Filosofía en español 
Filosofía en español


Emilio Arrieta

Exposición del plan que nos proponemos seguir en nuestras revistas musicales


Folletín

Revista Musical

Exposición del plan que nos proponemos seguir en nuestras revistas musicales.– El Valle de Andorra.

En el período de menos poesía del siglo XIX se ha despertado de tal modo la afición a la música, que no hay población, por insignificante que sea, que no tenga su teatro de ópera y sus sociedades filarmónicas, cada familia su piano, y finalmente, son muy raros los individuos que, si no cantan o tocan algún instrumento, no pretendan cuando menos ser orechianti de primer orden, y jueces competentes en la materia. Una tal afición al arte divino de la música, ha traído consigo nuevas necesidades para nuestra sociedad, ha creado una clase muy numerosa y respetable de artistas, y ha hecho llegar al apogeo de su perfección la fabricación de todo género de instrumentos músicos. Los príncipes y gobiernos ilustrados que supieron con tiempo fundar buenos conservatorios, y animar a los ingenios nacientes, tienen ahora la suerte de recoger el merecido fruto de sus sacrificios y desvelos, mientras nosotros nos hallamos en el estado más completo de olvido. Reunamos nuestras fuerzas y procuremos salir de tan miserable estado, si bien nos abandone en esta empresa quien debiera socorrernos.

El alba precursora del día aventurado en que podamos decir: formamos parte del mundo musical, ya tenemos ópera nacional, la vemos aparecer en nuestro horizonte.

Animar a los artistas españoles aventajados; inspeccionar el sistema de enseñanza musical (del que depende el mayor o menor porvenir del arte); estar a la mira de todas las obras nuevas que se ejecuten en el teatro de la plazuela del Rey; analizarlas concienzudamente; en fin, contribuir con todas nuestras fuerzas al progreso de la ópera española, será nuestra constante tarea. No quemaremos incienso en honor de falsas reputaciones, ni jamás dejará de ser noble y generosa, aunque severa, nuestra censura.

Pensamos reservar los más preciosos momentos para tratar del conservatorio de música de María Cristina, con la debida seriedad, tino y energía; ocupándonos detenidamente de las clases de composición y canto, porque las creemos las más importantes, y luego del sistema de exámenes y ejercicios mensuales, y de los grandes conciertos que por lo regular suelen tener lugar en celebridad del cumpleaños de SS. MM. u otro motivo importante.

También penetraremos en el regio coliseo, prometiendo dar un juicio de las obras inmortales de Rossini, Bellini у Donizetti que han formado y formarán siempre la delicia de los corazones sensibles y de las imaginaciones poéticas y cultas, a despecho de ciertos pretendidos sabios de la escuela alemana. Haydn, Gluck y Mozart, adornaron sus admirables composiciones con las galas de la melodía italiana, y pasaron los Alpes deseosos de estrechar relaciones con los autores de la Serva padrona, Nina, Matrimonio secreto, &c. &c. que llenaban en aquella época el mundo de asombro. Hoy día la Alemania, privada de los genios que fueron su mayor gloria, produce un enjambre de pedantes, los cuales conceden algún talento a Rossini y a Donizetti, y compadecen a! pobrecito Bellini que hizo un juguete como la Sonnámbula, en la que solo pudo conseguir pintar con la elegancia, pureza y expresión de un Rafael, el lindo melodrama concebido por Romani...

Si los autores italianos prescinden muy a menudo en sus composiciones de la forma trazada por los hombres de ciencia, también sus imaginaciones ardientes, semejantes a las aguas del Nilo, se desbordan para fecundizar y embellecer vastísimos campos, los cuales serían eternamente áridos desiertos, si el benigno y majestuoso río siguiera siempre su corriente sin salir de su alveo natural.

Analizaremos detenidamente en el curso de nuestras revistas, las obras más escogidas de los ingenio italianos, a los cuales deben imitar en muchos puntos los jóvenes compositores españoles, que tan dignamente han emprendido la importantísima obra de llevar a cabo la creación de la ópera nacional con el nombre de zarzuela. Colocados en posición de juzgar con imparcialidad las obras de las diferentes escuelas del mundo musical conocidas en la época que atravesamos, es decir, la italiana, la alemana y la francesa, entraremos de lleno en la cuestión, siempre que venga a cuento el hacerlo. Arriesgada es la empresa y débiles nuestras fuerzas; mas el noble deseo que nos mueve a tomar la pluma quizá nos haga conseguir con honor el fin que nos hemos propuesto. Pasemos a emprender la escabrosa y delicada tarea del crítico.

El valle de Andorra, melodrama en tres actos traducido del francés y arreglado a nuestra escena por don Luis Olona, puesto en música por don Joaquín Gaztambide, obtuvo la noche del viernes un éxito afortunado en el teatro del Circo. Nos ocuparemos por ahora algo ligeramente del juicio de la música, reservándonos para más adelante el hacer una crítica minuciosa de todas las obras de tan apreciable como activo compositor, que nos acaba de dar en su última producción una prueba más de su feliz ingenio.

Empieza la zarzuela con un breve preludio que pinta a la perfección por medio de una melodía elegante y característica la tranquilidad de los valles al rayar el día, al que sigue un coro de aldeanos que van a sus faenas campestres. La belleza de este coro es superior a todo elogio, tanto por la originalidad y propiedad del pensamiento, cuanto por la maestría con que está instrumentado.

La canción del viejo pastor es un rasgo de inspiración que pudiera vanagloriarse de haberla imaginado el más distinguido compositor. Somos de opinión que los ocho compases anteriores a la repetición de la idea principal, debieran haber sido confiados a la orquesta exclusivamente, en su mayor parte, para descanso del cantante mejorando al mismo tiempo el efecto. Es sensible también que el acompañamiento del oboe, tan oportunamente colocado, no haya podido emitir mucho más piano sus dulcísimos sonidos.

Es delicada la melodía que canta María en su salida.

Un cuarteto entre Marcelo (Calvet), Colás (Caltañazor), Teresa (la Soriano) y Luisa (la Rizo), es de un mérito superior, y el trozo que canta Colás con las palabras: Moreno, agraciado, tostado del sol, produce muy buen efecto.

La escena de Víctor (González), y sus compañeros de caza, es brillante y característica; solo hubiéramos deseado en ella menos variedad de compases.

El aria del capitán Alegría (Salas) es de las mejores piezas de la obra.

En la escena del sorteo hay un terceto con coros de un efecto magnífico, y las ideas de que se compone son distinguidas sobremanera.

El aire marcial con que concluye el acto, es brillantísimo: si el eco del canto de los soldados que se alejan por las montañas se oyera un poco más claro y la orquesta acompañara más piano, ¿no produciría mejores resultados?

Con un bailable con coros y una canción de Colas, se principia el acto segundo. Siguen algunas escenas después de un terceto lindísimo que tiene un primer tiempo superior en su género a cuanto hemos oído hasta ahora en el teatro de la zarzuela.

La pieza capital de la obra, es el final, altamente dramático, del acto que nos ocupamos. El señor Gaztambide ha tenido ancho campo para conmover a los espectadores con sus melancólicas inspiraciones. El Largo concertante es una concepción notable, desde el principio hasta el fin.

Aquí viene a pelo el decir, que Gaztambide es uno de los jóvenes compositores que más han ennoblecido la música española.

Una canción militar, con su correspondiente rataplán, sumamente bella y popular, da principio al acto tercero.

Mientras todo el pueblo y los jueces que han de sentenciar a la desgraciada María acusada de robo, se reúnen cerca del árbol donde debe tener lugar el juicio, la orquesta ejecuta una música en extremo delicada y original. Concluye la zarzuela repitiendo el rataplán de la mencionada canción militar junto con unas exclamaciones de regocijo general.

El mérito más digno de alabanza que resalta en la producción que tenemos el gusto de analizar en esta revista, es, a no dudarlo, lo perfectamente que ha sabido adecuar su autor a cada personaje la música más propia a sus respectivos caracteres. Reciba, por lo tanto, nuestra cordial enhorabuena.

El señor Salas desempeñó su parte con mucho acierto, y tuvo momentos felicísimos. No sabemos si en la canción militar La española infantería aquella exclamación ¡Por qué sí! es propia en boca del personaje que tan bien ha sabido interpretar.

La señora Moreno es una artista de muy bellas cualidades que se hizo mucho honor en el dificilísimo papel de María. La aconsejamos no prolongue demasiado las notas tenidas y economice cuanto sea posible los rallentando. Cuando emite algunas notas, suele parecer dudosa su afinación. No olvide que es necesario concebir los sonidos agudos antes de emitirlos, porque de lo contrario suelen ser muy arriesgados. Jamás debe dejarse arrastrar el cantante, de un modo absoluto, por el sentimiento que trate de expresar: el compás y la entonación requieren su cálculo material.

Como siempre, el señor Calvet, ha sido el actor concienzudo que ha sabido hacerse aplaudir merecidamente representando el simpático e importante papel de Marcelo.

El señor Caltañazor obtuvo larga cosecha de aplausos como de costumbre, e hizo pompa de sus notas agudas con mucha gracia.

Hemos notado en el señor González, que su voz va adquiriendo cada día más cuerpo: trate de modificar la expresión de sentimiento haciéndola menos llorona, y prosiga con valor en su carrera artística, y esté convencido de conseguir completas y merecidas ovaciones.

La orquesta dirigida por el autor estuvo en general muy acertada. Los coros, en fin, bien ejecutados.

Emilio Arrieta