Filosofía en español 
Filosofía en español


Documento-plataforma fraccional de Fernando Claudín
acompañado de las “notas críticas” de la redacción de Nuestra Bandera

El análisis económico

Algunos de los aspectos que sólo hemos apuntado en este análisis necesitan examinarse más concretamente. En primer lugar el desarrollo del capitalismo español en estos veinticinco años, y sus perspectivas. En segundo lugar la actual correlación de fuerzas sociales y políticas y las peculiaridades de la lucha entre ellas. En tercer lugar, el contexto internacional en que transcurre este proceso de liquidación del franquismo y la influencia que ejerce tanto en su contenido como en sus formas.

En cuanto al desarrollo del capitalismo español, no se trata, naturalmente, de examinar este problema en todos sus aspectos, pero si de dilucidar cuáles son los rasgos esenciales, aquellos que pesan más en la actual situación social y política, y su perspectiva.

Yo creo que uno de los rasgos principales del desarrollo del capitalismo español bajo el franquismo, es que no ha sido un simple desarrollo cuantitativo. Como se constata en nuestro Programa, el capitalismo español se ha transformado en un sistema de capitalismo monopolista de Estado, con un grado de concentración del capital y utilización del Estado que no queda por debajo –y en algunos casos puedo ir más lejos– al del sistema análogo que impera en los países capitalistas más desarrollados. Este es un hecho de profundas consecuencias para toda la evolución social y política de España.

El rumbo que en 1936 tomó el capitalismo español, no sólo el capital monopolista, sino tras él otros importantes sectores, el capitalismo industrial, agrario y el comercial, fue la expresión de su debilidad, de su debilidad no sólo frente a las fuerzas obreras y populares, sino también frente a las fuerzas económico-sociales y políticas más arcaicas y retrógradas de las clases dominantes, la aristocracia terrateniente, castas militares, castas clericales y sus organizaciones políticas. El capital monopolista necesitaba la dictadura fascista no sólo para asegurar la dominación sobre el pueblo, sino para asegurar su hegemonía en el bloque de las clases dominantes. Las luchas internas en el campo de los sublevados durante los primeros tiempos de la guerra civil eran la expresión política de esa pugna, en la que el capital [33] monopolista español contó con el apoyo del capitalismo monopolista alemán, particularmente.

De la guerra civil, el capital monopolista salió con esa posición hegemónica asegurada, y a lo largo de estos veinticinco años la ha ido afirmando, ampliando. Al analizar este proceso y sus consecuencias económicas, sociales y políticas, hay que fijar la atención tanto en sus proporciones como en sus formas.

En el estudio del camarada Gómez sobre el INI, en el del profesor Tamames sobre los monopolios, se ponen de manifiesto las enormes proporciones alcanzadas por el proceso de concentración monopolista del capital en España y en la utilización por él del Estado. En esos estudios se demuestra también que las formas abarcan toda la variadísima gama: desde la creación en gran escala de empresas estatales y semiestatales, es decir, de un gran sector público de la economía, hasta los más diversos instrumentos y medios de regulación e intervención en todas las ramas de la economía nacional, que caracterizan el sistema de capitalismo monopolista de Estado en los países capitalistas desarrollados.

Es decir, España se encuentra en este aspecto en la situación que caracterizaba Lenin cuando escribía: El capitalismo monopolista de Estado es la preparación material más completa para el socialismo, su antesala. Porque en la escalera histórica no hay ya peldaños intermedios entre esta fase y aquella a que se da el nombre de socialismo.

Y conviene subrayar que desde que Lenin escribió estas líneas el capitalismo monopolista de Estado ha recorrido un largo camino en su proceso de perfeccionamiento como sistema de dominación del capital monopolista.

Este hecho, por sí solo, pone de relieve la enorme diferencia que existe en cómo se planteaban los problemas de la revolución democrática en España en el período 1931-39 y cómo se plantean hoy. Hoy, el triunfo de una revolución democrática que llevara al poder a las fuerzas obreras y populares, pondría en sus manos desde el primer momento sectores decisivos de la economía nacional, que hoy están en manos del capital monopolista a través del sector estatal; crearía, de hecho, desde el primer momento, un sector socialista de la economía y pondría inmediatamente sobre el tapete, por las propias exigencias del desarrollo económico, la incorporación a él de otros sectores, en manos hoy del capital monopolista privado.

El estudio del camarada Gómez a que me he referido, está centrado, como él mismo reconoce en la parte final, en mostrar, al mismo tiempo que la envergadura y las formas del capitalismo monopolista de Estado en España, la naturaleza de clase de éste, a quién beneficia, &c. Pero los estudios marxistas más serios de los últimos años sobre el capitalismo monopolista de Estado actual demuestran que éste no sólo profundiza las contradicciones del capitalismo, no sólo intensifica la explotación de los trabajadores y la expoliación de otras capas, sino que, al mismo tiempo, proporciona nuevas posibilidades, nuevos instrumentos al capital monopolista, para hacer frente a esas contradicciones, para ir, como si dijéramos, conllevándolas, dándoles una salida transitoria, paliándolas; muestran las posibilidades nuevas de este sistema para influir en la marcha de la economía, para introducir en ella, dentro de su anarquía, ciertos elementos de regulación, de planificación, para influir en los ciclos económicos, en las crisis, que sin evitarlas, permita amortiguarlas. Todos estos aspectos actúan también en España, y no sólo actúan sino que han desempeñado y están desempeñando un gran papel. Y todo esto está aún por investigar seriamente en nuestro caso.

Nota crítica

F. C. no aborda el análisis del desarrollo capitalista, de la situación económica de España, con el propósito de ceñir más de cerca la realidad para mejorar la línea política o la táctica del Partido. Por el contrario, F. C. ha llegado a sus conclusiones políticas –las que expresa en su plataforma-programa– y, en función de ellas, emprende el análisis económico con la única pretensión, mejor diríamos con la obsesión, de que sirva de basamento a tales conclusiones.

El resultado es que el análisis económico de F. C. no es un análisis marxista.

F. C. evoca todos los problemas del capitalismo contemporáneo: transformación del capitalismo monopolista en capitalismo monopolista de Estado; ley del desarrollo desigual del capitalismo; modificaciones introducidas en el ciclo económico; carácter e intensidad de las crisis, &c., &c. No niega que, al final, históricamente, el capitalismo está condenado. Pero, lo único [34] que destaca en su exposición –como comenzamos a ver en los párrafos transcritos y veremos aún con mayor relieve más adelante– es el «dinamismo» del capitalismo actual, su capacidad para interverir, controlar y dirigir la economía, su aptitud para superar e, incluso, aprovechar las contradicciones. Por este camino, F. C. va tan lejos que, en su análisis, esta caracterización del capitalismo se convierte, de hecho, en el rasgo preponderante de la época actual. Insiste, una y otra vez, en que todos esos fenómenos intervienen y actúan también en España.

Ahora bien, para los marxistas –sin negar lo que hay de cierto en el, perfeccionamiento de los instrumentos de intervención y de dominación económica llevado a cabo por el capital monopolista–, el rasgo determinante de la época actual es que el capitalismo ha entrado en la tercera fase de su crisis general, caracterizada por la transformación del socialismo en un sistema mundial y la lucha entre los dos sistemas, con un cambio radical y creciente en la correlación de fuerzas en favor del socialismo; por la disgregación del sistema colonial del imperialismo, con el desarrollo de las revoluciones de liberación nacional y por el peso de la clase obrera y de sus luchas que la han colocado en el centro de la época contemporánea. Junto con ello, la nueva revolución científica y técnica agiliza aún más la contradicción entre el carácter social de las fuerzas productivas y el carácter privado, capitalista, de la apropiación. El resultado es que lo que caracteriza, ante todo, al capitalismo actual es su inestabilidad.

Ningún análisis marxista que pretenda avizorar las perspectivas de un país, cualquiera que sea su grado de desarrollo, puede hacerse hoy al margen de este marco. Esos rasgos capitales de la época contemporánea también intervienen y actúan en España, aunque lo olvide F. C.

Todo análisis marxista ha de referirse a una realidad concreta, determinada. La situación y las posibilidades del capitalismo español actual hay que deducirlas del estudio de la correlación de las fuerzas económicas, sociales y políticas de nuestro país en el momento presente y esa correlación es el fruto, es la consecuencia de todo el desarrollo histórico social.

La exposición de F. C. es una transposición mecánica de ciertos esquemas, unos marxistas y otros que no lo son, sobre el capitalismo monopolista, el capitalismo monopolista de Estado, el desarrollo económico, &c., &c., a España, sin tener en cuenta la compleja y contradictoria realidad española, o, mejor dicho, dejando sistemáticamente de lado todos los elementos de esta realidad que no cuadran o que contradicen sus construcciones dogmáticas.

F. C. dice que «no se trata, naturalmente, de examinar este problema en todos sus aspectos, pero sí de dilucidar cuáles son los rasgos esenciales».

Ahora bien, no es posible definir los rasgos esenciales del capital monopolista español sin enumerar –por lo menos– éstos que son fundamentales

a) Ha nacido y se ha desarrollado en un país en el que no se ha realizado a su tiempo la revolución burguesa;

b) Lo ha hecho al amparo de un proteccionismo total, dentro de un mercado nacional reducido y de muy lento desarrollo y sin contar, en lo fundamental, con una esfera de explotación colonial fuera de las fronteras;

c) Los monopolios no surgen en España, según el modelo clásico, después de un largo período de desarrollo capitalista, industrial, de toda una etapa de libre concurrencia; [35]

d) El capitalismo monopolista español, desde sus propios orígenes, está fuertemente entroncado y, en un grado importante, subordinado al capitalismo internacional;

e) El capitalismo primero y el capitalismo monopolista después, pactan con la aristocracia terrateniente por miedo a la revolución democrática. Este pacto se va convirtiendo, posteriormente, en interpenetración, en ósmosis, en fusión, que da lugar al Janos de dos cabezas que es, actualmente, nuestra oligarquía financiera-terrateniente;

f) Gracias a todo este proceso el capitalismo monopolista comienza en España muy pronto a utilizar el Estado para sus propios objetivos, es decir, a esbozar el sistema del capitalismo monopolista de Estado, incluso cuando la superestructura política aparece aún dominada, en gran medida, por la aristocracia cortesana.

Que éstos son factores capitales, evidentes, lo demuestra el hecho de que numerosos economistas no marxistas aluden a ellos al iniciar sus estudios sobre la situación económica actual y sobre sus perspectivas.

Citemos, a título de ejemplo, lo que dice el profesor José Luis Sampedro:

«Al final del siglo... el retraso económico está ya a la vista de todos. No en balde hemos perdido a comienzos de la Edad Moderna el autobús de la investigación científica racional, y después el de la revolución agrícola en el siglo XVIII y el de la industrial en el XIX».

Después de aludir a los Aranceles de 31 de diciembre de 1891 que establecen la protección total, dice, resaltando las diferencias con las consecuencias del proteccionismo en otros países más desarrollados:

«La existencia de mercados nacionales adelantados y más prósperos, e incluso reforzados por nuevos imperios coloniales, permitía a las empresas europeas protegidas una expansión capaz de alcanzar mejores rendimientos y costes, e incluso hacía posibles competencias interiores estimulantes. En España, en cambio, cuando el proteccionismo acotaba el mercado nacional, la exigüidad extensiva e intensiva de éste sólo alimentaba instalaciones raquíticas y, no obstante su pequeña escala, casi monopolísticas. Aquí el proteccionismo no era el abono, la defensa o el cuidado del árbol plantado al aire libre, sino la cristalera de invernadero en torno a la planta anémica, no era el amparo contra ataques exteriores, sino la conservación de la endeblez interna originaria. El desfase y el retraso de la economía hicieron inevitables un proteccionismo ortopédico bajo cuyas vidrieras se consolidaron y repitieron nuevos fenómenos de retraso y desfase. Porque con el proteccionismo se pudieron aplazar las reformas de estructura». {1 El Futuro Europeo de España. (España en la Encrucijada. –La evolución reciente y la estructura actual). Estudios sobre la Unidad Económica de Europa.– Tomo IX; págs: 119-120.}

F. C., refiriéndose al desarrollo del capitalismo monopolista bajo el franquismo y a su transformación en un sistema de capitalismo monopolista de Estado, como se constata en el Programa del Partido, afirma «que no ha sido un simple desarrollo cuantitativo»; es decir, para él se trata de un desarrollo cualitativo del capital monopolista. [36]

Así, desde las primeras líneas de su análisis económico, F. C. comienza la tarea de realzar las fuerzas del capitalismo monopolista, al mismo tiempo que inicia su formulación –sólo planteada en forma definitiva en su carta del 5 de septiembre que se analiza más adelante– de que, dado el desarrollo del capitalismo monopolista de Estado ya no hay más revolución posible en España que la socialista.

La tesis de que el paso del capitalismo monopolista al capitalismo monopolista de Estado constituye «un cambio cualitativo» fue condenada unánimemente como revisionista en el coloquio entre especialistas e investigadores marxistas-leninistas sobre «los problemas fundamentales del desarrollo del capitalismo contemporáneo», celebrado en Moscú, en agosto de 1962. El Coloquio opinó que el capitalismo monopolista de Estado es una forma de desarrollo del capitalismo en el estadio imperialista a cuyo estudio hay que prestar una gran atención, pero no representa ningún cambio cualitativo, ninguna nueva etapa, ya que tanto el capitalismo monopolista, como el capitalismo monopolista de Estado, tienen la misma base: los monopolios {1 Ver «Nuestra Bandera», nº 35 - IV Trimestre 1962.}

Pero, además de no constituir ningún cambio cualitativo, tampoco es un fenómeno nuevo, específico del período franquista; ya se encuentran manifestaciones bien definidas de capitalismo monopolista de Estado en nuestro país desde comienzos del siglo y alcanzó particular amplitud durante la dictadura de Primo de Rivera.

Verdaderamente peregrina resulta la afirmación de F. C. de que «el capital monopolista necesitaba la dictadura fascista no sólo para asegurar la dominación sobre el pueblo, sino para asegurar su hegemonía en el bloque de las clases dominantes», «frente a... la aristocracia terrateniente, castas militares, castas clericales y sus organizaciones políticas.»

Pocas palabras son necesarias para refutar semejante aserto. Todo el mundo sabe quiénes se sublevaron, quiénes han ejercido la dictadura y, aún hoy, en período avanzado de descomposición, en qué fuerzas se apoya para sostenerse. Nada tiene que cambiar el Partido a su formulación de que el fascismo en España es la dictadura terrorista de la oligarquía financiera terrateniente.

Sin embargo, conviene hacer algunas precisiones.

El capital monopolista ejercía ya su hegemonía en el bloque de las fuerzas reaccionarias antes del levantamiento. Lo que ocurrió entonces y lo que sigue ocurriendo, todavía hoy, después de 25 años de dictadura, es que las fuerzas reaccionarias, aun formando bloque, necesitan recurrir a la guerra, a la intervención extranjera y al fascismo para mantener a raya a las fuerzas de la revolución democrática.

Si después de 25 años de venir afirmando su fuerza frente al pueblo y su dirección hegemónica dentro del bloque reaccionario, la posición del capital monopolista fuera la que le atribuye F. C., ¿por qué deja que avance hasta límites tan peligrosos el proceso de descomposición del franquismo sin tomar una iniciativa política, no ya hacia el restablecimiento de la democracia, sino hacia una tímida liberalización que pueda justificar ese nombre?

Con todo esto no se trata de minimizar, en absoluto, la importancia del desarrollo del capital monopolista en nuestro país y la extensión que ha tomado el sistema del capitalismo monopolista de Estado. Lo que ocurre [37] es que F. C. aborda estos fenómenos al margen totalmente del análisis marxista.

F. C. no ve el capitalismo monopolista como lo que realmente es: el factor dominante del capitalismo en su etapa imperialista que, por añadidura, utiliza los instrumentos y los recursos del Estado para subordinar a sus intereses al conjunto de la economía.

Para F. C. ante el capitalismo monopolista de Estado desaparece prácticamente todo: el conjunto de la economía e, incluso, el Estado mismo. Una vez más es la visión mecanicista, estrecha, esquemática, de los problemas.

Todo marxista sabe que los monopolios son una superestructura cuya existencia no se concibe sino en función de la existencia de una base económica no monopolista.

El capitalismo monopolista, no sólo refuerza la explotación de los trabajadores, sino que con sus diversos instrumentos económicos y mediante la utilización de los del Estado, expolia al conjunto de clases y capas no monopolistas.

Aquí se encuentra la base objetiva de la posibilidad de la constitución de un amplio frente de fuerzas antimonopolistas.

Cuando nuestro Partido en su Programa, en el estudio de Juan Gómez sobre el Instituto Nacional de Industria y en otras muchas ocasiones, ha insistido con tanta fuerza en la importancia alcanzada por el desarrollo del capital monopolista y del capital monopolista de Estado en España, lo ha hecho siempre en marxista, señalando lo que todo ello representaba en la agudización de las contradicciones en nuestro país.

Es cierto que en España ese desarrollo ha ido, en ciertos aspectos, incluso más lejos que en los países más adelantados; pero eso sólo demuestra que la contradicción entre el capital monopolista y una base económica tan atrasada y dispersa como la nuestra, es mucho más aguda que en otras partes. La conclusión marxista, no es que nuestro capital monopolista sea más fuerte, sino que es infinitamente más vulnerable.

Si a todo ello añadimos que en el ejercicio de su hegemonía política nuestro capital monopolista ha tenido que recurrir a la dictadura fascista durante 25 años, se llega a la conclusión a que llegaba nuestro Partido desde 1956: la contradicción entre el capital monopolista y el conjunto de las fuerzas antimonopolistas se ha colocado en primer plano.

Precisamente por ello los problemas de la revolución democrática no se plantean hoy como en 1931-39. ¿Qué Mediterráneo viene a descubrirnos F. C.? ¿ Qué sentido tendría si no la política de Reconciliación Nacional defendida con tanto calor y esfuerzo por nuestro Partido desde aquella fecha?

F. C. recuerda la famosa frase de Lenin de que «el capitalismo monopolista de Estado es la preparación material más completa para el socialismo, su antesala»... para sacar la conclusión de que, dada la fuerza adquirida por el capitalismo monopolista de Estado en España tenemos que renunciar a realizar la revolución democrática porque ésta «crearía, de hecho, desde el primer momento, un sector socialista».

Sin perjuicio de que sobre esta cuestión se vuelve ampliamente en estas notas críticas al abordar las conclusiones políticas, queremos subrayar aquí el [38] carácter no marxista del esquema de F. C. que confunde, mezcla, embarulla, todos los problemas: las fuerzas productivas, el Estado como instrumento de dominación de determinadas clases y las relaciones de producción.

En la frase citada, la palabra «material» está subrayada por el propio Lenin {1 Véase: Lenin. - «La catástrofe que nos amenaza y cómo combatirla»; septiembre de 1917.} para no dejar ni un asomo de duda de que lo que quiere decir es que con el capitalismo monopolista de Estado, el carácter social de las fuerzas productivas ha llegado ya a la antesala del socialismo; pero en esa antesala pueden permanecer mucho tiempo si no intervienen las fuerzas sociales llamadas a cambiar el carácter del Estado. Lenin insiste una y otra vez en que el problema del Estado se ha transformado en el problema más agudo y llama a sustituir el Estado del capital monopolista por el Estado «democrático-revolucionario» que realice las transformaciones democráticas y liquide el poder económico de la aristocracia terrateniente y del capital monopolista. Esa sí sería la antesala del socialismo.

En esa obra de Lenin, verdadero ejemplo del marxismo creador, en la que se encuentran ya en germen –sin establecer comparaciones mecánicas entre situaciones concretas diferentes– los planteamientos actuales del movimiento comunista y de nuestra vía democrática, después de haber enumerado las medidas más radicales que podría tomar un Estado democrático-revolucionario (reforma agraria, nacionalización de la Banca y de los grandes monopolios, control obrero, &c.), dice:

«Ese Estado democrático-revolucionario... no sería todavía el socialismo, pero ya no sería el capitalismo. Representaría un paso gigantesco hacia el socialismo, un paso después del cual sería imposible, siempre y cuando que se mantuviese una democracia plena, tornar al capitalismo sin recurrir a una violencia inaudita sobre las masas». (Los subrayados son de Lenin).

Aquí tenemos toda la diferencia entre un planteamiento marxista-revolucionario y un planteamiento dogmático como el de F. C. según el cual no podemos realizar la revolución democrática porque, en las condiciones del capitalismo monopolista de Estado, eso representaría crear «de hecho, desde el primer momento, un sector socialista».