Epistolario
Carta de Rufino Blanco Fombona a Miguel de Unamuno
Madrid, 6 de nov. 1914
Señor don Miguel de Unamuno
& & &
Salamanca
Querido Unamuno:
He leído en los periódicos el relato de la sesión del Senado en que se interpeló al Ministro de Instrucción Pública y se hizo la defensa de usted. La impresión aquí en Madrid ha sido buena, y en absoluto favorable a usted. Hasta la misma circunstancia de vivir lejos de Madrid, le sirve a usted para el aprecio público de que unánimemente goza. Los adversarios de usted, por lo que veo, son adversarios de las ideas de usted o simples idiotas trasnochados. Pero si la defensa que se ha hecho de usted en el Senado me parece muy buena en sí, me parece también que le faltó a usted abogado -un abogado mejor-. Al ministro malévolo y terco y mediocre pudo y debió pulverizarlo en la contrarréplica, el señor Maldonado. No lo hizo: no lo culpemos: Cada uno hace lo que puede.
El libro de marras debía estar ya en la calle, pero parece que Renacimiento perdió unos días en cambiar de sitio unas máquinas, obligado a ello por un vecino de orejas delicadas. Le doy esta explicación porque yo lo urgí a usted por el prólogo, urgido a mi vez por Renacimiento.
Ahí le va el prólogo en pruebas. Como usted verá me he permitido acentuar dos o tres rasgos de quijotismo en Bolívar, siguiendo el pensamiento de usted y valiéndome de su maravillosa Vida de Don Quijote y Sancho, de su patriotismo español. De España no puedo -supongo que hasta ahora- trasmitirle sino una opinión: la de Fabián Vidal, redactor en jefe de La Correspondencia de España, que en este periódico dice, hablando del prólogo: "trátase, sencillamente, de una obra maestra".
Esto no es más que el comienzo. Falta oír la voz de muchos pensadores y críticos de Europa y falta la voz de América. Su obra tendrá resonancia, como todas las de usted; pero además le conquistará simpatía y admiración universales por haber usted, siendo español y sin interés material alguno, juzgado a Bolívar con una nobleza espiritual o de espíritu a que los escritores de por aquí, que antes trataron de él, no nos tenían acostumbrados. Qué quiere usted, amigo: usted siempre tan original. En tal sentido, posee usted la virtud de ser incorregible.
No ha venido usted por Madrid, como me hizo presumir su última carta. Esperemos que sea pronto y que podremos conversar más que la vez anterior. Desde ahora le anuncio que lo monopolizaré una tarde, lejos de cafés y Ateneo, donde la conversación no es íntima y cordial sino general y varia.
Hasta pronto. Su amigo.
R. Blanco-Fombona
[Tomada de Marcos Falcón Briceño,Cartas de Blanco-Fombona a Unamuno, Ed. Arte, Caracas 1968]