El abandono del Sagrario por la dureza de corazón y la inconstancia en el bien obrar
Los días sacrílegos en la Diócesis de Málaga
(Del Boletín Oficial Eclesiástico del Obispado)
Destrozado el corazón, sin que acertemos a coordinar las ideas, escribiendo sobre tumbas profanadas; ante la trágica visión de templos saqueados e incendiados; centros de cultura destruídos; casas religiosas, ayer refugio de almas nobles dedicadas a la práctica de la virtud y a hacer el bien, hoy transformadas en solares, llenos de escombros, afrenta de un pueblo civilizado; dispersos los Ministros del Señor y errantes y fugitivas las Religiosas, pues nada respetaron las turbas, y obligado nuestro amadísimo Prelado a vivir lejos de su amadísima Diócesis en la ciudad de Gibraltar, donde llegara dos días después de perder todo lo suyo en el incendio de su propio palacio, acosado de cerca por turbas de forajidos que, doquier encontraba amparo y protección, amenazaban con represalias e incendios… consignando de antemano la más enérgica protesta contra los horribles sacrilegios e inauditas profanaciones que hicieron perder, en horas, a Málaga el renombre que le dieron sus gloriosas tradiciones, con pecho que tiembla, para recuerdo de la posteridad, dejamos aquí consignada la fría narración de cuanto sucedió en la Diócesis desde la noche del 11 de Mayo último.
Confianza del Sr. Obispo en las autoridades
Vientos de fronda corrían por la ciudad el día 11 de Mayo desde la hora en que se recibieron las primeras noticias de los graves sucesos acaecidos en Madrid, y ante el repetido anuncio de posibles desmanes de las turbas, el Sr. Obispo acudió insistentemente a las Autoridades reclamando su eficaz protección para los altos intereses religiosos. Una y otra vez se le dieron seguridades de que no pasaría nada absolutamente, siendo de notar que, a las 7 de la tarde, el Señor Ciria, Secretario particular del Gobernador Civil D. Antonio Jaén Morente, en nombre de éste que se encontraba en Manzanares, en viaje de regreso procedente de Madrid, avisó al Sr. Obispo de que debía estar tranquilo y que para mayor seguridad, la policía y la Guardia Civil vigilarían el Palacio episcopal y todas las casas religiosas. Es deber nuestro consignar que al Palacio Episcopal fueron enviadas dos parejas de la Guardia Civil que pudieron contener a la multitud en su primer ataque. Pero luego se retiraron obedeciendo órdenes superiores, que, según dice el que era Gobernador interino Sr. Mapelli en nota histórica publicada en El Cronista del 31 de mayo último, fueron órdenes procedentes del Gobernador Militar Sr. García Caminero. Y dueñas de las calles las turbas comenzaron su obra destructora.
Recuerdo oportuno
Dos horas antes de que empezara el incendio unos muchachos guardaban las puertas del palacio episcopal, diciendo a cuantos se acercaban para recoger a las Hermanas de la Cruz y saludar al Sr. Obispo que, a las siete de la tarde, las Hermanas se habían trasladado muy lejos y que el Sr. Obispo y sus familiares habían abandonado el Palacio dentro del cual no residía ya nadie. Se conoce que el plan era sorprender con el incendio a los que confiadamente moraban dentro del mismo, Hermanos Maristas, Hermanas de la Cruz y Señor Obispo.
Arde el Palacio Episcopal
No obstante las seguridades que se dieron por quien podía y debía, de que nada pasaría, a las 11 de la noche, comenzaron las turbas su obra satánica de devastación en la Iglesia y residencia de padres Jesuitas, desde donde se corrieron, ebrias de venganza, al Palacio Episcopal que, cual si se obedeciera a un plan preconcebido, una vez se hubo retirado la Guardia Civil, incendiaron simultáneamente por sus cuatro costados.
Como relata el asalto un testigo presencial
A media noche un numeroso grupo de revoltosos, llegaron a la puerta del convento que en su propio Palacio habilitara el Sr. Obispo para morada de las Hermanas de la Cruz cuya única misión es visitar y asistir cuidadosamente a los enfermos pobres, sin estipendio alguno. Y, sin aviso previo, rociaron de gasolina un Alba que llevaban, procedente del saqueo de los Jesuitas, que les sirvió de mecha para empezar el incendio.
Momentos de valor y consternación
Cuando las llamas se alzaban ya imponentes, el Sr. Obispo, acompañado de las Hermanas de la Cruz, que a su lado buscaron refugio, de sus familiares y de los porteros, se decidió a salir en busca de los incendiarios, por la única puerta que quedaba libre. Preguntándole alguien: ¿qué va a ser de nosotros? «Confianza, dijo sin vacilar, que quien confía en el Señor no será jamás confundido».
Sin más tiempo que el preciso para recoger el Tesoro de los tesoros, las Sagradas Hostias que se guardaban en tres de los Sagrarios de su palacio –el de su capilla, el de la Adoración Nocturna y el de las Hermanas de la Cruz,– cerrada la puerta del Colegio de los Maristas, adueñadas ya las turbas de la puerta principal, de la de las Hermanas de la Cruz y la Adoración Nocturna que el incendio destruía, buscaron el Sr. Obispo y los suyos refugio en un basurero, especie de sótano en el cual hay una puerta que comunica con una estrecha calle y que utilizaban los Hermanos Maristas para sacar la basura. Allí el Sr. Obispo se preparó para la muerte y exhortó a las almas buenas que le acompañaban a morir por la fe si precisaba, siendo estas sus palabras llenas de unción: «Jesús mío, perdónanos y perdona a tu pueblo, ten misericordia de nosotros, que hemos pecado, y acepta el ofrecimiento que te hacemos de nuestras vidas por tu reinado en España y especialmente en la Diócesis. Madre Inmaculada, salva nuestras almas, cobíjanos bajo tu manto». Luego dio a todos la Absolución y juntos comulgaron las Sagradas Hostias, empezando luego el rezo del santo Rosario que interrumpían los gritos de la multitud.
El Sr. Obispo se presenta a las turbas
Rezada la primera decena del Rosario, golpearon reciamente los incendiarios la puerta que empezaban a rociar con gasolina. Y entonces el Sr. Obispo, sin perder un instante la serenidad, abrió de par en par la puerta y apareció ante ellos vestido sencillamente, con su sotana, su pectoral y su solideo –lo único que salvó de todo lo suyo–diciéndoles con voz dulce y fuerte: «Aquí me tenéis. A vuestra nobleza me entrego.» Sorprendidos por la majestad del bondadoso Prelado que con una sonrisa acallaba los odios de las fieras, hubo un momento de vacilación en el cual, si es cierto que un desalmado osó poner su mano sacrílega sobre el pecho del digno pastor y no faltó quien gritara: ¡que muera! sobresalieron afortunadamente las voces de los que decían: ¡que se le proteja, que se le proteja! «Es que yo no estoy solo, dijo el Sr. Obispo, conmigo están mis familiares y las Hermanas de la Cruz». «Que salgan también, dijeron todos, que no se les hará nada».
El Señor Obispo escoltado por las turbas recorre las calles de Málaga
Y el Sr. Obispo y los suyos, por entre una abigarrada multitud en la cual no faltaba algún infeliz que blandiera revólver y no se oyeran algunas voces aisladas de ¡que muera!, empezó a recorrer la vía dolorosa de odios, persecuciones y destierro voluntario, que sufre resignadamente, puesta en Dios toda su esperanza. Nota simpática digna de ser alabada, es la que dieron los camareros de unos cafés establecidos en el Pasaje de Álvarez y en la calle de Sánchez Pastor, los cuales le saludaron con el mayor respeto y se le ofrecieron sinceramente. Como la casa del sacerdote donde iba a refugiarse estaba algo lejos, tuvo que pasar por el trance de ver en una de las revueltas cómo ardía su propio palacio. Como aumentara el griterío del grupo de los que con él iban, le manifestaron algunos la necesidad de ponerse a salvo cuanto antes, pues pronto no podrían responder de su vida. Manifestando algunos su impaciencia con amenazas, alguien le dijo: póngase un abrigo de señora y quítese eso (el solideo). Sin inmutarse, sonriendo contestó: «No, Málaga es muy noble». Por fin pudo llegar a la casa del amigo sacerdote, único albergue que se le ofreció.
Pasmosa y santa serenidad del Señor Obispo
Al entrar en la casa donde creía estar seguro, sin exhalar la menor queja, se limitó a decir a los suyos con la misma paz y tranquilidad conque sonreía a los que le arrojaban de su casa: «continuemos el rezo del Santo Rosario». Y rezaron todos juntos los misterios de dolor, nunca como entonces entendidos y practicados por nuestro sufrido padre y pastor.
Como alguien se quejara del mal trato que le habían dado, contestó el Señor Obispo: «…pues todavía no nos han hecho lo que a San Pablo, que le apedrearon, después que trabajó para contentarlos a todos, y por último le cortaron la cabeza… de modo que bien podemos decir que a nosotros no nos han hecho nada y dichosos los que les ha cabido en suerte padecer algo por el nombre de Cristo.»
Al decide su hermana que no tenía ni para poner un telegrama, ni más ropa que la puesta, sonriente contestó: «Mejor, ahora estamos como los apóstoles.»
Quejándosele un sacerdote de que nada se hubiera podido salvar, al instante le interrumpió diciendo: «Pues nos lo han dejado todo, porque lo principal es la gracia de Dios y esa, por su misericordia, la tenemos.»
Se recrudece la persecución contra el Señor Obispo
Pocas horas de tranquilidad pudo gozar el Sr. Obispo en su refugio, pues a las cuatro de la madrugada se le presentó un familiar de un vecino de la casa diciéndole que debía salir de ella, pues corría peligro la vida de los vecinos. Y el Sr. Obispo que no quería ser molesto a nadie, salió muy pronto para los montes de Málaga refugiándose en un cortijo donde pasó todo el Martes, día 12, contemplando desde su cautiverio el incendio de todas las iglesias de la capital de su diócesis.
El día 13, después de celebrada la Santa Misa, Dios permitió nuevos sobresaltos para el atribulado espíritu del Sr. Obispo. Grupos de obreros del campo se presentaron en actitud amenazadora ante el cortijo diciendo que lo incendiarían si antes de dos horas no salía el Sr. Obispo… Y nuevamente errante, fugitivo, buscando albergue en casas que se lo negaron por miedo a las represalias de las turbas, pudo, por fin, descansar en una mientras un buen amigo preparaba su salida para Gibraltar.
Sale el Sr. Obispo para Gibraltar
Y en la noche del día 13, con los suyos, se alejaba de la diócesis a la que ofreció vivir siempre consagrado, acosado, perseguido por las turbas, con el dolor en el alma, pero llevando en el pecho guardado el copón con las Sagradas Hostias que aquella misma mañana había consagrado, el Obispo de la Eucaristía que en la Eucaristía encontró su fortaleza y auxilio.
Le reciben con noble hospitalidad en Gibraltar
Después de la una de la noche, como criminal que huye, el buen Obispo, que solo hizo siempre el bien, llegó a Gibraltar, recibido por el jefe de la policía británica, el Sr. Obispo de Gibraltar y multitud de vecinos de la ciudad. Fueron momentos que el Sr. Obispo de Gibraltar recuerda con santa emoción aquellos en que recibió de manos del Sr. Obispo de Málaga el copón para que lo guardara en el Sagrario de su Catedral. Al día siguiente hubo en la Catedral Misa de Comunión y Besamanos, siendo constantes las pruebas de afecto que recibe nuestro venerado Sr. Obispo de los representantes del gobierno británico, de los vecinos de la ciudad, ingleses, españoles, hebreos y moros, gobernando desde allí su amada diócesis, preocupación constante de su alma noble que a tantos sufrimientos sigue sujeta, siendo entre todos el más intenso el de verse alejado momentáneamente de los suyos, como lo dejó consignado en documento precioso que la prensa católica ha reproducido con frases de elogio para nuestro Sr. Obispo.
La ola sacrílega sigue su camino devastador
En la imposibilidad de extendemos hoy como desearíamos y sin perjuicio de ampliar en su tiempo la triste narración de tantos hechos vandálicos, damos a continuación rápida cuenta del conjunto de saqueos, devastaciones e incendios.
Iglesias y Conventos incendiados
EDIFICIO. El Palacio Episcopal, del que solo quedan los muros calcinados.
PARROQUIAS. Nuestra Señora de la Merced, San Felipe Neri, San Pablo, Santos Mártires y Santo Domingo.
CONVENTOS E IGLESIAS. Sagrado Corazón de Jesús (Jesuitas), San Agustín (Colegio de Agustinos), Barcenillas (Colegio de la Asunción), Ángel (Monjas dominicas), San José de la Montaña (Colegio), Carmelitas Descalzas, Capuchinas, Hermanas de la Cruz, Hermanos Maristas (Colegio), Zamarrilla, Aurora María y Puerto de la Torre.
Hay que hacer constar, que el fuego ha consumido todo el archivo de la diócesis, que se remontaba a cuatro siglos, la curia y todas las oficinas con todos los expedientes en tramitación y tramitados. Además, la quema y robo de las Cajas de Caudales que guardaba, entre las que descuella por su importancia la Caja del acervo pío, quedando sin poder ser cumplida ninguna fundación y sin los valores dotales las religiosas que allí los tenían en depósito.
Iglesias devastadas y conventos saqueados
PARROQUIAS. Nuestra Señora del Carmen, San Juan, Santiago, Nuestra Señora de las Angustias y San Patricio.
CONVENTOS E IGLESIAS. San Manuel (Asilo, Colegio y Casa Cuna), San Lázaro, Catalinas (Dominicas), Reparadoras, San José, Concepción (Colegio), San Bernardo (Convento), Encarnación (Convento), Servicio Doméstico (Colegio), Esperanza, Sagrada Familia (Colegio), Adoratrices (Asilo y Colegio), Mercedarias (Convento y Colegio), Cruz del Molinillo, San Carlos (Asilo y Colegio), Terciarias Franciscanas, San Pedro y Santísima Trinidad (Convento).
Han sido quemados todos los archivos parroquiales a excepción de los del Sagrario y Santiago.
En los pueblos
Se recibieron noticias de saqueos de Iglesias parroquiales, profanaciones y quema de imágenes en Alozaina, Pizarra, Fuengirola, Chilches, Benajarafe, Churriana, Alhaurín de la Torre, Torremolinos, Campanillas, Verdiales, Rincón de la Victoria, La Cala del Moral, Totalán, Comares y Casa de religiosas en Churriana, además de algunas capillas particulares, saqueo y devastación de varias casas parroquiales y la de propiedad privada del Párroco de Torremolinos, que fue saqueada e incendiada.
Profanaciones
Ni pueden contarse por el número, ni describirse por lo satánicas.
1.° Sacrilegios con la Sagrada Eucaristía en las Iglesias parroquiales de la Merced y San Pablo.
2.° Quema en pilas de imágenes, después de ser arrastradas por la ciudad, golpeadas, acuchilladas furiosamente, particularmente las de la Santísima Virgen, que en ellas fue injuriada con las palabras más groseras, arrojadas a las basuras, conducidas en orgías y entre mujerzuelas… Y si el número de imágenes destruidas causa asombro por la cantidad, en cuanto a la calidad basta saber que han sido las mejores obras de Mena, su famoso Cristo, único en el mundo, la Virgen de Belén de Santo Domingo, la Dolorosa de San Pablo y Lágrimas de los Mártires, Santa Ana de la Iglesia de San Felipe Neri, que figuró en la última exposición de Sevilla, y otras notabilísimas por su arte o por su historia.
3.° Profanación de Cálices y Copones en plena calle y a plena luz en tabernas y prostíbulos.
4.° Profanación de ornamentos Sagrados en público, vestidos por hombres de la chusma y por prostitutas.
5.° Profanación y violación de cementerios y sepulturas; cementerios como el de las Religiosas de la Asunción; sepulturas como en el convento de las Capuchinas, desenterrando el cadáver de una religiosa, que entre insultos groseros y calumnias soeces fue paseado por las calles; y los de unos restos de los Patronos de dicho convento, Señores de Scholtz. La sepultura de Doña Ventura Terrado, que se distinguió por el mucho bien que hizo a los pobres, y la del párroco anterior de San Pablo, que en la otra república y con la ayuda de aquellos revolucionarios edificó la Iglesia, hoy quemada por éstos.
6.° Destrozo de todos los retablos y sagrarios: algunos de estos, como el de San Juan, de valor artístico incalculable.
Saqueos
1.° El del Palacio Episcopal y todas las iglesias y conventos antes mencionados.
2.° El de las ropas, enseres y muebles de uso particular y propiedad privada de los alumnos instalados como internos en los colegios de Religiosos (S. Agustín, Esclavas, Barcenillas y San Manuel).
3.° El de casas particulares de los capellanes que tenían su vivienda adosada a los conventos, como el de las Capuchinas, Carmelitas, Ángel, San Manuel y Catalinas.
4.° Saqueo y robo de las casas particulares de los Párrocos de Sto. Domingo, Mártires, S. Juan, S. Pablo, Merced, S. Patricio, N.ª S.ª del Carmen, Torremolinos, Campanillas, Churriana.
5.° El saqueo y robo de todas las viviendas de los porteros y servidores de los Conventos e Iglesias, los cuales han quedado en la máxima indigencia.
Las circunstancias
con que fueron llevados al cabo estos actos, fueron en verdad horrorosas.
1.° Todos aquellos actos fueron llevados al cabo a toque de campana, quedando estas profanadas por haberlas usado para tañer a orgías y sacrilegios; y para que de esta suerte tuvieran su máxima solemnidad satánica.
2.° Toda la luz eléctrica de retablos era encendida para que ya que el sol no lucía, la luz artificial diese esplendidez a las diabólicas ceremonias.
3.° La duración de los actos en la capital, fue poco más o menos desde las diez de la noche del lunes once a las seis de la tarde del martes doce; pero siguieron los saqueos y rapiñas en algunos sitios.
4.° La más importante circunstancia ha sido que la turba fue la dueña absoluta de la calle, cometiendo todos sus desmanes y salvajismos con plena impunidad.
Estado actual
El culto restringido a muy pocas iglesias que quedaron indemnes, las parroquias sin archivos ni dependencias, los sacerdotes sin poder vestir aún (hace un mes que se produjeron tales hechos) el hábito talar. Los religiosos sin casa, las vírgenes del Señor dispersas, las campanas mudas, dando la impresión pública del culto muerto o perseguido, un ambiente moral de miedo y de inacción, sin ver en el horizonte un punto de esperanza, de aliento o de mejora, y el buenísimo Pastor lejos de su grey por la brutal amenaza de los desalmados, dispuestos a incendiar la casa donde se hospede.