Filosofía en español 
Filosofía en español


Nuestro lema


El 14 de abril será, en adelante, una fecha que más que un hecho histórico, viene a marcar un rumbo nuevo, o por lo menos, diferente, al pensamiento. La caída de un Trono es mucho, y al fin puede no representar nada en sí misma, si no fuera un hecho sintomático. No es, precisamente, el cambio de régimen lo que echan de menos los españoles, sino el surgir de los “nuevos modos” e “ideas nuevas” y demás tópicos, es la nueva concepción de la vida que ha invadido las mentes y las conciencias lo que crea el malestar. Detrás de estas ideas y modos, y quizá por ellos ha nacido la inquietud. Esta inquietud hondamente sentida por nuestros intelectuales primero, por algunos políticos formados en la escuela de la tradición española después, va penetrando, aunque lentamente, en el hombre del pueblo medio. Esta inquietud, signo de la época, puede dar con la clave de todos nuestros males para remediarlos. Y es que al hombre no pueden satisfacer ninguno de esos sistemas viejos, y por viejos anticuados y mandados retirar, que se llaman liberales y demócratas, &c. El hombre necesita de perspectivas infinitas, ha dicho Maeztu, y esas perspectivas y horizontes no las puede encontrar sino mirando dentro de sí. En esa mirada descubrirá muchas cosas que, acaso, por serles demasiado familiares, no le decían nada en otro tiempo. Pero se le ha ultrajado en su conciencia, en sus sentimientos, en lo más íntimo de su ser, y entonces se reconcentra, mira, bucea dentro de sí, y de esa búsqueda nace la inquietud.

Bajo el signo de esa inquietud, se funda una noble empresa: Acción Española. Acción Española es el resultado de esa mirada colectiva dentro de nuestra historia. Y después de mirarla con mirada de águila, ven palpablemente ese “lento suicidio de un pueblo” de que nos habló Menéndez y Pelayo. Y ponen todo su esfuerzo en evitarlo. Y así hacen una magnífica confección, que suscribimos en todas sus partes:

Por esa doctrina (la tradicional española) nos proclamamos católicos, y por católicos, contrarrevolucionarios. Porque al decirnos católicos, no sólo afirmamos privadamente una fe, sino que aceptamos todo un modo de civilización, cuya defensa frente a las negaciones revolucionarias ha sido todo nuestro destino histórico. Y afirmamos esto en la hora misma en que el mundo entero vuelve, desengañado, a las soluciones espirituales, que hacen que nuestra vieja tradición empiece a ser contemporánea de toda la moderna inquietud.

Y por síntesis y compendio de ese sentido contrarrevolucionario, propugnaremos la reforma integral del Estado, elaborando y propagando sus fundamentos doctrinales.

Es preciso ahora, aprovechando la buena disposición de ánimo del doloroso escarmiento, explicarle a España por qué razones profundas, al salirse del cauce de su tradición, han estado a punto de perecer las esencias vitales de su personalidad como nación.

Es preciso decirle a España, desvaneciendo tanto lugar común, que la unidad y la continuidad, aristocráticos anhelos de la inteligencia humana, son incompatibles con la tiranía política de la masa, y que sólo un Estado nuevo en el que por vez primera desde hace dos siglos encuentre su cauce normal la vida de la nación, y en el que se coordine el sentido histórico de la jerarquía con la participación tradicional del pueblo en la vida política, puede poner término de modo lógico al periodo constituyente que estamos viviendo, abierto artificiosamente por el espíritu sectario de una minoría antinacional.

Sería locura suicida aceptar mansamente esta obra destructora, repudiando la merced divina de una tradición nacional, para caer en la orfandad y en la desgracia de los pueblos que carecen de ella.

Y este es el momento de decir todo esto. Queremos aprovechar el mínimo de paz y libertad recientemente conquistado, para enseñar a España toda la verdad de la contrarrevolución. Y para decírsela con prisa, con angustia: queriendo suplir en poco tiempo dejaciones y olvidos de siglos.

Nuestra labor será, al margen de todo partido político, pura y estrictamente cultural. Por ese rodeo que va de la logia y la Institución Libre a la tribuna, la prensa y la calle, llegó el enemigo a la Revolución. Por un parecido rodeo, queremos llegar a la Contrarrevolución nosotros. Y esperamos conseguirlo con mayor celeridad, porque nos empuja un viento de siglos y un lírico entusiasmo.

Somos un puñado de españoles que conviven en un mismo ideal. Tenemos la elegancia y la discreción del número corto, para oponerlas a las gregarias avalanchas de la democracia. Queremos formar otra España. Los más grandes árboles, nacen de leves semillas. Así confiamos nosotros, invocando a Santiago y España, dar cima a la más grande y más urgente empresa de esta hora: la de hacer que vuelva a encontrarse a sí misma, como dijo Rubén,

La Nación generosa, coronada de orgullo inmarchito.

En sus mismas columnas Maeztu, hijo también de esa misma inquietud, levanta el magnífico monumento a la grandeza sin par de España, monumento que queremos dar a conocer a todos, absolutamente a todos los españoles e hijos de la América española, de cuyos parterres queremos ser los jardineros. Nos referimos a su profético libro Defensa de la Hispanidad. En él describe los caminos del espíritu por donde anduvo España, esos caminos llenos de gloria y de santidad, llenos de vida y de sano optimismo, siempre lúcidos, jamás mancillados.

Firmemente creemos que Hispanidad es la idea que debe sustituir en adelante a toda otra concepción política. Hispanidad es “la luz de lo alto”, es el espíritu de que está impregnada nuestra Historia, es la esencia de esa misma Historia.

Maeztu se pregunta: ¿Han elaborado los siglos ideal alguno que supere al nuestro? De la posibilidad de salvación se deduce la de progreso y perfeccionamiento. Decir en lo teológico que todos los hombres pueden salvarse, es afirmar en lo ético que deben mejorar, y en lo político que pueden progresar. Es ya comprometerse a no estorbar el mejoramiento de sus condiciones de vida y aun favorecerlo en todo lo posible. ¿Hay ideal superior a éste?

El ideal hispánico está en pie. Lejos de ser agua parada, no se superará mientras quede en el mundo un solo hombre que se sienta imperfecto. Y por mucho que se haga para olvidarlo y enterrarlo, mientras lleven nombres españoles la mitad de las tierras del planeta, la idea nuestra seguirá saltando de los libros de mística y ascética a las páginas de la Historia Universal. ¡Si fuera posible para un español culto vivir de espaldas a la Historia y perderse en los “cines”, los cafés y las columnas de los diarios! Pero cada piedra nos habla de lo mismo. ¿Qué somos hoy, qué hacemos ahora cuando nos comparamos con aquellos españoles, que no eran ni más listos ni más fuertes que nosotros, pero creaban la unidad física del mundo, porque antes, o al mismo tiempo, constituían la unidad moral del género humano, al emplazar una misma posibilidad de salvación ante todos los hombres, con lo que hacían posible la Historia Universal, que hasta nuestro siglo XVI no pudo ser sino una pluralidad de historias inconexas?

Este ideal, al ser universal, al comprender a todos los pueblos de habla española, y aun portuguesa, tiene también sus servidores en las tierras por España descubiertas. “América Española”, en su primer número, mayo de este año, ha escrito estas palabras que queremos hacer destacar:

Ha llegado ya la hora de variar el rumbo; el reloj del tiempo marca el minuto de recomenzar la vida, de volver hacia esa fuente vigorizadora del abolengo hispánico, grande, bueno, fuerte, creador y fecundo; alumbra ya el sol de la revaluación de las virtudes de esa raza sin par que llenó con sus hazañas las más gloriosas páginas de la Historia de todos los tiempos. En los corazones de los hispanoamericanos (y entendemos por tales no sólo los países en donde se habla la sonora y prestigiosa lengua de Lope y de Cervantes, sino aquellos otros que usan la conceptuosa y soñadora de Camoens) palpita ya hoy en insaciable anhelo de acercamiento paternal hacia nuestros hermanos del continente americano y de más allá del Atlántico. Son muchas las voces que se levantan para exaltar las excelencias del espíritu de nuestra raza y forman legión los portaplumas convencidos que están listos para empeñarse en esta nueva cruzada del idealismo, base de la reconstrucción del imperio hispánico en el mundo.

Recogiendo estos anhelos lanzamos esta publicación, llenos de optimismo y confiados en el triunfo de nuestros ideales, que, en definitiva, deben ser los de todo español que quiera ostentar tan noble y glorioso dictado.

* * *

Ahora unas advertencias: No somos empresa, no pertenecemos, ni nos inspiramos en ningún partido militante. Estamos al lado de todos en aquello que beneficia a España, contra todos en lo que signifique destrucción de nuestra patria. Somos sencillamente españoles. Sin querer monopolizar el sentimiento de lo noble y lo bueno, ni creernos en exclusiva posesión de la verdad, trataremos de interpretar y divulgar los principios eternos, fijos, inmutables, por los que se rigió España, por los que llegó a ser en frase de Menéndez y Pelayo, “nación y gran nación”.

Si siempre es obra digna de encomio servir a la patria, no lo es menos en estos momentos de vacilación, de duda, en unos, de negación en otros; en estos momentos verdaderamente trágicos en los que todos los valores espirituales están en crisis, en los que se va perdiendo lo poco que nos quedaba del patrimonio acumulado a costa de tantos sacrificios.

Es preciso rehacer nuestra Historia y junto con los que han tomado sobre sí tan noble afán, colaboraremos con todas nuestras fuerzas y nuestros entusiasmos. Servir, contra lo que creen muchos, es la más noble misión. Y a eso venimos nosotros: a servir los intereses de España, y los de las repúblicas que allende los mares ostentan el dictado de españolas.

Y nada más. No nos resta sino enviar a nuestro público el más cariñoso y sincero saludo y muy especialmente a la prensa de habla española.

La dirección




Nuestro lema
Insistiendo


Porque algunas personas no se han enterado todavía, o no se han querido enterar de nuestros propósitos al lanzar esta publicación, repetimos aquí unos párrafos de nuestro primer editorial:

«No somos empresa, no pertenecemos, ni nos inspiramos en ningún partido militante. Estamos al lado de todos en aquello que beneficia a España, contra todos en lo que signifique destrucción de nuestra patria. Somos sencillamente españoles. Sin querer monopolizar el sentimiento de lo noble y lo bueno, ni creernos en exclusiva posesión de la verdad, trataremos de interpretar y divulgar los principios eternos, fijos, inmutables, por los que se rigió España, por los que llegó a ser en frase de Menéndez y Pelayo “nación y gran nación”.

Si siempre es obra digna de encomio servir a la patria, no lo es menos en estos momentos de vacilación, de duda, en unos, de negación en otros; en estos momentos verdaderamente trágicos en los que todos los valores espirituales están en crisis, en los que se va perdiendo lo poco que nos quedaba del patrimonio acumulado a costa de tantos sacrificios.

Es preciso rehacer nuestra Historia, y junto con los que han tomado sobre sí tan noble afán, colaboraremos con todas nuestras fuerzas y nuestros entusiasmos. Servir, contra lo que creen muchos, es la más noble misión. Y a eso venimos nosotros: a servir los intereses de España, y los de las repúblicas que allende los mares ostentan el dictado de españolas.»

En estos momentos críticos, decisivos, en los que ya no sólo se discute, sino que se niega a España, que se la ultraja villanamente, y en los que todos la maltratan, en estos momentos, decimos, en que otros sectores saben unirse férreamente, nosotros nos perdemos en discusiones bizantinas. Todo, por el tanto o cuanto más de honrilla vana; porque debo ser yo y no tú; por exclusivismos inexplicables; por doctrinarismos ex cátedra; por quienes aún tienen mucho que aprender. Sobre todo, una cosa muy esencial. Toda idea necesita servidores, y los servidores no pueden ser altivos. La idea es la señora; la altiva, la que manda; quienes se ponen a su servicio, han de poner, ante todo, docilidad y comprensión.

La obra del resurgimiento de España no puede ser obra de uno solo, ni de unos pocos, es obra de muchos, es obra de todos. Si lo que buscan en eso, es servir, háganlo en hora buena, que nosotros para eso hemos venido, para servir, pero no estorben, debiendo ayudar, a quienes ponen su orgullo y su honor en ser útiles a la causa de España.

Nuestra posición está clara y claramente definida. Si logramos nuestro empeño, sentiremos la ufanía de haber servido para algo, cuando tantos, en mejores condiciones que nosotros, no hacen absolutamente nada. Si fracasáramos, nuestro dolor sería muy grande, pues veríamos palpablemente que el español había perdido toda noción de espiritualidad, y que en grado a cultura nos hallábamos peor que aquellos países de civilización primitiva, o de ninguna civilización, que desconocen las ideas nobles y elevadas. Confiamos en lo primero, y no por nuestras modestas, modestísimas fuerzas, sino por el espíritu de la Hispanidad, que congregará bajo su lema a las generaciones que nos sucedan.

La dirección




Lo que urge


Algo dijimos en nuestro primer editorial. Venimos a servir los intereses de España. Pero, ¿de una forma general, ambigua? No, eso nada dice y para nada sirve, por tanto. Nuestro programa es concreto. Existe en España una multitud de personas que no pertenece a ningún partido político; tiene sus simpatías con éste o con aquél; pero, sin embargo, no forma parte activa de ninguna organización. Y probablemente este número, no escaso, es una de las porciones más sanas de nuestro país. Existe también otra que se ha sumado a ciertos movimientos, pero por tratarse de movimientos de masa, carece de cultura y está, a la larga, incapacitada para llevar las riendas del gobierno. Los partidos, incluso numerosos, pueden improvisarse los grandes núcleos que en un momento dado manifiesten una gran pujanza. Pero esta pujanza es más aparente que real. Lo que no puede improvisarse es la cultura. Lo que tampoco puede improvisarse y de ahí la inutilidad práctica de tales organizaciones, son los hombres de gobierno. Para la formación de éste, es necesaria la cultura, y esas improvisaciones, de todo tienen menos de cultura. Y como somos seres racionales, la cultura es la única que puede crear un verdadero movimiento patriótico. Y la incultura el movimiento contrario.

Creemos que la única solución a todos nuestros males estriba en eso precisamente. Cultura, que es civilización, que es progreso, elevación moral; e incultura, sinónimo de revolución y barbarie. En definitiva, éste es el único problema planteado a nuestra pomposa sociedad de hoy.

Con apariencias de otra cosa, el nivel cultural es mucho más bajo hoy que hace dos centurias. Desde que aparecieron a escena las personas «conscientes de sus derechos», no hemos podido adelantar un paso. Se trata de la peor de las ignorancias: ignorancia crasa, crasísima, disfrazada de ciencia. Ciencia barata que no cuesta más que el precio de un papelucho insolvente.

Por eso, cuanto se haga para formar sólidamente la conciencia española, será un gran paso dado hacia la definitiva restauración. Restauración que no mira tanto a los signos extensos, cuanto al espíritu.

Un movimiento intelectual es siempre de mucha mayor eficacia que un movimiento de masa. La revolución forjada por intelectuales es, por la misma razón, doblemente peligrosa. He de confesar, sin embargo, que no admito una intelectualidad digna de tal nombre, que sea revolucionaria. Como no existe más que una cultura, el intelectual no tiene dos caminos para elegir. Necesariamente será restaurador o no será nada.

Urge, pues, no creer que ya existe, pero sí continuar ese movimiento de restauración en todos los sectores a donde sea posible llevarlo.

Es urgente esa tarea. Quizá cuando los rezagados quieran emprenderla, sea demasiado tarde.




A nuestros lectores


La dirección de HISPANIDAD agradece de todo corazón y estima en su justo valor las calurosas frases y encomiásticos elogios conque sus lectores favorecen a nuestra revista. Estima que es la mejor compensación que pueden ofrecerle a cambio de tantos sacrificios como son necesarios para llevar a cabo la tarea que se ha impuesto, que Dios quiera bendecir.

No es, ni mucho menos, esta revista, la que ideamos, pues son necesarios muchos elementos para acometerla. Esperamos, sin embargo, que no nos faltará la ayuda de Dios, a cuya causa servimos, ni el apoyo de nuestros lectores cuyos sentimientos interpretamos.

En estos momentos, a nadie debe asustar el sacrificio, si de él, y por él, obtiene la compensación que espera. Creemos que, sordamente, se está riñendo la gran batalla contra todos los fundamentos de la sociedad, y si no nos sacrificamos ahora de grado, para conservar lo poco que ya nos queda, nos sacrificarán mañana por fuerza.

¡Atrás las claudicaciones! ¡Fuera los tibios, timoratos o negligentes! No nos hace falta el número, la calidad es lo que nos interesa. Así, pues, a luchar sin desmayos por Dios y por la Patria y todo lo demás se nos dará por añadidura.




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El eminentísimo Sr. D. Isidro Gomá y Tomás, Arzobispo de Toledo, primado de España, que se encuentra en Roma para recibir de Su Santidad el Capelo cardenalicio. Dentro de breves días se encontrará entre nosotros. Viene acompañado de Monseñor Copello, Cardenal Arzobispo de Buenos Aires. La Acción Católica se apresta para rendir un homenaje a ambos ilustres purpurados. Vaya desde ahora nuestra más sincera y entusiasta adhesión.



Balance de un año


El cronista quiere trazar la semblanza política del fenecido 1935. Pero un sentimiento de repugnancia le obliga a abandonar su tarea. ¿No está en la conciencia de todos lo que escribir pudiera el cronista? Los periódicos le han servido diariamente lo que han podido decir de los acontecimientos del año. ¿Podríamos añadir nosotros algo nuevo? No ciertamente. Lo que no pudieron decir ellos no nos lo permitirían a nosotros. Por otra parte, no es nuestra misión la de informar sino la de orientar. El observador imparcial ha podido sacar una consecuencia y con ella es con la que debe presentarse a las urnas, cuando sea...

Al nacer el año –murió con una crisis–, queda abierto el período electoral, en medio de las más sórdidas ambiciones y cosas muy pequeñas... muy pequeñas cuando se discute la salvación de la Patria. Alguien pregunta: ¿qué es la Patria?, para luchar, no lo ocultan, por la Anti-España.

HISPANIDAD, síntesis del amor a la Patria, del amor a Dios y de la tradición de nuestra Historia, ve con tristeza, con agonías de muerte, la carencia de todos esos valores. Se lucha abiertamente por la Anti-España... ¿Por qué no luchamos con virilidad, con entereza, con hombría por la Hispanidad?




Decálogo para la política exterior y colonial española


I. Es una necesidad vital para España la de tener una política internacional y colonial definida. La desorientación y la política de renuncias y sumisiones, sólo conduce al desastre y debe cesar inmediatamente.

II. La política internacional y colonial española debe estar inspirada solamente en los principios inmortales de la Hispanidad y en los derechos de España: es decir, la pujanza de España en el mundo y el progreso moral y material de los españoles y de los pueblos hoy tutelados por España, pudiendo así aportar labor estimable a la Civilización Universal (no debe entenderse ello opuesto a una justa colaboración con las demás naciones). Los partidismos, localismos, intereses de grupo social, &c., y los intereses extranjeros sólo pueden tenerse en cuenta en la política exterior y colonial, cuando no se opongan al interés patrio ante el que deben ceder.

III. La política exterior y colonial española, una vez definida debe ser firme y estable, sin perjuicio de adaptarse a las circunstancias de cada caso y de la rectificación de errores sin falso amor propio, estando a salvo de cambios impuestos por circunstancias injustificadas, como por ejemplo de política interior.

IV. Aunque no debe existir contradicciones entre la política exterior y colonial y la restante labor política y social, que mermen la eficacia de aquélla, es preciso mantener la necesaria separación entre ellas, combatiendo el extendido error que supone que a una determinada posición en política interior, local o social, corresponde otra en política exterior y colonial inspirada en idénticas motivaciones, así como el que presenta a la Patria y a sus empresas, como patrimonio de algún grupo determinado.

V. Es preciso fomentar desde la escuela el conocimiento e interés de las masas (y aun de la minoría gobernante) por las cuestiones exteriores y coloniales. La indiferencia y la ignorancia voluntaria ante las cuestiones exteriores y coloniales que interesan a España, es un delito, y su corrección un deber primordial del Estado español.

VI. Los españoles tienen derecho y están obligados a participar en forma adecuada a sus circunstancias en la política exterior y colonial de España, bajo la dirección de las autoridades que la organicen, laborando en defensa de su Patria aun a trueque del sacrificio de intereses particulares (donde haya un español debe haber un pedazo de España, en el que se respete y se haga respetar el nombre de la Patria). Quien no cumple sus deberes nacionales en política internacional y colonial, no ostenta legítimamente la calidad de español, y es un deber de sus conciudadanos y del Estado español, obligarle al cumplimiento de aquéllos.

VII. Sólo debe ejercer funciones públicas en política internacional y colonial, quien está capacitado para su desempeño, por reunir las condiciones necesarias, sin tener en cuenta circunstancias de política interior o de otro orden. Los actos de las autoridades en política internacional y colonial deben estar inspirados exclusivamente en el interés de España, constituyendo en otro caso una extralimitación culpable.

VIII. Ante el extranjero y dentro o fuera de España, sólo debe haber españoles agrupados en indestructible haz para la defensa de la Patria: la división es una traición. Las autoridades españolas en política exterior y colonial, cuando actúan cualquiera que sea el juicio que merezcan, deben tener el apoyo y la colaboración de todos los españoles.

IX. La labor en política internacional y colonial, aunque tendiendo a la eficiencia, ha de ser independiente de los triunfos o adversidades que se obtengan, pues la defensa de la Patria es más gloriosa en sus momentos difíciles, y más mérito tiene entonces la fe en sus destinos universales.

X. Colabora grandemente al éxito de la labor internacional y colonial de España, el cumplimiento de los deberes cívicos internos de cada cual; una conducta laboriosa y honrada, y la ayuda de los españoles a quienes preocupaciones económicas o culturales impiden actuar en política exterior y colonial, restando fuerzas a España; los malos ciudadanos lo son generalmente en política interior como en la exterior y colonial.




Contra la revolución y sus cómplices
Ahora más que nunca ¡¡Viva España!!
hispanidad o anti-españa


Van a cumplirse dentro de muy poco los cinco años de gobierno (?) republicano. Cinco años en los que no sólo no se ha adelantado nada, sino que se ha retrasado mucho. Cinco años de triste experiencia, en los que se nos ha querido convencer a los españoles de que podíamos, e incluso debíamos, olvidar un pasado glorioso y sacrificarlo en aras de una felicidad común que ni aparece ni aparecerá por ninguna parte. Cinco años en los que apenas si ha existido un día de tranquilidad. Los mayores crímenes, las mayores monstruosidades han podido cometerse sin el más leve castigo. Ni justicia, ni prevención para el futuro. Impunidad. No coqueteos, sino protección decidida y abierta a la revolución.

Primero se pidió una república ¿por la república? ¿Esta era un fin o un medio? Por sus obras los conoceréis. ¿Quiénes fueron los fundadores de esta república? ¿Y hay quien pueda creer que van a dejarse arrebatar el hijo de sus entrañas? De ninguna forma. Ya alguien dijo que antes de entregar la república a unas derechas, la darían al comunismo.

Condenado al fracaso desde el primer momento este intento de republicanización de España, o lo que es lo mismo, de antiespañolización de nuestra patria, se han esforzado sus dirigentes en mantener a costa de todo y contra todos una república que si algún bien ha hecho ha sido afirmarnos más aún en nuestras convicciones de España una, católica y tradicional, único modo de seguir siendo españoles.

No vamos a hacer la historia de esos cinco años próximos a cumplirse; una sola palabra puede sintetizarla: República. ¿Qué español tiene un concepto, no digo de elevación moral, pero ni de medianía, de la república?

Y llegamos a estos días en que se cumple su primer lustro, y presenciamos el fracaso, la bancarrota republicana. ¿Cómo, entonces, se trajo una república que de no haber sido por elementos que nada tenían que ver con ella, hace tiempo estuviera ya enterrada, y aun con ella se encuentra en crisis fulminante al llegar a los cinco años? Demasiado sabemos cómo se trajo esto. Que no fue precisamente por la acción positiva de los republicanos, sino por la acción negativa de los monárquicos.

Ahora, por patriotismo y por instinto natural de conservación se nos pide que defendamos a España. Bien. Pero ¿defendiendo al mismo tiempo una institución que hoy, vinculada con nuestra patria, la ha llevado a la ruina? España merece todos nuestros sacrificios, pero ¿la defenderemos bajo el signo que hoy ostenta la república?

No pretendemos hacer política desde nuestras columnas, pero en estas horas tristes que se avecinan no queremos silenciar nuestro fervor y entusiasta adhesión a aquellas instituciones que llevaron a España al cénit de su gloria.

Y si llegáramos a encontrar el eco que deseáramos para nuestras palabras, no por nuestras, sino por sinceras, diríamos al país entero lo que se juega en estas elecciones; que no se trata ya de una inocente pugna entre liberales y conservadores, sino de la gran batalla del ser o no ser, España o Moscú, Cristo o Barrabás.

Cuando iniciamos esta publicación teníamos el presentimiento de que ya era tardío nuestro esfuerzo. Y los acontecimientos vienen a darnos en parte la razón. Porque ahora hay que ir a las elecciones como sea, sin existir en ninguno de los partidos esa preparación sólida que es la única garantía eficaz del triunfo. Todos son, más o menos, movimientos de masa, que si bien en un momento determinado puede decidir sobre los acontecimientos, a la larga no sirven para nada. No vamos a pretender que la masa sea selección, pues ambos términos se excluyen, pero sí que tenga un nivel cultural más elevado. Desgraciadamente de esa masa se han ocupado mucho más las izquierdas para explotarla que nosotros para salvarla. Prescindir, de su formación cultural en el grado que puedan asimilarla es un error que quizás nos pueda costar caro a todos. Nuestra revista salió para suplir en parte esa falta, pero conociendo de antemano que el olvido de tanto tiempo tendría que traer necesariamente el estado de cosas en que estamos viviendo.

En esta disyuntiva que nuestra misma desidia nos ha traído, no hay más que un deber: España. Dios y Rey, que eso es España. Quien limite esos horizontes, el que cercene esos anhelos quizá pueda triunfar, pero no se olvide, pasajeramente. Porque en España no hay cuestión entre República o Monarquía, sino entre Monarquía Católica o comunismo. Hispanidad o anti-España. Lealtad o traición. Vida o muerte. Por fortuna, la cuestión va a situarse claramente en los términos precisos.