Filosofía en español 
Filosofía en español


Revista de la moda

Mayo de 1857

La encantadora primavera aparece acompañada de sus frescas y lozanas flores sobreponiéndose al crudo invierno, fecundo en lluvias, fríos, nieves, &c., y con ella vienen las modas de la estación, de las cuales trataré de dar a mis amables lectoras una reseña la más aproximada. Los caballeros pretenden que nuestras galas les cuestan demasiado caras, y sin embargo conocen que las perlas, los encajes y los terciopelos nos hacen aparecer a sus ojos más hermosas, ciertamente que la sencillez es el mejor y más adorable adorno del bello sexo; pero en cuanto a la moda estamos decididas a seguirla exactamente. Parece sin embargo que ha habido conversiones, porque se nos dice de Madrid, que una señora celebrada en la corte por su alta cuna y su singular belleza, está decidida a vestir con toda la modestia que le sea permitido, por si de este modo consigue dar ejemplo a las que a costa de todo sostienen hoy las tiendas de modas. A propósito de esa idea, que sin duda ninguna es muy loable, le ha dirigido cierto modesto y temeroso gacetillero la siguiente jaculatoria que dice así:

Me han referido, señora,
(Dios os de su gracia eterna
cuando os muráis, en el cielo,
mientras viváis en la tierra),
que sois elegante, joven,
hermosa, rica y discreta,
cinco títulos que nunca
suele juntar una hembra,
que cediendo a un santo impulso
habéis mandado severa
que gala ninguna os vistan
ni que prendidos os prendan
porque cansada de ver
tanto lujo y tanta seda
en quien ni seda ni lujo
puede sacar de la tienda,
queréis ceñiros un hábito
de económica estameña.

¡Virgen de los afligidos!
¡Santo Cristo de la Vega!
¡Ángeles y Serafines,
que estáis de Dios a la diestra!…
por el bien de los esposos,
por el daño de las suegras,
por el mandamiento sétimo,
que no robar nos ordena,
llevad a cabo tan santa
y filantrópica idea.

Antaño…, siempre lo bueno
entre pretéritos suena,
eran las niñas de quince
y hasta de veinte, modestas,
y no cambiaban las flores
de sus mejillas trigueñas
por los jazmines de Elías
ni las joyas de Ansorena:

Antaño… un zapato bajo,
(pedestal de aquella media
que nunca miraron ojos
que antojos no padecieran);
y un guarda-pies que dejaba
siempre escapar una pierna,
camino de tentaciones,
de ignoto país frontera,
fueron las más ricas galas
de las galas madrileñas.

Hoy… carmín cuesta el decirlo,
que hoy carmín suple vergüenza,
pues sin colores postizos
no había una tez bermeja;
hoy las hijas del tío vivo
que antes lo fueron de Herrera,
cediendo al capricho sandio
de cualquier moda francesa,
lo mismo que las fachadas,
sus rostros pintorrotean.

Hoy un pantalón, robado
a larga y garrosa pierna,
telón es de las que fueron
causa de tantas proezas.
Hoy por cubrirse el cabello
con relumbrante diadema
hay quien descubre… cubramos
cuadro de tanta miseria,
que es preferible a estas vistas
andar en el mundo a ciegas.

Señora, la que vestiros
queréis de humilde estameña,
por los ojos de mi cara
que son mis más caras prendas,
llevad con firme denuedo
y propósito de enmienda
adelante tan sublime
y filantrópica idea.

No ha menester la verdad
ayuda de la apariencia,
ni necesita de flores
quien es siempre primavera.

Suprimid costosas galas,
segura de que sin ellas
esposas habrá más firmes
y maridos menos fieras,
y hasta nos serán simpáticas
las cuñadas y las suegras.

Esto está muy bien pensado y sin duda es muy juicioso; pero si mis amables y bellas lectoras vieran las nuevas invenciones de la reina del Buen-Tono, la Moda, a la cual nos sometemos con el mayor gusto,  ciertamente no serían de esta opinión: trataremos de hacer la descripción de estas mismas lo mejor que le sea posible a nuestra desaliñada pluma: en primer lugar diremos que el reinado de los vestidos de volantes está más en voga que nunca; y en verdad nada hay de más elegante ni de mas aristocrático: para vestidos de mañana se llevan mucho los de mezcla de lana y seda rayados, y de cuadros: pero creemos que las personas de buen gusto darán la preferencia a los tafetanes de cuadros negros y blancos, que ya empezaron a llevarse el verano último, particularmente por las señoritas jóvenes; los vestidos continúan de mucho vuelo y muy largos; los corpiños son de aldetas largas, lo cual permita salir sin manteleta, y además las mangas más de moda son huecas y con un volante; también diré que vuelve la moda de los corpiños con cintillo, y esto se comprende, porque llevando un sobretodo, las aldetas del corpiño harían mucho volumen, tanto más con la multitud de enaguas que se llevan hoy día; a propósito de estas últimas, ¿dónde hay nada más seductor que las enaguas encañonadas con una o dos guarniciones, llamadas Pompadour? Es verdad que sólo una persona distinguida puede llevarlas, porque se necesita tener cierto aire de aristocracia.

Las manteletas con un gran volante, llamadas a la María Antoinette, se llevarán mucho este verano (según se nos asegura).

Los ricos encajes están cada día más en vaga, los vestidos más elegantes de baile, o de novia, están guarnecidos de encajes de Chantilly, Alençon, &c. Siendo los sombreros la cosa más importante de la estación, vamos a ocuparnos de la descripción de los últimos modelos que hemos visto. La forma no ha variado mucho, pero generalmente se hacen más pequeños que hasta hoy, y recomendaríamos la casa de Mme. Vaillant, que se distingue por su buen gusto, como por su elegancia. Los adornos que más se llevan en los sombreros son las plumas, las blondas y las flores. Hemos admirado uno de estos graciosos modelos destinado a una bella del aristocrático faubourg St.-Germain; es de paja de arroz, adornado en el exterior de margaritas, el fondo de él largo y la paja está plegada con gracia por detrás; el bavolet{1} cae sobre la espalda formando onda y no tan exagerado como los de este invierno: en el interior también margaritas eutre el tul; su forma es un poco a lo María-Stuarda, aunque no completamente: al borde del ala tiene una blonda que cae sobre la frente y no es muy ancha; otro igualmente de paja y tafetán azul con adornos de encaje negros, una ancha blonda que cae con gracia también sobre la frente y el interior adornado de botones de rosas; este modelo es muy elegante, gracioso y de una encantadora novedad. También pueda ponérsele una pluma en el lado derecho de nuestro primer modelo: como el figurín que acompaña este número.

En nuestro próximo número daremos más detalles con respecto a las innovaciones de la primavera, que en este momento no pueden ser tan extensos como desearíamos, no encontrándose la estación bastante avanzada aún (es decir si nuestras bellas lectoras tienen el gusto en leerlos, para lo cual no consiste más que en abonarse a la Caprichosa).

L. Serrano de Wilson

{1} La guarnición que cae sobre la espalda.




Poesías

Al Sr. D. R. P. enviándole mis obras

Ley es de la creación:
cuanto en la tierra radica
reproduce, fructifica
o cría. Los versos son
las flores del corazón,
pedís los míos: ahí van.
Son flores que con afán
cultivé: pero os advierto
que las flores de mi huerto
entre maleza se dan.

Mi corazón está hecho
de tierra un poco salvaje
y brota mucho ramaje,
musgo ruin, frágil helecho.
Mas la tierra de mi pecho
calentó el sol oriental
y entre cada matorral
que la emaraña bravío
suele con salvaje brío
despuntar algún rosal.

Yo os franqueo mi jardín,
registradle a vuestro antojo:
si halláis entre tanto abrojo
lirio azul, blanco jazmín,
rosa de olor o carmín,
apetecida, cortad
y mi jardín despojad:
sólo os suplico, señor,
que me dejéis una flor;
la flor de vuestra amistad.

J. Zorrilla.




La mujer piadosa

(Fragmentos)

Para el Álbum de la señorita Juana Fabrega

 

The hand is rais'd, the pledg is given,
One monarch to obey, one creed lo own,
That monarch, God; that creed, His wordalone.
          Sprague.

 

I.

Vedla allí recogida, reverente,
puesta de hinojos ante el sacro altar:
al cielo eleva su plegaria ardiente,
y a su alma deja con su Dios hablar.

¡Cómo es dulce y tranquila su mirada,
mirada que revela el corazon;
cómo su frente brilla iluminada
con la luz de celeste inspiración!
Las gentes la contemplan con encanto:
más que su gracia admiran su virtud;
la Religion la arropa con su manto
y enaltece su pura juventud.

Nada valen los ojos hechiceros,
nada valen los labios de coral:
antes que la hermosura son primeros
los adornos de un alma angelical!

Un corazón a la piedad abierto,
lleno de caridad, de ardiente fe:
ese es de la mujer hechizo cierto:
su primera belleza aquesta fue.

En este mundo de existencia escasa,
todo camina rápido a morir:
pasan las gracias – la virtud no pasa,
porque ella tiene en Dios su porvenir.

Nunca, por eso, luce y enamora
con atractivos tantos la beldad,
que cuando su alma límpida atesora
la base de virtudes – la piedad.

Por ella son las hijas afectuosas,
por ella las amigas fieles son;
ella procura hermanas cariñosas
y consortes de amante corazón.

Es la piedad al alma de las bellas
lo que el perfume al cáliz de la flor, –
lo que la luz suave a las estrellas,
y al astro soberano su fulgor.

La hermosa sin piedad es una dalia
falta de aromas, rica en su matiz, –
ave de los jardines de Tesalia,
de hermosa pluma y cantiga infeliz.

II.

¡Cómo es dulce y hechicero
mirar en la iglesia santa
una virgen que, ferviente,
a Dios oraciones alza.
Su frente entonces refleja
el gozo interior del alma,
y un lampo puro del cielo
ilumina sus miradas!
La media luz que del templo por las naves se derrama,
da a la virgen fervorosa
forma indefinida, vaga,
cual de un ángel de consuelo
que dicha a la tierra baja.
El mismo Dios se recrea
en el corazón sin tacha
de una joven religiosa
que observa las leyes santas.
Y el descarriado consigue
perdón, consuelos y gracia,
si una mujer piadosa
por él su ruego levanta!

III

¡Salve, salve, Piedad encantadora,
purísimo destello de María, –
fulgente, bella, bendecida aurora
de otro mundo de paz y de alegría!

Tú mitigas el llanto acá en la tierra,
y del cielo prometes la ventura;
calma y solaz tu nombre solo encierra,
y con tu aliento llenas de dulzura.

¡Ven a mi alma – sé mi compañera,
encamina mi planta vacilante,
para que al fin de mi mortal carrera
mi raudo vuelo hasta el Señor levante.

IV.

En tu álbum pongo, Juanita,
mis versos a la Piedad,
porque ella reina en tu pecho, –
y enaltece tu beldad.

Ella con su luz alumbra
la senda de tu vivir,
y de rosas te colora
tu brillante porvenir.

¡Que siempre, bella, te sigan
calma, contento y placer!
¡Nunca tu cielo oscurezca
la nube del padecer!

J. M. Torres Caicedo.

París, 1855.




La distinguida poetisa doña Carolina Coronado improvisó en la almoneda del gran Quintana, y sobre el pupitre de éste, vendido como todos los enseres y libros por no bastar los mil trescientos reales que dejó en dinero para pagar los funerales, este inspirado

SONETO.

¡Gloria y pobreza! El inmortal Quintana
Ya laureado en el sepulcro queda,
Y su morada, pública almoneda,
La multitud con avidez profana:
Sarcasmo ha sido que su frente anciana
De oro, en vida, ciñáis corona leda,
Si no hay virtud que muerto le conceda
Lo que nos pide la piedad humana.
¡Avergüénzate, raza envilecida,
De ver que así tu vanidad convierte
A Quintana en deudor! ¡deudor en muerte
Él que tan justo y recto ha sido en vida!
¡Mas él no es el deudor! España ahora,
España que le hereda… es la deudora!