Filosofía en español 
Filosofía en español

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Norma de vida para todo estudiante que desea salvarse y adelantar en las ciencias
 

 

sello

 
Con aprobación del Ordinario

 
Imprenta de Miñón
León 1866


Para llegar al término dichoso que desea todo buen estudiante importa mucho que se proponga y guarde un buen método de vida.

Una de las cosas más importantes para todo joven que cursa en cualquiera universidad, colegio o instituto; es formarse un plan de vida, destinando su hora fija para cada una de las cosas más principales que tiene que practicar. San Gregorio Nacianceno era de opinión que este reglamento se podía reputar el fundamento de donde depende pasar toda la vida bien, o pasarla mal. Certum sibi vitæ genus constituere, tanti momenti esse duco, ut totius vitæ vel recte, vel male obeundæ fundamentum in eo positum esse putem.

¡O estudiantes amados de mi corazón! yo no sé ni encuentro otras palabras más eficaces que las del melifluo Doctor S. Bernardo para aconsejaros que después de meditarlo bien y encomendarlo a Dios y consultarlo con personas de experiencia y piedad, forméis con prudencia y maduro consejo el plan de vida que os conviene guardar, y lo guardéis. Rogo vos, et multum obsecro, sic agite, et sic state in Domino dilectisimi, solliciti semper circa custodian ordinis, ut ordo custodiat vos. Bien quisiera yo poneros, aunque no fuese mas que una pauta, pero como pueden ser tan diferentes las horas de las cátedras y demás ejercicios literarios, siendo mi intención escribir para estudiantes de cualquiera de las carreras, me limitaré por ahora a poner a vuestra vista lo que todo buen estudiante debe practicar siempre, lo que cada día, lo que cada semana, lo que cada mes y lo que cada año, para proponeros una buena norma de vida. Hijo mío.

Siempre.

1. Amarás a Dios sobre todas las cosas con todo el corazón y con todas las fuerzas y potencias del alma, por ser bondad infinita e inmenso bienhechor tuyo. ¡Cuántos hoy día no le conocen ni le aman! Nos ergo diligamus Deum quoniam ipse prior dilexit nos. (Jo. 1.ª 4.)

2. En tus obras, palabras y pensamientos procura imitar a Cristo, modelo perfectísimo de toda bondad. De suerte que tu vida concuerde con el ilustre nombre que llevas de cristiano. Ne sit nomen inane crimen immane. Hoy día cuántos tienen el carácter de cristianos y no niegan serlo con la boca, pero como no practican la ley de Jesucristo serán juzgados con más rigor que los gentiles ciegos. Ruega al Señor les toque el corazón, pero apártate de ellos, y cuidado no sigas sus malos ejemplos.

3. Ten cordial devoción con la Virgen María, hija predilecta del Eterno Padre, Madre del Verbo eterno y Esposa muy amada del Espíritu Santo, templo y Sagrario de la Trinidad augustísima. Reverencia a los ángeles y santos, y encomiéndate en particular al ángel de tu guarda, al santo de tu nombre, a los santos patronos del lugar o del colegio donde estudias, y de las asignaturas a que estuvieses matriculado, y aconseja a los demás esta devoción, como también la de los dos santos Luis Gonzaga y Juan Berchmans.

4. Fomenta en tu alma la piedad, porque, como dice S. Pablo, es útil para el estudio, como para hacer toda especie de buenas obras. Pietas ad omnia utilis est (I. Tim. 4.)

5. Entre todas las prácticas de piedad la oración sea tu continuo alimento, por lo que decía Jesucristo a sus discípulos: sine intermissione orate…  Desde que despiertes por la mañana has de empezar a orar, mientras te vistieres y en estando vestido. Antes de comenzar el estudio y en medio de él, de cuando en cuando. En la misa, al ir a cátedra, antes y después de comer y cenar, en el rosario y oraciones de por la noche. Pero particularmente en el tiempo que consagres a la meditación, y en las tentaciones, trabajos y peligros, diciendo: Dios mío ayudadme.

6. Odia sobre todo mal y con todo tu corazón el pecado, y en particular la soberbia, la lujuria y la pereza que son los más nocivos y contrarios a tu condición de estudiante cristiano. El pecado mortal es ofensa grave de Dios y mata el alma, y así le has de odiar por ser el mayor de los males. Pero después de este aborrece al venial que dispone al mortal, y declara también la guerra a la tibieza, de la que llega Dios a decir: utinam frigidus esses aut calidus, sed quia tepidus es incipiam te evomere ex ore meo. (Apoc. 3.)

7. Si, lo que Dios no permita, cayeses en pecado mortal, acude inmediatamente al remedio de la contrición y confiésate cuanto antes, no sea que te sorprenda la muerte en pecado mortal.

8. No te juntes con jóvenes mundanos, y huye del trato de personas del otro sexo aunque sean piadosas. Mulieres apostatare faciunt sapientes (Eccli. 19.) Y dice S. Agustín, que ellas fueron causa de la caída de algunos de cuya castidad y sólida virtud confiaba no menos que de la de S. Gregorio Nacianceno y de S. Ambrosio. Acuérdate que una mujer fue causa de que Adán saliese del paraíso.

9. Aprecia el tiempo en lo que vale. Mira que de él has de dar estrecha cuenta, si lo pasas ocioso, o lo empleas en cosas malas. Dios te lo da para que con él asegures lo único que hay de bueno, la eterna salvación.

10. La ciencia y la virtud formen en tu corazón alianza indisoluble. Vayan siempre juntas en tus afectos, ayudando la una a la otra como buenas hermanas. La virtud enfervorice y santifique el estudio de las ciencias, y estas ilustren e iluminen la virtud. Consagra tiempo suficiente para la oración y para el estudio, que son dos canales por donde el alma se llena de santidad y de sabiduría.

11. Sé fiel en las cosas pequeñas Qui spernit modica paulatim decidet…  De pequeños principios se siguen grandes efectos. De una chispa un incendio, de una rendija el irse a pique un barco. No empezó de repente el mal de Judas. De una aficioncilla al dinero, pasó hasta vender a Jesucristo.

12. Como hijo cariñoso ama y venera a tu santa Madre la Iglesia C. A. R., agradécele el haberte amamantado con la leche de su sana doctrina, y el haberte sustentado con la virtud de los Santos Sacramentos, y el tenerte dispuesta para después de muerto tierra sagrada para tu cuerpo; y sufragios para tu alma para el caso de que fuese al purgatorio. Créela y apóyate en ella como sobre columna y fundamento de infalible verdad, y sea para ti todo el que no la escuche como hereje y excomulgado.

13. Obedece y respeta a sus ministros, mayormente a los Prelados que velan por tu bien espiritual como quien ha de dar a Dios cuenta de tu alma, habiéndolos puesto el Espíritu Santo para regirla. Sobre todo venera al Romano Pontífice, su cabeza visible y Vicario de Cristo acá en la tierra.

14. Vive sumiso a las autoridades temporales que el Señor con su providencia dispone que gobiernan, obedeciendo en todo aquello que no sea contra la ley de Dios ni de su Iglesia. Qui resistit potestati Dei ordinationi resistit: qui autem resistunt ipsi sibi damnationem acquirunt, dice S. Pablo (Rom. 13.) Y ruega por los superiores que gobiernan como encarga el mismo santo Apóstol. (I. Timot. 2.)

15. Resígnate en todo a la voluntad de Dios sin ensoberbecerte en la prosperidad, ni abatirte en los trabajos. Decía con inalterable paciencia el santo Job: Si bona suscepimus de manu Domini, mala quare non suscipiamus? Y nuestro Señor Jesucristo repetía hablando con su Eterno Padre: Non sicut ego volo sed sicut tu… Ita, Pater, quoniam sic fuit placitum ante te. Cuando Dios lo dispone así, señal que es lo que te conviene.

16. Procura estar en paz con todos. Para esto sé humilde y afable tanto más, cuanto más eminente fueres (Eccli. 3.) El que fuere mayor entre vosotros, decía Jesucristo a sus discípulos, pórtese como si fuera el menor, y el presidente como si fuera el criado que sirve. De aquí tomó el Papa S. Gregorio Magno el título de Siervo de los Siervos de Dios, el cual le usaron todos sus sucesores.

17. Ten de tí mismo bajo concepto, no te alabes, ni gustes de que te alaben otros. Ama nesciri et pro nihilo reputari. Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes; permitiendo que el que se quería levantar sea abatido, y levantado el que deseaba que le despreciasen.

18. Acuérdate de lo que repetía Jesucristo a sus discípulos: sed perfectos como vuestro Padre celestial. Desea, pide y anhela por la perfección Cristiana sobre todo. No valen nada los honores, las riquezas, los placeres. La perfección es lo único digno de desear y procurar, poniendo todos los medios para alcanzarla.

19. Déjate de vanidades, de fausto, lujo y, pompas mundanas. No te lleve tampoco la afición de los pasatiempos; San Estanislao de Kostka siendo estudiante en Viena respondió a su hermano Pablo que quería llevarle a espectáculos: Yo no he sido criado para goces temporales sino parabienes eternos. A estos quiero dedicarme y no a aquellos.

20. Resplandezca en todo tu exterior modestia, recato y edificación. Aborrece toda chocarrería. No solo no profieras palabras malas; mas ni siquiera consientas que otros las digan en tu presencia. Vuelve luego la espalda si otro empezare a contar cuentos malos o a cantar canciones indecentes: porque, como dice el apóstol, estas cosas corrompen las buenas costumbres.

21. En los vestidos muebles y alhajas de tu uso échese de ver moderación y juicio. Nada superfluo, todo proporcionado, limpio y puesto con orden.

22. Entre tus libros no se halle ninguno prohibido por la Iglesia ni contrario a la fe, o a las buenas costumbres, ni de asuntos inútiles y vanos que te puedan distraer de tu fin principal, la virtud y el saber. Por esto además de los de tus asignaturas, ten solamente algunos, devotos y selectos.

23. Que no te falte la sagrada Biblia, de la que dice San Pablo que sirve para todo: para aprender y para enseñar, para defender y para argüir, y sobre todo, ut perfectus sit homo Dei ad omne bonum instructus. Lee todos los días un capítulo del nuevo testamento y tres del viejo, para pasarla toda una vez al año. Pero léela con humilde simplicidad, fe viva y santa perseverancia. Divinas scripturas sæpius lege, imo nunquam de manibus sacra lectio deponatur… Tenenti codicem somnus obrepat, et cadentem faciem pagina sancta suscipiat; como aconsejaba San Gerónimo.

24. Por último, como a todas horas puedes morir, y del morir en gracia depende la eterna salvación, prepárate bien y con tiempo a este paso fatal, o por mejor decir, vive siempre dispuesto y preparado, y nunca en aquel estado en que no quieras que te coja la muerte; para lo cual aprovecha más que todo, pensar siempre en tus postrimerías. Memorare novissima tua et in æternum non peccabis.

Todos los días.

1. Ten hora destinada para cada una de tus ocupaciones diarias, ya sean de religión o ya de estudio o de urbanidad o de recreo o descanso, o de cosas domésticas, y enderézalo todo a la mayor gloria de Dios. Así obrarás con orden y con mérito.

2. La primera cosa que has de fijar es la hora de acostarte y de levantarte. De la puntualidad en la observancia de esto depende en gran parte todo el buen orden de las ocupaciones del día. Según las diferentes estaciones pueden variarse estas horas. En tiempo de verano la mejor hora, de levantarse puede ser v. g. las cuatro o las cinco, y en tiempo de invierno, las cinco o las seis. Y en cuanto a la hora de acostarse, en todo tiempo es la más propia las nueve o las diez. Seis o siete horas de sueño bastan, y todo lo más ocho: lo que pase de esto más daña que aprovecha la salud.

3. Apenas te despiertes ofrece a Dios el corazón, invocando los dulcísimos nombres de Jesús y de María, y hazte la señal de la cruz; así consagrarás las primicias de los pensamientos, palabras y obras del día, según el consejo de San Clemente: Da Domino primitias diei, erit enim totus illius qui prior occupaverit. Y mientras te vistes ocúpate en santos pensamientos o reza algunas oraciones.

4. En estando vestido adora la Santísima Trinidad con el alma, con el corazón, y de rodillas. Besa con reverencia y amor las sacratísimas llagas de Cristo crucificado. Saluda a la Santísima Virgen, y después de implorar la gracia y luz del Espíritu Santo ten un rato de oración mental.

5. Conforme a la institución de Jesucristo, al deseo de la Santa Iglesia y al dictamen de los Santos, en cuanto te fuere posible oye una misa con toda devoción. No puedes hacer cosa más Santa, según dice el Concilio de Trento.

6. Entre día, y particularmente cuando diere el reloj, acuérdate de Dios que está presente donde quiera que te hallares, y después de saludar a la Virgen Santísima con un Ave-María, dirige a S. D. M. alguna oración jaculatoria o haz algunos afectos o actos internos de virtudes: v. g. creo en Vos, espero en Vos, os amo sobre todas las cosas y me pesa, Dios Mío, de haberos ofendido.

7. Como (después de las prácticas de Religión) no tengas ocupación más importante que el estudio, esmérate en cumplirla bien. Y para no salir del recto camino; lo primero de todo ten  cuidado con no abusar del talento que Dios te ha dado, ensoberbeciéndote o despreciando a los demás. Estudia puramente por amor de Dios y bien de tus semejantes, excluyendo toda intención torcida de propia honra, gusto o curiosidad, o de propensión natural, o de deseo de algún otro emolumento temporal.

8. Conocerás con qué intención estudias, por los indicios siguientes… Si no lo haces fuera de los tiempos destinados para ello, ni con demasiado afán, sino con devoción y corazón tranquilo. Si no dejas con la escusa del estudio las prácticas religiosas, ni inviertes el orden de tus ocupaciones. Si en medio del estudio levantas a menudo el corazón a Dios y le pides luz e inteligencia. Si después del estudio no te jactas de lo que aprendiste como si fuese efecto de tu talento, sino que todo el adelantamiento lo atribuyes a Dios, sin envanecerte con los aplausos.

9. Ten presente que los medios más eficaces para aprovechar en los estudios son: 1.° Un cuidado incesante de mayor pureza y tranquilidad de conciencia, y un ardiente deseo de mayor perfección. 2.° El constante ejercicio de la santa oración, ya sea mental ya sea vocal. 3.° La práctica de la mortificación en el vencer el tedio que en el estudio suele acometer, en superar la repugnancia de humillarse, en reprimir la demasiada curiosidad y afán de aprender, en refrenar el apetito de alabanzas y de ostentar erudición. 4.° Y por último el diligente y fiel cumplimiento de la distribución de horas y del modo y método con que te has propuesto estudiar.

10. Con gran desconfianza de ti mismo y confianza en Dios, por cuyo amor estudias, pide a Dios con instancia por los méritos de Jesucristo y de los Santos la gracia de adelantar en los estudios según su santísima voluntad: y esto no solo con interiores suspiros y aspiraciones, sino también por medio de alguna breve oración vocal.

11. Guárdate de dos extremos, a saber, de la demasiada propensión al estudio, y del afecto desordenado de sobresalir con perjuicio de la devoción, de la humildad y hasta de la salud; y de la indiscreta inclinación a la piedad con daño del estudio. A cada cosa has de dar su tiempo, siguiendo el ejemplo de los Santos, que perseveraron en el ejercicio de la piedad y de la ciencia con tantos adelantamientos en lo uno como en lo otro. De San Ignacio de Loyola se lee, que estando aprendiendo los primeros rudimentos de la gramática reprimía los demasiados afectos de devoción, porque en empezando a conjugar el verbo amo, amas, acordándose del amor que debía a Dios se ponía a llorar y se quedaba como estático, con lo cual no aprendía la lección. Y el Santo, conocido el ardid del demonio, desechaba aquellos afectos y los guardaba para su tiempo, es decir para las horas que tenía destinadas a la oración y meditación. Pero de esto pocos padecen y ojalá que tú, lector amado, seas uno de ellos: que es señal de fe y religión, y no es tan mala esta tentación ni tan difícil de vencer como la contraria.

12. Antes de comer haz brevemente tu examen particular, con lo que en poco tiempo adelantarás muchísimo en la virtud y desarraigarás uno a uno todos los vicios. Esta práctica consiste en proponerse por la mañana no caer hasta medio día en tal defecto, para ir con más cuidado: y en caso de faltar arrepentirse al punto, y reiterar el propósito, notando y llevando cuenta: y al medio día ver cuántas veces se faltó, y proponer ser más diligente de allí a la noche: y en llegando la hora del examen de conciencia antes de irte a la cama, vuelve a tomarte cuenta como al medio día.

13. A la hora de comer y lo mismo a la de cenar, te sentarás a la mesa, echando antes de empezar la bendición, y dando gracias a Dios al concluir. Jamás te avergüences de hacer este acto de religión, para que Nuestro Señor Jesucristo no se avergüence de reconocerte cuando venga en gloria y majestad. Y no te olvides de las reglas de la buena crianza, y sobre todo ama la sobriedad mayormente en la bebida: cualquier exceso en esto impide los progresos que pudieras hacer en la ciencia y en la virtud, y pudiera perjudicar la salud misma.

14. Asiste puntual a cátedra, y guarda en ella rigoroso silencio, está con atención a las explicaciones y con respeto grande a los maestros. Al entrar y salir no te juntes con nadie, por no perder el tiempo y todos tus buenos deseos. No hay cosa más perjudicial que estas juntas: excúsate si alguno te quiere detener: en habiéndote excusado dos o tres veces, no te volverán a molestar. Esto no es decir que si lo encuentras, no tengas algún buen amigo: El que halle un amigo fiel, haga cuenta de haber hallado un tesoro, dice el mismo Dios. (Eccli. 6.)

15. Por la tarde en saliendo de cátedra, no dejes de dar un paseo por el campo (en cuanto fuese posible); nunca por los paseos públicos donde concurre mucha gente, y mucho menos por debajo de los portales de las calles y plazas. Y antes de volver a casa visita en alguna iglesia a Jesus Sacramentado, y algún altar o imagen de María Santísima.

16. En volviendo a casa sin perder tiempo aplícate al estudio, y antes de cenar no dejes de rezar el Santo Rosario solo, o si fuese posible, con todos los de casa. Cena luego con la modestia y templanza que se dijo hablando de la comida de a medio día, y después de un breve espacio de inocente conversación, retírate a tu cuarto.

17. Con un libro a propósito lee los puntos de la meditación para la mañana siguiente, según el consejo del Espíritu Santo: Ante orationem præpara animam tuam, et noli esse quasi homo, qui tentat Deum. (Eccli. 18.)

18. Haz luego tu examen de conciencia: 1. Dando gracias a Dios por los beneficios recibidos: 2. Pidiéndole su favor para conocer y llorar las faltas cometidas: 3. Examinando después para ver en qué has faltado por pensamiento, palabra, obra u omisión: 4. Arrepintiéndote de todo lo malo que hubieses hecho: y 5. Haciendo firme propósito de enmendarte. Aquí te examinarás y arrepentirás en especial de las faltas cometidas en la materia del examen particular.

19. Concluirás encomendándote a la Virgen, al ángel de tu guarda y al glorioso patriarca San José, y vuelto hacia aquella parte de la ciudad o de sus alrededores en que se venere la imagen de más devoción de nuestra Señora, puesto de rodillas e inclinada la cabeza la pedirás su maternal bendición, y harás al mismo tiempo la señal de la cruz y te irás a la cama, volviendo a pensar en los puntos que has preparado para la meditación de la mañana. Quæ cogitatio, aut quæ affectio te ante somnum occupaverit, haud dubie post somnum occupabit.

20. Si durante la noche te despertares, levanta la mente y el corazón a Dios, pidiéndole que te libre de las asechanzas del enemigo que en tal tiempo son más peligrosas.

Cada semana.

1. Practica algunos actos de mortificación, ya sean internos o ya externos, como el ayuno del viernes en memoria de la pasión de Nuestro Señor Jesucristo, o el del sábado en honra de la Santísima Virgen María Nuestra Señora, u otras penitencias, según el parecer de tu confesor.

2. Siendo los sacramentos fuentes de gracia que siempre manan y corren caudalosas, acércate al de la penitencia cada ocho días, o más a menudo si fuese necesario, para beber con gozo de aquel agua que brota hasta la vida eterna. Y obedece como al mismo Dios al confesor, que con maduro consejo y habiendo hecho oración has escogido, y no debes cambiar.

3. Asiste a la congregación de San Luis u otra semejante, si en donde estás la hubiese.

Cada mes.

Destina un día de recogimiento (lo más completo que puedas) para prepararte a bien morir. Puedes hacer esto pasando el día fuera de casa en las iglesias o sitios solitarios, de modo que no sea demasiado conocido de los hombres: pues bastará que lo sepa el Señor.

Cada año.

Recógete en casa o en algún colegio o convento por espacio de algunos días, para ocuparte únicamente en ejercicios espirituales. ¿Quién sabe lo que te parecerá este consejo? No extrañaría que juzgases que es pedirte demasiado, o por la dificultad que encierra en sí la cosa, o por exigirte que tomes una medicina espiritual poco gustosa, al parecer, no hallándote enfermo ni necesitado de ella; o por último tendrás los Ejercicios por cosa inútil. He dicho que no extrañaría que no te gustase este consejo, porque quizá eres tú uno de los muchos que hoy día no los conocen, antes tienen formado de los Ejercicios un juicio erradísimo.

Hijo mío no lo creas porque yo lo digo, sino porque lo dicen todos los que los han hecho. Dios por medio de la Santísima Virgen dictó a San Ignacio este libro que llamó Ejercicios espirituales, que la Santa Iglesia después examinó y aprobó llamándole divino, y los Santos Carlos Borromeo, Francisco de Sales, Felipe Neri, Vicente de Paul, Francisco Javier, Francisco de Borja, Alfonso de Ligorio y todos los que han florecido en santidad desde que los Ejercicios se escribieron lo recomendaron por escrito y de palabra, haciéndolos ellos mismos todos los años con el mayor aprecio y devoción. Pero lo que más acredita esta práctica santa son los frutos que produce. Por no hablar de mí mismo y de lo que, dándolos yo, he visto con mis ojos, me contentaré con referir un caso muy reciente.

En cierta ciudad de las principales de Europa yendo a visitar los presos, como suelen los de la compañía, y pasando por un corredorcillo oscuro y estrecho, advirtió uno de los padres que en uno de los calabozos había un preso, que hablando solo y suspirando manifestaba estar en la última desesperación. Preguntóle al carcelero que le acompañaba, quién era y cuanto tiempo hacia que estaba en la cárcel. Es, le dijo, el mayorazgo entre los hijos del Marqués de tal, hace tres días que le han conducido. Pues vamos a consolarle: no se puede: está incomunicado, y además sería inútil. No tiene religión: pertenece a una de las sociedades secretas: no puede ver a ningún Sacerdote y más que a nadie aborrece a los jesuitas. ¿Qué importa? Desde la puerta le voy a decir una palabra. Padre que no me comprometa, replicó el carcelero. Se acerca el padre y mostrando compasión le ofrece un libro que casualmente llevaba para que se entretenga; pero siento, añadió, que está en latín… No importa, estudié bien en mis primeros años la gramática. Se lo echa por una ventanilla alta que había con una gruesa reja. Cójelo el preso y empieza a leer con enfado y únicamente por no saber que hacerse, más luego entra en curiosidad y a poco en deseo de practicar lo que el libro decía. Y en efecto siguiendo el orden establecido en el libro, hace sus Ejercicios con tal fervor, que cuando volvió el padre encontró aquel león rugiente convertido en un manso cordero: y fue tal la mudanza, que jueces y hasta los más altos empleados en el gobierno se empeñaron en librarle, y en efecto no tardó en salir libre; y lo que es más, enamorado de los ejercicios, hizo una traducción del libro del P. Belecio, la cual dio a luz poniendo su conversión por prólogo de la obra. Y volviendo a su casa empezó a ser el consuelo de sus ancianos padres, y sigue siendo un modelo en toda especie de virtudes.

¿Pero dónde se encuentra hoy día este tesoro? ¿Dónde puede uno retirarse a hacer ejercicios espirituales? Es verdad que han quedado muy pocos asilos a las almas que quieren escabullirse y quedarse por unos días a solas con su Dios: sin embargo quedan algunos todavía. Las casas de los Sres. de la misión (de San Vicente de Paul), las de los PP. del Oratorio de San Felipe Neri y las de la Compañía de Jesús, especialmente la de Loyola, donde nació el Santo fundador y primer maestro de los Ejercicios, están siempre abiertas a los que desean dedicarse a este asunto importantísimo. Pero si tú no puedes ir a hacerlos fuera de tu casa, no por eso dejes de hacerlos en ella una vez al año, guiándote por alguno de los muchos libros que hay escritos para esto. Hazlos, hijo, lo mejor que puedas, y verás qué provecho tan grande saca tu alma.

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Advertencias los jóvenes estudiantes, y que se dedican al estudio eclesiástico.

S. Pablo hablando de la ciencia mundana dice: scientia inflat, charitas vero ædificat. Si quis autema se existimat scire aliquid, nondum cognovit quemadmodum aporteat eum scire. 1. Cor. 8. 1. et. 2. La ciencia mundana cuando va junto con el amor divino, sirve de mucho a nosotros y a los demás: pero cuando se separa de la caridad, es nociva, porque nos hace soberbios, y fácilmente nos hace despreciar a los demás: puesto que el Señor cuanto es liberal con los humildes, tanto más es avaro con los soberbios.

Feliz el hombre a quien Dios comunica la ciencia de los santos, corno la dio a Abel, dedit illi scientiam sanctorum. La escritura tiene este don como el más grande de todos. Oh cuantos hombres viven orgullosos de sí mismos, porque saben las matemáticas, humanidades, idiomas extranjeros, y algunas noticias de historia antigua, cosas que en nada conducen al bien de la religión, y que de nada sirven al adelanto espiritual! Pero de qué servirá el saber todas estas cosas, aunque bellas en sí, si al cabo no saben amar a Dios, y practicar la virtud? A estos sabios según el mundo, que únicamente atienden a adquirir lo que han venido en llamar aura popular, el Señor les niega aquellas luces celestiales, que concede a los simples: abscondisti hæc a sapientibus et prudentibus (sabios y prudentes según el mundo) et revelasti ea parvulis. Por párvulos se entiende los espíritus simples, que ponen todo su cuidado en agradar únicamente a Dios. S. Agustín decía: feliz el que conoce a Dios (la grandeza y bondad divina) aunque ignore todo lo demás: felix qui Deum novit, et alia nescit. Quien conoce a Dios, no puede dejar de amarle: y quien le ama, es más sabio que todos los letrados que no saben amarle. Surgent indocti, exclamaba el mismo Santo Doctor, et sapiunt cœlum. Cuántos ignorantes, cuántas mujercillas del campo se hacen santas, y llegan a la eterna bienaventuranza, la que vale más gozar un momento no más, que adquirir todos los bienes terrenales! El Apóstol escribía: non judicavi me scire aliquid inter vos, nisi Jesum Christum, et hunc crucifixum. 1. Cor. 3. 2. Dichosos nosotros, si llegamos a conocer a Jesús crucificado y el amor que nos tuvo, y que merece de nosotros por haber sacrificado por nosotros su vida sobre una cruz! y estudiando en este libro llegamos a amarle con grande amor!

Escribió muy apropósito un gran siervo de Dios, el P. Vicente Carafa, a ciertos jóvenes eclesiásticos, que estudiaban con el objeto de dedicarse a la salud de las almas, estas palabras: «para hacer muchas conversiones de almas, más sirve un hombre de mucha oración, que de mucha elocuencia; porque las verdades eternas que convierten las almas se predican más bien con el corazón, que con la lengua.» Y por esto los verdaderos ministros del Evangelio deben guardar uniformidad entre su conducta y sus palabras. Deben en fin manifestarse como hombres que desprendidos enteramente del mundo y de la carne, no buscan otra cosa más que promover la gloria de Dios, y hacerle amar de todos. Después añadió: «procurad con todo vuestro esfuerzo aplicaros al ejercicio del divino amor. El solo amor de Dios, poseyendo nuestro corazón le despega de todo amor desordenado, y lo vuelve puro y limpio de los afectos terrenos.» Cor purum dice S. Agustín, est cor vacuum ab omni cupiditate. Porque, como dice S. Bernardo: el que ama a Dios no piensa, ni desea otra cosa sino amarle, qui amat, amat et nil aliad cupit. El que vive abrasado en el amor divino no puede dedicarse a amar otra cosa terrena.

Y por lo tanto, así como los estudiantes dan pruebas de un año a otro de haber adelantado en las ciencias; no de otro modo los que quieren hacerse santos deben dar pruebas, no ya de un año a otro, sino cada día, de haber adquirido mayor amor de Dios, y esforzarse en aumentar este amor, repitiendo con frecuencia los actos de ardor divino, ofreciendo todas las obras al empezarlas a Dios, con intención de hacerlas y continuarlas solo por dar gusto a Dios, pidiéndole siempre su luz, y su gracia para cumplir los buenos deseos que les inspira.

Santo Tomás de Villanueva decía: «para convertir pecadores, y sacarles del lodazal de sus vicies se necesitan flechas de fuego; pero cómo podrán salir éstas de un corazón de nieve, y frío del amor de Dios? La experiencia bastante lo demuestra, que más almas gana para Dios un Sacerdote de mediana doctrina, pero enamorado de Jesucristo, que muchos doctos y excelentes oradores, que con sus sermones tienen el auditorio encantado. Estos con sus elevados pensamientos, peregrinas erudiciones e ingeniosas reflexiones, logran que el auditorio se vuelva a su casa bien satisfecho del discurso oído, pero frío de amor hacia Dios, y quizá más frío de lo que lo estaba antes. Y esto a qué sirve para el bien común, y provecho del predicador, sino para hacerlo más vano de si mismo, y más responsable delante de Dios? Porque en vez del fruto que hubiera podido sacar de su sermón, no saca más que vanas alabanzas, que no traen ningún provecho. Pero el que predica a Jesucristo con simpleza, y no para ser alabado, sino para hacerle amar, baja del púlpito rico con el mérito de todo el bien que ha hecho, o al menos que deseaba hacer en sus oyentes.

Todo cuanto se ha dicho, no solo sirve para los predicadores, sino también para los maestros, y los que se preparan para oír confesiones. Cuánto bien puede hacer un lector, o maestro, cuando enseña a otros las ciencias, si inculca a los jóvenes las máximas de piedad! Lo mismo sucede en el oír confesiones, e igual provecho puede sacarse de las conversaciones familiares. No siempre se puede predicar, pero estando en conversación, cuánto bien puede hacer un Sacerdote docto y santo, hablando con destreza de la vanidad de las grandezas mundanas, de la conformidad a la voluntad divina, de la necesidad de encomendarse continuamente a Dios en medio de tantas tribulaciones que nos afligen, y tentaciones que nos molestan! El Señor nos de su luz y gracia para emplear los días que nos quedan de vida en amarle, y hacer su voluntad, porque solo esto es lo que nos sirve, todo lo demás es cosa perdida.

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Oraciones y prácticas de piedad que conviene haga el estudiante cada día.

Al despertar por la mañana.

SEA TU PRIMER PENSAMIENTO dar gracias a Dios, que te concede un nuevo día para que le sirvas y le ames.

TUS PRIMERAS PALABRAS alabarle diciendo:

Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los ejércitos llenos están los cielos y la tierra de tu gloria. Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo.

(100 días de indulgencia y 1 plenaria al mes. Clemente XIV.)

Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.

(100 días de indulgencia. Pío VII.)

TU PRIMERA ACCIÓN sea persignarte:

Por la señal + de la santa cruz, de nuestros + enemigos líbranos, Señor + Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo + y del Espíritu Santo. Amen.

Mientras te vistes puedes rezar LA SALVE{1} añadiendo estos versitos:

℣. Permite o Virgen Santa que te alabe.

℟. Dame poder contra tus enemigos.

℣. Bendito sea Dios en sus santos.

℟. Amen.

No dejes también de hacer los siguientes:

Actos de Fe, Esperanza y Caridad.

Dios mío, porque vos verdad infalible lo habéis revelado, creo en Dios Padre, creo en Dios Hijo, creo en Dios Espíritu Santo; tres personas distintas y un solo Dios verdadero; remunerador que dais premio eterno a los buenos y castigo eterno a los malos. Creo que la segunda Persona de la Santísima Trinidad se encarnó, padeció y murió, por nosotros pecadores, y por el mismo motivo creo en todo aquello que cree la Santa Iglesia católica apostólica romana y en esta fe deseo vivir y morir.

Dios mío, porque sois infinitamente bueno, poderoso y fiel en cumplir vuestras promesas, y porque lo habéis prometido, espero que por los méritos de N. S. J. C. me perdonaréis mis pecados y me llevaréis al cielo, si yo, ayudado de vuestra gracia hiciere obras buenas y dignas de vida eterna.

Dios mío, porque sois Bondad infinita os amo con todo mi corazón, sobre todas las cosas; y por vuestro amor amo al prójimo como a mí mismo y perdono y amo a los que me han agraviado. Me pesa de haberos ofendido. Propongo no volver a pecar y apartarme de las ocasiones de ofenderos. Encendedme, Señor más y más en vuestro amor. Amén.

Benedicto XIV concedió por hacer actos de Fe, Esperanza y Caridad 7 años y 7 cuarentenas de indulgencia y una plenaria al mes y otra plenaria a la hora de la muerte. Para ganarlas no es preciso usar de una fórmula particular pero sí expresar los motivos porque creemos, esperamos y amamos, y son los que van en letra cursiva.

Después de vestido dirás de rodillas:

Señor, Dios mío en quien creo y espero, a quien adoro y amo de todo corazón, os doy gracias por haberme criado, redimido, hecho cristiano y conservado hasta el día de hoy. Os ofrezco todos mis pensamientos, palabras, obras y trabajos en unión de los de Jesús María, con intención de ganar todas las indulgencias que pueda. Os pido perdón de mis pecados y gracia para no volver a ofenderos.

Padre nuestro, Ave María y Credo, añadiendo:

Corazón de mi amable Salvador, haz que arda y crezca siempre en mí tu amor.

(Se pueden ganar dos indulgencias plenarias al mes concedidas por Pío VII.)

Después encomiéndate a la Santísima Virgen.

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María! que jamás se oyó decir, que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, a Vos también acudo, ¡oh Virgen de las Vírgenes! y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a parecer ante vuestra presencia soberana. ¡Oh madre de Dios! no despreciéis mis suplicas, antes bien escuchadlas y acojedlas benignamente. Así sea.

(300 días de indulgencia y una plenaria al mes. Pío IX.)

Y después di:

¡Oh Señora y Madre mía, me consagro enteramente a Vos, y en prueba del afecto con que os amo y venero; os ofrezco en este día ojos, oídos, lengua, manos, corazón y todo cuanto tengo y cuanto soy. Durante este día he de ser vuestro. Guardadme pues y defendedme como cosa vuestra.

(100 días de indulgencia y una plenaria al mes. Pío IX.)

Luego al Ángel de la guarda.

Angel santo bajo cuya custodia me puso Dios por su infinita bondad, iluminadme, defendedme, regidme y gobernadme. Amen.

(100 días de indulgencia y una plenaria al mes. Pío VII.)

En oyendo tocar las Ave-Marías dirás:

℣. El Ángel del Señor anunció a María Santísima la Encarnación del Hijo de Dios.

℟. Y la Señora concibió del Espíritu Santo. Ave María.

℣. He aquí la esclava del Señor.

℟. Hágase en mí según su palabra. Ave María.

℣. El Verbo divino se hizo carne.

℟. Y habitó entre nosotros. Ave María.{2}

Y después tres Gloria Patri que si los rezas tres veces al día puedes ganar 100 días de indulgencia y una plenaria al mes concedidos por Pío VII.

Por la mañana es el tiempo mas apropósito para la oración mental. Hazla pues a esta hora si puedes y sino concluye con el

Sea para siempre bendito y alabado el Santísimo Sacramento del Altar y la inmaculada Concepción de María Santísima.

(200 días de indulgencia y una plenaria al mes. Pío VI.)

Mira qué tesoro de indulgencias puedes ganar a tan poca costa. Por una parte 7 años y 7 cuarentenas. Por otra sumando los centenares 1.400 días. Y sobre todo 9 plenarias en un día del mes en que confesado y comulgado visites una iglesia u oratorio público y ruegues a Dios según la intención de los Sumos Pontífices. Otras muchas se ganan en particular los Domingos y fiestas de la Virgen como queda dicho. Y lo que es más interesante, rezando estas breves oraciones en vida, puedes ganar varias indulgencias plenarias a la hora de la muerte confesando y comulgado (o no pudiéndolo hacer invocando si no fuere posible de otra manera) con el corazón el dulcísimo nombre de Jesús.

Si puedes no dejes de asistir a la Santa Misa.

Durante el día.

El cristiano puede en buen hora y no le está prohibido atender a sus negocios, y aun descansar y recriarse honestamente. Pero ¡cuántos en dichas cosas se les pasa el día sin acordarse tal vez de Dios! No seas tú de ese número.

En cualquier ocupación y lugar que estés, piensa siempre que Dios TE VE y así no harás cosa mala y las mismas obras buenas las harás cada día mejor.

Además procura rectificar la intención y en todas las acciones sea tu fin agradar a Dios, aprovechar a tu alma, edificar al prójimo… ¡Cuánto ganarás si así lo haces!

Por último; en medio de las ocupaciones exteriores retírate varias veces a tu interior y a menudo habla con Dios. ¿Con quién mejor puedes tratar? Siempre está junto a ti y en medio de ti, escuchando lo que le dices: entiende hasta tus pensamientos más imperceptibles.

Antes de empezar a hacer cualquier cosa di:

Os ofrezco, Señor, esto que voy a hacer, bendecidlo para que redunde a mayor gloria vuestra y bien de mi alma.

Entre las ocupaciones levanta a menudo el corazón a Dios con estas o semejantes aspiraciones.

Dios mío, creo en Vos, espero en Vos, os amo sobre todas las cosas, me pesa de haberos ofendido; tenedme de vuestra mano para que no caiga en pecado.

Escoge cambien de las siguientes oraciones brevísimas llamadas jaculatorias las que te parezcan según tu devoción y repítelas muchas veces.

Jesús mío, misericordia.

(Del B. Leonardo. Cada vez que se diga 100 días de indulgencia. León XII, y Pío IX.)

Jesús dulcísimo no seáis para mi Juez sino Salvador.

(De S. Gerón, Emiliano. 50 días. Pío IX.)

Jesús, Dios mío, os amo sobre todas las cosas.

(100 días, Pío IX.)

Jesús, María.

(50 días y una plenaria a la hora de la muerte al que lo repita frecuentemente en vida. Sixto V.)

Eterno Padre, os ofrezco la sangre preciosísima de Jesucristo en descuento de mis pecados y por las necesidades de la Santa Iglesia.

(100 días, Pío VII.)

Hágase, cúmplase y sea alabada y eternamente ensalzada la justísima, altísima y amabilísima voluntad de Dios en todas las cosas.

(100 días, y una plenaria al mes y otra a la hora da la muerte, Pío VII.)

Bendito sea Dios.

Bendito sea su Santo nombre.

Bendito sea Jesucristo Dios y hombre verdadero.

Bendito sea el nombre de Jesús.

Bendito sea Jesucristo en el Santísimo Sacramento del altar.

Bendita sea la gran Madre de Dios María Santísima.

Bendito sea el nombre de María, Virgen y Madre.

Bendito sea Dios en sus Ángeles y Santos.

(Un año de indulgencia por cada vez, Pío VII, y rezándola todos los días una plenaria al mes. Pío IX.)

¡Oh dulce corazón de María! sé tú el amparo y la salvación mía.

(300 días, y al mes una indulgencia plenaria. Pío IX.)

Antes de la comida.

Bendecidnos, Señor, y también a estos dones que vamos a tomar, y hemos recibido de vuestra divina Providencia. Por nuestro Señor Jesucristo. ℟ Amen.

El Rey de la eterna gloria nos haga participantes de la mesa celestial. Amen.

Después de la comida.

Os damos gracias por todos vuestros beneficios, o Dios Omnipotente, que vivís, y reináis en los siglos de los siglos. Amen

Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri.

Al dar el reloj.

Rezarás un Ave María, añadiendo: Alabada sea la hora en que María Santísima vino en carne mortal a Zaragoza, y dirás al Señor: Os ofrezco, Dios mío, todos los instantes que me quedan de vida, concededme que los emplee en cumplir vuestra santa voluntad.

En las tentaciones dirás:

Señor, no permitáis que os ofenda. Antes morir que pecar.

¿Como puedo yo cometer este mal y ofender a mi Dios? (Gen. 39. v. 9.)

Señor, no me dejéis caer en la tentación. (Mat. 6. v. 13.)

Y a la Santísima Virgen.

¡Oh Señora! ¡Oh Madre mía! Acordaos que soy todo vuestro: guardadme y defendedme como cosa y posesión vuestra.

(40 días de indulgencia por cada vez, Pío IX.)

Si dudas o crees haber ofendido a Dios, dirás al instante muy de corazón:

Porque os amo, Dios mío, sobre todas las cosas, me pesa de baberos ofendido; perdonadme, pues propongo con vuestra gracia nunca jamás pecar. Y confiésate bien y cuanto antes.

En los trabajos o adversidades:

Vos, Señor, sois mi refugio en la tribulación que me afile. (Ps. 31. v. 7.)

Daos prisa Dios mío, venid a socorrerme. (Igless.)

Dadme paciencia, Dios mío, y aceptad lo que padezco en satisfacción de mis pecados. ¡Bendito sea Dios! ¡Sea por amor de Dios!

Estas o semejantes palabras consuelan y alientan: no las quejas o malas palabras que profieren algunos malos cristianos cuando no les salen las cosas a su gusto.

En las dudas dirás.

Enseñadme, Señor, a hacer vuestra santa voluntad. (Ps. 142. v. 10.)

Apartadme del camino de la perdición, que yo quiero seguir la senda de la verdad. (Ps. 118. v. 29.)

Iluminad, Señor, mi entendimiento, y disipad las tinieblas de mis dudas, e ignorancias. (Ps. 17. v. 29.5)

Para pedir la humildad.

Cada día, Señor, quiero ser más humilde a mis propios ojos, y más humillado y abatido a los del mundo. (II. Reg. 6. v. 22.)

Para pedir la castidad.

Cerraré, Señor, las ventanas de mis sentidos, para que no entre en mi alma el espíritu inmundo. (Ps. 9. v. 21.)

Para pedir la perseverancia.

Haced, Señor, que sea siervo fiel hasta la muerte, para merecer la corona de la vida eterna. (Apoc. 2. v. 10.)

Dios mío, no aflojaré jamás en el ejercicio de la virtud que comencé a practicar con vuestra gracia. (Job. 27. v. 6.)

Por la tarde emplea algún tiempo en la presencia de Jesús Sacramentado, hazle siquiera una visita y si no te es posible ir a la Iglesia, desde tu misma casa volviéndote hacia el Templo donde está el Santísimo Sacramento ¡Qué privilegio tan grande el de las Ciudades en que está S. D. M. manifiesto todos los días!

Cuando tocan las campanas al anochecer reza el Ángelus Domini y por las Ánimas un Padre nuestro y Ave María.

Por la noche.

Si quieres traer la vida concertada y usar bien del tiempo que ahora el Señor te concede para tu salvación, procura constantemente retirarte a casa al anochecer. ¿Y con quién mejor que con tu familia puedes hablar cosas de común provecho y edificación o solazarte inocentemente?

En lugar de noticias inútiles pon especial cuidado en leer, o que lea alguno de la familia por un libro escogido, que sirva de honesto entretenimiento y a la vez instruya y te lleve a Dios. Si diariamente das al cuerpo el alimento conveniente ¿por qué no has de hacer otro tanto con tu alma, que es sin comparación más noble y más preciosa?

Además arregla de tal modo tus ocupaciones que puedas todos los días tributar tus homenajes a la Santísima Virgen, rezando el Santo Rosario, y nunca le omitas por respetos humanos. Si viene alguno a interrumpirte en tan santa devoción, convídale a que haga lo mismo y él también entonces alabe y bendiga a María Santísima.

Para ganar las indulgencias so han de meditar los misterios a saber:

Lunes y Jueves los misterios gozosos, que son

El 1.° La Encarnación del Hijo da Dios en las purísimas entrañas de María Santísima.

El 2.° La Visitación de la Virgen Santísima a su prima Santa Isabel.

El 3.° El Nacimiento del Hijo de Dios en el portal de Belén.

El 4.° La Purificación de María Santísima y presentación del Hijo de Dios en el Templo.

El 5.° El Niño Jesús perdido y hallado en el Templo.

Martes y Viernes los misterios dolorosos, que son

El 1.° La Oración de N. S. J. en el Huerto.

El 2.° Los azotes que el Hijo de Dios padeció atado a la columna.

El 3.° La Corona de espinas que pusieron sobre la cabeza del Hijo de Dios.

El 4.° La Cruz que pusieron y llevó sobre sus hombros el Señor hasta el Calvario.

El 5.° La Crucifixión y muerte del Sector en la Cruz.

Miércoles y Sábados los misterios gloriosos, que son

El 1.° La Resurrección triunfante de J. N. S.

El 2.° La admirable Ascensión de N. S. al Cielo.

El 3.° La Venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles reunidos en el Cenáculo.

El 4.° La Asunción gloriosa de María Santísima en cuerpo y alma al Cielo.

El 5.° La Coronación de la Virgen Santísima por Reina y Señora de Cielos y tierra.

Luego puedes decir en acabando los cinco dieces.

Dios te salve, Hija de Dios Padre; Dios te salve, Madre de Dios Hijo; Dios te salve, Esposa del Espíritu Santo; Dios te salve, templo y Sagrario de la Santísima Trinidad; Dios te Salve, María, concebida en gracia sin mancha de pecado original. Amen.

Letanía de Nuestra Señora.

Kyrie eleison.

Christe eleison.

Kyrie eleison.

Christe audi no.

Christe exaudi nos.

Pater de Cælia Deus, Miserere nobis.

Filii Redemptor mundi, Deus, Miserere nobis.

Spiritus Sancte Deus, Miserere nobis.

Sancta Trinitas unus Deus, Miserere nobis.

Santa Maria.

Sancta Dei Genitrix.

Sancta Virgo Virginum.

Mater Christi.

Mater divinæ gratiæ.

Mater purissima.

Mater castissima.

Mater inviolata.

Mater intemerata.

Mater inmaculata.

Mater amabilis.

Mater admirabilis.

Mater creatoris.

Mater Salvatoris.

Virgo prudentisima.

Virgo veneranda.

Virgo prædicanda.

Virgo potens.

Virgo clemens.

Virgo fidelis.

Speculum justitiæ.

Sedes sapientiæ.

Causa nostræ letitiæ.

Vas spirituale.

Vas honorabile.

Vas insigne devotionis.

Rosa mystica.

Turris Davidica.

Turris eburnea.

Domus aurea.

Fœderis arca.

Jauna Cœli.

Stella matutina.

Salus infirmorum.

Refugium peccatorum.

Consolatrix aflictorum.

Auxiliuma Christianorum.

Regina Angelorum.

Regina Patriarcharum.

Regina Profetarum.

Regina Apostolorum.

Regina Martyrum.

Regina Confesorum.

Regina Virginum.

Regina Sanctorum omnium.

Regina sine labe concepta.

Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, parce nobis, Domine.

Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, exaudi nos, Domine.

Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, miserere nobis.

 

℣. Ora pro nobis, Santa Dei Genitrix.

℟. Ut digni efficiamur promissionibus Christi.

Oremus.

Graciam tuam, quæsumus Domine, mentibus nostris infunde: ut qui, Angelo nuntiante, Christi Fili tui incarnationem cognovimus, per passionem ejus, et crucem ad resurrectionis gloriam perducamur. Per cumdem Christum Dominum nostrum. ℟  Amen.

 

Oraciones.

Por la noche antes de acostarte arrodillado ante una devota imagen haz los cinco puntos del examen de conciencia.

1.° Señor y Dios mío, en quien creo y espero, a quien adoro y amo de todo corazón, os doy gracias por haberme criado, redimido, hecho cristiano y conservado hasta la hora presente.

2.° Dadme gracia para conocer mis pecados y arrepentirme de ellos.

3.° Piensa en qué has faltado durante el día en pensamientos, palabras y obras.

Contra Dios.

Falta de respeto en el templo, distracciones voluntarias en las oraciones…

Contra el prójimo.

Sospechas, juicios temerarios, murmuraciones, palabras injuriosas, falta de respeto a los mayores, escándalo o mal ejemplo…

Contra sí mismo.

Pensamientos malos no desechados, deseos y conversaciones malas, exceso en el comer o beber, ira o deseo de venganza, soberbia pereza en levantarte, perder tiempo, flojedad en el cumplimiento de tu obligación de estado.

Conocidas las faltas dí:

4.° Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Criador y Redentor mío, por ser vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, a mi pesa de todo corazón de haberos ofendido.

5.° Propongo firmemente de nunca mas pecar, de confesarme, de cumplir la penitencia que me fuere impuesta, de apartarme de todas las ocasiones de ofenderos: ofrézcoos mi vida, obras y trabajos en satisfacción de todos mis pecados, y confío en vuestra bondad y misericordia infinita me los perdonareis por los méritos de vuestra preciosísima sangre, pasión y muerte, y me daréis gracia para enmendarme, y para perseverar, en vuestro santo servicio hasta el fin de mi vida. Amen.

Luego te encomendarás a la Santísima Virgen.

¡Oh Señora y Madre mía, me consagro enteramente a Vos, y en prueba del afecto con que os amo y venero os ofrezco en esta noche ojos, oídos, lengua, corazón y cuanto soy. Durante esta noche he de ser vuestro. Guardadme pues, y defendedme como cosa vuestra.

Tres Ave Marías y un Gloria Patri.

Y después dirás:

Bajo tu amparo nos acogemos Santa Madre de Dios, no despreciéis nuestros ruegos en las necesidades, mas líbranos de todos los peligros Virgen gloriosa y bendita.

℣. Permite Virgen Santa que te alabe.

℟. Dame poder contra tus enemigos.

℣. Bendito sea el Señor en sus Santos. ℟. Amen. (lee la nota pág. 29.)

Al patriarca San José porque nos alcance de Dios una buena muerte.

Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri.

Luego al Ángel de la guarda:

Ángel santo bajo cuya custodia me puso Dios por su infinita bondad, iluminadme, defendedme, regidme y gobernadme. Amen.

Estando en la cama dirás:

He de morir… He de ser juzgado por Dios… ¡ay! ¿si fuese esta noche qué sentencia me tocaría?… Dios mío, con vuestra gracia propongo enmendar mi vida…

Jesús, José y María os doy el corazón y el alma mía.

Jesús, José y María asistidme en mi última agonía.

Jesús, José y María espire en paz con vos el corazón y el alma mía.

300 días de indulgencia.

 

 

——

{1} Nota [pág. 29]. Rezando por la mañana la SALVE y por la noche BAJO TU AMPARO nos acogemos &c., (pág. 40) se pueden ganar 100 días de indulgencia: los domingos 7 años y 7 cuarentenas: una plenaria al mes, otra en cada una de las festividades de la Virgen, otra el día de todos Santos y otra en la hora de la muerte.

{2} Nota [págs. 31-32]. Se cree que San Buenaventura introdujo esta devoción; que agradó tanto a los Sumos Pontífices que mandaron tocar en Roma tres veces al día las campanas, concediendo 100 días de indulgencia por cada vez que se recen así las Ave Marías, y además una plenaria al mes: pero se han de rezar de rodillas: exceptuase el Sábado en la noche y las tres veces del Domingo que se han de rezar de pié y lo mismo durante el tiempo pascual: y en este el que la supiere rece el Regina Cœli con los versículos y oración.

[ Versión íntegra del texto y de la imagen impresa sobre un opúsculo de papel de 40 páginas, formato 98×137 mm, publicado en 1866 en León (de Nicaragua). ]