Filosofía en español 
Filosofía en español


Sistema musical de la lengua castellana

Al ver que los italianos consideran a la lengua castellana como hermana de la suya, que todas las naciones del norte la estudian con entusiasmo, y que apenas se halla un escritor inglés que no la conozca, y no sepa el Quijote casi de memoria, se nos hace más chocante la superficialidad e ignorancia de los que en estos últimos tiempos han intentado empañar su claro lustre con una plaga de palabras y modismos de la francesa. Y no son por cierto los franceses, a pesar de su apego casi exclusivo a lo de su propio país, los que se nieguen a tributar a nuestra lengua el debido homenaje. Uno de sus distinguidos literatos ha dicho de ella: “Siempre tan expresiva como armoniosa, más enérgica, más varonil que la italiana, tiene muchas veces su dulzura, y jamás su monotonía: su abundancia es extrema, y pasmosa su concisión en manos de quien sepa manejarla. Majestuosa y sublime en los grandes asuntos, es dulce, fácil y graciosa en las composiciones ligeras y agradables, ardiente y voluptuosa en la expresión del amor, noble en la historia, picante en la sátira, flexible en la imitación o traducción de los antiguos; en fin sentenciosa en las materias políticas, filosóficas y morales.”

Otro autor aún más conocido se explica en estos términos: “Nacida del choque de las lenguas más ricas y enérgicas de la Europa y del Oriente, melodiosa sin molicie, heroica sin aspereza, sola entre las lenguas, comparable con la de los griegos por la feliz combinación de consonantes y vocales; tan varonil como el dialecto dórico, y quizá menos ruda; dotada, si no de la misma fuerza, a lo menos de la misma delicadeza que el de los jonios; sin que jamás degenere en la afeminada languidez del italiano, la lengua castellana respirando siempre aquel perfume oriental adquirido por el prolongado contacto con los descendientes del desierto, reúne a toda la frescura de la juventud el vigor que los valerosos hijos del norte le han comunicado, toda la majestad que la lengua de los dueños del mundo ha dejado impresa sobre los rasgos de la más bella de sus hijas.”

El insigne Alfonso Chalumeau de Verneuil confiesa que es la única lengua digna de ser usada para hablar con Dios; y el inmortal Florián empleó la mejor parte de su vida en estudiar el idioma español y escribir en él un poema.

Sin embargo el humo de tanto incienso no ha podido nunca encubrir una mancha notable. ¿En qué consiste, se pregunta, que los españoles no compongan versos iguales a los griegos y latinos? Nadie sabe contestar a esta cuestión. Luzán , Bermúdez, Villegas, Moratín y otros muchos poetas se han esforzado para conseguirlo, y en diversas épocas han salido hexámetros, dísticos, faleucios, adónicos, sáficos, asclepiades, &c. En estos ensayos se deja traslucir a veces que se podía muy bien hallar lo que buscaban; pero se observa siempre claramente que, en realidad no lo hallaron. De aquí nació la opinión casi general entre los literatos que semejante idea era inasequible, y no hace seis años que un insigne orador y poeta sentó como principio verdadero, general e inconcuso, que en el idioma español no hay dáctilos.

A pesar de éstas opiniones y fallos un ingenio catalán, el joven autor del Aristodemo, tomando a su cargo el vengar esta especie de afrenta ha compuesto un tratado con el título de Sistema musical de la lengua castellana, en el cual no solo prueba que en el idioma español hay dáctilos, y todos los otros pies de la poesía antigua aún los más complicados, sino que prescribe reglas fijas y claras para medir todas las sílabas del lenguaje lo mismo que los griegos y latinos, y en seguida sujetándose a ellas practica en español todos los metros de que hicieron uso aquellos célebres pueblos.

Esta obra ha obtenido ya la licencia para su impresión, y el muy ilustre Sr. D. Serafín Chavier, del consejo de S. M., ministro de la real audiencia de Cataluña (cuya traducción en grande de todas las obras de Homero no tardara en ver la luz pública), encargado de examinarla por parte del gobierno, ha puesto en su dictamen entre otras estas notables palabras. “En este sistema se prueba la existencia de una perfecta prosodia en nuestro idioma con tan conducentes razones, que a pesar de cuanto se ha escrito en contrario, y de los varios ensayos infructuosos que se han hecho sobre esta materia, ya nо es posible dudar que la lengua española es capaz de una poesía tan armoniosa como la latina y la griega; proposición que hasta el presente no había podido demostrarse. Las reglas que ha inventado para medir la cantidad de todas las sílabas no solamente son ingeniosas, sino también sólidas, como fundadas en la misma naturaleza; y del mérito de esta parte del tratado solo podrán formar un juicio cabal los que saben cuan rara y difícil es la invención en cualquier género; y no solamente ha inventado por sí mismo dichas reglas, sino que ha descubierto el verdadero fundamento de la prosodia griega y latina; con todo lo cual el autor de dicho tratado abre a todos los poetas españoles un campo nuevo, florido y delicioso, y descubre una senda nueva para salir con más facilidad y seguridad al monte Parnaso, pudiendo ya presagiarse que aparecerá algún español que componga un poema tan majestuoso como la Ilíada y la Eneida, en cuya gloria tendrá la mayor parte el referido autor. Podrá tal vez ser controvertida alguna de las reglas que propone; pero esto solo servirá para la mayor ilustración pública, y de ningún modo para poder disminuir en lo más mínimo el verdadero mérito de esta obra.”

La empresa era ardua: muchos la graduaban de imposible; no obstante, una pequeña composición en dísticos hecha bajo este sistema hizo sospechar al autor que no sería absolutamente inasequible su empeño. Después de largas vigilias y pesadas investigaciones logró allanar algún tanto la senda que había empezado a seguir; y después de haber sentado algunos teoremas por apoyo de su sistema, llegó por fin a la clara y fácil demostración de una prosodia castellana. El voto decisivo de un sujeto de tan alta clase y profundos conocimientos en las lenguas madres fue para él una prueba incontrastable de que no se había equivocado en su idea, y nada le quedó que dudar. ¡Qué será sí vemos salir con el tiempo versos españoles hexámetros, sáficos, senarios, yámbicos, si en fin toda la poesía griega debe revivir entre nosotros cual otro fénix nacido de sus cenizas! ¿Qué elogios no prodigarán entonces los extranjeros tan apasionados a nuestra literatura? ¿Qué sabio, qué poeta no querrá conocer un idioma ya tan extendido sobre la superficie del globo por la heroica audacia de nuestros marineros y el formidable poder de nuestras armas? Entretanto se anuncia al público esta feliz invención, y debemos felicitarnos mutuamente en que haya cabido a uno de nuestros compatriotas la gloria de hacer revivir en las orillas del Llobregat, del Tajo y del Manzanares los melodiosos cantos de Anacreonte, Píndaro, Safo, Virgilio y Horacio{1}.= O. S.

(D. de B.)

{1} No solo la poesía sino también la oratoria reportaría una notable ventaja de este sistema, por cuanto la armonía es otro de los adornos del lenguaje, y la afición de las cantidades de las sílabas podría facilitar en sus combinaciones aquella elocuencia armónica que tanto nos encanta en Cicerón, y de que es muy susceptible nuestro idioma.


[ “D. S. de M. y de S.” –Don Sinibaldo de Mas y de Sanz– publicó Sistema Musical de la Lengua Castellana
en Barcelona 1832, en dos tomos de 135 y 112 páginas. ]