Filosofía en español 
Filosofía en español

Filosofía de la Religión

[ 363 ]

Curso de la religión

El núcleo [352] no es la esencia de la religión. En consecuencia, no podríamos afirmar que el trato con los animales numinosos, que constituye el núcleo, sea también la esencia de la religión. Porque la esencia es el despliegue del núcleo en un cuerpo y en un curso tales que van determinándose recíprocamente. El núcleo es sólo una parte de la esencia, algo así como su gérmen [56]. Pero tan esencial a la religión, tomada globalmente, en su desenvolvimiento histórico, es el trato con los animales numinosos, como la transformación dialéctica de ese trato en una serie de conductas simbólicas que parecen ordenarse ortogenéticamente en el sentido de una progresivo alejamiento respecto del núcleo originario. Un alejamiento que llevará en su límite a la desaparición casi total del núcleo. Y con ello también, evidentemente –si queremos mantener la coherencia de nuestra Idea de religión–, a la desaparición de la vivencia misma de lo numinoso. Podríamos denominar “avatares de la religión” a la serie de fases o etapas esenciales constitutivas de su curso. Si la religión es parte interna del eje angular, el principio del establecimiento de los avatares esenciales de la religión se tomará de lugares antropológicos, es decir, tales que permitan ajustar las propias fases esenciales del desarrollo mismo del material antropológico que puedan ser establecidos por una Antropología filosófica. Desde la perspectiva de la Idea de un espacio antropológico tridimensional, las transformaciones del eje angular han de entenderse determinadas, en gran medida, por la intersección con las transformaciones dadas en los otros ejes, el eje circular y el eje radial. Es evidente que un desarrollo de la vida religiosa según categorías como puedan serlo las Iglesias, sólo pueden entenderse a través del desarrollo social “circular”. También es evidente que el desarrollo del eje angular, según sus contenidos religiosos, no podría entenderse al margen de las transformaciones dadas en el eje radial.

Ateniéndonos a estos criterios, el principio que buscamos para el establecimiento de las fases esenciales del curso de la religión podrá tener la ventaja de no ser un principio enclaustrado en la pura fenomenología religiosa (que, en todo caso, será siempre una referencia inexcusable), sino un principio que se atenga al cambio real mismo de las posiciones objetivas del hombre por relación a los animales. A unos animales que necesariamente constituyen parte de su medio biológico. A su vez, como quiera que el cambio de estas relaciones viene determinado por las transformaciones radiales –ecológicas, tecnológicas– y circulares –sociales, económicas, políticas– (lo que es evidente de modo inmediato en la historia de la caza), podemos concluir que el lugar a donde vamos a ir a buscar el principio de una división de las fases del curso de la religión ofrece todas las garantías en orden a poder ser considerado como verdaderamente significativo desde el punto de vista antropológico. El principio de nuestra división (fasificación) del curso global del desarrollo de la religión lo tomaremos del propio desarrollo histórico del eje angular, en tanto comprende los avatares de los animales que rodean al hombre, según relaciones objetivas dadas a través del desarrollo de los otros dos ejes del espacio antropológico.

Este principio nos conduce a una fasificación sistemático-abstracta que se resuelve en tres grandes estadios consecutivos, que denominamos respectivamente: Estadio de la religión primaria (o nuclear), estadio de la religión secundaria (o mitológica) y estadio de la religión terciaria (o metafísica). El curso de los tres períodos abarca la totalidad de la evolución humana, tomando como punto cero los últimos momentos del Paleolítico medio. Ahora bien, el primer período (que no puede haber comenzado ex abrupto), exigirá la introducción, a parte ante, de una fase prehistórica de preparación religiosa, una fase que podemos extender a lo largo del Paleolítico inferior (principalmente a partir de la utilización del fuego por homo erectus, a lo largo de 600.000 años) y que denominaríamos período protoreligioso o período de la religión natural. Los períodos primario, secundario y terciario cubren los fenómenos que comunmente se denominan “religiones positivas”. En el contexto dialéctico global, todas las religiones positivas podrían ser llamadas antropológicamente verdaderas. Sin embargo, como verdadera religión positiva, en sentido directo e inmediato, habremos de considerar a la religión primaria o nuclear. {AD2 229, 231-233, 235, 239-240 / → AD2 107-114}

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