La Censura. Revista mensual
Madrid, junio de 1850
año VI, número 72
páginas 575-576

Política

322

Propaganda democrática

Instrucción política del pueblo. Derrota de los viejos partidos políticos: Deberes y porvenir de la democracia española; por Fernando Garrido: un cuaderno en 8º

El título de este escrito descubre perfectamente su objeto, que es predicar la virtud, eficacia y excelencia de la república social o casi social valiéndose de la denominación de partido democrático por no espantar a ciertos oídos moderados. El señor Garrido quiere probar que todos los partidos antiguos han gobernado mal y en perjuicio de la comunidad y no podían menos de hacerlo así, porque no representaban mas que los intereses de una sola clase, y que su partido, es decir, el republicano, es el único que cuenta con todas las condiciones necesarias para hacer dichosa a la sociedad entera mediante el imponderable específico expresado por las mágicas palabras de libertad, igualdad, fraternidad. Ahí está para responder la Francia por segunda vez republicana, y nunca más oprimida, ni más abatida, ni más empobrecida, ni más agobiada de males que cuando ha vivido bajo el cacareado régimen republicano. Se dirá que la causa es por haber impedido que éste se desarrolle completamente bajo todos aspectos. Esa es la cantinela de todos los teoristas sistemáticos, de todos los Sangredos así médicos como políticos. ¿Por qué se le morían los enfermos al doctor de Valladolid, cuya terapéutica consistía en el uso de la lanceta y la propinación de agua caliente? Porque no habían bebido suficiente dosis de esta, ni se les había evacuado bien la vena. Lo mismo los pueblos sometidos al régimen constitucional monárquico o republicano: si no prosperan, si no alcanzan las ventajas prometidas, es porque se ha comprimido el espíritu público, porque no se han desarrollado todas las libertades, porque el pueblo no ha sido instruido, ni se le ha dado participación en la cosa pública, porque... Vaciedades, charlatanería o mas bien pueriles y risibles excusas con que tratan de cohonestar su impotencia los audaces reformadores, los desapiadados traficantes de sangre humana, que a trueque de enriquecerse ellos y encaramarse al puesto más alto y dominar y ser tiranos con gorro frigio o toga consular no temen minar hasta los cimientos la sociedad civil y sacrificar una o más generaciones.

Creemos bastante sensatos y escarmentados a los españoles para que vayan a hacer caso de las manoseadas prédicas de nuestros republicanos vergonzantes, serviles imitadores de la chusma de Francia; sin embargo como la anarquía intelectual se ha introducido ya en algunas cabezas y como los jóvenes sobre todo por su fogosidad e inexperiencia se hallan dispuestos a aceptar las teorías más descabelladas, nos parece que el gobierno no debía de consentir la publicación y propagación de esos folletos republicanos, en que se prepara el terreno y se influye la opinión para dar el golpe seguro en ocasión oportuna. Bien pueden abrir el ojo todos los gobiernos a vista de lo que está pasando en la infortunada Francia: si el gobierno de la restauración no hubiera consentido desde el principio la propagación de las doctrinas anárquicas y antireligiosas, ni habría caído la dinastía legítima, ni hoy se viera el reino cristianísimo tan próximo a ser sumergido en la barbarie.

A más del peligro que ofrecen en su tendencia las doctrinas de este opúsculo, debemos notar la malicia particular de algunos pasajes.

En la página 15 se dice que los reyes de la edad media se volvían contra el principio democrático apoyados en la iglesia, que fue también democrática en la más lata acepción de la palabra en los tiempos de su infancia, cuando necesitaba el auxilio de] pueblo. Esta proposición es falsa y ofensiva a la iglesia, si por ella se quiere dar a entender que esta favoreció los intereses del pueblo mientras necesitó halagarle y captarse su gracia, y después le abandonó y le oprimió o coadyuvó a su opresión. La iglesia en sus doctrinas e instituciones, en su espíritu y en sus leyes ha sido siempre la protectora del derecho de todos y el mas firme antemural contra la opresión y la tiranía; pero también ha sido el dique más fuerte en que se han estrellado las olas de la revolución y de la anarquía.

Leemos en la página 28:

«Y si cuando llegue la hora en que la patria y la libertad amenazadas por el elemento aun vivo de la santa alianza, necesitan el sacrificio de un Leónidas, ofrécele ciento: si él presenta una cicuta, alarguen cien Sócrates la mano para llevarla a la boca; encuentre cien Brutos cada Cesar, &c.»

Así piensan los hombres de la fraternidad.

En la página 29 nos anuncia el autor del opúsculo que con el triunfo de sus doctrinas aparecerá un mundo nuevo rico, justo, feliz, &c. Falso; el mundo no será nunca justo y feliz y mucho menos bajo el influjo de las doctrinas anárquicas, destructivas de toda justicia y de la posible felicidad en este mundo, llamado con razón tierra de peregrinación y valle de lágrimas.

Por último en la página 30 hablando del porvenir radiante y feliz que se presenta para cuando triunfen las tales doctrinas, hay esta proposición:

«Los hombres tocados por la mano de Dios en el corazón elevan el grito santo de fraternidad y continúan la obra de Cristo.»

Esta proposición, atendidas las doctrinas de los modernos republicanos, tan novatores en religión como en política, es falsa, temeraria y blasfema, ofensiva de los oídos piadosos, errónea e inductiva de error. Ningún hombre (y menos que todos los enemigos de la religión y de la sociedad humana) ningún hombre continúa la obra de Cristo, ya se signifique por estas palabras que los revolucionarios con sus planes de trastorno y destrucción son obreros que prosiguen la obra empezada por el Verbo humanado, ya se quiera dar a entender (como inducen a sospechar los antecedentes de estos nuevos sectarios) que ellos acaban, perfeccionan y dan la última mano a lo que dejara imperfecto y como en embrión el Unigénito del Padre.

 


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Fernando Garrido
La Censura
1850-1859
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