Filosofía en español 
Filosofía en español


Todo en armonía

Temas salidos a la suerte en unas oposiciones que se están verificando en Valencia; los demás eran por el estilo:

Número 30. David derriba, armado de su honda, al filisteo Goliat. Explíquese esta historia. Saúl ordena la muerte de David, pero Jonatás aplaca a su padre. Sincera amistad de Jonatás con David. Verdadero ejemplo de caridad fraternal.

Número 116. ¿Qué es pecado? Condiciones que se requieren para que un acto sea pecaminoso. ¿Qué es deseo? ¿Cuándo será eficaz y cuándo ineficaz? ¿De dónde nace esta distinción específica de los pecados? ¿De dónde la numérica? ¿Hay necesidad de explicar en la Confesión (con mayúscula, ¡eh!) las circunstancias que mudan la especie?

¿Que si esas oposiciones son para conseguir alguna plaza de prior de convento? –No, sino para desempeñar una escuela pública de niños, vacante en Algemesí, población de 8.000 almas.

¿Que si el tribunal lo componen hembras con capotas, vulgo monjas, o legos de algún monasterio, u otra especie de bichos con faldas? –No, sino de profesores de Instituto y de Escuela Normal, que visten como los hombres.

¿Que si este es ya un país de chiflados y de imbéciles? –No, sino de buscavidas y de sinaquello.

Hace años, y para poner al desnudo la inmoralidad de los loyolas, se tradujo por primera vez al castellano y se publicó por EL MOTÍN un libro titulado: Moral jesuítica, ó sea, Controversias del santo sacramento del Matrimonio, escrito por el P. Tomás Sánchez, en el que la pregunta más inocente y honesta es la que sigue:

“¿Pecará la mujer fingiendo la virginidad y usando remedios para parecer virgen, a fin de casarse, y los que tal matrimonio procuran, conociendo que no es virgen?”

¿Quién había de decirme que en el año 1904 se harían públicamente a los maestros de escuela, y en castellano, preguntas parecidas a las que un jesuíta hacía en 1604 a los teólogos, pero en latín?

Aunque bien mirado, hay cierta lógica en examinar de tal suerte a los maestros de escuela. Si han de educar los niños para frailes, nada tan natural como que les embutan en el cerebro majaderías salpicadas de matices pornográficos.