Filosofía en español 
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Lucha de contrarios

Lucha de contrarios

Ver: Unidad y Lucha de Contrarios.

Diccionario filosófico marxista · 1946:181

Lucha de contrarios

Una de las leyes dialécticas más generales del desarrollo de la naturaleza, de la sociedad y del pensamiento humano. Según Lenin, la ley de la unidad y de la lucha de contrarios –fuente de todo desarrollo– es el núcleo, la esencia del método dialéctico marxista (ver). El desarrollo es imposible sin contradicciones y superación de esas contradicciones. Desde el momento en que consideramos los objetos y los fenómenos en su conexión –y es ése el único método justo, científico, para estudiar la naturaleza y la sociedad– nos abocamos a contradicciones. Constantemente, en la naturaleza como en la sociedad, ciertas cosas nacen y florecen, otras mueren y desaparecen. La lucha entre lo viejo y lo nuevo, entre lo que perece y lo que nace, entre lo que muere y lo que se desarrolla, es una ley objetiva del devenir. “Por oposición a la metafísica, la dialéctica parte del criterio de que los objetos y los fenómenos de la naturaleza llevan siempre implícitas contradicciones internas, pues todos ellos tienen su lado positivo y su lado negativo, su pasado y su futuro, su lado de caducidad y su lado de desarrollo; del criterio de que la lucha entre estos lados contrapuestos, la lucha entre lo viejo y lo nuevo, entre lo que agoniza y lo que nace, entre lo que caduca y lo que desarrolla, forma el contenido interno del proceso de desarrollo, el contenido interno de la transformación de los cambios cuantitativos en cambios cualitativos.

Por eso, el método dialéctico entiende que el proceso de desarrollo de lo inferior a lo superior no discurre a modo de un proceso de desenvolvimiento armónico de los fenómenos, sino poniendo siempre de relieve las contradicciones inherentes a los objetos y a los fenómenos, en un proceso de ‘lucha’ entre las tendencias contrapuestas que actúan sobre la base de aquellas contradicciones”. (Stalin, Cuestiones del leninismo, Moscú, p. 639, Ed. esp., 1941).

Las contradicciones internas significan que todo objeto, todo fenómeno, incluye aspectos contradictorios, tendencias opuestas que se hallan constante y recíprocamente ligadas entre sí y al mismo tiempo se excluyen, se niegan mutuamente, luchan la una contra la otra. Aunque inseparables, los contrarios se oponen dentro de un todo. En el fragmento “A propósito de la dialéctica”, Lenin ilustra el carácter universal de esta ley con ejemplos extraídos de las diversas ciencias de la naturaleza y la sociedad:

“En matemáticas, el + y el -. Diferencial e integral.
En mecánica, acción y reacción.
En física, electricidades positiva y negativa.
En química, unión y disociación de los átomos.
En la ciencia social, lucha de clases”. (Lenin, Cuadernos filosóficos, Ed. rusa).

La ciencia moderna penetra cada vez más a través de la naturaleza contradictoria de las cosas. Así, la física ha descubierto el mundo complejo y contradictorio del átomo. La antigua oposición entre las ondas y los corpúsculos, aplicada a la luz y a la substancia en general, ha perdido todo fundamento. Se ha establecido que la luz tiene las propiedades contradictorias del movimiento corpuscular y del movimiento ondulatorio. La doctrina michurinista (ver) ha revelado las profundas contradicciones del desarrollo y de las modificaciones del mundo orgánico, y ha mostrado que esas contradicciones surgen y son superadas por acción recíproca de los organismos y del medio ambiente, por transformación del tipo de metabolismo. La doctrina de Pavlov (ver) sobre la actividad nerviosa superior se funda en el análisis de contradicciones tales como la excitación y la inhibición, &c., es decir, de contrarios sin los cuales no hay actividad psíquica normal posible. Los científicos soviéticos y los extranjeros de vanguardia estudian la dialéctica marxista y aplican con éxito la ley de la lucha de los contrarios, así como las demás leyes de la dialéctica.

De igual modo, en la vida social, para comprender los acontecimientos históricos, importa tener en cuenta sus contradicciones internas, contradicciones entre lo viejo y lo nuevo, entre lo que perece y nace, entre el movimiento reaccionario y el movimiento progresista. Una sociedad dividida en clases antagónicas se ve desgarrada por profundas contradicciones. Las aspiraciones de ciertas clases son contrarias a las de otras. El marxismo ha sido el primero en mostrar científicamente que el origen de esas tendencias contradictorias y de la lucha de clases en el seno de la sociedad antagónica, reside en el hecho de que la situación y las condiciones de vida de diversas clases son radicalmente diferentes. El proletariado y la burguesía son engendrados por el modo de producción capitalista. Dentro de ese marco, las dos clases se hallan ligadas de tal modo una con otra, que sin ellas, el modo de producción capitalista es imposible. Pero al mismo tiempo, esas clases se excluyen recíprocamente y sostienen una lucha sin cuartel.

La dialéctica marxista enseña que las contradicciones, inherentes a los fenómenos y a los objetos, hacen necesaria la lucha entre fuerzas y tendencias opuestas. Lo nuevo no puede conciliarse con lo viejo, que traba su desarrollo; el elemento progresivo no puede ser indiferente al elemento reaccionario. La lucha entre esos movimientos contrarios es, pues, inevitable. La dialéctica materialista asigna una importancia decisiva a la lucha de los contrarios, fuente y contenido interno del desarrollo. Lo nuevo, lo progresivo combate a lo que frena el desarrollo, triunfa sobre las fuerzas retrógradas y asegura el progreso. De ese modo, la lucha de contrarios es la fuerza motriz del desarrollo. El marxismo ha mostrado que la lucha de clases es el motor de la historia en todas las sociedades antagónicas, que las contradicciones son superadas por la lucha y no por la conciliación. Lenin indicó que la unidad de los contrarios es momentánea, pasajera, relativa, en tanto que es absoluta la lucha de los contrarios, como es absoluto el movimiento, el desarrollo. Debido a que la lucha de los contrarios es absoluta, a que no se detiene jamás, es que en el curso de esa lucha, todo lo caduco, lo reaccionario, todo lo que traba el movimiento progresista es eliminado.

La lucha entre lo viejo y lo nuevo, entre lo que perece y lo que nace, pone al descubierto las contradicciones internas. Ese proceso llega necesariamente a un punto en que las contradicciones tienen que ser superadas por la substitución de lo viejo por lo nuevo.

De esta ley derivan conclusiones muy importantes para la política y la táctica del partido del proletariado. Puesto que la lucha de los contrarios es el momento crucial del desarrollo, la lucha organizada, consciente, de los hombres, tendiente a superar esas contradicciones, adquiere un alcance inmenso. No es necesario, por lo tanto, temer las contradicciones, sino que es preciso descubrirlas y eliminarlas. Si el desarrollo se opera en el plano de la lucha de los contrarios y de la superación de las contradicciones por medio de esa lucha, se infiere que no hay que disimular las contradicciones del régimen capitalista, que es preciso ponerlas de relieve, y que en lugar de atenuar la lucha de clases, hay que impulsarla hasta el fin.

Para no engañarse en política, es preciso practicar una política de clase proletaria intransigente y no una política reformista de “armonía” de intereses del proletariado y de la burguesía; es preciso denunciar la política conciliadora de “integración” gradual del socialismo en el capitalismo. El marxismo-leninismo sostiene pues, una lucha implacable contra las diferentes teorías metafísicas para las cuales, el desarrollo es la nivelación de todas las contradicciones. La teoría de la conciliación de las contradicciones de clase, sienta las bases de todo oportunismo, de todo reformismo, de todo reniego. Siguiendo las huellas de los antiguos reformistas, los dirigentes de los socialistas de derecha actuales, predicen la teoría de la “armonía” de las clases, de la unidad de los intereses de la burguesía y del proletariado. Al proceder así, ayudan a las clases dominantes a realizar la política reaccionaria, a mantener al pueblo en la servidumbre.

La dialéctica marxista impone una distinción entre las contradicciones antagónicas y las contradicciones no-antagónicas, dado que la ley de la lucha de los contrarios se manifiesta en forma diferente en las diversas condiciones de la vida social. En la sociedad antagónica dividida en clases hostiles, las contradicciones tienen tendencia a crecer, a acentuarse, a profundizarse. Ellas engendran así profundos conflictos sociales que no pueden ser resueltos más que por medio de revoluciones. Por ejemplo, el modo de producción capitalista hace nacer la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Debido al carácter antagónico del modo de producción capitalista, esta contradicción se acentúa cada vez más, se profundiza hasta transformarse finalmente en oposición total, vale decir, que llega a un punto en que las relaciones de producción traban el desarrollo de las fuerzas productivas. La lucha de clases exacerbada entre el proletariado y la burguesía es la expresión de ese antagonismo en el modo de producción capitalista. La burguesía se lanza de lleno a salvaguardar las relaciones de producción reaccionarias, y sólo la revolución proletaria pone fin al régimen burgués. Un régimen social nuevo, el socialismo, viene a ocupar el lugar del capitalismo.

En la sociedad socialista, donde no existen más clases hostiles, las contradicciones aparecen y se eliminan de otra manera. Con el socialismo, las contradicciones no tienen ya carácter antagónico, puesto que el antagonismo de clase ha desaparecido. Esas contradicciones difieren fundamentalmente de las contradicciones antagónicas, propias del capitalismo, tienen muy distinto carácter y se eliminan de modo diferente. Así, en el curso del desarrollo del modo de producción socialista, sucede también que las relaciones de producción no corresponden ya a las fuerzas productivas. Pero esta contradicción no puede degenerar en oposición completa, pues con el socialismo se ha eliminado la forma capitalista de apropiación de los productos del trabajo, forma que está en contradicción flagrante con el carácter social de las fuerzas productivas. Bajo el socialismo no hay más clases capaces de oponerse a la necesidad de renovar las relaciones de producción y de conformarlas al carácter de las fuerzas productivas. No quedan más que ciertos elementos rutinarios de la sociedad, lo que es fácil de eliminar. El Partido Comunista y el Estado Soviético disponen por consiguiente, de todas las condiciones objetivas que les permiten descubrir a tiempo las contradicciones entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, y superarlas sin que ellas degeneren en conflicto. Bajo el socialismo, la ley objetiva del desarrollo de las contradicciones no desemboca, como bajo el capitalismo, en trastornos sociales. La unidad moral y política de la sociedad socialista es una poderosa fuerza motriz que contribuye a vencer cualquier dificultad y contradicción.

Lo que caracteriza el desarrollo bajo el socialismo, es que éste elimina los antagonismos heredados del capitalismo, por ejemplo, la oposición entre la ciudad y el campo, entre el trabajo manual y el intelectual, &c. Con la victoria del socialismo, esos antagonismos han desaparecido del País de los Soviets. Lo que resta son las diferencias esenciales entre la ciudad y el campo, entre el trabajo manual y el trabajo intelectual, que desaparecerán en el curso de la transición gradual del socialismo al comunismo. Importa distinguir las nociones de “oposición” y de “diferencia esencial”. Una y otra son manifestaciones de contradicciones internas inherentes a las cosas. Pero mientras la oposición expresa para el caso una hostilidad de intereses, la diferencia esencial significa que entre los dos aspectos de un todo no hay oposición hostil. Bajo el comunismo integral, la diferencia esencial entre la ciudad y el campo, entre el trabajo manual y el trabajo intelectual será superada y se convertirá en una diferencia no esencial. En lo que concierne a los problemas fundamentales de la lucha de clases, la oposición no puede ser superada más que por métodos revolucionarios; por ejemplo, la oposición entre la ciudad y el campo, entre el trabajo manual y el trabajo intelectual, no puede desaparecer más que por medio de la revolución proletaria y la abolición del régimen capitalista. Pero la diferencia esencial puede y debe ser eliminada gradualmente sin necesidad de recurrir a la revolución, como por ejemplo, la diferencia esencial entre la ciudad y el campo, entre el trabajo manual y el trabajo intelectual en la URSS. Para aplicar las nociones de “oposición”, de “diferencia esencial”, de “diferencia” a tal o cual fenómeno, es preciso hacer un análisis concreto de este último, y evitar cuidadosamente todo calco y todo dogmatismo.

Bajo el socialismo, las contradicciones son superadas igualmente en la lucha. Allí también, sólo el combate de lo nuevo, de lo progresivo, contra lo viejo, lo que muere, es la fuerza motriz del desarrollo. Bajo el socialismo, subsisten todavía las fuerzas inertes de la rutina, que traban el progreso; subsisten los vestigios del capitalismo en la conciencia y en la vida de los hombres, las supervivencias de una actitud no socialista hacia el trabajo y la propiedad colectiva, las supervivencias del burocratismo, del nacionalismo, del cosmopolitismo, &c., totalmente extrañas a la naturaleza misma de la sociedad soviética.

Sin la lucha contra todas las manifestaciones de lo viejo que están en contradicción con el socialismo, no se puede cumplir con éxito la tarea de la edificación comunista. La lucha contra todas las supervivencias del capitalismo en la conciencia de los hombres es tanto más importante por cuanto las fuerzas imperialistas reaccionarias se esfuerzan por todos los medios en conservar esas supervivencias, en utilizar en favor de sus intereses a los hombres en quienes esas supervivencias son particularmente vivaces.

Por el hecho de existir en la URSS dos clases –la de los obreros y la de los campesinos koljosianos– que corresponden a las dos formas de la propiedad socialista, ciertas contradicciones entre ellas son todavía inevitables. Pero esas contradicciones no son antagónicas y son superadas a medida que se va realizando el pasaje del socialismo al comunismo.

La crítica y la autocrítica (ver) constituyen poderosos medios para percibir y superar las contradicciones de la sociedad soviética. La crítica y la autocrítica representan una forma de la lucha entre lo nuevo y lo viejo, una manifestación específica de la ley de la lucha de los contrarios en la sociedad socialista. (Ver igualmente Contradicciones antagónicas y no antagónicas).

Diccionario filosófico abreviado · 1959:305-309

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Diccionario filosófico · 1965

no figura

Diccionario de filosofía · 1984