Armas en la Casa del Pueblo
Unas investigaciones policiales en el hogar de los trabajadores madrileños han dado por consecuencia el descubrimiento de un abundante lote de armas en condiciones asaz sospechosas. Resulta que el día en que fue declarada la huelga general en Madrid la policía y las fuerzas de seguridad tomaron militarmente la Casa del Pueblo, cachearon y registraron cuidadosamente a los detenidos y procedieron a clausurarla. No se encontró una sola arma. Pocos días después torna la policía a los lugares donde estuvo primero, y con claridad de vidente, como iluminados por la Pytia griega, se dirigen a determinado lugar, donde, de manos a boca, tropiezan con un considerable bagaje de instrumentos mortíferos, allí escondidos por los socialistas para realizar la revolución social.
Perdone el señor director general de Seguridad. Tememos que también se querelle contra nosotros, como se ha querellado contra «El Socialista» por hacer manifestaciones de extrañeza semejantes a las nuestras. ¡Pero si son irremediables! Considere con nosotros. El día del movimiento huelguístico, cuando las armas podían ser más eficaces, porque nadie conocía las derivaciones del mismo, las armas no aparecen. No están allí. Días después, cuando la clase trabajadora no puede penetrar en la Casa del Pueblo y, por tanto, emplear eficazmente el bagaje que pudiese haber, se actúa sobre seguro en las pesquisas y se hallan armas en abundancia. Caso grave. Nosotros ignoramos que las armas nazcan por generación espontánea, como los hongos. Asimismo ignoramos que el proletariado madrileño y sus dirigentes estén aquejados de imbecilidad. Decimos esto porque imbecilidad, y grande, sería guardar un alijo de tan crecido interés en un lugar expuesto, a virtud de los azares revolucionarios, a lo que ha sucedido. De aquí nuestra extrañeza. No hay duda de que por medio surgieron los agentes provocadores.
Conviene dar publicidad a diversos detalles del registro que aclaran esto. Durante los días que la investigación ha durado llegaba la policía a la Casa del Pueblo y derechamente se dirigía a una de las Secretarías del edificio. Hay 60 Secretarías y 80 o 90 puertas, amén del teatro, los fosos, la cueva, los salones de reuniones, urinarios, boardillas de limpieza, Conserjería, café, terrazas, &c. Pues bien: se dirigen a una Secretaría. «Abran ustedes la Secretaría 17», por ejemplo. Allí habían estado durante el primer registro, sin encontrar nada. Se abría con tranquilidad, y dentro aparecían casi ante la vista, con sólo tirar de un cajón, veinte pistolas. Acudían después al teatro, también registrado. «Abran esa puerta», demandaban. Y vuelta a aparecer más armas. Secretarías y Secretarías registraban protocolariamente, convencidos de la inutilidad de su gestión. De pronto llegaban a una cualquiera, no diferenciada en nada de las demás. «Abran aquí», decían. Y allí había más armas. Todo el registro se ha realizado de este modo. Es decir, que los agentes policíacos producían la sensación de llevar en el bolsillo una lista con los «lugares de trabajo».
Esto ¿qué es, señor director de Seguridad? Nosotros lo consideramos claramente: una provocación. Como dice «El Socialista», un nuevo intento de incendio del Reichstag. Pero ándense con ojo, que acá no es Alemania y estamos apercibidos. Sabemos de buena fuente que se pretende declarar ilegales a numerosas organizaciones a consecuencia del hallazgo de armas. Sabemos también que la Casa del Pueblo quedará clausurada por tiempo indefinido. Sabemos otras cosas más graves. Y, por encima de todo, sabemos que el enemigo lleva perdido medio juego cuando se ha dejado ver las cartas, como en este caso. Las cartas de la provocación y las cartas de las consecuencias.