Filosofía en español 
Filosofía en español


Prólogo

En una obra periódica solo el primer prólogo parece oportuno, porque se dan en él las reglas que deben observar los corresponsales en la remisión de las piezas que dirigen e idea del método que observará el Editor, con la noticia de las materias que quiere tratar. En esta parte no he variado la que me propuse en el segundo tomo.

Las repetidas advertencias que he hecho a los que acibaran sus plumas por resentimientos particulares, lejos de producir el debido efecto, dieron motivo a los descontentos para enardecerse contra el Editor en tanto, que llegaron a suponer que faltaba a la promesa que se había hecho al público en el primer número de esta obra. No porque no conociesen que sus expresiones estaban bien distantes de la razón y de la verdad, sino por querer llevar a debido efecto sus errados caprichos.

Estas y otras intrigantes capciosidades obligaron no pocas veces al Editor a publicar algunas piezas, que habría sepultado al olvido, si hubiera podido precaver el riesgo en que exponía su opinión, monstruo el más formidable, pero soberano dueño de los corazones humanos.

Mientras combatían mis ideas para evitar del todo estas condescendencias tan poco interesantes, que rayaban a lo nocivo, fue servido el Supremo Consejo publicar un reglamento en 6 de Setiembre de este año, el que deben observar todos los Periodistas de esta Corte, y en el que entre otras cosas se previene lo que se sigue.

«En las traducciones o discursos de otras obras nacionales o extranjeras que se insertasen en dichos papeles, se pondrá el nombre o cita del autor de donde se haya sacado.»

«Así los censores, como los autores y traductores cuidarán mucho de que en sus respectivos periódicos no se pongan sátiras denigrativas del honor y estimación de ningunas comunidades, ni personas de todas clases, estados, dignidades y empleos, ni expresiones que puedan interpretarse o tener alusión directa contra el gobierno y sus magistrados.»

Últimamente en el capítulo 6 del expresado reglamento se lee «...poniendo mucho cuidado en evitar que conforme a lo resuelto por S. M. y el Consejo, se inserten en estos papeles sátiras de ninguna especie, ni aun de materias políticas, ni cosas que desacrediten las personas, los teatros e instrucción nacional.»

La verdad pusilánime salía trémula del santuario, y aunque brillaba en mis notas o advertencias, recelaba que algunos le darían un sentido torcido que la convertirían en tósigo, y finalmente que daría motivo a declamar contra el Editor; porque como hallaría cerrado el camino de sus venganzas, volverían su cólera contra el que prevenía sus intenciones.

El Supremo Tribunal de la nación ha querido libertar a los periodistas de este cuidado. Escudados con tan justa providencia sólo nos toca publicarla, y dar gracias a tan justo como sabio congreso por haberse dignado aliviarnos de un peso que tanto nos oprimía.

Mis generosos CORRESPONSALES, a quienes perpetuaré mi gratitud, no podían incurrir en bajezas de esta clase. Estas correrías estaban reservadas para unos aventureros que querían conquistar la DULCINEA, sin experimentar las asperezas del Toboso.

El cuarto tomo de esta obra creo que será igualmente apreciado de los sabios que los anteriores; al menos por mi parte procuraré complacer y agradar al público. Y aunque no me ha sido posible concluir en este tercer tomo el Discurso sobre la España, no por esto quedará incompleto. Seguiré con él en el cuarto tomo, a fin de desempeñar lo que ofrecí en el número 185 de este. Algunos desmayan de poder continuar sus diversiones porque no pueden afilar el puñal de la sátira: yo creo que el verdadero espíritu patriótico consiste en servir a la nación presentándole ideas selectas para su perfección o brillantes rasgos de literatura para aficionarla a seguir las huellas de nuestros progenitores. Si tuviéramos una justa idea de nuestros autores, o si esta fuese mas común, no se admirarían las producciones de estos reproducidas en idiomas extraños, ni como partos extranjeros.

La meditación y el estudio me han hecho conocer que se pueden producir escritos muy excelentes, desnudos de sátiras, sin ofender al Rey, a la Religión, ni rozarse con la instrucción nacional. Esto mismo conocen mis corresponsales, y algunos me han escrito llenos de gozo, comprehensores del ancho campo que les queda para cooperar conmigo a manifestar al público lo más escogido de la literatura.

Se que es imposible que mi trabajo obtenga la aprobación de todo el público; sus ideas y principios se uniforman pocas veces. Pero me contentaré diciendo con Juvenal:

Tres mihi conviviae prope dissentire videntur.
Poscentes vario multum diverso palato.

Y me tendré por dichoso si entre lo que contenga mi obra; se hallan algunas cosas que no parezcan del todo inútiles. Espero que también lo conocerá así el público sabio a quien deseo complacer. VALE.