación del niño proletario

E) La situación social y jurídica del niño proletario en la Unión Soviética y en los países capitalistas
por Epstein (Unión Soviética)


TESIS

La situación de los niños proletarios en la Unión Soviética difiere fundamentalmente de la de sus camaradas en los países capitalistas. Esto se deduce, sin explicaciones ulteriores, de las condiciones económicas y políticas de uno y otros Estados.

Mientras que en los Estados capitalistas es muy corriente considerar al niño proletario, sólo como objeto de jurisdicción y someterlo a procedimientos represivos, en la Unión Soviética no se le mira más que como objeto de enseñanza.

Lo que caracteriza al poder soviético, es que se considera a sí mismo como poder colectivo de enseñanza y civilización, cuya principal tarea consiste en difundir las luces y la cultura entre amplias masas populares. El fin pedagógico del poder soviético, se manifiesta: con la actividad del Comisariado de Instrucción Pública, con la legislación social de la Unión, impregnada de la solicitud que el Gobierno despliega por iluminar y educar a las multitudes y por el cuidado que pone en que estas multitudes no se consideren exclusivamente desde el punto de vista de su utilidad económica, como sucede en los demás Estados.

Así se explica que la legislación soviética relativa a la protección de la infancia esté dominada por la idea de convertir al niño en constructor activo y consciente del Estado, y en campeón de la sociedad comunista; como no podía menos de suceder en Estados que, como el Soviético, estuviesen dirigidos por la clase obrera. El Estado proletario considera como la más importante de sus atenciones la de cuidar de los intereses de los trabajadores, y, en consecuencia, se esfuerza en preparar para el ejercicio de la hegemonía a la juventud, llamada a relevar a las anteriores generaciones en la dirección del Estado.

Antagonismo entre el Estado burgués y los intereses del niño obrero

En los Estados capitalistas –precisamente por serlo, es decir, porque dependen de los intereses de las clases dominantes– lo mismo el Estado que el medio, preparan al niño para la venta ulterior de su fuerza de trabajo y, en consecuencia, infiltran en su educación las ideas del capitalismo, según las cuales, la organización capitalista debe considerarse eterna y, desde el punto de vista moral y religioso, inmutable.

En ningún caso ha llegado a considerarse de un modo tan serio y extenso como en el Estado obrero la protección del niño proletario, en el que se ve al futuro creador del mundo económico y social.

En los tiempos actuales, ante la acentuación de la lucha de clases, la burguesía se consagra a la tarea de prepararse fieles soldados que utilizar en las guerras imperialistas o civiles, servidores que, haciendo traición a su clase, vengan a ser cómplices de la clase directora en su lucha contra el movimiento revolucionario. A este fin encamina toda su actuación educadora sobre la juventud obrera (reclutamiento de niños fascistas y actividad de las escuelas de Italia y Polonia, semanas pedagógicas y lucha anticomunista en los Estados Unidos, &c.).

La situación que acabamos de describir, si debe, naturalmente, expresarse en la legislación, por lo menos en la parte que hace referencia al periodo en que el hombre se forma, también es necesario, paralelamente, influya en la enseñanza y en la educación.

La organización de la educación popular en la Unión Soviética se distingue por su unidad íntima y orgánica. Desde los jardines de la infancia y las escuelas primarias, hasta las altas escuelas y técnicas superiores, el trabajo se lleva con unidad y lógica.

Aunque el objeto final del gobierno soviético sea englobar a todos los niños de todos los círculos de población, ha creado una situación privilegiada para los hijos de obreros y campesinos pobres, en general, para los hijos de los trabajadores, para los niños de las clases que no explotan el trabajo de otro y que, sistemáticamente, eran descartados de los beneficios de la instrucción en el pasado. Nuestra organización tiende a proporcionar, ante todo, a los hijos de los obreros, de los campesinos, de los trabajadores, establecimientos de enseñanza en que se formen por sus medios, en el menor tiempo, desde los comienzos, capas importantes de una clase intelectual y especialistas en las diversas profesiones, nacidos precisamente de entre los obreros y campesinos.

A todos los establecimientos de enseñanza asiste un considerable tanto por ciento de hijos de los trabajadores, y aumenta de un modo continuo. El 60'5% de los niños de 7 años matriculados en las escuelas, son hijos de obreros y campesinos; de los de 9 años, el 42'2%; el 56% en los Institutos técnicos, y el 50'6% en la enseñanza superior, excepto en las escuelas superiores de Agricultura que se eleva al 62'7%.

En todas las escuelas se respetan los principios de la coeducación, del internacionalismo y de la prohibición de castigos y de todo elemento idealista y místico-religioso.

No es sólo la escuela quien practica la educación. El niño se educa también por la organización soviética, por la vida pública de los soviets, y, muy especialmente, por las organizaciones infantiles (Niños de Octubre, Jóvenes de vanguardia, Juventudes comunistas). Todos persiguen los mismos fines pedagógicos que la escuela y entran dentro de la amplia unidad de influencias pedagógicas en que el niño se mueve.

Así se conduce a la juventud a la ciencia y a la filosofía materialista y se la convierte, al mismo tiempo, en defensora y constructora del régimen socialista.

¿Qué vemos, en cambio, en los Estados capitalistas? De los Estados capitalistas podemos decir que su organización de la enseñanza carece de unidad. Sólo una parte de esta organización, la peor dotada, ciertamente, de medios materiales, se consagra a la educación de la juventud obrera. Además, ésta recibe tan limitados conocimientos, y de tal naturaleza, que la dejan desarmada para defenderse de la ulterior explotación del capitalismo. El resto de la organización, mejor dotado de medios, disponiendo de las fuerzas pedagógicas más calificadas, educa a los niños de las clases privilegiadas; los prepara para los puestos de dirección de la vida económica y política del país. Sólo así se explica que el porcentaje de hijos de trabajadores sea insignificante en las enseñanzas media y superior.

Algunos Estados burgueses –principalmente en épocas de revolución– han formulado reivindicaciones como el laicismo y la educación, que la Unión Soviética, en su territorio, ha realizado. Muy pocos las han mantenido y llevado a la práctica. En la mayor parte se educan separados los sexos y la legislación impone la enseñanza religiosa. Inútil es decir que no se ponen en práctica, ni siquiera se proclaman, los principios del internacionalismo, ni se emplean métodos capaces de convertir a los niños en hombres superiores, aunque las clases directoras tienen siempre el propósito, en la boca.

En la Unión Soviética es ya una vulgaridad este principio fundamental: todo niño, independientemente de su religión y nacionalidad, debe gozar del derecho de ser sostenido por el Estado.

En los países burgueses, incluso Alemania, no se reconoce este derecho más que a los niños nacionales.

En los países burgueses, la escuela no pretende formar al hombre en general, sino al ciudadano capaz de colocar por encima de todos los intereses el del Estado y de la nación. De este modo se desarrolla la patriotería, el nacionalismo limitado, el patriotismo hipócrita. Tres factores que dan su carácter a la escuela burguesa. Digno de consignarse es que, hasta un país como los Estados Unidos, donde existen, juntas, numerosas nacionalidades, proclame el principio nacionalista: ¡América para los americanos!

Aun cuando la vida está llena de solicitud para los niños, puede comprobarse, sin embargo, que esta solicitud se manifiesta en instituciones filantrópicas, en fundaciones religiosas destinadas a educar al niño en el espíritu de las leyes y reglamentos existentes.

En mi opinión, tenemos derecho a sostener que, desde nuestro punto de vista, la actividad formativa y pedagógica del Estado y de la sociedad burguesa, es contraria a los intereses de la clase obrera y a los fines que la vida pública del país revolucionario, la República soviética, persigue.

La legislación soviética y la infancia

Pasemos ahora a ocuparnos de cómo aplican los Soviets sus principios en la legislación sobre la familia, el matrimonio y los hijos.

Toda la legislación soviética descansa sobre la base de garantizar antes los intereses del niño que los de los padres.

En casi todos los Estados burgueses la situación jurídica del niño depende, sobre la base de ciertos indicios formales, de la situación de los padres, y más precisamente de que éstos estén unidos en matrimonio.

En la Unión Soviética, por el contrario, no es un indicio formal lo que da origen al derecho del niño, sino el hecho de existir éste.

El Estado soviético y el régimen comunista combaten con todas sus fuerzas la hipocresía de los Estados burgueses, en los que el derecho del niño traído al mundo no sólo depende de los derechos detentados por sus padres, sino de que, antes de la consumación del matrimonio, se haya procedido a llenar las indispensables formalidades.

Según la legislación del Estado soviético, todos los niños tienen los mismos derechos; todo niño debe ser protegido y lo es, en realidad, sin tener en cuenta las formalidades antes citadas. En lugar preeminente de los Códigos Penal y Civil se encuentra la idea de proteger el desarrollo y crecimiento del niño; y sobre los niños necesitados recae principalmente la atención de los códigos.

En atención a los niños prohíbe el Código del Trabajo el despido de la obrera que tenga muchos hijos. Por la misma razón experimentan rebajas importantes en los impuestos los padres de familias numerosas, impuestos que se deben pagar según las tarifas progresivas establecidas sobre las rentas. El interés hacia el niño hace también que la mujer embarazada, o que amamanta a su hijo, encuentre todas las facilidades jurídicas y materiales imaginables.

Examinemos aún algunos aspectos de la legislación soviética relacionados con la protección al niño: los derechos del padre respecto al hijo son muy limitados, mientras que sus obligaciones se precisan con exactitud. A los padres que no cumplen con sus deberes, o que no se ajustan en el cumplimiento de las formas prescriptas por la ley, judicialmente se les quita la tutela de los hijos. Y antes de sustanciarse el proceso pueden separarse los niños de la familia, si el hecho de permanecer unidos a ella les ha de causar algún daño. A los padres se les impone la obligación de pagar la alimentación y se les persigue si se niegan a satisfacer la pensión. Jurídicamente, el padre y la madre son iguales.

Nuestros códigos no conocen la expresión “hijo natural”; para el Código soviético no hay hijos naturales. En las actas de estado civil está prohibido consignar el origen natural de los inscriptos, si bien, en interés de los niños, puede investigarse la paternidad. El hijo natural hereda a la muerte de sus padres, cobra pensiones, una de ellas destinada a la alimentación, igual que los llamados “legítimos”.

De muy diferente modo suceden las cosas en los Estados burgueses: el poder del padre está en ellos expresamente determinado. No se habla en general de sus obligaciones, o se habla muy poco, en la legislación burguesa. El poder de los padres es casi sagrado. Raramente se inmiscuye el Estado en las relaciones de padres e hijos, y en casos muy limitados por las leyes. En muchos Estados, en cambio, se autoriza a los padres para recluir a sus hijos en establecimientos correccionales (Massachussets y New-York, en los Estados Unidos). En algunos tienen derecho de corrección sobre sus hijos los padres, y llegan las sociedades de beneficencia hasta a darles el método, lo que ha sido vivamente combatido, como se sabe, por la ciencia y el régimen soviéticos.

En la mayor parte de los Estados burgueses no existe igualdad entre los hijos, “naturales” y los “legítimos”. Las leyes de dichos Estados están llenas de expresiones de esta clase. Y no siempre pueden adoptarse los hijos naturales, aunque la ley prevé su adopción en algunos casos.

Son muchos los Estados en que la condición natural del niño se hace constar en el Registro civil; estigma que llevará toda su vida. En la mayor parte se ponen obstáculos a la investigación de la paternidad, que, en algunos, como en Francia, está prohibida. Basta probar, en la mayor parte de los países, que la madre tuvo relaciones íntimas con un hombre distinto del padre del niño, para que tal padre quede relevado de sus deberes respecto al hijo. El niño sufre solo el peso de estas leyes. La ley soviética, por el contrario, cuando varios hombres han tenido relación con la madre en el período de la concepción, puede exigirles a todos que asuman el cumplimiento de los deberes de paternidad respecto al hijo. En la herencia, los hijos naturales sufren una serie de restricciones en los países burgueses: en Suiza hereda el hijo natural la mitad de lo que corresponde al legítimo; en Bélgica, no hereda nada si hay hijos legítimos; en Austria y en Inglaterra, no heredan nada en ningún caso.

Como el régimen burgués destruye la familia proletaria y obliga a un enorme número de obreros a permanecer solteros, la legalidad descrita hiere en primer término a los niños proletarios.

El niño y el derecho penal en los Soviets

Para caracterizar mejor nuestro punto de vista sobre el derecho del niño, indicaremos los datos de la ley penal que se refieren a los pretendidos crímenes de la infancia. La actitud del derecho soviético en este capítulo, referente a los niños y menores, tiene especial matiz.

La legislación rusa anterior a la Revolución era, en conjunto, atroz, aunque admitía ciertas atenuantes en la represión penal de los menores. En el cuadro formado, con documentos auténticos, aunque incompletos por referirse sólo a 1915, que damos a continuación, pueden verse las penas, incluyendo la reclusión en conventos, impuestas a los menores por la Rusia prerrevolucionaria.

Niños de 11 a 18 años
EdadPresosEn casas de detenciónVigilados por los padresEn casas de correcciónRecluidosEn conventosOtras medidas penalesTotales
11 a 13 años1313020-1-65
14 a 15 años2112121347-110503
16 años433356234-216582
17 años1.14362-1841-1.291
Totales1.800119305102845262.441

Era inevitable y natural la reacción contra la actitud observada con la infancia, y la Revolución de Octubre adoptó una medida que, según nuestro actual punto de vista, era excesiva en amplitud.

Por decreto de 14 de enero de 1918 se crearon Comités, con carácter pedagógico exclusivamente, encargados de entender en los delitos de la infancia; los menores de 17 años quedaron fuera del derecho penal. Los datos que van a continuación y que se refieren al trabajo de los Comités de represión de menores de Moscú, desde 1º de julio a 1º de octubre, indican claramente la actividad de estos organismos.

Examinaron los Comités, en tres meses, 1.933 niños, y sobre ellos tomaron las decisiones siguientes:

Confiados al asilo Kukavvischikow, 52

Confiados al asilo Fidlorow, 42

Confiados a los asilos ordinarios o a los especiales para niños sin domicilio, 59

Confiados al asilo de niñas, anejo a la cárcel de Butyrka, 33

En hospitales y sanatorios, 9

Enviados a su país, 121

Vigilados por sus padres o tutores, 480

Se habían suprimido, como vemos, la prisión y los procedimientos judiciales para los menores, como se suprimieron para los adultos sometidos a tutela.

Teniendo en cuenta las modificaciones introducidas después, nuestra legislación queda como la vamos a bosquejar.

La información sobre los delitos cometidos por los niños está encomendada a comisiones afectadas a las instituciones de la enseñanza.

La legislación soviética considera los delitos de los niños, no como objeto de represión, sino como casos de competencia médica y pedagógica. Antes de los 14 años no hay en absoluto responsabilidad penal; entre 14 y 16 años se admite la responsabilidad penal condicionada si las medidas pedagógicas y médicas resultan ineficaces; para los jóvenes de 16 a 18 años admite el código responsabilidad penal limitada.

En los Estados burgueses los delitos de los menores son de la competencia de los tribunales de justicia, que toman, en la mayor parte de los casos, medidas represivas. Aún donde existen tribunales especiales para los menores, paralelamente a la acción médico-pedagógica se desarrolla la represión. En Alemania, por ejemplo, juntamente con el tratamiento médico-pedagógico a que los menores de 14 años quedan sometidos, el tribunal les impone determinados trabajos que efectuar, y a los muchachos de 14 a 18 años puede infligírseles penas de uno a diez años de prisión o corrección. En la mayor parte de los países burgueses, los delitos de los menores están sometidos a los mismos procedimientos de investigación y juicio que los ordinarios; interviniendo en ellos el mismo público, la publicitad, &c. Y como, en la generalidad de los casos, los delitos cometidos por los menores son robos u otros atentados contra la propiedad privada, resulta que el aspecto antipedagógico y rudo del código va, ante todo, contra los niños proletarios.

El Código del Trabajo

La principal diferencia, como era de esperar, se encuentra en el Código del Trabajo. El Código del Trabajo de las Repúblicas Soviéticas prohíbe que se haga trabajar a los niños menores de 16 años. Con el consentimiento de la Inspección y previo informe médico, se establecen algunas excepciones para muchachos de más de 14 años. Entre 16 y 18 años, la jornada no debe pasar de seis horas; para los menores de 16, es de cuatro, con salario completo. Todos los jóvenes menores de 18 años disfrutarán de un mes de permiso reglamentariamente, no se emplearán en trabajos nocturnos, insalubres ni subterráneos. El Código soviético, velando por la generación que se forma, teniendo en cuenta el desarrollo y crecimiento, ha establecido en su favor una serie de permisos y la asistencia a la mujer embarazada en el sistema de seguro social.

Es esencial la combinación del trabajo que en la fábrica desempeña el joven obrero con otra serie de ocupaciones: gran actividad de carácter social y político, autodidáctica, desarrollo de la aptitud industrial (participación en los organismos de fábrica, en las conferencias de producción, en las organizaciones de aprendices de los talleres, en agrupaciones culturales, &c.). Todas estas instituciones, a la vez que a formar obreros calificados y conocedores de un ramo industrial dado, tienden a convertirlos en directores, en jefes y conductores de la vida política, económica y cultural del país. La organización socialista del trabajo de la joven generación obrera, así reglamentada, tiene extraordinaria importancia para la fábrica.

En los países burgueses varia la edad legal de comenzar el trabajo: 9 años, en las industrias británicas; 10, en Hungría, España y, para ciertos trabajos, en Austria y Argentina; 11 años, para el artesanado de Rumania; 13, en Francia y Suecia para los muchachos; 14, en Alemania, Austria (en las fábricas), Gran Bretaña, Suiza, Dinamarca, Suecia, Noruega, América del Norte, &c. En casi todas las naciones burguesas rige la ley de 8 horas para los jóvenes obreros. Y en muy pocas se establecen limitaciones del trabajo nocturno y subterráneo. Pero ni aun este código, tal como es, da a conocer la situación real del joven obrero en los Estados que se acaban de enumerar. La existencia de una considerable reserva en el ejército del trabajo, la caza de la mano de obra barata, la ausencia completa o la escasez de inspección del trabajo y, sobre todo, la tendencia del aparato oficial a favorecer sistemáticamente a las clases acomodadas, son causas de que las exigencias legales no se observen, ni allí donde existen, siendo, de hecho, un fenómeno general en el régimen burgués el trabajo de la infancia, la explotación completa de los niños.

La Unión Soviética otorga a los niños del proletariado amplias posibilidades de organizar su vida colectiva. El movimiento de la Juventud Comunista (con 2.100.000 adheridos), de los jóvenes de vanguardia y de los Hijos de Octubre (con 2 millones de afiliados), las organizaciones deportivas y extraescolares, enormemente desarrolladas en el país durante los años revolucionarios, con los fines ya apuntados, reúnen en sus filas, principalmente, a los hijos de los obreros y campesinos pobres. Conforme a la ley, el gobierno soviético concede a las comunidades proletarias organizadas los mayores medios para su desarrollo y propaganda.

Los Estados burgueses persiguen a las organizaciones de la juventud que se dedican a la propaganda revolucionaria; son muchos los países en que no se consienten mas organizaciones que las orientadas en el sentido de someter a la juventud obrera a la ideología burguesa.

Los resultados obtenidos

Los obreros de la Unión Soviética han obtenido ya grandes resultados prácticos en el desarrollo cultural y físico del niño proletario y en la mejora de su situación social y política. El hecho de que, en lo referente a la protección de la infancia, aun puedan señalarse algunos fenómenos sensibles, tiene su origen en las penosas circunstancias de que hemos sido herederos (zarismo, guerra civil, lucha del mundo capitalista y participación militar en ella) tanto como en las dificultades y contradicciones con que había de tropezar la organización de un Estado socialista en un medio capitalista especial (ignorante, de bajo nivel técnico, de violencia nacional, religiosa y sexual). Por tanto, todavía hemos de catalogar:

a) falta de vigilancia y abandono de los niños, a causa del éxodo de población, en las aldeas y en las ciudades, del paro forzoso de adultos y jóvenes, aun no liquidado;

b) falta de cuidados, explicable por ser todavía insuficiente el número de escuelas y por la forma defectuosa de estar atendidas fuera de ellas, al mismo tiempo que por el bajo nivel de la educación previa de la familia;

c) restos aún vivaces de la explotación de los niños, sobre todo en el campo.

Los fenómenos de presión nacional, de influencia religiosa y de criminalidad precoz, comprobados en la actualidad, nacen en la influencia de la pequeña burguesía, no vencida aún, y de las contradicciones en la organización del Estado antes señaladas. La burguesía y su prensa agranda notablemente el radio de estos pequeños fenómenos negativos, con la intención de desacreditar a la Unión Soviética y a la totalidad del movimiento obrero. Pero, a pesar de las grandes dificultades que pesan sobre la organización del Estado (legados dolorosos de la guerra mundial y civil y el hambre del Volga), la Unión Soviética, en los últimos años, gracias a su serena actividad económica, ha llegado casi a extinguir las masas de niños, cifradas antes en millones, que andaban errantes sin vigilancia por las calles.

Además, la Unión Soviética ha adoptado la red escolar a un número de niños considerablemente superior al previsto antes de la revolución (con un 39% de aumento) y ha creado todas las piezas de nuevas ramas del trabajo pedagógico en sus formas pre y extraescolar. La Unión Soviética atiende, en internados, al sostenimiento integral de 200.000 huérfanos. La Unión, en fin, es, entre todos los países, en estos tiempos de postguerra, el que más eleva de año en año su presupuesto de instrucción pública, el que más amplía su red y efectivos escolares, el que mejores resultados obtiene de las enseñanzas en sus niños.

El índice de mortalidad infantil es una de las pruebas de lo que hemos obtenido: antes de la Revolución la mortalidad infantil se elevaba en Rusia al 28 por ciento; en algunos gobiernos, al 35 y hasta el 45%. Actualmente, es de un 16% en Leningrado, el 15% en Moscú. Ha disminuido especialmente en los niños obreros. En la Rusia zarista, de cada 100 niños de obreros textiles morían 34; en 1924, esta cifra quedó reducida a 17.

La diferencia en los métodos empleados para extinguir los vagabundos, marcan la que existe entre el Estado Soviético y los Estados burgueses: existen en éstos niños abandonados, en gran número, pero se pone especial cuidado en ocultarlos a los ojos del público, en quitarlos de la calle, en recluirlos en colonias de enrejadas ventanas; mientras que en la U.R.S.S., sin dejar de comprender los peligros a que están expuestos dichos niños, se trata de atajarlos en su origen, convencida de que la eficacia misma del régimen soviético garantiza la eficacia de la lucha.

Con todo su aparato de Estado, con toda su vida colectiva, tiende la Unión Soviética a garantizar al niño proletario la posibilidad de completo desarrollo cultural, físico, político y social. Y, si el fin no se ha alcanzado en la necesaria medida, hay que culpar de ello a la pobreza y al bajo nivel de civilización del país, legados por la Rusia zarista y consecuencia de las guerras civil y mundial. Están establecidas, sin embargo, las condiciones en que la pedagogía soviética y las diferentes organizaciones infantiles colectivas pueden desplegar para los niños proletarios una actividad con carácter plenamente progresivo y eminentemente pedagógico. Ninguna duda ofrece el que la influencia del pasado conserva gran fuerza y que todavía no son abundantes las fuentes de bienestar económico, pero la generación que crece en los últimos años evidencia la elevación y progreso inaudito de nuestra civilización.

Después del período de guerra civil, en que la defensa de la joven República era la principal preocupación, después del periodo en que toda la atención reclamaba la organización económica y la industrialización del país, estamos convencidos de que va a inaugurarse una era de ordenación cultural, de que se va a comenzar la revolución cultural. Precisamente el ritmo de la organización económica y el realizarse la industrialización del país crearán una potente base técnica al desarrollo ulterior de la educación e instrucción de todo el pueblo. Tenemos fe y miramos orgullosos el porvenir, porque sabemos que los principios de que partimos y nos sirven de base hacen plenamente posibles los fines que queremos alcanzar.

Muy distinta es la situación del proletariado en los Estados burgueses. Ellos no pueden decidirse a elevar el nivel de las masas obreras, porque tal problema, con valor en sí mismo para ser planteado solo, deja su lugar al otro problema del progreso en el conjunto del país, considerándose éste, a su vez, como el desarrollo ulterior de los grupos burgueses dominantes. No queremos, con lo dicho, significar que, dentro de la organización burguesa no deban los pedagogos revolucionarios, y las organizaciones a que pertenezcan, movilizar sus fuerzas para que el gobierno burgués satisfaga determinadas reivindicaciones de política cultural; de su actitud pueden resultar mejoras parciales de la situación social y jurídica del niño proletario.

Y terminemos este informe, convencidos de que las organizaciones proletarias y los pedagogos revolucionarios de todo el mundo, tomarán en consideración y estudiarán las experiencias que la Unión Soviética ha acumulado en el campo de la protección de la infancia, durante diez años de organización revolucionaria.

[Pedagogía Proletaria, París 1930, páginas 50-60]