Institución Hamiltoniana
No podemos diferir por más tiempo de llamar la atención de nuestros lectores sobre el curiosísimo establecimiento que, bajo de esta denominación ha principiado hace tres meses en esta capital, y se halla actualmente abierto en la calle de san Miguel, número 11 cuarto segundo. Tenemos entendido que el director y principal catedrático de esta institución es un caballero medio extranjero y medio español que, habiendo seguido en Francia la carrera de la instrucción pública, llegó en ella a los primeros empleos, habiendo sido inspector de los estudios en la universidad del mismo París. Hijo de española y educado por el célebre ayo de Fernando VII, Escóiquiz, parece que llegó a ser entusiasta apasionado de la España y de los españoles que no conocía sino en los libros: y dirigiendo sus estudios hacía la filosofía, no tardó en conocer que todas las gramáticas estaban muy lejos de representar el estado de la lengua castellana. No tenía veinte y cinco años cuando publicó una traducción francesa de la gramática de la academia española, atestándola de notas en que desplegó una vasta erudición, añadiéndole un tratado de más extensión que la obra de la misma academia, en que elevo la gramática de la lengua castellana al nivel de los actuales conocimientos europeos; y estableciendo además en este tratado cuya traducción al español es aún una necesidad para nuestro país, un sin número de reglas, que aunque vigentes en las obras de nuestros clásicos, no habían sido nunca sentadas por ninguno de los gramáticos españoles.
Esta voluminosa obra fue la primera publicación del director de la Institución Hamiltoniana y el fundamento de su reputación literaria. El Instituto de Francia declaró que su autor se había colocado entre los gramáticos modernos de primer rango, según consta del Diario de los Sabios de febrero de 1821, y la academia española aprobando las más de sus innovaciones, en un informe sumamente honroso para él, y dirigido por ella al Instituto de Francia, no titubeó en admitirle en su seno con unanimidad de votos. Pasó poco después a España en virtud de una comisión científica, cuyo objeto era indagar los orígenes del antiguo romance que se hablaba en casi toda la Europa desde mediados del siglo VII hasta fines del X. La academia de la historia le nombró también individuo suyo en 1824, en consecuencia de una obra de cronología que compuso para el estudio de la historia en las universidades de España, cuya obra fue examinada de orden de este ilustre cuerpo por una comisión sacada de su seno. Deseoso entonces el agraciado de gozar de sus honores académicos, se estableció en Madrid con su familia y se entregó con tanto ardor a las tareas de su comisión que a la vuelta de pocos años no había en las lenguas de la Europa latina ni siquiera una palabra de que no conociese la etimología, las analogías y las trasformaciones sucesivas. Encargado posteriormente por el primer cuerpo literario de Francia de hacer un informe sobre la obra titulada Método de la anterioridad e historia de los lenguajes humanos, presentada al instituto aún manuscrita por su autor el célebre Dubois-Reymond, consejero áulico del rey de Prusia , y presidente de la academia de las ciencias de Berlín; debió a esta circunstancia el poder hacer la aplicación de este importante descubrimiento filológico a los demás idiomas de la Europa latina y a la lengua inglesa, así como el descubridor le había aplicado al alemán y al francés. El director de la Institución Hamiltoniana pudo, durante su larga residencia en Inglaterra, enterarse a fondo del sistema de enseñanza inventado por el doctor Hamilton, adoptado en todos los países del dominio británico, y reproducido con tan ruidosa y universal aprobación en Francia, en Bélgica y en Alemania por el profesor Jacotot.
Ha podido en las mismas universidades de Oxford-Cambridge y de Londres imbuirse de las explicaciones fundamentales y variadas de los tipos y observar las omnímodas referencias a los mismos. A la combinación de este método con el sistema de la anterioridad se deben los resultados asombrosos que se ven diariamente conseguidos en la Institución Hamiltoniana: unidos aquellos con la investigación etimológica que los discípulos del referido establecimiento hacen comparativamente, guiados por su director, producen casi milagros. Se nos asegura que cuando este profesor da su primera lección a un discípulo que no sepa ni una palabra que no sea española, le pone alternativamente en la mano un autor francés y otro inglés, y le pregunta si los entiende: el discípulo a su vez le pregunta también a qué vendría si los entendiera. El profesor dándole entonces una explicación acerca de cada palabra, convence a su discípulo, que conoce y entiende ochenta palabras de cada ciento así en francés como en inglés. En efecto, cuatro de las cinco partes de las palabras francesas y de las inglesas son castellanas con un ligero o ningún disfraz; y dar a un español la llave de este disfraz, es ponerle en posesión, casi de repente, de un inmenso caudal de voces en estos idiomas extranjeros; y si de cada cien palabras entiendo cuatro, estas cuatro le hacen adivinar muy pronto la significación de la quinta. Pero la llave o las llaves de este disfraz no las puede dar sino un filólogo profundamente versado en el romance de cada lengua y en las sucesivas de cada metamorfosis al través de las cuales haya venido desde su formación a parar en su actual estado: y creemos que el director de la Institución Hamiltoniana es uno de los pocos hombres que sean capaces, en España, de la enseñanza sometida a estos principios y sentada sobre tan anchas bases.
Por medio del largo estudio de los sonidos que hay en la lengua española similares a los de las lenguas extranjeras, comunica a sus discípulos la pronunciación de estas con más rapidez y perfección de las que podría proporcionarles su sucesiva residencia en París, en Londres, en Roma y en Lisboa; y todas estas ventajas se aplican en su establecimiento a la lengua griega y a la latina, que se adquieren simultanea y completamente con su enseñanza, en menos de un año. Concurren todas las noches en la Institución Hamiltoniana personas de categoría, como lo son diputados a cortes, médicos, abogados, negociantes, oficiales superiores que no se desdeñan de ir a pasar diariamente dos o tres horas oyendo las lecciones del sabio catedrático. Cuatro o cinco de estos caballeros, de los cuales conocemos personalmente a algunos, empezaron el estudio simultáneo del francés y del inglés, los unos a mediados de octubre y los otros en 11 de noviembre último; y en el día entienden y pronuncian con perfección casi todo lo escrito en uno y otro idioma y aun su poesía: entienden cuanto se habla y en gran parte pueden contestar. Han adquirido al mismo tiempo conocimientos poco comunes en gramática general; y atónitos ellos mismos, pueden apenas concebir cómo han llegado a adquirir, en tan poco tiempo; los resultados que han realmente conseguido.
Hay además abiertas en la Institución Hamiltoniana, cátedras de geología, y geografía, de astronomía, matemáticas, filosofía, alta literatura comparada y declamación. Respecto de esta última arte, el director de dicha institución, de cuya memoria se nos ha hablado como de un prodigio, es autor de una tragedia francesa recibida en el primer teatro francés; y ha sido discípulo de Talmá, de Lafont, de la Duschesnois, habiendo posteriormente tenido en Londres mucho roce con Fawcett, Fanuy-Kem, Lees, Arnoult, Wood, Glonop y Richardson.
Convencidos, como lo estamos, de las grandes ventajas que ofrecen los tres métodos recién descubiertos y las demás innovaciones que se siguen en este nuevo establecimiento, él único además en que se puedan adquirir brevemente aquellas expresiones y aquel tono de la alta sociedad, la sola a que en Francia, en Inglaterra y en España haya pertenecido su director así por su esclarecido nacimiento, como por sus empleos y otras distinciones sociales, aconsejamos a todos los que deseen aprender con prontitud y perfección los idiomas extranjeros, y aun a los que teniendo de ellos algunos principios, quieran completar su instrucción, a que sigan las provechosas lecciones de la Institución Hamiltoniana.
Uno que ha presenciado la enseñanza.