Filosofía en español 
Filosofía en español


José Ingenieros

Filosofía de la argentinidad

La cultura humana varía de siglo en siglo, emigrando de uno a otro clima y de raza en raza. Los problemas, las inquietudes, los ensueños y los ideales son hablados, por cada época, en un nuevo idioma. Las razas viejas, y sus filósofos, tienen ya sus idiomas enmohecidos y siguen rumiando en ellos; las nuevas, que aún no tienen definido uno propio, aprenden a soñar en el de su época. En la continuidad de la reflexión humana sobre los grandes problemas, las razas viejas, que no consiguen aprender el verbo nuevo, –y si lo hablan no dejan de conservar el acento originario,– van pasando la antorcha simbólica a las razas jóvenes que se lo apropian completamente y en él expresan los balbuceos de su pensar.

Ninguna sociedad humana ha conservado perennemente la hegemonía de la cultura. La historia de la filosofía mira al soslayo las civilizaciones primitivas, toma grandes nombres en Oriente, se detiene en Grecia, se distrae en Roma, se apaga en las teologías medievales, renace en Italia, divaga en Francia, pasea por Inglaterra, revolotea en Alemania, se emulsiona en la homogénea Europa actual y apunta en Estados Unidos: con el cetro de la civilización recogen éstos la antorcha del pensar. Su raza en formación encuentra un “sentido nuevo” a los problemas filosóficos: con Emerson la religión naturalista del ideal moral, y con James la adaptación de la verdad en función de su tiempo.

Hierve también una raza, distinta de ella, en el crisol de esta América; su más robusto núcleo cultural es la Argentina. Cuando haya perfilado su personalidad, ¿por qué no dará algún “sentido nuevo” al pensamiento humano? En nuestra raza no han arraigado gérmenes seniles; sus manos están libres para, en la hora oportuna, asir la antorcha de la cultura venidera.

Cuando lleguemos a contar un filósofo, habrá en su doctrina, a no dudarlo, algo nuevo y autóctono: la “argentinidad”. No quiere esto decir que todo pueda ser original en la obra de un verdadero filósofo: pero cada raza, al constituir su mentalidad, impone un ritmo propio a la común sabiduría de su evo. Por eso decimos: la “argentinidad” es el sentido nuevo que la raza naciente en esta parte del mundo podrá imprimir a la experiencia y a los ideales humanos.

La nacionalidad argentina se está constituyendo como producto de causas distintas de las que determinaron la formación de las naciones orientales y europeas: otro es el medio y otra es la amalgama inicial. La naturaleza, los elementos étnicos refundidos en nueva raza, los orígenes de su cultura, la evolución de los ideales directivos, todo lo que converge a caracterizar una mentalidad nacional, difiere en mucha parte de los modelos conocidos. Por eso la renovación de las ideas generales –incesante en la humanidad, aunque distinta en cada punto del espacio o momento del tiempo– se operará entre nosotros con diversos acentos que en las naciones formadas o dirigidas por tradiciones que no son las nuestras.

No implica ello que la Argentina carezca de tradición cultural; significa que la existente es pequeña. Y si esto puede ser motivo para no envanecernos del pasado, como acostumbran los decrépitos sin esperanza de porvenir, bien podría serlo de regocijo: es de óptimo presagio para un mañana inminente. Nos faltan el ancla de las malas rutinas y el vicio dialéctico medioeval, que pesan tanto como honran a las naciones que están por cerrar su cielo en la historia humana; tenemos, en cambio, el pie ligero para encaminarnos hacia eras nuevas y ocupar un puesto de avanzada en la cultura humana, que los siglos renuevan sin descanso.

No tendremos el trabajo de olvidar: lucha agotadora para los que viven del recuerdo. De la experiencia científica contemporánea tomaremos lo que sirva, todo lo que sirva, desechando sin lástima cualquiera filtración del pasado teológico que la contradiga; lo que sea futuro, en el mundo de la experiencia y del ideal, podremos sembrarlo en nuestra virgen mentalidad, libre de ideales muertos que nos impidan sembrar ideales vivos.

Cuando esa hora llegue –que llegará, en años o en siglos– nuestra nacionalidad tendrá un pensamiento propio e inconfundible. Y será su filósofo aquel genio que exprese el sentido nuevo de los problemas que siempre estuvieron implicados en toda filosofía. De la vida argentina saldrán ideas e ideales que constituirán una fórmula nueva de la cultura humana: la argentinidad.

José Ingenieros.