Filosofía en español 
Filosofía en español


J. Izcaray

El triunfo del hombre

II. La libertad

Cada año que pasa le es más difícil a lo burguesía negar que en la URSS y en las democracias populares el nivel de vida asciende, el bienestar de toda la población aumenta. Tan desacreditado estribillo queda para uso de los reaccionarios más necios entre los cuales Franco se lleva la palma. Los más avisados –el Papa con ellos– renunciando en este caso a la pretensión de querer tapar el sol con un dedo se esfuerzan por imbuir en las gentes la idea de que esa elevación del nivel de vida se realiza a costa de la libertad, a costa de la desaparición de los derechos del individuo y del pueblo. Así pretenden –pues la policía y el terror no les bastan para lograrlo– contener la poderosa atracción que el socialismo ejerce sobre los pueblos de los países capitalistas. En esta zona opaca de la Tierra millones y millones de hombres apagan su lámpara todas las noches pensando –más o menos lúcidamente– en una vida exenta de miseria y opresión. Y blandiendo armas y látigos en apoyo de su mentira de reciente cuño esos predicadores de la burguesía les gritan: Tal vez el socialismo os dé pan, pero os arrebatará la libertad. No hay libertad fuera de la democracia burguesa, más allá de este agonizante mundo nuestro.

En el titulado «mundo libre»

Veamos la cuestión con un poco de detenimiento. Lo primero que debemos plantearnos es lo siguiente: ¿Qué democracia es esa, qué libertad es esa? Tomémosla, para empezar, en lo que pudiéramos llamar –muy relativamente, desde luego– sus buenos tiempos, es decir en la época de la burguesía ascendente cuando esta, considerándose fuerte y arrastrando en pos de sí a amplias masas populares, no tenía miedo a su propia democracia y frente al feudalismo defendía las libertades democráticas burguesas como condición de su desarrollo y garantía de su dominación de clase. Los maestros del marxismo han advertido que si bien la democracia burguesa significó un gran progreso histórico respecto al feudalismo fue siempre una democracia hipócrita, angosta «paraíso para los ricos, trampa y engaño para los explotados, para los pobres», como dijo Lenin.

¿Es que pueder ser de otro modo en una sociedad donde los medios de producción y el poder son patrimonio de unos cuantos mientras el resto de los hombres no poseen otra cosa que sus manos, su saber o su arte, tres mercancías del mercado del dinero? En esa democracia la igualdad de derechos y de posibilidades para influir en la gobernación del Estado o cambiarla fue siempre una igualdad formal, de ningún modo efectivo. Para la burguesía, el poder económico y político, las escuelas y las imprentas, la policía y las bayonetas, todos los enormes resortes de coacción y propaganda. Con ellos encadena y amordaza, confunde y engaña. Para el proletariado y el pueblo, condiciones reales de existencia que, en lo que les concierne y en el mejor de los casos, restringen y desvirtúan en forma escandalosa el ejercicio de los derechos establecidos en las constituciones burguesas. La Historia demuestra que la democracia burguesa es en realidad una de las formas empleadas por la burguesía para ejercer su dictadura sobre los trabajadores y las masas populares. Y cuando los grandes capitalistas han considerado que por esos métodos les resultaba ya difícil mantener su dominación de clase han instaurado el fascismo. Así en Alemania, así en Italia y en otros países. Los españoles sabemos muy bien lo que daba de sí la legalidad de Cánovas y Romero Robledo, de Sagasta y Romanones, pisoteada, por otra parte sin miramiento al menor soplo del aire. Sabemos igualmente porque esa es todavía nuestra tragedia, que cuando las castas feudales y la gran burguesía española, aves de presa enmaridadas sobre las entrañas del pueblo, se sintieron amenazadas no vacilaron en demoler España para entronizar sobre sus ruinas un régimen fascista-clerical, el más cruel y vergonzoso de su historia,tan pródiga en tiranías.

España vive bajo un régimen fascista –se dirá– y no puede servir de ejemplo cuando se habla de la democracia burguesa. Hay países burgueses y democráticos. Bien. Hablemos de ellos, en primer lugar de Estados Unidos. Las numerosas restricciones en vigor privan de sus derechos electorales a 20 millones de norteamericanos. Dejemos a un lado las terribles discriminaciones raciales que en realidad despojan a los hombres de color de todo derecho. Digamos queden dieciocho Estados el derecho electoral es limitado por el grado de instrucción en otros se han decretado impuestos electorales en realidad prohibitivos para los trabajadores; en otros el derecho a votar está condicionado por los bienes, por la fortuna. Mas nada de esto con ser tan grave da idea cabal de lo que es realmente esa democracia modelo… modelo como las cárceles de hierro y cemento. Lo que a un hombre sensato le da la medida de esa democracia es el poder de los trusts, el poder del dinero, más omnímodo y cínico en ese país que en ningún otro del mundo capitalista. Democracia para los monopolios, para los Rockefeller y los Morgan no para el mister Smith de la calle que envejece trabajando en cadena, recontando sus centavos y saliendo periódicamente de un período de paro para caer poco después en otro. Régimen del dólar en pleno proceso de fascistización. Decenas de dirigentes comunistas son arrojados a las prisiones.¿Su delito? Profesar la ideología marxismo-leninismo. No hay otro marco de a democracia burguesa, numerosos ríos yanquis. Por menos, por haber manifestado ideas perfectamente encuadradas en el marco de la democracia burguesa, numerosos ciudadanos son interrogados y perseguidos por esas comisiones de investigación que son cada una un Santo Oficio a la americana. Centenares de funcionarios e intelectuales son expulsados de sus empleos y a veces encarcelados no ya por sustentar ideas progresivas sino simplemente por considerárseles susceptibles de a ser ganados por ellas algún día. Y ya han comenzado los expurgos y piras de libros. El maccarthysmo no es un accidente ni un ataque de locura que aqueja al siniestro individuo que la dada nombre nuevo a prácticas ya viejas aunque últimamente acentuadas. El maccarthysmo responde a un clima, a una política, a unos fines. Es en realidad una de las formas que adquiere la fascitización de la llamada democracia norteamericana y uno de tos instrumentos de esa fascistización.

Nueva demostración de lo que decimos: en su reciente mensaje anual al Congreso de Estados Unidos Eisenhower ha recomendado a aquel, entre alaridos de entusiasmo de sus componentes, que vote una parodia de ley por la cual pueda despojarse de su nacionalidad –es decir de lo que es patrimonio del hombre desde que nace– a los norteamericanos acusados de «preconizar un cambio de gobierno por la fuerza». La experiencia de Ios inicuos procesos amañados contra los dirigentes comunistas prueba suficientemente que para los inquisidores del dólar sustentar ideas marxistas u opiniones progresivas equivale a preconizar un cambio de gobierno por la fuerza. Sin pérdida de tiempo ha sido presentado un proyecto de «ley» en tal sentido. No son sólo los comunistas sino todos Ios ciudadanos norteamericanos progresivos o simplemente partidarios de la paz los amenazados por tal iniquidad que se brinda como ejemplo a los satélites de los imperialistas yanquis. Ni el fascismo alemán osó –por lo menos en la forma– llegar tan lejos. Si Washington –que terminó con la opresión colonial británica por la fuerza– o Lincoln vivieran, los veríamos desposeídos, de la nacionalidad norteamericana por esos siniestros sucesores de Hitler.

En su periodo agónico, execrado por la mayoría de los hombres, el capitalismo no puede sostenerse sino es redoblando su violencia y multiplicando engaños y trampas. Por eso, en todas partes la burguesía restringe y falsea hasta términos que en otro tiempo hubieran parecido inimaginables las normas tradicionales de su propia democracia, de su propia legalidad. En Francia, en Italia, en Alemania occidental, imperio recobrado por el último de los Krupp, una medida de fascitización sucede a otra. Mas como el terror no basta, nuevas leyes electorales emparentamientos y compadrazgos que van desde la reacción fascista a la socialdemocracia arrebatan las actas a los Partidos Comunistas y progresivos y dejan las elecciones reducidas a un ingenioso e impúdico juego según el cual quien gana pierde. Un ejemplo entre tantos. En las últimas elecciones legislativas francesas el Partido Comunista, con 5.038.693 votos en la metrópoli obtuvo 97 actas de diputado. El Partido Socialista con 2.704.215 votos, obtuvo 94 y el M.R.P. con 2.353.475 votos, 83. El antiguo liberalismo burgués hoy no es más que un recuerdo. En los países burgueses, la libertad y los derechos de la persona humana son un monopolio mas de los capitalistas. Para estos ese noble concepto –libertad– quiere decir libertad de empresa, libertad para explotar, y oprimir a los demás hombres, para apropiarse el fruto de trabajo de estos. Para los imperialistas yanquis libertad quiere decir libertad omnímoda para dominar y saquear a los demás pueblos. Con claros fines de dominación mundial, preparan la guerra. Una guerra contra la, libertad de hombres y naciones. En la preparación ideológica de la siniestra cruzada, coreados por sus Quislings y flanqueados por la socialdemocracia y el Vaticano, los imperialistas yanquis han bautizado su mundo negro con él nombre de «mundo libre». Para definir la naturaleza de ese mundo bastaría recordar que el franquismo acaba de ser solemnemente incluido en él.

La libertad verdadera

Los más feroces representantes de ese mundo que se cae a pedazos –hasta Franco, asesino de todas las libertades de España y de los españoles se ha sumado al desconcierto– charlan por los codos sobre la libertad y los derechos de Ia persona humana en el intento –cada día que pasa más desesperado– de aparecer como sus defensores. Divagan acerca de la libertad retorciendo falseando, deformando el concepto cuanto les es posible, envolviéndole por todas partes en nebulosidades metafísicas. ¡Que los hombres no sepan en qué consiste la libertad ni cómo puede alcanzarse! Y si con prestidigitaciones de ideas es posible hacer creer a los esclavos que son libres o que la libertad no es de este mundo ¡tanto mejor! De una forma o de otra se intenta contenerlos en su lucha por la libertad verdadera.

Intentemos introducir alguna luz en tan espesa niebla.

Es sabido que en términos generales la libertad se define dialécticamente como conocimiento o como comprensión de una necesidad y como poder sobre esa necesidad. «La libertad –dijo Engels en el Anti-Duhring– no está en una independencia ilusoria con relación a las leyes de la naturaleza, sino en el conocimiento de esas leyes y en la posibilidad por lo tanto de ponerlas en obra metódicamente para fines determinados. Eso es verdad tanto en lo que se refiere a las leyes de la naturaleza exterior como a las que rigen la existencia física y psíquica del hombre mismo dos clases de leyes que podemos separar todo lo más en su representación pero no en la realidad. La libertad de la voluntad no significa, pues, otra cosa que la facultad de decidir con conocimiento de causa». Y tras añadir que la libertad es un producto del desarrollo histórico y que en definitiva cada progreso de la civilización ha sido un paso hacia la libertad, Engels nos habla de las modernas fuerzas de producción que permiten al hombre conquistar un estado social, edificar una organización social, sin diferencias de clase, única en la cual puede hablarse de una libertad humana verdadera.

La metafísica se pregunta si el hombre es por naturaleza libre o no. Si la libertad del hombre, en términos absolutos, abstracción hecha en la sociedad en la que vive, es posible o no. Los marxistas nos planteamos cómo hacer al hombre más libre en un momento histórico determinado, cómo romper las cadenas que le atan en su ascensión hacía las cimas de la libertad, que impiden el desarrollo de todas sus capacidades físicas y espirituales. Así, nuestra teoría de la libertad es al mismo tiempo un instrumento de la liberación del hombre.

Sin libertad económica no existe verdadera libertad política, verdadera libertad individual. Al terminar con la esclavitud capitalista, al terminar con la explotación del hombre por el hombre, Revolución Socialista de Octubre ha dado al hombre una libertad real sin la cual no es posible su liberación de la necesidad, de la coacción, de la ignorancia, &c. Así, en 1936, mostrándole la evidencia soviética Stalin podía responder a Roy Howard: «Nosotros no hemos construido esta sociedad para asfixiar la libertad individual sino, al contrario, para que la persona humana se sienta realmente libre. La hemos construido por amor a la libertad individual, a una libertad sin comillas. Me es difícil imaginarme cuál puede ser la «libertad individual» para el parado hambriento que no encentra utilización a su trabajo. La verdadera libertad sólo existe allí donde la explotación es aplastada, allí donde no existe la opresión de los unos por los otros, allí donde no existen el paro y la indigencia, allí donde el hombre no teme perder al al día siguiente su trabajo,su techo y su pan. Sólo en una sociedad de esa clase es posible la libertad verdadera y no la libertad sobre el papel; la libertad individual así como toda otra libertad».

La Revolución Socialista de Octubre ha creado por primera vez en la Historia de la Humanidad una democracia efectiva para los explotados, para todo el pueblo; los medios de producción no pertenecen a una minoría de explotadores; son propiedad socialista. El Poder político es ejercido por la clase obrera, en íntima alianza con los campesinos. A través de los Soviets todo el pueblo interviene en las cuestiones de Estado, grandes y pequeñas, en la gobernación del Estado. En ningún régimen anterior tuvo el pueblo –no existe ningún parangón posible—tan amplios derechos democráticos. La constitución soviética no enumera derechos nominales; en gran parte ilusorios a la hora de la práctica como ocurre en las constituciones burguesas. Registra conquistas, realizaciones: derecho al trabado, al descanso, a la instrucción, a la seguridad material en la vejez, a ser atendido convenientemente en la enfermedad.

En la URSS son verdaderos, efectivos para todos los ciudadanos los derechos de reunión, de organización, la inviolabilidad de la persona y del domicilio. Son efectivas la libertad de palabra y de prensa. ¿Por qué? Porque igual que lo decisivo –los medios de producción– está en manos del pueblo, en sus manos están los periódicos, las editoriales, el cine, la radio, todos esos grandes medios para expresar ideas y que en los países capitalistas son en la práctica un monopolio de la gran burguesía

Igualdad efectiva de derechos para los hombres, igualdad efectiva de derechos para los diferentes pueblos y nacionalidades que pueblan la URSS. Ese es uno de los rasqos característicos de la democracia y del Estado multinacional soviéticos.

En esta espléndida democracia soviética se inspiran los países de democracia popular en la construcción de una sociedad socialista.

Los señores de los trusts; los opresores de los pueblos, los que de una forma o de otra han ejercido siempre la dictadura sobre aquellos, claman con sus mejores trémolos: ¡Pero en la URSS hay dictadura! Sí, la dictadura del proletariado. Y los regímenes de democracia popular son la forma que en estos países, liberados del imperialismo, adquiere la dictadura del proletariado. Mas ¿qué clase de dictadura es esta? Es dictadura contra los restos de las clases explotadoras desposeídas. Es como toda la realidad y el implacable contraste de la Historia demuestra la democracia más amplia, más efectiva, que han conocido los tiempos, para los obreros, los campesinos, los intelectuales, para el conjunto, en fin, del pueblo trabajador. La dictadura del proletariado es el instrumento imprescindible –con una forma y otra– para construir una gran democracia, para liberar al hombre. ¿Es que sin dictadura del proletariado hubiera podido la URSS hacer frente a los embates de la reacción, a la intervención extranjera, a las maquinaciones y complots de toda laya organizados por el imperialismo para hacer volver a los pueblos soviéticos a la esclavitud anterior? ¿Es que las democracias populares podrían desbaratar la permanente conjura de la gran burguesía y de las castas feudales, más furiosas al perder su poder? Es que podrían hacer frente con éxito a los ataques del imperialismo que, de consuno con esta burguesía y esas castas indígenas, no retrocede ante ningún crimen contra los países que se han liberado de su opresión? ¿Mas qué vemos, pese a la violencia y a la perfidia de esos ataques, de ese cómplot permanente que tantos riegos crea a las democracias populares y a los ciudadanos de esos países? Vemos que en ellos el pueblo goza de una libertad inconcebible en un aís capitalista, vemos que toda la vida de esos regímenes se asienta firmemente en el respeto más escrupuloso a la legalidad socialista, a los derechos de los ciudadanos inscritos en sus constituciones. Hecho nuevo en la Historia: en la URSS y en las democracias populares, por eminente que sea el puesto que un hombre ocupe, quienquiera que sea, si viola la ley es castigado por la justicia socialista en la proporción que tal violación requiera.

«La burguesía –dijo Lenin– no considera que un Estado es fuerte más que cuando este, empleando toda la potencia del aparato gubernamental, puede hacer marchar a las masas como lo entienden los gobernantes burguesas. Nuestra concepción de la fuerza es diferente. Para nosotros, lo que hace la fuerza de un Estado es la conciencia de las masas. El Estado es fuerte cuando las masas tienen conocimiento de todo, pueden juzgar acerca de todo y lo hacen todo conscientemente»…

Ahí reside la principal fuente de la fuerza, de la indestructible fuerza del régimen soviético. De esa cantera extraen la suya los regímenes de democracia popular que construyen el socialismo y la inmensa China liberada.

Toda la Historia de la URSS –treinta y seis años de una nueva Era– confirma plenamente que cuando los hombres, tras derribar el capitalismo, establecen su propia organización social sin explotadores ni explotados, convierten por primera vez en dueños de su trabajo y de los frutos de su trabajo, en dueños de los bienes que crea la sociedad, en dueños de su propio destino, y abren posibilidades inmensas al desarrollo de todas las capacidades físicas y espirituales de la persona humana como veremos más adelante en otras de estas elementales notas sobre el gran tema de nuestro tiempo: el comunismo , y el hombre.

Construido el socialismo la tarea que se asignan el Partido Comunista de la Unión Soviética y el pueblo soviético consiste en pasar gradualmente del socialismo al comunismo o segunda fase de la sociedad comunista. Un día, los pueblos todos habrán edificado esa sociedad feliz. Y en la Tierra entera los hombres proclamarán con Enqels, plenamente, gloriosamente, que la Humanidad ha pasado «del reino de la necesidad al reino de la libertad».

Esta es la libertad que el comunismo ofrece al hombre. Esta es la libertad que hoy ya están construyendo con sus propias manos centenares de millones de seres. Desde la sima en que España ha sido sepultada esa libertad podrá parecer un sueño. Pero en muchos aspectos el comunismo es eso: la realización de los más altos sueños de los hombres. Y todo se andará en la sedienta tierra española. El hombre ha vencido a la noche forjando la luz en la tiniebla.

Mas que tengamos esa radiante libertad por norte no significa que a los comunistas nos sean indiferentes las libertades democrático-burguesas, abandonadas, pisoteadas por la burguesía de nuestro tiempo. Muy al contrario, estamos, como todos los pueblos de los países capitalistas, vitalmente interesados en su salvaguardia y desarrollo allí donde, aunque recortabas, perduran, y en su rescate allí donde, como ocurre en España, han sido arrasadas por el fascismo. Porque las libertades democrático-burguesas hacen menos dura la situación de los trabajadores, de los intelectuales, del pueblo todo bajo el capitalismo. Y porque en definitiva solo llevando, hasta el fin la revolución democrática podrán la clase obrera y el pueblo español arribar al socialismo. Con todo nuestro pueblo los comunistas españoles luchamos hoy por recobrar esas libertades. Eso es lo que corresponde a esta etapa.

El camino de la liberación del hombre es un camino largo y penoso. En cada momento histórico se cubre un trecho de él. Es un camino por el cual se avanza merced al esfuerzo de todos los días.