[ Hermenegildo Giner de los Ríos ]
Un estudio sobre Baumgarten
Uno de los filósofos que entre los de la escuela de Wolff merece especial atención, es sin duda alguna Alejandro Teófilo Baumgarten{1}.
Nacido en medio de la reconciliación de la teología pietista y la filosofía de Wolff, terminó su educación en la última mitad del siglo xviii, en Halle primero y más tarde en Francfort sobre el Oder, siendo profesor en ambos puntos. Hombre de carácter dulce, de virtudes y religiosidad cristianas, y de excesivo amor al trabajo, desde muy temprano se esforzó en sus estudios por someter a un atento y detenido análisis las complejas nociones de la ciencia.
Sus trabajos fueron muy apreciados en aquella época, utilizándolos hasta el mismo Kant. Muéstrase en ellos el poderoso influjo operado en sus ideas por las de Leibnitz y Wolff, si bien no le hubieran servido para formar su reputación de filósofo a no existir entre los mismos uno de alta importancia y trascendencia, al cual dedicó su actividad con todo el entusiasmo de su constante amor al saber. Aludimos a su obra de Æsthetica (que vio la luz pública en 1750, precediendo a otra titulada Æstheticorum pars altera, en 1758), cuyo objeto fue hacerla entrar como parte integrante de la filosofía en el sistema de la ciencia.
Entre los estudios de este género había llegado a formular ciertos principios relativos a retórica y poética con especialidad, y algunos acerca de las demás ramas del arte. En aquel entonces le acompañaban en análogos trabajos Le Batteux en Francia y Enrique Hume en Inglaterra, cooperando con igual celo por hallar los fundamentos del arte y basar los principios de la crítica de lo bello, teniendo de común sus investigaciones con las de Baumgarten un punto de vista semejante: la cuestión de «qué parte de la naturaleza entra en el arte,» e igual concepto acerca del mismo, a saber: «que es la imitación de aquella.»
Baumgarten, a pesar de intentar en su Estética libertarse en algún modo del empirismo, dando una forma matemática a sus trabajos, no lo pudo conseguir ni entonces ni más tarde, porque la esencia de estos siempre fue experimental.
Así, pues, queda reducido su mérito al modo lógico de presentarlos, ya que, no satisfaciéndose su espíritu, metódico por excelencia, con hallar resultados parciales sin enlace ni trabazón de ningún género, tiende a sistematizarlos, con objeto de constituir un cuerpo especial de doctrina para ser incorporado al sistema de la ciencia.
Comienza introduciendo el nombre de Estética en los dominios científicos{2}; y sin duda notando el vacío que Wolff deja en su Lógica, dividiendo los conocimientos en sensibles e intelectuales, no ocupándose de éstos, cree él con su Estética llenarlo cumplidamente informando una teoría (la general del conocimiento, Gnoseología) en cuya primera parte coloca la Estética, Scientia cognitionis sensitivæ. De este modo le asigna carácter propedéutico puesto que la Gnoseología como ciencia instrumental precede a las demás enseñanzas capitales de la filosofía, exigiendo como de toda propedéutica en general, «la investigación de la naturaleza y el recto uso del conocimiento sensible» a que da el nombre de Estética.
En la introducción dice: Æsthetica (theoria liberalium artium, gnoseologia inferior, ars pulchré cogitandi, ars analogi rationis) est scientia cognitionis sensitivæ; y más adelante añade: Æstheticae finis est perfectio cognitionis sensitivæ qua talis: hæc autem est pulchritudo et cavenda ejusdem qua talis imperfectio. Haec autem et de formitas. Esta confusión del primer texto citado podría explicarse por la mediación un tanto embrollada de dos actividades tan diversas por lo que escribe en el segundo texto; suponiendo que quiere decir que el fin estético es levantar la contemplación artística mediante la depuración de la forma por el ideal de la fantasía. Si así fuera, sería ciertamente una anticipación a la moderna doctrina estética que parte de la concepción subjetiva; y en verdad que no parece esta idea muy extraña a él, pues asegura no debe aceptarse en la Estética el carácter de contemplación sensible, despojada de distinciones e irreflexiva; puesto que la percepción estética es: Complexus representationum infra distinctionem subsistentium, en tanto que interiormente debe obtenerse un consensus cogitationum inter se ad unum qui phenomenum sit, debiendo mostrarse este consensus en el pensamiento como orden interior, y en la expresión como armonía de los signos; constituyendo para él esta doble relación la belleza.
Difícil, por no decir imposible, es pasar sin extrañeza de uno a otro de los términos que en adelante confunde, como por ejemplo, al tomar por sinónimos representatio o imaginatio y cognitio, en el curso de su investigación, cuando se ocupa de la manera de efectuarse la obra de arte (considerando únicamente Retórica y Poética) informándose el ideal para la composición o producción artística. Para él tienen igual valor el pensamiento y la imaginación, o sea el todo de la actividad pensante y un modo de ella, haciendo imposible de esta suerte, como decíamos arriba, penetrar en la teoría de los momentos del arte pasando de la bella contemplación a la fantasía creadora.
Su sentido en todo lo que antecede, parece no poder levantarse por estar sumido en los preceptistas clásicos: Horacio y Cicerón son las fuentes en que se inspira, y atado a los antiguos errores y preocupaciones, apenas le es permitido moverse en las regiones de la razón; si bien, a pesar suyo tal vez, en la consideración del gusto, como veremos, vence la verdad y expone una teoría puramente racional.
Toma como base fundamental del arte en su Estética el mezquino precepto de la imitación de la naturaleza, naturam imitari. Debiendo ante todo buscar en él la verdad estética, es decir, la verdad en tanto que puede ser conocida por los sentidos, pues la belleza consiste en la perfección sensible, en la armonía de las partes, según Wolff, siendo evidente que tal perfección no puede hallarse sino en un mundo superior.
De aquí se desprende que la Estética no es considerada todavía sino como doctrina del conocimiento inferior, teniendo por objeto como propedéutica, educarnos en conocer la perfección aneja al universo o a sus partes, no pudiendo nosotros percibirla sino por los sentidos, y por tanto, de modo confuso (según Baumgarten) porque el conocimiento sensible es siempre indistinto{3}.
Es claro que esta manera de concebir la belleza a impulsos de exigencias empíricas, introduce en tal teoría una verdad heterocósmica, que, admitida, tendrá suma importancia, sin ser no obstante legitimada sino por la concepción del otro universo de Leibnitz. Así vive la esfera artística para Baumgarten en un mundo fabuloso, más bien que en el real; por lo que se encuentra obligado a formar con la tradición uno de mentira que denomina el mundo de los poetas. Y aunque su alma cristiana le impide gustar del pagano ni del de Voltaire, no puede, sin embargo, hacer caso omiso del mencionado mundo, porque «cuando se quieren trasmitir las teorías morales por elocuentes ejemplos, no siempre son los más propios los suministrados por la historia.»
Así la Estética de Baumgarten se propone conducir, mediante la cultura de la sensibilidad, el desarrollo de las facultades superiores del alma.
Supuestos los anteriores puntos de vista que nuestro hombre tiene para considerar la Estética, se halla claramente definido el lugar de esta ciencia en el sistema general de la misma. En el fondo, aparte de lo dicho, pudiera resolverse en la teoría de las artes liberales, relacionándolas a la filosofía práctica, cuya idea le conduce a considerar en su Ética como uno de los deberes con respecto a nosotros mismos la cultura estética{4}, cuya indicación, a no estar hecha al paso, pudo haber dado motivo para señalar a la Estética nuevo asiento en el sistema de las ciencias morales.
El modo especial de apreciar la vida estética, en relación de las facultades superiores a las inferiores, le priva conocer la aplicación de la sensibilidad a la vida moral. Queda, pues, limitado su sentido en el fenómeno sensible de lo bello, al de educación para el entendimiento y la voluntad. De aquí que su ciencia no pueda asentarse entre las filosóficas sino como preámbulo; constituyendo la doctrina del conocimiento sensible de perfecto. Debe, por tanto, preceder a la doctrina del conocimiento intelectual de lo perfecto, o sea la Lógica. La Estética es, por consiguiente, respecto a la Lógica, lo que la sensación de lo perfecto a la comprensión de lo perfecto. Así en el conocimiento de lo verdadero, el primer paso es el perfeccionamiento del gusto de lo bello.
Siguiendo el curso de sus investigaciones, se nota cómo fue vana tentativa la situación que asignó a la Estética en el sistema de la ciencia, acudiendo muchas veces para resolver algunas cuestiones a la Metafísica. ¿Cómo explicar tales errores en espíritu tan metódico?
La pendiente de aquella época hacia el sensualismo, es uno de los móviles que indudablemente contribuyen de manera más directa a extraviarle en el desarrollo de su pensamiento sobre Estética. Wolff quería llevar todo a la experiencia, y habiendo dejado en su exposición el vacío arriba señalado del conocimiento sensible, propónese Baumgarten coronar el edificio. Mas como era de esperar, no responden los hechos al propósito. Arrastrado por los sensualistas ingleses, le vemos hablar de una facultad sensible de juzgar, cuya misión total es conocer, aunque imperfectamente, el orden universal.
Nosotros sentimos la perfección de las cosas; nos conmueven y nace el sentimiento de lo bello; de donde es preciso cultivarlo puesto que de su incultura llegaría a nacer la atrofia de la razón. Por el contrario, la formación del gusto es excelente preparación para el desarrollo de nuestro entendimiento. Aquí se nota que, fiel el racionalismo, como ya apuntamos, hace consistir con semejante observación psicológica, la plenitud y totalidad de nuestro espíritu en el entendimiento, prescribiendo se le confíe la conducta de nuestra vida. Mas vuelve otra vez, como asustado de la conclusión y temiendo las consecuencias, a los límites que piensa se dan en la razón humana, mostrándonos en este retroceso la Estética, bajo otro concepto, notando que el entendimiento camina a la perfección de las ideas en cuanto a la forma; empero, cree que debe denunciar a su propia perfección por la materia, desde el momento en que para llegar hasta aquí necesita abstraer. En cambio, la Estética recompensa esta desventaja, enriqueciendo de prodigiosa manera las formas unidas del pensamiento lógico{5}.
Preciso es concluir de todo lo anterior que con el lugar asignado por Baumgarten a la Estética no hace más que disimular el valor moral que le confiere definitivamente su pensamiento; así se muestra en las relaciones que a sus ojos mantiene la vida estética con la religión, lo cual le impulsa a prorrumpir contra el racionalismo, que pretende separar de la religión el misterio y todo aquello que sobrepasa la falible razón humana. Sin embargo, no llega hasta recomendar la fe ciega. En este punto concluye y explica su teoría de naturam imitari, afirmando del arte que es un reflejo de la Divinidad: Dios expresado en una forma sensible; y por tanto, el artista no copia la pura naturaleza, sino una proyección de Dios mismo.
En resumen: Baumgarten señala un extraordinario progreso en la ciencia; el solo propósito de la gran cuestión objeto de su constante trabajo lo indica sobradamente. Ahora bien: ¿fue desarrollado su pensamiento según las exigencias de la época? Tal vez sí. Las circunstancias eran propicias; el creciente empuje que empezaba a adquirir la literatura alemana, las tentativas hechas para fundar las teorías del arte, el papel atribuido a la vida estética, llamaban la atención hacia las ideas de Baumgarten. El majestuoso crecimiento del racionalismo asustando a los educados en épocas anteriores, hacía plegarse al lado del empirismo a gran parte de la gente culta. Y en tanto y con todo esto, el sensualismo ganaba terreno; ¿y cómo no? La escuela empírica de Wolff no podía oponerle sino muy débil resistencia; ella, como aquél, derivaba todo conocimiento, toda cultura de la sensación. No obstante, Baumgarten y sus discípulos inventaron para no anularse y perecer en lo sensible, un algo análogo en esto a la razón. Así la naturaleza encierra en sí y lleva el germen y la iniciativa de una vida racional. Consideración que ha dado motivo en tiempos subsiguientes a investigaciones, cuyo objeto han sido las bellas artes y la religión. El último rasgo que es forzoso consignar, es que las aspiraciones religiosas de Baumgarten se ven precisadas a refugiarse al abrigo de los sentimientos estéticos; si un hombre piadoso como él necesitaba seguir semejante conducta, prueba irrecusable es de que, en el desenvolvimiento continuo del naturalismo, estaban débilmente representados los sentimientos religiosos. Quizá por lo expuesto llena en parte las exigencias de su tiempo.
¿Pero sucede lo propio con el éxito? Y no el éxito del momento, que éste lo alcanza cualquiera idea nueva recibida con avidez por las sociedades que atraviesan una crisis, sino el destinado a influir en las misiones posteriores del pensamiento y de la vida humana en consecuencia, ya que se vive según se piensa y conoce. No decimos en esto lo mismo que en lo anterior. Era imposible que, con un ficticio método y sistema fluctuante entre el sensualismo y el racionalismo, con remedios de uno y otro, pudiera sobrevivir. ¡Castigo justo a toda vacilación!
{1} Sólo nos hacemos cargo de los siguientes extremos, que constituyen el resumen de sus ideas sobre la Estética y sus relaciones. La belleza consiste en la perfección sensible.– Sitio de la Estética en el sistema de la ciencia.– Puntos de vista con respecto a la Ética y a la Religión.
{2} Estética, del griego aiszesis, en contraposición a szesis (lo primero: sentimiento, cosa interna; lo segundo: vestido, costumbre, cosa externa).– Baumgarten parece que en su parcial sistema presiente esta oposición desde el punto que caracteriza la Estética como propedéutica.
Kant aplica con entera libertad la voz Estética, tanto al tratado del conocimiento como a la consideración de lo bello. Protesta, sin embargo, contra la introducción de esta palabra, en la Estética trascendental Crítica de la razón pura, para designar lo que otros llaman «crítica del gusto.»
Krug la llama Gustología (Geschmack-lehre).– Sulzer, Teoría de las bellas artes.– Eberhard, Teoría de las bellas ciencias.– Gioberti, Kalología.– Un filósofo alemán moderno propuso se la llamase Kalli-estética.
{3} Æsthética, I, Gnoseología inferior - 15.
{4} Eth. phil. (Hall - 1740), 211. Perspicatia sensitiva est pulcrithudo ingenii latius dicti neutiquam contemienda.
{5} De aquí deduce los procedimientos que el artista debe seguir para vivificar por imágenes sensibles las ideas abstractas de la ciencia.
[ Nota del PFE: Este artículo de La Raza Latina (“Revista política, científica y literaria”) no va firmado ni dice la procedencia del texto, pero reproduce con mínimas variantes el capítulo “Sobre la estética de Baumgarten” del libro Filosofía y Arte (con un prólogo de D. Nicolás Salmerón), Madrid 1878, páginas 297-304, de Hermenegildo Giner de los Ríos (“Catedrático suspenso de Instituto y Profesor de la Institución libre de Enseñanza”). ]