Filosofía en español 
Filosofía en español


Mariano S. de Enciso

Del momento
Lo que ha palpitado en la Fiesta de la Raza

La enjundia, el empeño, el tesón, la médula íntima y formal, van siendo prisma, eficiente en esta fiesta que comenzó en pirotécnias y lirismos y culmina en rotundas seguridades. No debemos, no podemos quejarnos. Somos, y nuestra afirmación despierta la expectación general. Pero somos, no latino-americanos, como quisieron algunos, sino ibero-americanos: ibero-americanos de la médula racial que arranca de los Pirineos hasta la desembocadura del Tajo y se expande en gigantescas olas que besan las playas aztecas y se dilata después desde el Bravo hasta los remotos confines de los mares del Sur…

Somos y alentamos. Bien lo dijo el ministro de México en su discurso del Teatro Real. El señor González Martínez es hombre que concede a la teoría alcance de relatividad. Para ese diplomático, todo lo que tenga vislumbre de iniciación revístese de mayor importancia que todos los recuerdos legendarios. Está en su papel ese diplomático que, sin dejar de ser ortodoxo en fundamentos de crítica histórica, pretende ser también, como lo demuestra palmariamente, mayor enamorado aún de lo que nos reserva el porvenir, si afrontamos ese porvenir con ahíncos, afirmaciones, propósitos y esperanzas bien reglamentados.

Y, efectivamente, en todas partes, por doquiera, se alza ya el día 12 de Octubre con enfervorizaciones de almas y pensamientos que laten al unísono ante el esplendoroso mañana de esta gran familia que desparrama sus actividades por las vastedades de un Continente y por una Península de la que surgieron todas las acometividades y todas las audacias…

Significa ello, significa esa expectación, que ya se cuenta con esta raza para cuanto ostente en el mundo algo en que alienten los grandes impulsos humanos. Y significa también que van desvaneciéndose las sombras que actividades interesadas en nuestra inteligencia sembraron entre la España de aquende y la de allende los mares, ininteligencias a que aludió el Dr. Carracido, contestando al discurso del ministro mexicano.

Ningún país como México, el llamado con justicia la Nueva España, más entrenado en el conocimiento de esos factores de disociación social y racial; porque ninguna nación de origen ibero, como México, ha sufrido, soportado y repelido el choque de razas y civilizaciones antagónicas a través de todas las vicisitudes de su historia, erigiéndose en centinela vigilante contra las codicias extrañas.

Todo esto que ahora se dice no son lirismos, son afirmaciones de unión, como lo es la necesidad de aprovechar las disposiciones de hombres como el ministro de México para concertar tratados de comercio con países como México y el Brasil: afirmaciones de unión a las que solo falta un abrazo cordial que dará algún día a las jóvenes hijas de la vieja Iberia el Monarca español, el Monarca que rige nuestros destinos que es tan admirado es en la España de allende como en la de aquende el mar.

Y España, siempre generosa mientras celebra donde alienta lo hispano su fiesta racial hermosísima, de esplendorosa significación histórica, en Madrid, en provincias, en el extranjero: en todas partes, allí mismo donde derrocha actualmente llamaradas de heroísmo y torrentes de sangre, reivindica la memoria del colombiano Caldas, una de las víctimas de los errores de las contiendas civiles, que tal fue la guerra de emancipación americana, asociando su imperecedero nombre al no menos imperecedero y glorioso, cifra y compendio de la ciencia y la civilización ibera, que encarnó en el cerebro prepotente del gran Menéndez Pelayo.

Mariano S. de Enciso