Revista Europea | Madrid 1874-1880 |
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Revista Europea, Madrid, 19 de julio de 1874, año I, tomo II, nº 21, páginas 65-67.
I. Tengo predilección por todos los monumentos consagrados a la muerte, porque me recuerdan la inmortalidad. Nuestra vida es breve, nuestra sed de vivir intensa; y nos asimos fuertemente a todas aquellas ideas que nos puedan enseñar, a todos aquellos símbolos que puedan recordarnos una vida sin límites. La gloria, la fama, todo eso es viento, ruido que se levanta del sepulcro. Y sin embargo, por ese fugaz viento los héroes han peleado, los poetas han escrito, los mártires han muerto. El espíritu humano se alimenta de la muerte. Las tumbas serán siempre altares sobre los cuales tomaremos la comunión del recuerdo para confundir nuestra vida de un dia con la vida de todos los tiempos; la centella del espíritu individual con el eterno sol del espíritu humano. Hay un pueblo en el mundo que supera a todos en estatuas de santos y de reyes; pero que es por casi todos superado en estatuas de héroes, de artistas y de sabios. Pudiera decirse que ha castigado a todos sus héroes con el olvido, si no fuera porque hace tres siglos perdió toda responsabilidad, perdiendo toda voluntad. No busquéis en las orillas del Tajo la estatua de Garcilaso, a pesar de haberlas embellecido eternamente con las guirnaldas de sus Églogas; no busquéis en las costas occidentales una estatua de Colón, que debiera ser como las estatuas de las antiguas esfinges, tallada en la roca eterna, atendiendo el ruido de las olas, interpretando los jeroglíficos divinos del Creador en la infinita extensión del Océano.
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