Teoría filosófica (gnoseológica) de la ciencia
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Fenómenos
Figura (sector) del eje semántico del espacio gnoseológico [190]. Los contenidos científicos objetuales (los términos y las relaciones) se nos dan, en determinados momentos del proceso científico, como fenómenos. Los fenómenos no son entendidos aquí en el contexto ontológico (Kant opuso fenómenos a noúmenos) sino desde un contexto gnoseológico: los fenómenos se oponen a las esencias (Platón). Por ello, no diremos que las ciencias se mantienen en el ámbito de los fenómenos (idealismo kantiano), sino que las ciencias rebasan los fenómenos [202] cuando logran determinar estructuras esenciales (materialismo) [217]. Sin embargo, éstas sólo pueden ser determinadas a partir de los fenómenos. Las rayas coloreadas que forman el espectro de un elemento químico son fenómenos; y también son fenómenos (es decir, relaciones entre fenómenos) las medidas empíricas de sus longitudes de onda (es un contenido fenoménico la medida de raya roja Hα del espectro del Hidrógeno, cuya longitud es de 6.563 Ångström). Incluso son estructuras fenoménicas, las relaciones contenidas en la fórmula empírica de las longitudes de onda del espectro óptico dadas en la fórmula λ = 3646,13 × (n² / n² – 2²).
Como contenidos apotéticos [183] los fenómenos, sin perjuicio de su objetividad, se presentan diversificadamente a los animales y a los hombres (la Luna, vista desde el observatorio S1 es un fenómeno distinto del fenómeno Luna que se aparece al observatorio S2). La exigencia de un nivel fenoménico en los campos de las ciencias (incluidas las matemáticas, que también tratan con fenómenos tales como “redondeles” empíricos y con “docenas” concretas, y no sólo con circunferencias o conjuntos) hay que ponerla en la misma naturaleza operatoria de las construcciones científicas. Si las operaciones son operaciones manuales, o vocales, y no mentales, es decir, transformaciones que consisten en aproximar y separar objetos corpóreos [68] (operaciones de síntesis y de análisis) solamente si el sujeto está situado ante objetos apotéticos podrá operar con ellos, aproximándolos o separándolos [50]. Pero los objetos apotéticos son precisamente los fenómenos, así como recíprocamente: la Luna que percibimos “ahí”, a distancia, es un fenómeno precisamente porque se nos aparece ahí, es decir, porque ponemos entre paréntesis o abstraemos los procesos electromagnéticos y gravitatorios que han de tener lugar para que ella pueda actuar y hacerse presente en nuestras retinas y en nuestros cuerpos; por esa razón podremos “operar” con ella, en cuanto fenómeno, aproximando o separando su “imagen” respecto de las estrellas fijas, estableciendo los valores de sus paralajes, etc.
Las apariencias se distinguen de los fenómenos porque mientras la idea de fenómeno se constituye en la relación de un objeto o disposición de objetos a más de un sujeto, la idea de apariencia se constituye en la relación del sujeto (animal o humano) a más de un objeto. Según esto, podrá decirse que toda apariencia ha de ser capaz de desempeñar el papel de fenómeno, así como todo fenómeno ha de ser capaz de desempeñar la función de apariencia.
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