Filosofía en español 
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...un solo mundo

Cuba y América latina

• Fidel Castro, Discurso en el X aniversario del asalto al Palacio presidencial. 13 de marzo de 1967
• Ernesto “Che” Guevara, Crear dos, tres... muchos Viet-Nam, es la consigna
• Regis Debray, La enseñanza esencial del presente

Ramón Bulnes y Antonio Vargas

Presentación

La lucha por el socialismo es una lucha internacional. Es éste un principio que Cuadernos de Ruedo ibérico asume, con el que pretende ser consecuente. Pero la simplicidad de este principio programático encubre hoy una dolorosa realidad: para todos es evidente la crisis por la que está pasando el movimiento revolucionario a escala internacional y la necesidad, ante esta crisis, de un replanteamiento y radical aplicación del internacionalismo revolucionario. Creemos también que este replanteamiento debe llevamos mas allá de la actitud obediente a un Estado-guía, o de la posición “neutralista” que busca una equidistancia cómoda entre Moscú y Pekín.

En este importantísimo esfuerzo revolucionario, Cuba es uno de los países socialistas que más está aportando. La importancia de la “experiencia cubana” no se encuentra sólo en la originalidad de su modelo socialista en construcción, sino también en las opciones fundamentales de su política internacional. Resumiendo estas opciones tendríamos que considerar dos líneas maestras:

a) Independencia dentro del campo socialista. “...Esta Revolución [la cubana] seguirá su camino, esta Revolución seguirá su línea propia, esta Revolución no será jamás satélite de nadie, incondicional de nadie, ni pedirá jamás permiso a nadie para mantener su postura en lo ideológico, en lo interno y en lo externo...”{1} Esta afirmación de Fidel se ve confirmada por los hechos, pues los revolucionarios cubanos no se paran en barras cuando estiman necesario recordar a la República Popular China –incidente a propósito de los envíos de arroz– o a la Unión Soviética –críticas a los acuerdos económicos con los gobiernos latinoamericanos títeres de Washington– que, en el interior del bloque socialista, todos los países, sea cual sea su talla o su potencia militar, tienen derecho al mismo respeto y a la misma independencia para poder fijar su política interna y que, igualmente, a la hora de fijar una estrategia común en política internacional –y la política comercial –¿habrá que recordárselo a marxistas?– forma parte de la política internacional–, ningún país socialista, ningún partido comunista, tiene derecho de confundir por decisión unilateral sus intereses con los intereses del socialismo.

b) Fidelidad a los principios del internacionalismo revolucionario. Esta fidelidad se expresa en la actitud cubana ante la agresión imperialista contra el Vietnam, pero también, y de un modo no menos visible, en la posición cubana respecto a la lucha de liberación en América latina.

“La solidaridad del mundo progresista para con el pueblo de Vietnam semeja a la amarga ironía que significa para los gladiadores del circo [84] romano el estímulo de la plebe. No de trata de desear éxitos al agredido, sino de correr su misma suerte; acompañarlo a la muerte o la victoria.”{2}

Estas afirmaciones del Che, en lo que tienen de crítica a la solidaridad platónica y en lo que tienen de programa para una solidaridad efectiva, resumen la práctica cubana. La consigna es crear nuevos Vietnam –por supuesto que allí donde pueden ser creados, no se trata de animar a los revolucionarios londinenses a organizar un foco guerrillero en Hyde Park–; hay que obligar al imperialismo a dispersar sus fuerzas, hay que acosarlo para agudizar las contradicciones que ya empiezan a manifestarse en su propia retaguardia.

Pero no nos hagamos ilusiones; para nosotros, para los que querámoslo o no estamos inmersos –a veces cómodamente inmersos– en la retaguardia misma del imperialismo, para nosotros también hay trabajo. Nuestra tarea consiste en sostener políticamente al Vietnam, a Cuba, a Venezuela, a Guatemala y a cuantos pueblos, hoy o mañana, luchen por su libertad. Nuestra tarea consiste en acelerar por los medios a nuestro alcance la liquidación definitiva del imperialismo. Tenemos, puesto que la lucha con las armas en la mano nos está vedada en la mayor parte de los casos, que seguir la lucha en los niveles en que podemos. El ideológico, por ejemplo. El ideológico, que es político –como el militar, pero con otros medios–, y así contribuir a que sean conocidas las tesis del pueblo vietnamita –los tan traídos y llevados como poco conocidos “cuatro y cinco puntos” de la República Democrática del Vietnam y del FNL, único representante del pueblo del Vietnam del Sur– y a que el convencimiento de la invencibilidad de los pueblos que luchan por la libertad llegue a todos los rincones de los países en los que gobierna el imperialismo.{3}

En esta línea se sitúa la acción de Régis Debray, joven intelectual francés que en su libro Revolución en la Revolución{4} –cuyo capítulo “La enseñanza esencial del presente” publicamos en este número– trata de ofrecer una visión sistemática de la posición cubana sobre los procesos revolucionarios en América latina. De todos es sabida la suerte que la dictadura militar de Barrientos pretende hacer correr a Debray. Histerizado contra Cuba, como todos los gobiernos latinoamericanos vendidos a Washington, el gobierno boliviano ha visto la ocasión de infligir un duro golpe a los cubanos a través de este profesor de filosofía francés, amigo de Fidel Castro y autor de un libro en el que defiende las tesis cubanas, al que acusa, contra toda evidencia y contra lo expresado por el mismo Debray en sus análisis de la guerra de guerrilla, de ser “comisario político” de los guerrilleros. Debray, según todo parece probarlo, ha sido entregado a la CIA para ser interrogado. [85]

Tenemos, pues, que seguir luchando –y en ello Debray no es sino un ejemplo más que la desgraciada circunstancia de su detención ha hecho particularmente visible– contra ese pacifismo estúpido –tan estúpido como un tratamiento sintomático en medicina, que oculta los efectos sin atacar las causas–, para el que la guerra declarada, abiertamente reconocida por los que la hacen, es un mal absoluto, contra ese pacifismo que no se da cuenta, o no quiere dársela, de que la guerra no es un conflicto, sino el indicio de un conflicto; tenemos que seguir luchando contra ese pacifismo que no se da cuenta de que el mal contra el que luchamos los que nos llamamos de izquierdas, o marxistas, o comunistas, es la explotación del hombre por el hombre, la explotación del hombre que trabaja por el hombre que detenta los medios indispensables para el trabajo y sin los cuales no se puede “ganar el pan”.

Si para hacer desaparecer ese estado de explotación fuera necesario discutir largamente con los que pretenden prolongarlo –como dicen creer los defensores de la “paz democrática”– lo haríamos; si fuera necesario hacer penitencia y rezarle a la virgen de Fátima –como pretende Pablo VI– lo haríamos. Pero resulta que lo que hay que hacer es luchar, y por eso expresamos nuestra solidaridad con los pueblos que luchan, y queremos que se sepa por qué luchan, porque es lo mismo por lo que nosotros luchamos. Por eso hoy hablamos de Cuba.

París, 4 de junio de 1967.
Ramón Bulnes [= Ignacio Quintana Pedrós]
Antonio Vargas [= Antonio Linares]

{1} Fidel Castro, Discurso del 13 de marzo de 1967 que resumimos a continuación.

{2} Ernesto “Che” Guevara, Crear dos, tres... muchos Vietnam es la consigna, Editado por el Secretariado Ejecutivo de la Organización de Solidaridad de los Pueblos de Africa, Asia y América latina, La Habana, abril de 1967, reproducido a continuación.

{3} Véase el número 6 de Cuadernos de Ruedo ibérico.

{4} La Habana, Casa de las Américas, 1967.