Cine
Rafael María Torrecilla
Cine religioso
La Semana Santa, con la tradicional revisión de antiguos films de la Pasión, trae una vez más al primer plano de la actualidad cinematográfica el tema del cine religioso. En estas fechas, rara es la pantalla que no exhuma algún viejo film religioso de los muchos que el cine en su corta historia ha producido; desde “Passion Play” y “Vida de Cristo”, realizadas en 1897 en Estados Unidos y Francia, respectivamente, se ha llevado a la pantalla el tema de la Pasión más de 30 veces. Y algunas de estas muchas películas –cuya enumeración sería extensísima– alcanzaren gran éxito mundial, como “Rey de reyes”, de Cecil B. de Mille y “Gólgota”, de Duvivier. Pero el cine no sólo ha tocado el tema de la vida de Jesús, sino que también ha abordado con frecuencia temas históricorreligiosos y temas puramente imaginativos de carácter religioso. En los primeros se ha glosado la vida de algún santo o algún hecho de la historia de la religión; a este género pertenecen títulos tan conocidos como “Las cruzadas”, de Cecil B. de Mille, y “La canción de Bernadette”, realizada por Henry King, y que ha reestrenado la pasada semana el Palacio de la Prensa. Y de los films imaginativos que giran en torno a algún problema religioso –quizá los más interesantes por su enorme difusión– han sido los norteamericanos los que mejor han acertado en la amenidad merced a un argumento bien novelado: así, películas tan famosas como “Las llaves del reino” y, sobre todo, “Siguiendo mi camino”. Hoy, Virginia Van Upp prepara en Hollywood –con el asesoramiento religioso de nuestro compatriota don Andrés María Mateo– “La vida de Cristo”, con las perfecciones técnicas del cine actual.
También el cine español ha tocado el tema religioso. No en la Pasión, que todavía no se ha realizado en nuestros estudios, pero sí en películas históricas, como “El capitán de Loyola”, y películas anecdóticas, como “La mies es mucha”, “La manigua sin Dios” y “Misión blanca”. Actualmente se preparan dos biografías de índole religiosa: la del misionero padre Damián de Veuster y la de San José de Calasanz, fundador de las Escuelas Pías.
Ante la importancia, cada día mayor, del cine, es comprensible la necesidad de incrementar la producción del cine religioso. Pero más importante que el biográfico es todavía el de tendencia moralizadora a través de la amenidad de lo anecdótico y costumbrista. Y si más pernicioso que el cine descaradamente inmoral –del que se huye abiertamente–es aquel otro que bajo la máscara de inocente entretenimiento va minando la solidez moral y causa verdaderos estragos en la juventud, es natural que haga más bien que un cine específicamente religioso un cine ameno, pero intensamente moralizador. La importancia del cine, por su valor difusor y su lenguaje universal de imágenes, ha sido preocupación del Sumo Pontífice en todo momento. En 1936 Pío XI decía en una encíclica dirigida a los obispos norteamericanos con motivo de la creación de la Legión de la Decencia: “La eficacia del cinematógrafo reside principalmente en el hecho de que habla mediante imágenes, las cuales se ofrecen a los sentidos sin ningún esfuerzo de los mismos. La misma lectura y el escuchar un relato exigen un esfuerzo y atención de la mente que en la proyección cinematográfica se evita con el continuado placer de una sucesión de imágenes visuales concretas. Esta eficacia se refuerza y aumenta en el cine sonoro.”
Es, pues, preciso intensificar la producción de films moralizadores, que contrarresten en lo posible los efectos perniciosos de un cine inmoral. Pero el camino más directo de defensa de la moral es el de las mismas armas con que se le ataca: no en forma propagandística, sino deleitando. oponiendo persuasivamente el brillo de unas vidas y costumbres ejemplares a la corrosiva frivolidad de muchos films. Y para aso no hacen falta grandes medios; sólo basta, según palabras de Su Santidad, “hacer una producción cinematográfica completamente imbuida en los principios de la moral cristiana”.