Filosofía en español 
Filosofía en español


José Perdomo García

El maritenismo en Hispanoamérica

En los últimos veinticinco años, hay pocos pensadores europeos que hayan ejercido una influencia tan acusada en el mundo hispanoamericano; una influencia con proyecciones en la órbita de lo práctico, como en el caso de Maritain. Maritain ha sido objeto en ese tiempo de innumerables citas, referencias; tema de incontables conferencias, comentarios; punto álgido de discusiones y controversias, que con mucha frecuencia han saltado al plano de libros, en pro y en contra, motivo al que se ha consagrado el contenido de revistas y periódicos; y, por último, bajo su advocación, han aparecido importantes instituciones de investigación filosófica. La resonancia de la obra mariteniana en Hispanoamérica rebasa las repercusiones que en la misma Europa pueda tener. Aquí eran ya conocidas las polémicas que con Maurras y Cocteau había mantenido, así como la resonancia que alguno de sus libros tuviera incluso en el mismo Mussolini. Desde que León Bloy había fijado su atención en él, era en los países europeos considerado como uno de los filósofos más relevantes del pensamiento católico contemporáneo. Índice de su posición verdaderamente destacada lo constituye el que en poco tiempo hayan sido consagrados a la exaltación de su personalidad estudios tan interesantes como los reunidos en el número que la Revue Thomiste publicó en 1949. Bajo el título genérico de “Jacques Maritain. Son oeuvre philosophique”, pensadores tan prestigiosos como Gilson, Massignon, Bluckberger y Tristan de Athayde se han adherido con pequeños trabajos a una publicación homenaje en la que Aimé Forest, Calmet, Journet, entre otros, analizan distintas facetas de la obra mariteniana. En 1945, el Instituto Bibliográfico Italiano había auspiciado la edición de un pequeño libro de Giovanni Dal Mazaro, intitulado Jacques Maritain (La Filosofia contro le filosofie), de mérito desigual.

La polémica sobre el personalismo

Pero sigue siendo expresivo el que haya sido en el mundo americano donde con más profusión aparecieran colecciones de trabajos dedicados al pensador francés y donde se removieran importantes polémicas. Tras el debate promovido en Europa a raíz de la aparición del estudio sobre “La filosofía en la fe”, inserto en el libro de Maritain Science et Sagesse (1935), que suscitó comentarios críticos del P. Thomas Deman en un artículo sobre “L'organization du savoir moral”, aparecido en la Revue des Sciences philosophiques et theologiques en 1934, y del P. Santiago Ramírez en “Sur l'organization du savoir moral”, estudio publicado en el Bulletin Thomiste de abril-junio de 1935, no se había desarrollado una polémica tan sonada como la que originó la aparición del libro De la primauté du bien comun contre les personalistes, de Charles de Koninck, publicado en Quebec en 1943. Aunque no se hacía especial referencia en la obra a textos de Maritain, un sector importante del tomismo entrevió una directa referencia contra el autor de Primauté du spirituel (París 1927), de Humanisme integral (París 1936), Para una filosofía de la persona humana (Buenos Aires 1937), Les droits de l'homme et la loi naturelle (N. Y. 1942), Cristianisme et Democratie (N. Y. 1943), Príncipes d'une politique humaniste (N. Y. 1944) y de La personne et le bien commun (París 1947). El Prof. Yves Simon, discípulo de Maritain, subrayó entonces que en el término “personalismo” cabe “una gran variedad de mal definidas doctrinas y actitudes”, en un artículo titulado “On the Common Good”, aparecido en The Review of Politics (núm. 4, vol. VI, octubre 1944, pág. 531), y señaló el peligro de que la crítica entreviera una referencia a Maritain debido al papel importante que en su obra tenía el concepto de persona. La réplica del P. Th. Eschmann, bajo el título “In defense of Jacques Maritain” (The Modern Schoolman, vol. XXII, número 4, mayo 1945), centró la controversia sobre la poca fidelidad relevada por De Koninck al exponer el pensamiento de Santo Tomás y en la afirmación de una supremacía relativa del bien común. Tras el artículo del P. Jules A. Baisnée sobre “Two catholic critiques of Personalism” (The Modern Schoolman, vol. XXII, número 1, enero 1945) vino la contestación de De Koninck en el extenso estudio “In defense of Saint Thomas”, aparecido en el Laval theologique et philosophique ( vol. I, núm. 2, 1945). Esta polémica en torno al pretendido personalismo mariteniano ha tenido inicialmente como marco dos países norteamericanos, Canadá y Estados Unidos.{*}

Resonancias políticas

Pero como signo de la actualidad americana del filósofo francés cabe registrar eventos más sosegados. En 1942 la revista norteamericana The Tomist consagró un volumen entero al estudio de la obra de Maritain, y en 1946 apareció, con ocasión del 40° aniversario de su conversión al catolicismo, un número de la revista brasileña A Ordem, dedicado al mismo pensador, con trabajos ·como “Nosso Mestre M.”, de Edgar de Godoi da Mata, “Presença de M.”, de Gustavo Corção, y “Actualidade de M.”, de Juvenal Arduini, que indican la profunda influencia mariteniana en Hispanoamérica.

Esta influencia se ha hecho sentir, desde luego, más en determinados países que en otros, y se localiza casi exclusivamente en los círculos de pensamiento católico. Por un orden de importancia su influjo se hace notar con más fuerza en Brasil, Chile, Uruguay, Argentina, Colombia, Perú y Costa Rica. Resulta altamente significativo que el hecho de esta intensa penetración venga perfilada con unos caracteres bastante sintomáticos sobre la índole de tal influjo. No toda la producción de M. ha alcanzado la misma resonancia. Son los libros que rozan temas políticos o sociales los que con más frecuencia aparecen comentados y discutidos. El resto de la obra, puramente teórica, aunque tiene importantes repercusiones en abundantes ediciones y estudios, no alcanza la difusión que han logrado sus libros sobre temas prácticos. Bajo este aspecto se presenta M. como el doctrinario más caracterizado dentro del campo católico para la formulación de un plan de acción social y política cristiana, directamente inspirado en el pensamiento tomista. Es el teórico clave de cuantos movimientos de “democracia cristiana” han surgido en Sudamérica.{**} La resonancia política de M. en este sentido es más acusada principalmente en Brasil, Uruguay y Chile.

En Brasil ha inspirado el movimiento de Unión Democrática Nacional de Tristán de Athayde y tiene un órgano de expresión en la revista A Ordem. En el artículo “La Iglesia y el nuevo orden social”, publicado por Tristán de Athayde en el número de febrero de 1948 de la referida revista, ha dejado constancia de los peligros que amenazan toda construcción cristiana del orden político, entre los que cuenta el gobiernismo incondicional de los católicos conservadores, el neointegralismo pro-facistizante, el conformismo capitalista, el patronalismo paternalista y el asistencialismo social. En Uruguay el ideario político mariteniano nutre el programa de la Unión Cívica, cuyo portavoz más caracterizado es Dardo Regules. En su teoría política tiene particular interés la fórmula con que resuelve el conflicto moderno de las relaciones entre la Iglesia y el Estado, sobre la base de la renuncia por parte de la Iglesia de todo “régimen de privilegio”, pero conservando una absoluta libertad para el ejercicio de su apostolado y de su función magisterial, y por parte del Estado mediante la renuncia a su “función ministerial”. La importancia del movimiento se colige de que haya sido Montevideo el punto de reunión del Congreso Americano de Demócratas, celebrado en abril de 1949, que ha congregado a grupos de católicos uruguayos, argentinos, chilenos y brasileños para sentar las bases de un movimiento interamericano que tienda a una más eficiente aplicación de los principios sociales cristianos a la vida política, económica y cultural de Hispanoamérica. En Chile, el maritenismo está también patente en el grupo político de católicos revolucionarios de la Falange, que acaudilla Reyes Vicuña, y cuyo órgano expresivo es la revista Política y Espíritu, en la que colaboran M. Fernández Díaz, A. Santa Cruz Serrano, Francisco A. Pinto, Jaime Castillo Velasco, Jacques Chonchol, Eduardo Frei y Algendo Magnet, principalmente. En Argentina el Movimiento Social Republicano es el precipitado político formado en 1948 a base ,del Movimiento Social Democrático de Buenos Aires, del Movimiento Democrático Cristiano de Tucumán y de la Unión Democrática Cristiana de Córdoba. Su declaración de principios concibe la democracia “no sólo como una forma de organización estatal y de representación popular determinada, sino también como una concepción particular de la vida política, económica, social y cultural, que debe concretarse en una igualdad de oportunidades en todos los órdenes”. Sobre la afirmación de la supremacía de la persona humana, reivindica “derechos inalienables” para el hombre, al mismo tiempo que le impone “deberes irrenunciables”. La sociedad se propone como fin la realización del bien común, “consistente en el conjunto de recursos espirituales y materiales necesarios a la comunidad para vivir y ofrecer a sus miembros el medio de realizar lo más perfectamente posible su destino personal”. La libertad está postulada en este programa como “derecho inalienable de la persona humana”. En la línea del maritenismo político argentino está además la revista Orden cristiano, cuyos colaboradores más frecuentes son Dunan y Eugenia Silveira. En Colombia se hacen notar resonancias maritenianas en la Revista Testimonio, que parece ser eco de la revista francesa Temoignage chrétien.

Esta matización política del maritenismo hispanoamericano en cierta manera explica lo controvertida que es su acción en el marco de esos países. Junto al núcleo de seguidores incondicionales se alza un no menos importante grupo de polemistas y contradictores. La extensión de esta reacción antimariteniana se ha llegado a explicar por algunos sectores como un fenómeno de pervivencia de un casticismo hispanoamericano, de honda raíz hispánica. Perilo Gomes, en un trabajo sobre “Da malquerença a J. M.”, publicado en la Revista A Ordem de 1946, delimita el frente de esta oposición. Oposición que viene circunstanciada por las inmediatas implicaciones sociológicas y políticas que el pensamiento mariteniano tiene en la vida hispanoamericana, y cuyos efectos se denuncian en un repertorio de agitadas polémicas y debates. Las dos controversias más importantes, desde el punto de vista ideológico, son la citada polémica en torno al personalismo mariteniano, desarrollada preferentemente en el ámbito norteamericano de Estados Unidos y Canadá, y la suscitada con ocasión de la calificación liberal y modernista del pensamiento mariteniano por los PP. Arturo Pérez en Chile y Julio Menvielle en Argentina. Estos debates, la mayoría de las veces, han seguido un curso fuertemente apasionado, con una violencia inusitada.

Este apasionamiento, si no justifica, al menos explica ciertos procedimientos puestos en práctica en los ataques y discusiones por algún bando polemizante. La necesidad de ajustar el pensamiento del contradictor a unas posiciones claves a priori imputadas, ha hecho el que a menudo se haya tenido que recurrir a deformaciones textuales del pensamiento de un autor, sobre la base de pasajes truncados y mutilados con arreglo a los sentidos concretos, que se quería poner de manifiesto, y a paralelismos doctrinales en algunos casos inverosímiles por lo descentrados. Otro recurso frecuente que el lector desapasionado puede encontrar en el desenvolvimiento de estas polémicas es el de siempre estarse imputando a un autor conceptos que virtualmente debiera sustentar y admitir por el hecho fortuito de que un determinado seguidor o defensor los haya deslizado en sus alegatos de defensa o réplica. Hablar de M. bajo este aspecto en determinados círculos es altamente peligroso, si no quiere uno verse enredado en el laberinto de un debate, en el que muchas veces más que colisión de ideas y principios, hay una enrevesada logomaquia, en cuyo trasfondo late un encuentro de intereses. El tema M. es uno de esos asuntos vidriosos en los que un excesivo apasionamiento por un lado, y un deficiente conocimiento en los que muchos hablan por otro, impone ciertas naturales cautelas y prevenciones. Los efectos y consecuencias de estas discusiones desembocan en una valoración crítica del pensamiento mariteniano y plantean un “status questionis” previo a la consideración de sus repercusiones filosóficas.

La influencia filosófica

Pero hay un tipo de resonancia mariteniana de curso más aquietado y menos controvertido: la de sus libros puramente filosóficos. En este sentido Maritain se presenta como el portaestandarte de la causa del tomismo más leído y difundido en Hispanoamérica. Es en cierto sentido el cauce más eficiente por el que el tomismo ha prendido en el pensamiento hispanoamericano. Algo de esto también ocurre en Europa, si atendemos al sentido de la anotación de este hecho por un filósofo tan ajeno al tomismo como es Berdiaef. Refiriéndose a Maritain ha dicho el pensador ruso que él ha sido “el que ha transportado el tomismo a la cultura”. Esta corriente que podemos llamar del “maritenismo filosófico” está representada principalmente dentro de Brasil por el filósofo Tristán de Athayde y un grupo de PP. jesuítas de la Universidad de San Pablo, y en Argentina por el P. Derisi y el núcleo reunido en torno a los “Cursos de Cultura católica”. A estos dos movimientos aludiremos a continuación.

Cabe aquí cuestionar el sentido de esta amplia difusión del maritenismo político y filosófico por Hispanoamérica. Un fenómeno tan acusadamente manifiesto y de repercusiones tan evidentes no adviene por un azar fortuito, ni es producto de ocasionales circunstancias. Ni la frecuencia de la traducción y edición de sus obras, ni su presencia en Argentina en 1936, explican una influencia tan intensiva. El primer hecho es un efecto, el segundo una fortuita incidencia. Hay que rastrear las causas de esta actualidad en la trayectoria del curso general de las ideas en Hispanoamérica en los últimos cinco años. El siglo XIX hispanoamericano está densamente saturado por la hegemonía del positivismo de Augusto Comte. Es en el ámbito hispanoamericano donde Augusto Comte alcanza una repercusión no conocida ni en la misma España. Comte y las corrientes filosóficas derivadas ejercen un imperialismo ideológico absoluto en este siglo. En él sólo priva junto al “comtismo”, el materialismo de Haeckel, el evolucionismo de Spencer y el eclecticismo de Cousin que ingresa en Hispanoamérica acompañando al grupo de los ideólogos que encabeza Destutt de Tracy. El catolicismo hispanoamericano durante todo ese tiempo tiene una existencia sociológica casi imperceptible y oscura. La difusión momentánea de las obras de Bergson y el influjo más penetrante de uno de sus discípulos, Maritain, son el punto de partida de una reacción espiritualista, que sólo en el caso de Méjico sigue un cauce germánico, sobre la base de implicaciones y contactos con el pensamiento de N. Hartmann, Scheler y Heidegger. La vía de esta reacción en el resto de Hispanoamérica sigue por los caminos abiertos por el pensamiento francés de última hora. El mismo Tristán de Athayde nos ha dejado consignado el hecho en términos tal vez un tanto exagerados, pero no del todo inexactos, en un pequeño artículo “Maritain et l'Amerique latine”, publicado en el número extraordinario de la Revista Tomista consagrado a Maritain. “Esta reacción antipositivista y espiritualista fue un verdadero renacimiento. Podemos decir que nuestra generación lo debe sobre todo a la enseñanza de Jacques Maritain. El fenómeno se ha reproducido en toda la América latina. Si se interroga a los hombres de cincuenta años de Méjico, Colombia, Perú, Chile, Argentina, Uruguay, Ecuador, Paraguay, del modo que yo lo he hecho entre ellos, los informes son idénticos. Ha habido una revolución paralela en todos nuestros países de América latina. Los nombres cambian, las circunstancias no son las mismas; se encuentran matices particulares en cada país. Pero el conjunto es el mismo, Maritain ha sido el revelador de la inteligencia a una generación escéptica, agnóstica o vitalista” (p. 14). Antes de convertirse en conductor de ideas, ha sido Maritain para el hispanoamericano, redescubridor de fórmulas espiritualistas, válidas para una construcción coherente y trabada de la realidad.

Se podía también plantear la cuestión historiográfica de cuándo se inició en Hispanoamérica este movimiento mariteniano. La respuesta a esta pregunta va unida a la cuestión del momento en que empieza a ser reconocido y difundido su pensamiento en Sudamérica. Tristán de Athayde nos ha dejado a este respecto constancia de que fue en 1925 cuando empezó a ser conocido Maritain en Hispanoamérica. Pero esta presencia válida en el caso de Brasil, no es acusada a nuestro parecer en el resto de Hispanoamérica hasta ese período que va entre los años 1930 y 1936, ciclo cuyo momento culminante lo constituye el viaje del pensador francés a Argentina.

El maritenismo brasileño

Nuestra reseña sobre la difusión del maritenismo filosófico y político en Hispanoamérica se constriñe fundamentalmente a los tres núcleos donde ésta es más acentuada, esto es, en Brasil, Chile y Argentina. En el orden cronológico, Brasil ha sido la puerta de entrada de Maritain en el mundo hispanoamericano. Es allí además donde las controversias y polémicas tienen un matiz menos violento y donde la influencia es más extensiva. João Camilo de Oliveira Torres ha dedicado un artículo al tema “Maritain e o Brasil” en el número extraordinario de la revista A Ordem correspondiente al año 1946, poniendo de manifiesto esta particular actualidad mariteniana en los núcleos intelectuales brasileños.

El maritenismo ha tenido siempre una extraordinaria pujanza en el Brasil. En su ingreso en las corrientes del pensamiento brasileño han ejercido un papel decisivo algunos PP. de la Compañía de Jesús, sobre todo a través de las Congregaciones Marianas, así como un grupo de jóvenes intelectuales de Río Janeiro y San Pablo. San Pablo es el punto donde según Tristán de Athayde comenzó el movimiento mariteniano brasileño. En su génesis influyó también mucho la constitución de la Facultad Católica de Filosofía, organizada sobre el modelo de la Universidad de Lovaina por un grupo de PP. benedictinos. Un Profesor belga, Mons. Sentroul, al introducir en el Brasil el pensamiento del Cardenal Mercier puso a los intelectuales brasileños en camino hacia Maritain. El Profesor Alejandro Correia y el belga Leonardo van Acker continuaron en la línea del Profesor Sentroul.

La acción y la influencia del filósofo francés se ha dejado especialmente sentir en el plano de la acción ideológica. Reflejo de la autenticidad de este movimiento es el que ya en 1925 se constituyera en la Facultad de Derecho de Río Janeiro un centro de Estudios “Jacques Maritain”. En la introducción de la obra de Maritain en Brasil han jugado un papel muy importante los PP. Jesuítas Antonio Fernández y Camilo Torrend. “Creo, dice el P. Fernández en una conferencia pronunciada con el título “Jacques Maritain. As sombras de sua obra” en el Centro D. Vital de Recife, posteriormente recogida como separata de Fronteiras (Pernambuco, 1937, pág. 5), que no es errado afirmar que el P. Torrend y yo fuimos quienes tornamos popular la producción del discípulo de Bergson entre los académicos e intelectuales de Recife, volviendo obligatoria la cita de su nombre.” En Recife fue Maritain el embajador del renacimiento tomista. El Profesor Soriano de Souza inició hacia 1927 un Curso filosófico para los componentes de la “liga por la restauración de las ideas” en el que con reiterada frecuencia sonó el nombre de Maritain. En los Cursos organizados en 1930 en la “Congregación Mariana” de la Juventud Académica se adoptó como texto de las enseñanzas las obras de Maritain. En este grupo mariteniano la única deserción importante fue la del P. Fernández que opuso críticas señaladas a las ideas maritenianas sobre la construcción cristiana de un nuevo orden social, así como a su teoría sobre las relaciones entre el Estado y la Iglesia. Efecto de estos cursos es la fundación del Centro “Jacques Maritain” en la Facultad Católica de Derecho de Porto Alegre por un hermano marista.

En Porto Alegre la introducción de Maritain se había llevado a efecto un poco antes en unos cursos filosóficos desarrollados por el P. Werner von der Mühlen en la Congregación Mariana. La entrada de la filosofía mariteniana en este sector no se dejó de hacer sin algunas polémicas. Las discusiones que se promueven con la difusión del pensamiento de Maritain se hacen sentir en el Centro D. Vital creado a iniciativa del converso y gran renovador del pensamiento católico brasileño Jackson de Figueiredo. Las polémicas del referido centro con los estudiantes de la Facultad de Filosofía de S. Benito están en el número de abril de 1925 de la Revista A Ordem (pág. 67). La acción mariteniana de Jackson se hacía notar en el plano político en dos de sus seguidores: en Alceo Amoroso Lima, que cooperó en el nacimiento del Partido Democrático Cristiano, y cuya repercusión se ha dejado sentir en la “Unión Democrática Nacional” con una destacada acentuación de los derechos de la persona humana frente al Estado, y en Plinio Salgado, dirigente de la Acción Integralista Brasileña, fundada en 1932, y del Partido de Representación Popular desde 1945, que parece propugnar una preeminencia de la función rectora del Estado frente a un exagerado “personalismo” político.

Como expresión de la popularidad del pensador francés puede citarse la inauguración de un “Curso Maritain” en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Minas Gerais en Belo Horizonte. En este grupo se destacaron pronto dos jóvenes escritores, Juan Camilo de Oliveira Torres y H. J. Hargreaves. La acción ejercida por Maritain en Belo Horizonte ha tenido un eficiente activador en la obra del P. dominico francés P. Tarizin.

Tristán d'Athayde y Plinio Salgado

Pero el portavoz más caracterizado del maritenismo brasileño es Alcea Amoroso Lima (Tristán d'Athayde). A través de sus escritos firmados bajo el mencionado pseudónimo fue quien más contribuyó a la introducción de Maritain en Brasil, hasta el punto de ser designado por Carlos Malheiro Días en su obra Pensadores brasileiros (pág. 124), el “Jacques Maritain brasileño”, y achacarle sus contradictores el ser responsable de la creación del “mito Maritain”. Fue en París donde al ponerse en 1934 en contacto Tristán d'Athayde con los cursos de Bergson en la Sorbona vino a situarse en camino de su conversión al espiritualismo cristiano y a un acercamiento a la obra de Maritain. El mismo Alceo Amoroso nos reconoce la decisiva transcendencia que en su formación ha tenido Maritain en un trabajo remitido al Curso Maritain de Belo Horizonte y publicado en la Revista A Ordem en febrero de 1945 (págs. 97-98). “Hace veinte años que confieso ser su discípulo. Hace veinte años que acompaño de cerca con el corazón y el entendimiento la marcha accidentada de ese gran espíritu por el mar agitado de los tiempos modernos, y nunca me arrepiento, salvo de no haber sabido aprovechar sus enseñanzas. Si algunos amigos influyeron más en mi vida, como Alfonso Arinos, Jackson de Figueiredo, Wagner Antunes Dutra o Cipriano Amoroso Costa, ningún maestro, ni siquiera Chesterton o Fulton Sheen tuvo su gravitación. Por eso cuanto le debo no puede expresarse con palabras ni con actitudes. Sólo Dios los conoce.” Evaldo Pauli en un artículo sobre “La nueva orientación filosófica del Brasil” (Revista Sapientia, número 18, 1950, pág. 293), recoge varios textos en los que Tristán d'Athayde se defiende contra la imputación que le han hecho sus adversarios de ser el causante de la hinchazón del “mito Maritain”. “Es innecesario decir que ese mito, dice Tristán d'Athayde, en el sentido de atribución de un valor absoluto a una entidad relativa, es un simple recurso de polémica barata” (A Ordem, febrero 1945, pág. 98).

El ideario político de Tristán d'Athayde, penetrado de una profunda influencia mariteniana está disperso en una vasta producción que va desde su inicial Tentativa de intinerario (1928), a sus otras obras sobre Problema da burguesía (1934), Preparaçao a Sociologia (1932), Contrarevoluçao espiritual (1933), Politica o Espíritu e o Mundo (1936) y Da Revoluçao a Constituçao (1936}. En su discurso de apertura de la III Conferencia de la Confederación Internacional de Acción Social Católica celebrado en Río Janeiro en 1948 definió su posición política bajo el nombre de “humanismo cristiano”. En su punto de vista esta posición integra dos corrientes, la corriente del personalismo y la del comunitarismo. “El humanismo cristiano, dice Tristán de Athayde, es una forma de civilización que se basa en dos fundamentos irreductibles: la personalidad humana, valor supremo, y el bien común, valor relativo y subordinado al primero. La persona humana para el humanismo es inviolable e irreductible... En cuanto al bien común es la base de toda sociología política racional. El hombre como miembro de una sociedad está subordinado al bien común” (Política y Espíritu, números 37-38, año IV, enero-marzo 1949, página 10).

La reacción ante el influjo creciente de Maritain en Brasil se hizo sentir principalmente en una polémica que tuvo lugar en 1937, fecha en la que el pensador francés era elegido miembro correspondiente de la Academia Brasileña de Letras. En las discusiones se hizo paréntesis aparte de sus obras rigurosamente filosóficas: Les degrés du savoir (1932), Introduction générale a la Philosophe (1920), Sept leçons sur l'être (1934), La Philosophie de la Nature (1935), Reflexions sur l'intelligence (1929), L'Ordre des concepts (1923). Las censuras iban dirigidas fundamentalmente contra la teoría del orden político cristiano de los laicos. La crítica pasaba por alto el hecho incontrovertible de la divergencia de la sociedad moderna respecto de la Iglesia. Otro punto en el que se combatía con más sentido la obra de Maritain fue el de la poca importancia que el pensador francés concede al molinismo en el curso del pensamiento filosófico moderno. De la violencia y fuerza de estos ataques se ha hecho eco alguna vez Maritain quejándose en una carta dirigida el 18 de diciembre de 1946 contra los que le combaten agriamente “en castellano o portugués”.

Plinio Salgado, sin acentuar una divergencia radical respecto del pensamiento mariteniano, con el que tiene evidentes conexiones en su “Concepto cristiano de la democracia”, ha dirigido algunas objeciones en su “Comentario al proyecto de Declaración Internacional de Derechos humanos de la ONU”, a las opiniones aducidas por el pensador francés sobre el mismo tema. Las divergencias hay que hacer notar son más metodológicas y de forma que de fondo. La idea mariteniana de alcanzar una formulación positiva de derechos y deberes sobre la base de la convergencia de las conclusiones prácticas a que llega desde un discípulo de Locke o Rousseau, a un socialista humanista, a un católico romano, o a un calvinista, “sin su contexto ideológico”, es rechazada por Plinio Salgado partiendo del principio de la irreductible polaridad entre el espiritualismo y el materialismo. Un análisis detenido de las posiciones catalogadas por Maritain pronto descubre que en todas ellas late un espiritualismo más o menos declarado.

Maritain en Argentina

En Argentina y Chile es donde el maritenismo filosófico y el político aparecen más disociados, y en donde al mismo tiempo las controversias maritenianas son más sonadas. El maritenismo filosófico ha tenido en Argentina un cauce alejado del ruido de las polémicas en los Cursos de Cultura Católica de Buenos Aires, fundados por Tomás D. Casares. Este núcleo bonaerense junto con el grupo formado alrededor del P. Derisi en el Seminario de la Plata, constituyen los portavoces más caracterizados de la corriente filosófica tomista argentina, profundamente vinculada con Maritain. El movimiento cobró fuerza con ocasión de la presencia de Maritain en la Argentina, donde acudió con ocasión de las conversaciones organizadas por el Instituto de Cooperación Intelectual en septiembre de 1936 para desarrollar el tema del humanismo cristiano. En esta línea hay que añadir además al grupo de colaboradores jesuítas de la Revista Criterio. Un sector importante de la Compañía de Jesús en Argentina no se recata de manifestar sus simpatías hacia Maritain. El P. Enrique B. Pita ha dirigido en 1947 una tesis en la Facultad Pontificia de San Miguel sobre la ortodoxia del pensamiento mariteniano. El P. Gustavo Franceschi había hecho con anterioridad una exposición del pensamiento mariteniano en los números de la Revista Criterio correspondientes al 1, 8 y 15 de marzo de 1945 con el título “Jacques Maritain, Embajador ante la Santa Sede”, que mereció una carta del pensador francés testimoniando la recta interpretación de sus puntos de vista.

El P. Derisi a lo largo de los diversos prólogos por él redactados a las obras de Maritain traducidas en Argentina ha puesto de relieve la exacta significación del pensador francés en el marco del pensamiento hispanoamericano. En el prólogo a la versión castellana de El Doctor Angélico (Buenos Aires, 1942) sienta el P. Derisi que la influencia de Maritain “en el reflorecimiento de la filosofía tomista en Europa, pero singularmente en nuestro país y América es enorme, y sus mismos adversarios en cuestiones políticas se lo reconocen” (pág. 9). La originalidad de Maritain según el P. Derisi reside en haber sabido conciliar esos dos mundos aparentemente contrapuestos de la filosofía tomista y de la filosofía moderna. “Se podrá o no estar con él, dice Derisi, en la solución concreta de alguna de estas cuestiones político-sociales, pero lo innegable en Maritain es la sinceridad de su posición cristiana y tomista, su amor por la verdad, la pureza de sus principios y la maestría con que los maneja, y principalmente, la hondura con que ha sabido penetrar en el pensamiento moderno y tomista para desentrañar y como estereotipar la esencia de sus posiciones” (páginas 8-9). En el prólogo a la traducción de Cuatro ensayos sobre el espíritu en su condición carnal (Buenos Aires, 1943) afirma que “Maritain ha llegado a constituirse en el gran tomista de nuestros días y pocas veces la voz de un filósofo ha alcanzado una resonancia verdaderamente mundial como la suya” (pág. 9). En el momento que el P. Derisi escribía este prólogo arreciaba en Hispanoamérica la violencia de los ataques contra Maritain, llegándose hasta el extremo de poner en tela de juicio su ortodoxia. De ahí que venga a declarar que “se podía disentir con Maritain en alguna solución o posición concreta; en su inmensa obra no todo posee indudablemente el mismo valor, pero hay dos cosas de las que no cabe dudar: de la ortodoxia de su doctrina y de su tomismo, y de la sinceridad con que ha intentado aplicarlas a todos los problemas especulativos y prácticos planteados” (págs. 15-16). El prólogo a la traducción de Ciencia y Sabiduría (Buenos Aires, 1944) está ya recortado de alusiones personales a la figura de Maritain, limitándose en este caso el traductor a sólo resaltar el alcance y significación del libro prologado.

La crítica de Menvielle

Del grupo de los Cursos de Cultura Católica han salido también los escritores que con más tenacidad han combatido a Maritain. Dejamos a un lado la Carta a Jacques Maritain de César Picó de 1937, en la que este escritor da una réplica a los ataques de Maritain contra el régimen español instaurado en 1936, consignados en el “Manifeste a propos du bombardement de Guernica” y en el prólogo al libro del mariteniano español Alfredo de Mendizábal: Origines d'une tragedie. La politique spagnole de 1923 a 1936 (París, 1937). En esta repulsa del régimen español ha insistido nuevamente en su libro Questions de conscience (París, 1938), al hablar sobre la libertad del cristiano. Las críticas más agudas han sido hechas en Argentina contra la doctrina político-social de Maritain, especialmente a través de los libros del P. Menvielle y de artículos aparecidos en las revistas Balcón, Nuestro Tiempo y Presencia. Si atendemos a la tesis de Menvielle, el maritenismo político argentino está representado por un “grupo mariteniano tan minúsculo como insignificante” (“Correspondance...”, p. 135). Su cauce expresivo, la mayoría de las veces, han sido periódicos como La Vanguardia, Argentina Libre, &c.

En 1945 apareció en Buenos Aires un libro de Julio Menvielle que, bajo el título De Lamennais a Maritain, pretendía demostrar la heterodoxia del pensamiento político-social de Maritain, bajo la acusación de modernismo y liberalismo teológico. No era nueva la acusación, si atendemos a las críticas análogas que anteriormente se le habían hecho a Maritain desde Chile, en una prolongada controversia a la que luego aludiremos. Sobre este mismo tema, y en el mismo sentido, había hablado también anteriormente el P. Ducatillon, autor de La revolución de esta guerra y de Dios y la libertad, insinuando puntos de contacto entre el pensador francés y el autor de L'Avenir. El ataque era tan violenta y directamente frontal, tan insistente y reiterativo a lo largo de todo el escrito, que sólo podía explicarse por una obsesiva revelación. El tono exaltado de la crítica hacía entrever en el autor al apasionado discípulo decepcionado y al que por caminos misteriosos termina cayéndosele la venda de los ojos. Desde sus estudios de Seminario y su presencia en los Cursos de Cultura Católica, el P. Menvielle se había revelado como un ferviente maritenista. El mismo autor nos lo atestigua en su Prefacio al volumen sobre la Correspondance avec le R. P. Garrigou-Lagrange a propos de Lamennais et Maritain (Buenos Aires, 1947). Allí nos dice que ha sido “lector asiduo y entusiasta no sólo de La Philosophie bergsonniene, sino también de su Antimoderne y de Trois reformateurs” (p. 8). En ese tiempo su adhesión al pensador francés era absoluta y completa. Es a partir de una serie de libros que siguen a Religion et Culture (1930), cuando el maritenista argentino descubre que el pensamiento de Maritain “renueva los errores de Lamennais en L'Avenir y de Mac Sangnier en Le Sillon.” En una carta al P. Garrigou insistirá más tarde en que “el maritenismo no es una opinión, más o menos aceptable; es un error plenamente condenado en Mirari vos, Quanta Cura y en la Carta sobre Le Sillon” (Corresp., p. 137). La acusación era grave, tremendamente grave, para ser lanzada a raíz de una intrascendente disidencia o en el curso de una formularia polémica. No se atacaba un punto doctrinal concreto de los libros de Maritain. Se arremetía contra toda la obra mariteniana en bloque a partir de 1930. “En realidad, el maritenismo –dice Menvielle en una carta del 10 de Abril de 1947– comporta una profunda y peligrosa alteración de la historia, del derecho y de la teología católicas.” La acusación gravitaba sobre el tema candente de un proyecto de una posible “nueva cristiandad” temporal que Maritain parece propugnar. Ese nuevo orden cristiano estaba definido por la nueva actitud que el cristiano debía adoptar frente a la complejidad de los nuevos tiempos. Menvielle, desde luego, reconocía que en su obra Maritain no proponía “directa y primariamente” “algo diverso para ser creído, sino algo diverso para ser practicado”. La heterodoxia, más que dogmática, cabía definirla como pragmática, si no insistiera el escritor argentino en que ese algo diverso para ser practicado debía suponer “una concepción de la vida también diversa para ser profesada”. En este giro descansaba toda la fuerza de la argumentación crítica del P. Menvielle. Los resultados a los que un modo de razonar discontinuo, por saltos, a través de implicaciones e inferencias inexplicables puede conducir, quedan patentes en las conclusiones de este libro. Sólo la lectura atenta de sus seis capítulos puede revelar al lector desapasionado las consecuencias de una crítica montada sobre un “leit-motiv” central que por todos los medios hay que imponer. Seguir el hilo de los argumentos resulta, por otra parte, bien difícil, al perderse y extraviarse en paralelismos y analogías textuales, en muchos casos incoherentes. Puede calificarse esta obra de apasionada, pero lo que no se puede negar al P. Menvielle es sinceridad y autenticidad. En su crítica refleja de un modo claro y terminante su opinión y punto de vista. El libro del P. Menvielle tuvo en España una reseña benévola en un artículo de L. E. Palacios aparecido en la Revista de Estudios Políticos (núms. 28-29, 1946, p. 150-164), al final del cual anunciaba un estudio sobre la obra de Maritain, al que en estos días da término. A raíz de la aparición de esta obra se cruzaron cartas entre el P. Garrigou-Lagrange, Menvielle y Maritain, la mayoría de ellas publicadas en el semanario Balcón{***} y luego recogidas en el libro de Correspondance citado. Estas cartas, más que ilustrar la historia de una controversia entre dos posiciones ideológicas definidas, registran la anécdota de un incidental encuentro epistolar entre un escritor fogoso e insistente en sus opiniones y un teólogo que en continuo repliegue rehúye la discusión, orillando definirse sobre temas, por delicados, escurridizos. Refiriéndose a la índole de los ataques de Menvielle, Maritain dirá también, tal vez con falta de mesura, en una carta dirigida al P. Garrigou el 12 de Diciembre de 1946, que ellos vienen circunstanciados por “resentimientos políticos entrañablemente confundidos con el celo por la Religión”. En dicho escrito se reitera como fiel escritor tomista.

En otro de sus libros ha vuelto Menvielle sobre la crítica del pensamiento mariteniano, rebatiendo esta vez los mismos fundamentos sobre los que descansa la construcción del nuevo orden cristiano. En su obra Crítica de la concepción de Maritain sobre la persona humana (Buenos Aires, 1948), el autor pone de relieve la errónea posición de Maritain en lo que atañe a su exagerada valoración de la dignidad de la persona humana. Según Menvielle, Maritain ha subordinado la persona humana, entendida como individuo, al Estado o sociedad política y supraordenado la persona humana en cuanto tal por sobre todo orden social. El ataque se lleva ahora por un cauce más mesurado y la obra está compuesta con un indudable mayor sentido de penetración. Se podría disentir sobre los supuestos a partir de los cuales Menvielle monta su crítica contra el pensamiento mariteniano, terciando así en la controversia suscitada en Canadá, pero es incontrovertible que la crítica en este libro ha ganado un tanto en moderación, ya que no se abusa de la insistencia en los paralelismos entre Maritain y Lamennais, ni se repite mucho la condenación del maritenismo como liberalismo teológico. Para Menvielle el maritenismo en sus efectos ha viciado toda construcción posible sobre las relaciones entre la Iglesia y el Estado, ya que “reduce la dignidad del Estado, exaltando los derechos y libertades de las personas singulares y reduce la supremacía efectiva de la Iglesia exaltando la autonomía del Estado” (Op. cit.. p. 368). El libro ha sido ampliamente comentado en España por el chileno Osvaldo Lira, en una nota titulada “La actitud política de Maritain”, publicada en Cuadernos Hispanoamericanos (enero-febrero de 1949). El mismo Maritain se hizo eco de estos ataques, dirigiendo al P. Garrigou dos cartas, que son parcialmente recogidas en su libro Raison et raisons (París, 1947). En los apartados “Les points sur les i” y “A quelques contradicteurs” rechaza la mayoría de las imputaciones que le habían sido hechas. El texto de las mismas ha sido reeditado por Menvielle en su Respuesta a dos cartas de Maritain al R. P. Garrigou- Lagrange, O. P. (Buenos Aires, 1948).

El maritenismo en Chile

En Chile el maritenismo filosófico ha tenido un amplio desenvolvimiento en los Seminarios eclesiásticos y en las organizaciones de Acción Católica a través de conferencias, comentarios y círculos de estudios; pero es el maritenismo político el que con más fuerza se ha destacado a través del grupo católico revolucionario de la “Falange”, constituido entre los años 1935 y 1937. Aunque no se haya perfilado ningún maritenista puramente filósofo de primer orden, ha sido en Chile donde los alegatos en defensa de Maritain parecen tener mejor clima. La influencia de Maritain está patente en una serie de libros publicados por la Editorial del Pacífico. Entre ellos hay que citar una obra de Máximo Pacheco Gómez, Política, Economía y Cristianismo, en la que se exponen los postulados doctrinales y prácticos del socialcristianismo, Una experiencia social cristiana, de Alejandro Silva, y los dos volúmenes sobre El orden social cristiano, de Alberto Hurtado.

La historia de las polémicas antimaritenianas tiene su arranque en la suscitada en los años 1938 y 1939 entre Mons. Luis Arturo Pérez Labra y Fernández Pradell. En su primer escrito sobre el maritenismo, un folleto que titula Maritain (Santiago, 1938), Pérez Labra se muestra todavía un tanto mesurado en sus ataques. Admite, refiriéndose a Maritain, que “sus doctrinas propiamente metafísicas bien fundadas en Santo Tomás de Aquino, no creo que puedan merecer reparo alguno” (p. 8). Del pensamiento mariteniano rechaza cuanto concierne a su ideal político del nuevo orden cristiano, que tacha de liberal. Pérez Labra volvió en 1944, en un folleto con el mismo título de Maritain, a repetir sus cargos contra el liberalismo teológico mariteniano en lo que concierne a las relaciones entre la Iglesia y el Estado, a la igualdad de cultos y religiones, al indiferentismo religioso y licitud de la tolerancia absoluta de las herejías. Esta vez fue Maritain quien, en un trabajo aparecido en Una polémica sensacional (Santiago de Chile, 1944), recalcó que se había pasado toda la vida combatiendo los errores del liberalismo teológico (p. 41). En ese trabajo fue desarticulando y rechazando, uno por uno, todos los malentendidos sobre su pensamiento.

La crítica del P. Lira

La revista Estudios tercia en el debate con la publicación de unos artículos del P. Osvaldo Lira que pretenden atacar a Maritain no ya en su pensamiento político, sino incluso en la misma raíz de su obra metafísica. Los trabajos van precedidos de una nota editorial en la que se habla del autor como de un “eximio conocedor del pensamiento escolástico” y de sus estudios como “una visión objetiva de la postura filosófica de Jacques Maritain”. El P. Lira, al igual que Menvielle, hace en su escrito pública confesión de haber sido anteriormente un fervoroso maritenista. El artículo “Pensamiento y medida de J. M.” apareció en el núm. 174 de la referida publicación (Julio, 1947). El sesudo escolasticismo del escritor chileno comienza afirmando que es Maritain quien “ha convertido las expresiones species impressa o ratio formalis sub qua en las correspondientes de determinante cognoscitivo y luz objetiva” (p. 43), sin advertir que la primera había sido mucho antes empleada por el Cardenal Mercier en su Criteriología (Lovaina, 1916) y que la segunda se puede encontrar en el concepto de “lumen objetiva” propuesto por Juan de Santo Tomás en su Lógica, al distinguir la función de la representación de la significación (Lógica, II, q. XXI, art. V. Tomo I, p. 683). Armado de esta sabiduría tomista es como el P. Lira afirma que Maritain “no constituye precisamente un ejemplar discípulo de Santo Tomás” (p. 44), ni “ha logrado realizar o dar cuerpo en sí propio al ideal de filosofía católica”, inficionado como está de “marcado regusto de racionalismo” (p. 47). Pasar de aquí a la afirmación de que Maritain es un “mal político”, es muy fácil, ya que, según el autor, “es político superficial porque antes se ha mostrado superficial como filósofo especulativo” (p. 54). El artículo del núm. 175 de la misma Revista nos pone de manifiesto esta presunta inconsistencia sobre la base de un análogo encadenamiento de proposiciones dogmáticas, frases de dudoso gusto y errores importantes. En este último trabajo el P. Lira se extiende en la crítica de la concepción mariteniana del arte, del conocimiento y del objeto de la filosofía moral, extendiéndose en el tratamiento del conocimiento por connaturalidad o experimental.

Los artículos en cuestión provocaron una réplica de Jaime Castillo Velasco en el número correspondiente al mes de Enero de 1948 de la Revista Política y espíritu, a los que el P. Lira dio réplica en su trabajo “En torno a Maritain y la filosofía escolástica”, aparecido en el número 181-182 de Estudios (Febrero-Marzo, 1948). Jaime Castillo se introduce en un terreno tan escurridizo como el de las controversias sobre temas escolásticos, con una evidente falta de preparación terminológica. De ahí no extrañará el que el P. Lira, en su réplica, resalte la errónea interpretación por parte de su contradictor de conceptos como el de conocimiento experimental de los ángeles, intuición del ser, &c. Una y otra vez el P. Lira alude a la “superficialidad” de su contrincante, todo ello con un lenguaje también “metafórico”, en que se habla de la “perennidad” del tomismo, de la “evolución homogénea” –suponemos que se refiere a los dogmas católicos, ya que la filosofía tomista es objeto de otro tipo de evolución–. Parece insinuar el P. Lira que Maritain no ha entendido a Juan de Santo Tomás, autor constantemente citado por el pensador francés; pero para poner de relieve esa “inmensa distancia” hay que demostrar un mejor conocimiento del tomismo, ya que no es Juan de Santo Tomás quien primero habla de esa doble vertiente del “ascensus” y del “descensus” de la “inductio” (p. 18).

En un trabajo sobre “Jacques Maritain y el liberalismo”, publicado en el n.° 35 de Septiembre-Octubre de 1948 de la revista Política y Espíritu (p. 236-245), Castillo Velasco rechaza los cargos de liberalismo formulados contra Maritain a raíz de la crisis del partido conservador chileno, en 1948, y de la aparición del libro De Lamennais a Maritain, de Menvielle. El ideal de la nueva cristiandad no es un postulado de necesaria realización, es un ideal hacia el que debe tender la sociedad cristiana del futuro. Para salir al paso de posibles malentendidos, el autor pretende distinguir los conceptos de Iglesia Católica, opinión pública católica y orientación política de los partidos católicos, pero se entretiene en minucias anecdóticas sobre la política interna chilena.

El antimaritenismo de Pérez Labra

No quedaron aquí las cosas. En 1948 torna Luis Arturo Pérez a atacar a Maritain en su escrito Estudio de filosofía político-social, en que califica a todo maritenista de liberal, socialista, individualista e izquierdista. La raíz de todos los errores de Maritain reside en que “deforma por exageración o disminución de tal manera principios fundamentales del orden temporal cristiano, que llega a crear un tipo nuevo de cristianismo, un ideal diverso del que propone la Iglesia” (p. 88), “un ideal que llega a proponerse con pretensiones de desplazar a la doctrina pontificia” (p. 36). El colaboracionismo mariteniano, a su juicio, es efecto del confusionismo y del miedo. “Ante la inundación comunista se cree necesario adoptar métodos nuevos, se cree necesario que estos métodos tomen el mismo paso, el mismo ritmo acelerador del error comunista; no se tiene confianza en la acción tradicional de la Iglesia: se pide colaboración en algunos errores antiguos para rejuvenecer los programas, dominar los acontecimientos, ponerse a tono con la época” (p. 9). Este espíritu de transigencia absoluta hasta en los principios no es consecuencia de un liberalismo. Este liberalismo, según Pérez Labra, no es el franco y abierto de Lamennais, conforme sostiene Menvielle; tampoco el moderado de Montalembert, como parece haber insinuado el P. Garrigou en su segunda carta del 28 de Septiembre de 1946 al P. Menvielle, sino un liberalismo ambiguo y nebuloso, que con el pretexto de la afirmación de una tolerancia civil impone la tolerancia dogmática. Las conexiones entre el maritenismo y el grupo de “Le Sillon” son, por consiguiente, “un verdadero parentesco de consanguinidad en primer grado” (p. 58). A su juicio, Maritain “piensa en liberal, siente en socialista, obra en sillonista y quiere en católico” (p. 88). Resulta harto pintoresco el razonamiento aducido por Pérez Labra para poner de manifiesto la heterodoxia del pensamiento mariteniano. Para alcanzar la conclusión de que “doctrina discutida no puede ser ortodoxa”, invoca el siguiente sorites: “Si es discutida, no es segura, y si no es segura, es peligrosa, y si es peligrosa, no puede declararse ortodoxa”. Este frente antimariteniano ha tenido un refuerzo, dentro del año 1949, en un ciclo de conferencias pronunciadas por el argentino P. Menvielle en Santiago de Chile. A ellas alude Manuel Vega en un artículo periodístico que con el título “Menvielle habla de Maritain” apareció en El Diario Ilustrado del 3 de Junio de 1949. En el mismo diario se publicó el 3 de julio de 1946 un artículo de Jorge Van Hübner que califica al maritenismo hispanoamericano de “herético”.

Continúa la polémica chilena

Las imputaciones que acabamos de reseñar son rechazadas por el jesuita chileno Dr. Julio Jiménez Bergesio, en una obra titulada La ortodoxia de Maritain ante un ataque reciente (Talca, Editorial Cervantes, 1948). Apenas publicado el libro, el P. Jiménez se vio obligado a aclarar el sentido de su defensa, así como el por qué la censura eclesiástica de la obra se había hecho en Talca y no en Santiago de Chile, en el artículo “Aclaración canónica y un poco más”, publicado en El Diario Ilustrado del 16 de Diciembre de 1948, contestando así a los cargos que le había hecho en una nota Misael Correa Pasteur. Jiménez Bergesio achaca a Pérez Labra el estar aquejado del endémico mal de deformar continuamente el pensamiento mariteniano. Confunde conceptos tan claramente distinguidos como el de tolerancia dogmática y práctica; confirma sus conclusiones con textos inválidos por estar previamente mutilados; vicia el sentido de las frases, arrancándolas de su contexto arbitrariamente. Estos cargos son negados por Pérez Labra en seis artículos periodísticos aparecidos en El Diario Ilustrado y origina dos respuestas del P. Jiménez en los artículos “Las réplicas del Sr. Pérez” (Diario Ilustrado del 26 de Diciembre de 1948) y “Para terminar una controversia” (Diario Ilustrado del 3 de Enero de 1949). En este último trabajo pone de relieve las continuas deformaciones del pensamiento mariteniano llevadas a cabo por el P. Labra, aduciendo en dos columnas textos auténticos de Maritain y los mismos textos extractados y vertidos por el contradictor chileno.

Con una intención más expositiva que polémica está compuesta la obra El pensamiento social de Maritain, de Carlos Naudon (Santiago de Chile, 1948). En ella se expone el fundamento tomista de la concepción mariteniana a la luz principalmente del papel que juega la teoría de la analogía en los problemas sociológicos. Según Naudon, para el entendimiento de esta concepción social es esencial la exacta comprensión de “humanismo integral”. El plan de esa construcción del nuevo orden social cristiano no está propuesto a título de tesis dogmática definitiva, sino de hipótesis aproximativa: “Maritain, dicen Naudon, escribe sobre la forma que él cree llegarán a aplicarse en este momento histórico tales principios, sobre uno de sus modos posibles de realizarse” (p. 92).

El debate entre Pérez Labra y el P. Jiménez Bergesio está recogido por el P. Menvielle en un artículo que con el título “Una polémica sobre Maritain” se publicó en el número 4 de la Revista argentina Presencia (8 de enero de 1949). El comentario se pronuncia a favor del P. Labra, atacando al padre jesuíta por defender la tesis de la tolerancia por parte del Estado a profesar el error cualquier persona humana. En este supuesto está ya implicado el derecho natural inviolable al error religioso o teológico. La revista argentina Criterio, de los PP. Jesuítas, publicó el 12 de Mayo de 1949 la respuesta del P. Jiménez, bajo el título “Rectificación de imputaciones falsas”. El mismo artículo, extractado, apareció en el número 11 de la Revista Presencia (27 de Mayo de 1949). En él se rechazaba el que bajo ningún concepto, tanto el autor como el mismo Maritain, nunca hubiera sustentado un derecho natural al error. Afirmar la razón de la tolerancia no implica la necesidad de defender el error. Pero, según el P. Jiménez, no reside el “intríngulis” del mal entendimiento de Menvielle en una “equivocación accidental”, sino más bien en un pertinaz método de deformación y desvirtuación intencionada de textos. La discusión, ya accidentada, se complicó con el intercambio de cartas, que obligó a la Dirección de la Revista Criterio a fijar su posición al lado del P. Jiménez, en una nota titulada “En torno a Maritain”, con precisiones muy concretas (Criterio, núm. 1.092 del 26 de Mayo de 1949), al mismo tiempo que insertaba una réplica de Menvielle: “En respuesta al P. Jiménez”, recogida también en el número 11 de Presencia, del 27 de mayo de 1949, en la que el escritor argentino venía a afirmar que la “influencia filosófica- política (de Maritain) está en sensible declinación, salvo en sectores de importancia secundaria de algunos países hispanoamericanos”. En este escrito se propone el autor explicitar la doctrina católica de la libertad de conciencia y de la tolerancia de cultos. El P. Jiménez volvió a terciar en la prolongada controversia con una “Nueva rectificación al Sr. Menvielle”, en la que tras insistir en la índole eminentemente singular de la lógica “menviellista”, resalta que el pensamiento mariteniano es “una posición netamente católica”. Con una breve nota sobre “Seriedad de procedimientos”, del 2 de junio de 1949, terminaba el P. Jiménez resumiendo el enojoso incidente de intercambio de cartas. El último documento de esta polémica lo constituye un artículo de Menvielle en el número 13 de Presencia, del 24 de junio de 1949, en el que el escritor antimariteniano se limita a repetir sus cargos contra Maritain.

La obra de Menvielle tuvo una respuesta chilena en un libro de Castillo Velasco publicado en 1949 en Santiago de Chile con el título de En defensa de Maritain. De rechazo se contraatacaba también en esta obra contra la posición sustentada por Pérez Labra. Las objeciones fundamentales hechas contra el filósofo francés son rechazadas sobre la base de poner de manifiesto una persistente deformación del pensamiento mariteniano. El número 7 de la revista Presencia (29 de marzo de 1949), en un artículo de Juan A. Casaubon, bajo el título “Más sobre Maritain”, contestó indirectamente al libro chileno, resumiendo dos artículos del P. Lefevre sobre “Personalisme et crise moderne” y “Une ascetique nouvelle”, aparecidos en los números 7 y 8 de la revista francesa La Pensée catholique (julio-septiembre de 1948 y octubre-diciembre de 1948). En el primero hay una crítica contra la presunta identificación hecha por Maritain entre individualidad e individuación de una naturaleza sensible, así como de la dicotomía del hombre en individuo y persona de un mixto sabor cristiano y kantiano y de la roussoniana imposición de la vida social violentando la vida personal. El segundo artículo, extractado, ataca la ascética supuesta por la mística personalista “de una purificación de medios inapropiados”, cifrada en el ejercicio de la virtud de la fortaleza que pone el acento en el acto del “sustinere” más que en el de “aggredi”.

Sentido político de la controversia

Pero no para en este punto el trasiego de notas y contra-réplicas. Un número extraordinario de la revista Política y Espíritu, el 39-40 de abril-mayo de 1949, está consagrado a este debate. En el editorial titulado “Maritain y sus detractores”, queda perfilado claramente el sentido eminentemente político de la controversia. Tanto el maritenismo como el antimaritenismo hispanoamericano en colisión comporta actitudes políticas. “El antimaritenismo, dice el editorialista, no tiene sólo carácter doctrinario religioso, sino que comprende y muy principalmente una posición política, a la que se trata de dar una mayor autoridad moral y trazas de seriedad y altura de miras bajo la apariencia de un elevado afán de velar por la pureza de la doctrina católica”. El autor de este trabajo, para matizar la actitud del antimaritenismo recuerda la justificación que del capitalismo ha hecho P. Labra en su estudio sociológico (pág. 46). “Si no existieran grupos partidistas, más o menos inspirados en la filosofía política de Maritain, y que pretenden transformar el mundo capitalista burgués, sigue el editorialista, probablemente el antimaritenismo no existiría en la forma en que lo vemos surgir” (pág. 43). El artículo central de esta publicación, cuyo autor es Jaime Castillo, bajo el título “De Maritain a Menvielle”, es una réplica “política” al libro “político” del Sr. Menvielle, que según el articulista define la opinión del casticismo conservador del catolicismo criollo (pág. 46). Para el análisis del contenido del “menviellismo”, Castillo Velasco distingue dos etapas. La primera representada por libros como Concepción católica de la Economía (1932) y Concepción católica de la Política (1941, segunda edición), supone una abierta repulsa del capitalismo y del liberalismo. De este período y de esos libros es donde se extraen textos sobre el problema de la verdad y el error, las relaciones entre la Iglesia y el Estado, la “ambivalencia de lo histórico”, los derechos de la persona humana, la “obediencia consentida” del cristiano dentro de la sociedad laica, que guardan conexión con las mismas imputaciones luego formuladas por el mismo Menvielle contra Maritain. La segunda arranca de la “conversión” antimariteniana de 1937 y está representada por los libros críticos de Maritain ya reseñados. Estos dos libros, por dos vías diferentes, tienden a probar el liberalismo del pensamiento mariteniano: filosóficamente, infiriéndolo del concepto mariteniano de persona humana; la otra históricamente, a través de un planteamiento de los supuestos liberales del maritenismo. Esta segunda etapa de la evolución ideológica de Menvielle es la que es atacada por Castillo Velasco, revisando los conceptos maritenianos de progreso necesario, bien común, individualidad y personalidad. Empeñado Castillo Velasco en una traducción en fórmulas políticas del antimaritenismo de Menvielle, su crítica del liberalismo la reduce a una negación de la libertad humana, no sólo moral, sino incluso económica. Menvielle, dice Castillo Velasco, es un teorizador de las oligarquías multimillonarias (págs. 46 y 56). La causa de la difusión del “menviellismo” reside en el natural instinto de conservación y conformismo de todos los movimientos reaccionarios, dominados por el santo temor a todo cambio o evolución política. Lo que comenzó en el plano de una simple controversia ideológica, baja como vemos al terreno de la más desagradable lucha partidista.

Conclusión

Esta visión panorámica del pensamiento mariteniano hispanoamericano nos ha permitido mostrar la importancia de este movimiento de signo tan complejo. La diversa trayectoria por él seguida permite hacer resaltar la distinta significación del movimiento filosófico y político. El curso de la evolución de este movimiento político es cada vez más acentuado en detrimento de la influencia filosófica, que tiende a amortiguarse. De todas formas no se ha llegado aún al momento crítico en el que pueda decidirse el curso definitivo de esta dirección de pensamiento. Cualquier anticipación en este punto resultaría prematura. El maritenismo hispanoamericano es aún lo suficientemente activo como para prejuzgar ligeramente su ocaso. Creemos, por el contrario, que el proceso de impregnación mariteniana del pensamiento político hispanoamericano aún no ha madurado del todo, y restan todavía muchas singladuras por andar. Las polémicas y controversias sobre el tema se mantienen en el plano de la más palpitante actualidad.

José Perdomo García

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{*} La posición de De Koninck ha tenido en España eco en un artículo de Leopoldo E. Palacios aparecido bajo el título de “Charles de Koninck contra el Personalismo”, en el número 58 de Criterio (15 de marzo de 1950), y en el que discerniendo un personalismo de Berdiaef, Maritain y del grupo “Esprit” de Mounier, califica al maritenismo como una “concepción descaecida y anémica de la vida pública” (pág. 10 y 114). En otro trabajo aparecido en el número 55-56 de Arbor (julio-agosto de 1950) con el título de “La primacía absoluta del bien común”, ha reunido consideraciones expuestas en un ciclo de conferencias pronunciadas en la Universidad Internacional de Santander en el mes de julio de 1950, designando a la “concepción comunitaria y personalista” de M. como “compromiso inestable”. En el sentido de la posición de Yves Simon cabe definir la actitud adoptada por el P. Todolí, en su estudio “Naturaleza y primacía del bien común” (Revista de Filosofía, núm. 35, octubre-diciembre de 1950), que afirma expresamente que una cosa es el personalismo entendido al modo de Kant, y otra muy distinta lo que se ha dado en llamar personalismo de M. (pág. 598).

{**} Un artículo publicado en la revista española Criterio (núm. 48, Año VII, 15 de octubre de 1949) define estos movimientos como efectos de una grave “confusión ideológica”.

{***} Vid. Balcón, núm. 26 de julio de de 1946, 9 de agosto de 1946 y 30 de agosto de 1946.