Manuel Vicent
Izquierda y derecha de los intelectuales
Los progresistas suelen definir a Dios como intelectual de izquierdas. Se trata de una sutileza muy expresiva que nos ha llegado de Francia. En cambio, nuestras reaccionarios sólo definen las cosas actuando, pero ellos tienen la vaga idea de que Dios es algo así como don Cándido Nocedal, sólo que mucho más listo. Estas son dos posturas extremas, que por supuesto incluyen la ecléctica: la de aquellos que conciben a Dios operando en la zona centro. Aunque, claro está, esto sólo lo dicen algunos predicadores llenos de buena voluntad.
Ahora, si dejáramos de tomar el nombre de Dios en vano, se podría rebajar el nivel de la cuestión a preguntarnos en qué bando milita la inteligencia; dicho de otro modo, si un intelectual puede ser realmente de derechas. La respuesta, simplificando, tendría que ser negativa. No puede ser de derechas porque intelectual es un modo de ser y de hacer oficio de la razón, la cual constituye ciertamente una potencia revolucionaria. Los que suelen pasar por intelectuales de derecha no son sino eruditos, y ya se sabe que los eruditos hacen erudición; no usan la inteligencia en una postura conflictiva ante la naturaleza y el hombre, sino que se sirven de ella sólo cuando necesitan razonar su propio pesimismo. El intelectual no puede ser de derechas porque la derecha se apoya en valores irracionales; anda a caballo entre el Derecho Romano, el miedo a desaparecer y el concepto de naturaleza caída. Sin embargo, esto dicho así literariamente carece de importancia, porque ya se sabe que la literatura es materia inocente.
Izquierda y derecha de los escritores
Lo que referido a intelectuales resulta más claro por razones de principio, pasado al mundo de la literatura se pierde como siempre en espirales. Sin embargo, se puede descubrir cuándo un escritor es de derechas o de izquierdas por su respectiva fe en la fuente de su creación. Existen dos teorías contrarias que tratan de explicar las motivaciones del escritor, el porqué este extraño sujeto tiene necesidad de coger la pluma y expresarse. Son éstas: teoría de la inspiración y teoría de la determinación social.
La inspiración, que también recibe los nombres de musa, estro, rapto, numen…, vendría a ser una especie de don gratuito, involuntario y superior. Según esto, el escritor es un ente pasivo cuyo oficio se reduce a esperar humildemente a ser fecundado por esa incorpórea visita, que puede bajar de los aledaños del olimpo incluso a horas intempestivas. Pongamos las cuatro de la mañana. Pues bien; son de derechas todos los escritores que consciente o inconscientemente esperan esa visita e ignoran que la musa no viene de fuera, sino que la poseen dentro. Es su propia alienación la que los hace creer en el arte por el arte, en el personaje ungido y en la gloria literaria y que los reduce a fabricar una literatura de pijama, a puerta cerrada y con elaboraciones de Gabinete. Por otra parte, es muy difícil objetar que esta teoría de la inspiración tuvo grandes éxitos en el pasado. Pero como dice Camus «en las galeras siempre se podía cantar a las estrellas mientras los forzados remaban».
Frente a la teoría de la inspiración existe otra para la cual la musa no se presenta de forma caprichosa y alada, sino que aparece con la sola voluntad de descorrer los visillos y mirar a la calle. Según esto, la inspiración no es otra cosa que los demás, la sociedad que está ahí rodeando e impregnando al escritor. Esta determinación social es hoy un hecho apenas discutido y aceptarlo conscientemente ya significa un compromiso. Este compromiso es aceptado conscientemente por los escritores de izquierda.
El compromiso del escritor
Hoy se habla de literatura comprometida, de escritores comprometidos. Pero significa casi exclusivamente un compromiso político, ponerse al servicio de ideas de cualquier color, lo que, a mi juicio, no es sólo superficial, sino esterilizante. Realmente el escritor debe estar comprometido con un mundo más ancho y profundo que el de la política. Albert Camus lo dejó dicho y muy bien por cierto: el escritor no debe de estar al servicio de los que hacen la historia, sino al servicio de los que la sufren. Ser escritor más que un oficio es una pasión total que debe ofrecer a la sociedad de un modo revulsivo y epatante para sacudirla. Esta es la verdadera postura del escritor de izquierdas. Porque el compromiso político, aunque sea a una política revolucionaria, en el fondo no pasa de ser un conservadurismo.