XXIII Congreso Internacional de AmericanistasCosta Rica 1958
Teodoro Olarte
En torno a la «Filosofía americana»
I
Introducción
1. Los conocedores de la Historia de la Filosofía Contemporánea de América saben que desde hace aproximadamente tres décadas existe una corriente intelectual que postula una filosofía americana.
2. La palabra «americana», referida a «Filosofía», puede entenderse de muchas maneras, y, en realidad, se le ha dado diversos sentidos, desde el que apunta meramente al factor geográfico hasta el que implica un cambio radical del concepto de Filosofía.
3. De todos los intentos hasta ahora realizados, sólo tendré en cuenta, porque sólo ellos condensan la gravedad del problema, aquellos que han de considerarse como los más radicales: a) los que piden una Filosofía americana con temática universal y perenne, pero con soluciones americanas; b) los que piden una Filosofía americana con temática y soluciones específicamente americanas.
4. La palabra «americana», no sólo se refiere al objeto de la Filosofía, sino también al sujeto que filosofa. Considerando este lado de la cuestión, parece desprenderse de las discusiones en torno a este problema, que únicamente el americano se halla capacitado para realizar tan singular empresa. Parece claro que para los máximos representativos sostenedores de la necesidad de una filosofía americana, el sujeto filosofante y el objeto de su meditación se funden en un etnocentrismo manifiesto.
Concreto el esclarecimiento del presente problema en los siguientes puntos: a) Origen del querer una «Filosofía americana»; b) ¿Existe una Filosofía americana?; c) ¿Es necesaria una «Filosofía americana»?; d) ¿Es posible una «Filosofía americana»? Conclusión. [18]
II
Origen del querer una «Filosofia americana»
1. El querer un objeto puede provenir de varios factores, como es natural, los cuales podrían resumirse en dos órdenes: a) se quiere por un factor extrínseco al objeto de ese mismo querer, objeto que se impone al sujeto consciente o inconscientemente; b) se quiere por la necesidad espontánea y apremiante del objeto de ese mismo querer; en este caso, existirá motivación intrínseca, y, por consiguiente, auténtica. ¿A qué orden corresponderá el querer una Filosofía americana tal como arriba queda aclarado?
2. Ya en el siglo pasado, oyéronse voces autorizadas que pedían una emancipación intelectual como complemento necesario a la emancipación política del Hemisferio Occidental. Cito a Emerson como representante del mundo anglosajón, y a Alberdi como el portavoz de los anhelos latinoamericanos. Estos exhortos decimonónicos no son producto de un pensar específico sobre la Filosofía, aunque en ellos aparezca esta palabra. Representan un desiderátum, más o menos marginal al problema político, que para ellos todavía era el central.
El problema en sus verdaderos términos filosóficos, aparece mucho más tarde, concretamente hace unas tres décadas. Y los motivos a que responde, son: a) el indoamericanismo iberoamericano; b) el sentimiento «continentalista»; c) el resentimiento por el escaso aporte al pensamiento occidental, de la Filosofía americana, desgracia atribuida a que se han seguido las pautas filosóficas europeas; d) creencia –muy generalizada durante la última guerra mundial– de que la cultura de Europa está en franca descomposición.
3. Analizados objetivamente los anteriores motivos, resulta con evidencia que el querer una Filosofía americana se diluye en un simple deseo, y, como es sabido, se puede desear hasta lo imposible. No se ve que el propósito de hacer una Filosofía americana responda a una necesidad sentida, creada por un original y espontáneo dictado de la evolución de la cultura americana. Presenta caracteres innegablemente artificiales. [19]
III
¿Existe una Filosofia americana?
1. Partimos del hecho cierto de que en América se ha filosofado y se filosofa cada día mejor. Pero la pregunta se hace con este sentido: ¿Puede hablarse de una Filosofía específicamente americana? Si así fuera, esa Filosofía merecería el adjetivo de «panamericana». La respuesta a esa pregunta concreta ha de ser negativa. En la actualidad existen diferencias enormes entre la América anglosajona y la latina: los problemas epistemológicos, el pragmatismo, la temática de la Lógica y de la Semiótica han acaparado la atención de los filósofos de Norteamérica, mientras que las preferencias de los de Latinoamérica han sido los problemas éticos, los antropológicos, concretamente los de la libertad y los de la vida.
2. La pregunta podría substanciarse más aún: ¿se ha filosofado en alguna parte de este Continente y por algún filósofo, de tal modo que sea permitido creer que se ha dado con el «ser» de América y que este «ser» haya sido inscrito en el ser, objeto de la Metafísica? La respuesta al interrogante, así formulado, no puede ser ambigua: esa Filosofía no existe. En esto se hallan concordes hasta los más empecinados en elaborar una Filosofía panamericana o latinoamericana, puesto que parten de que no existe, y así quedó bastante claro en el famoso III Congreso Interamericano de Filosofía, celebrado en México.
3. Analizados los ensayos hasta ahora efectuados en este sentido, se comprueba que, lejos de alcanzar una «continentalización», se ha nacionalizado el propósito; que lejos de romper el «compromiso» de pensar a lo europeo, se ha pretendido conseguir ese mismo propósito partiendo de una teoría de clara raigambre europea: el perspectivismo y la razón histórica de Ortega y Gasset.
4. La Filosofía americana existente, la cual va adquiriendo caracteres de mayor rigor técnico, es la que se ha elaborado teniendo como premisa el que en forma insoslayable formamos parte con todo derecho y con todos los imperativos históricos, de la comunidad cultural de Occidente. [20]
IV
¿Es necesaria una Filosofía americana?
1. Para vivir y organizar la existencia en su totalidad, en todas sus posibilidades, es necesaria la Filosofía. La Filosofía, por ser función típicamente humana, por ser producto substantivo de nuestra existencia, adviene por necesidad, sin cálculo extrafilosófico. La Filosofía es tan necesaria aquí como en todas partes. Por esta razón América posee un pensamiento filosófico, y sería monstruoso que no lo tuviera.
2. Ya queda dicho que no se ha dado una Filosofía americana, ni latinoamericana, ni norteamericana. ¿Por qué? Parece lógico concluir que no se ha dado porque no se la ha necesitado. De hecho, los motivos incitantes que han provocado el filosofar americano son en el fondo los mismos de los europeos. No creo que aquí se haya filosofado por imitación, sino por las mismas razones que han presidido el quehacer filosófico occidental.
3. Los problemas, en la medida que son americanos o europeos, dejan de ser esencialmente filosóficos. Si entendemos correctamente lo que es Filosofía, separaremos con facilidad la problemática netamente filosófica, de las cuestiones etnológicas, sociales y culturales, sin que esto pretenda significar que la Filosofía, por su universalidad, no intervenga a su modo en ellas. Un replanteamiento de los problemas filosóficos «para» América o para cada uno de los miembros culturales de América, no implica una Filosofía «americana».
V
¿Es posible una Filosofía americana?
1. De todos los saberes, pero muy esencialmente cuando se trata del saber filosófico, de su constitución, hay que tener en cuenta tres factores: el objeto, el método y el sujeto. Desde estos puntos radicales puede llegarse a la resolución de si es posible o no una filosofía americana, sea panamericana, anglosajona o iberoamericana.
2. Para acotar la Filosofía dentro de lo americano, se han formulado varias teorías con el propósito de aislar el «ser-americano». Lo cual quiere decir que el «ser-americano» no está definido y que hay un desacuerdo fundamental entre los pensadores que trabajan [21] en este sentido. Prescindiendo del «indoamericanismo», ya superado y olvidado afortunadamente en el plano filosófico, se han propuesto las siguientes teorías: a) siguiendo la hermenéutica heideggeriana, se ha dicho que el «ser-americano» es la expectativa, como un «no-ser-todavía». Esta teoría pretende dar una base ontológica para una Filosofía panamericana, teniendo como objetivo el ser de la existencia americana –del Dasein americano–; b) el espíritu épico y pragmático; c) el espíritu trágico y pasional. El b) es característica del norteamericano, y el c) del iberoamericano.
Dejando aparte otras objeciones obvias, como las que se podrían formular a la teoría a), hay que concluir en que con estas bases a lo más a lo que cabe aspirar es a una Antropología psicologísta y culturalista, pero nunca a una Filosofía.
No faltará quien considere la «Historia americana» como objeto de la reflexión filosófica. Concedo de muy buena gana que la historia puede ser objeto de la meditación filosófica aun sin caer en un historicismo relativista, pero si esa reflexión se contrae a la Historia «americana», queda, eo ipso, recortada a la medida de los horizontes americanos, y así el relativismo es inevitable.
Por otra parte, la Filosofía, para serlo verdaderamente, ha de partir del fenómeno, no sólo histórico, culturalista, sino del fenómeno producto de una experiencia total. Entonces no se puede hacer caso omiso de la ciencia, del fenómeno científico, antes bien éste constituye el punto central del arranque del filosofar. Siendo esto así, ¿postularemos también una ciencia «americana»?
3. Para filosofar con seriedad se precisa un método. Como es sabido de todos, esta necesidad se siente hoy como algo sencillamente imperioso. La precisión técnica es consubstancial al filosofar. Ahora bien, ¿podrán los filósofos americanistas prescindir de los instrumentos para filosofar, actualmente vigentes en el quehacer filosófico occidental? ¿Podrán, dejando a un lado la lógica moderna y sus conquistas, inventarse otra lógica y otros procedimientos que sean también americanos?
4. El sujeto filosofante ha de ser parte integradora del filosofar, de su filosofar. Y este sujeto no es engendro exclusivo de su tiempo y de su lugar geográfico, pues estas dos categorías están para el verdadero filósofo esencialmente condicionadas por los elementos universalizantes que porta precisamente la cultura que lo determina en su vivir filosófico; el sujeto que filosofa es producto último de culturas de gran alzada. Ahora bien, pregunto: [22]
¿Será posible que el filósofo americano efectúe la reducción cuasi-fenomenológica de todo elemento extraamericano, y que dé con el ser-americano, haciendo de éste el ser ontológico por excelencia? En otras palabras, ¿cabría la posibilidad para él de ponerse en una desnudez intelectual tan primitiva, que consiguiera un nivel presocrático, convirtiéndose en un jonio cosmólogo? Aunque parezca poco serio, esto se ha pretendido más de una vez en nuestra América.
VI
Conclusión
La integralización por medio de la creciente y efectiva solidaridad universal, tanto en el pensar como en el sentir, hace que tanto el objeto de la Filosofía como el filosofar se universalicen, imposibilitando la provincialización de la Filosofía. Si lo anterior empieza a ser valedero para el mundo entero de hoy, hace tiempo que lo es para América respecto al orbe occidental.
El pensamiento filosófico americano, si sigue esos derroteros de universalidad perenne, podrá, con su acento americano, decir palabras interesantes y aun necesarias para esa cultura. No somos esclavos, sino iguales e incluso, alguna vez, superiores a los demás. Tal es el único horizonte auténtico y honrado que cabe asignar a la Filosofía «americana».
XXIII Congreso Internacional de Americanistas, San José 1959, páginas 17-22.