Correo de Madrid
El Correo de los ciegos de Madrid (1786, números 1 a 49), llamado después Correo de Madrid (1787-1791, números 50 a 422), aunque se le siga conocido como «el de los ciegos», se presentaba como «Obra periódica en que se publican rasgos de varia literatura, noticias y los escritos de toda especie que se dirigen al Editor», y tomaba forma en la Imprenta de José Herrera. Se publicaba dos veces a la semana (desde el martes 10 de octubre de 1786, número 1), hasta que en octubre de 1790 pasa a semanal, apareciendo su último número, el 422, el 24 de febrero de 1791.
El Correo de Madrid iba formando tomos, de los que aparecieron ocho. El tomo era la unidad de referencia para suscripciones y encuadernación. Por ejemplo, al culminarse el tomo tercero (del número 152, sábado 5 de abril de 1788 –donde se lee «Tomo tercero»–, al número 201, miércoles 22 de octubre de 1788 –que se cierra con un «Fin del tomo tercero»–, páginas 829-1234 –ocho páginas cada número, tamaño cuarto a dos columnas–), el editor difundió un pliego (numerado retrospectivamente como 151) donde figura el «Prólogo» del tomo, la «Lista de los señores suscriptores a este tercer tomo del Correo de Madrid», y el «Índice de los asuntos tratados en este tercer tomo». La relación de suscriptores del tomo tercero contiene 290 nombres (que suman 315 suscripciones, pues once suscriptores lo eran por más de un ejemplar), entre los que no faltan miembros de la Real Casa, bastantes títulos nobiliarios, dos docenas de clérigos –el Arzobispo de Toledo, el Obispo de Albarracín, presbíteros el resto–, alguna institución aislada –la Biblioteca Pública de Sevilla– e incluso algunas señoras. Al final de cada una de las cuatro últimas entregas del tomo tercero (nº 198 a nº 201, los días 11, 15 18 y 22 de octubre de 1788) puede leerse: «Nota. Desde hoy se admiten suscripciones para el cuarto tomo de este Periódico en la Librería de Arribas, carrera de San Gerónimo, en los mismos términos que las antecedentes.»
En la relación de suscriptores de ese tomo tercero se deshacen algunos pseudónimos utilizados por colaboradores del periódico (quizá en relación con las nuevas normas que afectaban a los periodistas, mencionadas en el prólogo): «Sr. D. Manuel Casal, esto es, D. Lucas Alemán.», «Sr. D. Cayetano Cano, esto es, D. Antonio Cacea.», «Sr. D. Manuel de Aguirre, esto es, El Militar Ingenuo», lo que también sucede en el «Índice»: «Discurso del Militar Ingenuo, esto es, de D. Manuel de Aguirre, Teniente Coronel agregado en el Regimiento de Borbón caballería, sobre literatura, pág. 829.», &c.
Suele ser recordado el Correo de Madrid, sobre todo, por haber publicado en sus páginas por vez primera las obras que José Cadalso (1741-1782) dejó inéditas por haber fallecido sin haberlas podido publicar, como las famosas Cartas marruecas, que venían circulando en copias manuscritas, o las Noches lúgubres:
«El primero que se propuso editarlas fue Meléndez Valdés, en Salamanca, en 1788; pero no pasó de proyecto. En el mismo año el Correo de Madrid publicó una parte de la Carta VII, y unos meses más tarde la Carta XLV entera. Por fin el mismo Correo publicó por entregas la obra completa –desde febrero a julio de 1789–, aunque omitiendo las cartas LV y LXXXIII, la Protesta Literaria y el Índice. Tres años más tarde Sancha imprimió las Cartas marruecas en forma de libro, del que hizo dos ediciones en el mismo año. No se sabe por medio de quién llegó el texto de las Cartas al Correo de Madrid, así como algunas poesías inéditas de Cadalso, aparecidas en el mismo periódico a fines de 1788, y las Noches lúgubres, publicadas allí a partir de diciembre de 1789; el Correo describía al mediador como 'un oficial de mérito', distinguido por sus excelentes discursos publicados en otro periódico, y prometía enviar todos los manuscritos de Cadalso que paraban en su poder. Glendinning sugiere distintos candidatos [Hispanic Review, 1960], que en cierto modo reúnen las condiciones descritas: Manuel de Aguirre, oficial del mismo regimiento de Cadalso, José de Vargas Ponce, oficial de la Marina, que, según vimos, conocía las Cartas antes de su publicación y Martín Fernández de Navarrete, oficial también de la Marina; pero el mencionado investigador no cree posible, de momento al menos, decidirse por ninguno.» (Juan Luis Alborg, Historia de la literatura española, tomo 3, Gredos, Madrid 1975, págs. 714-715.)
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