Alférez
Madrid, octubre y noviembre de 1947
Año I, números 9 y 10
[página 11]

Notas sobre la Hispanidad

No intento definir, sino precisar. La Hispanidad es indefinible, pero no es una cosa vaga, a pesar de que la Retórica la ha envuelto en una nube de vaguedad. Dice Chesterton que «muchas de nuestras dificultades actuales, en religión como en otras cosas, provienen simplemente de que tomamos una por otra dos palabras diferentes: la palabra «indefinible» y la palabra «vago». En cuanto oímos calificar un hecho espiritual de «indefinible» nos imaginamos algo desdibujado, una nube de contornos indecisos.

El hecho primario, el hecho real, que es todo lo contrario de lo vago, eso es lo indefinible. Usando la expresión de Chesterton diré que la Hispanidad es «demasiado real para ser definida». Pero esto es precisamente lo que no justifica la vaguedad retórica. Es necesario precisar.

La Hispanidad, como toda cosa real, es muy compleja y presenta infinidad de aspectos. Querer cogerlos todos en el puño o en el ojo es una necedad. Tenemos que coger únicamente los aspectos que nos interesan, y para determinar estos aspectos es necesario fijar el fin de nuestro interés. Porque una misma cosa nos puede interesar para diversos fines. Una flor puede interesarnos para la Botánica o para la Poesía o simplemente para adornar un florero. ¿Para qué nos interesa la Hispanidad? ¿Nos interesa para hacer filosofía, para hacer poesía, para nuestra salvación eterna y la de nuestros amigos y hermanos, para enflorar nuestros discursos. No. Estemos de acuerdo en que la Hispanidad no es para eso.

Entiendo que el fin de la Hispanidad es la realización en la Historia de los pueblos hispanos y por medio de ella la realización histórica de la Cristiandad. Dígase si se quiere salvación histórica y así se estará más claro de que no se trata de la salvación eterna de los individuos, que es negocio que incumbe a la Iglesia, y que no debe mezclarse aquí para evitar confusiones muy peligrosas.

Este fin de la Hispanidad es, pues, fundamentalmente un fin político, entendiendo lo político en su más alto y noble sentido, como realidad de la Polis, de la ciudad terrenal. Y no puede ser de otro modo. Se dice que la Hispanidad es una actitud frente a la vida, y es también una forma de catolicismo y una forma de cultura. Todo eso es cierto; pero tales hechos constituyen una observación sociológica, es decir, que tiene un claro valor y destino políticos. Porque en mí, individualmente, como persona, tales hechos no existen. Yo, individualmente, soy una unidad completa sin raza ni nacionalidad. Estos hechos existen por la comparación entre los individuos. La Hispanidad y la nacionalidad surgen de la relación social, cuando se comparan los individuos entre sí y los pueblos entre sí y se observa en un grupo determinado de ellos un denominador común que exige naturalmente (porque el hombre es zoon-politikon) una realización colectiva en la Historia, es decir, que hay una exigencia política.

La Hispanidad nos interesa como realidad política, debe entenderse como ese denominador común de los pueblos hispanos en cuanto tiene una exigencia política de realización histórica.

El que no tiene conciencia política no puede, pues, entender la Hispanidad. La conciencia puramente artística no sirve para entender la Hispanidad. La conciencia puramente científica o filosófica no sirve para entender la Hispanidad. La conciencia puramente apostólica religiosa no sirve para entender la Hispanidad. Por favor, pues, que los artistas puros, que los intelectuales puros, que los religiosos puros, no hablen de Hispanidad, que se dejen de hispanizar. Que hagan su obra pura o puramente su obra, sin preocuparse de si es o no hispánica. Lo será si ellos son hispanos. Pero, por favor, ¡fuera con el rotulito! y que no se metan a hispanizar.

De esa cosa viva y real que es la Hispanidad nos interesan sus aspectos en función de lo político. No es aspecto político de la Hispanidad, que con esto quiere decirse muchas veces que la Hispanidad puede servir a determinada política, a determinados fines políticos, y esto es bastardear el concepto. No. Quiero decir que la Hispanidad debe entenderse y tratarse con visión de político y para sacar de ella una política, nuestra política. Precisamente se trata de tener una política propia, porque desde hace ya más de un siglo no hemos hecho otra cosa que servir a los políticos de los imperialismos extraños y enemigos. Y la base de esa política propia, la base de nuestra realización en la Historia es la Hispanidad.

Con esa visión política fundamental ya se pueden destacar, dentro de los muchos aspectos que presenta la Hispanidad, los que le dan personalidad y categoría dentro de la Historia, los que la señalan y distinguen, mostrándola como una realidad vital preñada de posibilidades históricas.

Estos aspectos o caracteres, a mi juicio, son los siguientes;

a) Exigencia vital de un catolicismo integral, o sea, que existe en los pueblos hispanos una exigencia y una tendencia, que fue carne en la Historia, hacia la plena realización del Catolicismo, llevándolo a todos los órdenes de la vida social: jurídico, económico, cultural, &c.

b) Ortodoxia católica, o sea una orgánica incompatibilidad popular con la herejía, una fidelidad total a la autoridad religiosa de la Iglesia y a su doctrina, sobre todo en el orden histórico e internacional, sacrificando los nacionalismos a una superior concepción teocéntrica del mundo, al auténtico sentido cristiano de la frafernidad universal y de la unidad moral del género humano proclamada en Trento por Laínez, opuesta, por tanto, a todo nacionalismo teocrático, a la doctrina protestante de la predestinación, al materialismo histórico y al humanismo antropocéntrico.

e) Síntesis del Poder espiritual de la Iglesia y del Poder temporal del Estado, opuesta, por tanto, al divorcio moderno entre lo espiritual y lo temporal que aceptan incluso filósofos católicos como Maritain.

d) Afirmación intuitiva y real de la personalidad y de la individualidad humanas frente al Estado.

e) Ordenación jerárquica y aristocrática (no democrática) de la sociedad.

f) Sentido primordial y telúrico de la Cultura y de la Historia. Este es el aporte americano a la Hispanidad y en él se basa la posibilidad y novedad de la recreación cultural que necesita el mundo. Puede identificarse con el retorno a las cosas de que hablaba Laín Entralgo en sus conferencias de Santander, como segunda nota de lo que en medio de la actual crisis intelectual se vislumbra como base o fermento del inmediato porvenir de la Cultura.

Al decir que éste es el aporte americano a la Hispanidad no quiero decir que los otros aspectos o caracteres no se den en América. Quiero decir que este sexto aspecto es el exclusivamente americano. Y es de una importancia enorme y decisiva porque es el aspecto vital, el fermento nuevo, el que da la fuerza de juventud para que los otros aspectos puedan ser aceptados y revitalizados en la Historia.

Por lo demás, la Hispanidad es fundamentalmente americana o hispanoamericana. Hablo de la Hispanidad histórica, real, actual, de su corporeidad. Prescindo de las quintaesencias filosóficas, de la Sociología ultraísta, de la ultra-Historia, de si Séneca, de si Pelayo, de si los godos, del si hubiera, habría o hubiese sido. A la política no le interesan los futuribles. La Hispanidad, cosa real, histórica, política, actual, es americana. Es española en cuanto España está en América. La Hispanidad puede cumplir su fin de realización histórica, en último término, aun en contra de España, si ésta traiciona sus propias esencias hispánicas. Y es que esas esencias hispánicas están en América. Pero esta realización histórica de la Hispanidad no puede cumplirla España sin América por varias razones: 1ª Porque América es ya parte enorme de esa realización. 2ª Porque en el mundo actual una nación de 25 millones de habitantes no puede aspirar a la primacía histórica mientras Hispanoamérica tiene 120 millones y posibilidades ilimitadas de crecimiento. 3ª Porque los fermentos nuevos y originales de recreación cultural están en los pueblos nuevos, bárbaros o semibárbaros, si se quiere (yo diría telúricos y primordiales), de América y no en los pueblos europeos sometidos (incluso España) a un agudo proceso de intelectualización de su Cultura que ha hecho crisis ya, sin que les sea posible recobrar por sí mismos la fuerza pura inicial, la dignidad de espíritu, la inocencia histórica, ese sentido primordial y elemental de las cosas que por esta razón he señalado como aporte americano a la Hispanidad.

Pueden añadirse a estos caracteres o aspectos otros más específicos, como lo que el mexicano González Luna, refiriéndose a la Hispanidad como actitud humana, llama en frase de técnica filosófica ultramoderna gravedad vital de la adhesión valorativa, o sea, la manera «honda, grave y central de escoger valores y de adherir a ellos una vez escogidos». Es el caso del Quijote entregado incondicionalmente al ideal de su cruzada caballeresca y el de Hernán Cortes al quemar sus naves en un gesto irrevocable de abrazarse con toda su alma a la epopeya de la conquista.

Pueden señalarse, como digo, otros muchos aspectos que sirven para encuadrar históricamente con claro y alto fin político el concepto de la Hispanidad. Incluso los que atrás señalo pueden fundirse, retocarse, afinarse. No pretendo sentar cátedra. No intento dogmatizar ni sistematizar. Lo escrito en este artículo no tiene valor de profundidad meditativa. Son ideas, intuiciones, brotadas con rapidez y espontaneidad como fruto de la necesidad mental de aclararse y aclarar en medio de esta vaga y solemne monumentalidad retórica que nos aplasta y que puede esterilizar los más vitales esfuerzos de nuestra juventud personal y nacional e inutilizar una coyuntura histórica preciosa.

Julio Ycaza Tigerino


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