Filosofía en español 
Filosofía en español


Alfonso de Palencia

Biografía. Cronista y escritor español, nacido en Sevilla el 18 de Julio de 1423, según unos autores, y en Palencia, según otros, y muerto después de 1492. Las razones que aduce Antonio M. Fabié en defensa de que fuese palentino, no llevan el convencimiento a nuestro ánimo, pues basándose tan sólo en el segundo apellido, por el cual es generalmente conocido, dice lo siguiente: «Le tienen muchos, y entre ellos Pellicer, por sevillano o, a lo menos, por natural de su extenso arzobispado, fundándose en que vivió muchos años en aquella ciudad...; pero el apellido que usa con más frecuencia inclina a creer que fuese natural u oriundo de la antigua ciudad de Palencia, aumentando probabilidades a esta conjetura el saberse que se educó y pasó alguna parte de su juventud en la ciudad de Burgos.» Gran respeto nos merecen las opiniones del ilustre Fabié, pero no dejamos de comprender que los argumentos que presenta en apoyo de su tesis carecen de base. El uso del apellido Palencia, en lugar del primero Fernández, no es de extrañar ni en aquella época ni aun en esta, en que los apellidos tan vulgares como Fernández, López, Martínez, Gómez, García y otros a este tenor, son absorbidos por el que tiene alguna personalidad, por decirlo así. Si citamos a Gustavo Domínguez, nadie sabrá a quién nos referimos; pero con sólo decir Becquer, todo el mundo recuerda al genial poeta, y, sin embargo, Domínguez era su primer apellido. En lo que atañe a la indicación de la nacionalidad, nos parece aun errónea la deducción: Garci Sánchez de Badajoz era natural de Ecija, fray Luis de León nació en Belmonte del Tajo (Cuenca), pero Guillén de Segovia vio la luz en Sevilla, el filósofo Pedro de Valencia fue cordobés...; seguir citando nombres sería formar un largo catálogo que sólo nos conduciría a demostrar lo que todo escritor medianamente documentado sabe. Volviendo a nuestro biografiado, se educó en el palacio del ilustre burgalense Alfonso de Santa María y se inició en el estudio de las ciencias y de las letras cuando apenas contaba diez y siete años; marchó, joven todavía, a Italia, donde fue recibido entre los familiares del cardenal Besarión, contándose entre sus maestros Jorge de Trebisonda. Regresó a Castilla cuando ya habían muerto sus protectores y eran materia de escándalo la corrupción de la corte y las debilidades del rey Enrique IV, ingresando Palencia en el bando de los descontentos que habían elegido al infante don Alfonso como rey, y volviendo a Roma para informar al Papa de los desórdenes existentes en la corte castellana. Sus trabajos fueron estériles, pues la prematura muerte de don Alfonso hizo que todas las esperanzas se cifrasen en la hermana de Enrique IV, Isabel; siguió Palencia el bando de ésta e influyó no poco en el buen éxito de las negociaciones para el matrimonio de Isabel con Fernando de Aragón. Empleado, además, en otras importantes misiones cerca del rey don Juan II de Aragón, contribuyó al triunfo de Isabel I, por lo que se vanagloriaba Palencia, ya en su vejez, de haber sido uno de los más leales y desinteresados servidores de la reina. Frecuentó mucho la corte, y aun llegó a estar al servicio de algunos magnates, entre ellos el duque de Medina Sidonia, con quien estuvo en Sevilla, donde el prócer tenía su habitual residencia y donde pasó Palencia los últimos años de su vida, consagrado al estudio. En 1480, aquejado por penosa dolencia, pidió al Cabido hispalense permiso para construir en la catedral su sepultura, ofreciendo, en cambio, su biblioteca a su muerte, especie de contrato aceptado por el deán y Cabildo el 9 de Octubre del año citado, pues según un auto capitular, se le concedió «el primer arco que está a la mano izquierda, entrando por la puerta de la iglesia que está cerca de la torre mayor desta iglesia... e para donde se ponga su librería segund lo ovo fablado a los dichos señores». Restablecido de su enfermedad, continuó Palencia en Sevilla dedicado a sus trabajos, hasta 1492, fecha que se pierde todo rastro de su vida. Todas cuantas diligencias se hicieron para averiguar el paradero del cronista fueron inútiles: sólo pudo conseguir Amador de los Ríos saber que en el siglo XVIII mandaron los capitulares cerrar hasta la mitad del arco elegido por el historiador para su sepultura, con lo cual, según dice Gálvez, desapareció ésta «con los huesos del cronista, sin que al hacerse el nuevo colado de la iglesia se hallara vestigio alguno».

Las obras debidas a la pluma de Palencia son las siguientes: Antiquitates hispaniae gentis, libri X; Opus Synonimorum (1472), traducida al castellano en 1491 por primera vez; Bellum Luporum cum canibus, De perfectione militaris triumphi, Vita Beatissimi Ildefonsi. archiepiscopi toletani; Mores et vitus idolatrici incolacum Fortunatarum, quas Canarias appellant; De vera sufficientia ducum atque legatorum, De Obliteratis mutatisque nominibus provinciarum flumiuumque Hispaniae, y De adulatoriis salutationibus, laudationumque epithetis ex lubidine potius quam ex concilio in epistolari praesertim officio usitatis. Todas estas obras, según declaración del autor, fueron escritas primeramente en castellano, trasladándolas él mismo al latín después. Como traductor se le deben: El espejo de la Cruz, del italiano (1486); las Vidas, de Plutarco (1491), y la Guerra judaica, de Flavio Josefo (1492). Las producciones más importantes de este autor, y que le colocan entre los primeros cronistas del siglo XV, son: las Tres décadas de su tiempo, la titulada Alphonsi Palentini Historiographi gesta hispaniensis ex annalibus suorum dierum, y la Crónica de Alfonso de Palencia, en las que, llevado de su apasionamiento, fustiga a veces con evidente exageración a los partidarios de Enrique IV, aunque, en honor de la verdad, no llega nunca a falsear los hechos. Con el nombre de Palencia se conservan en la Biblioteca Nacional de Madrid 19 manuscritos, que versan todos sobre asuntos históricos y cuyos títulos son: Treinta libros de los Anales de España, Historia de España, Diez libros de la guerra de Granada, Crónica de Enrique IV, rey de Castilla; Crónica de Enrique IV, Crónica de Enrique IV y su hermano don Alonso, Historia de Enrique IV, con alguna parte la de don Juan II, y Carta latina a Jorge Trapezuncio. Es también autor de un Universal Vocabulario en latín y romance (1490), notable porque en él se anticipa en dos años a Nebrija. Aun cuando haya sido refutado por Amador de los Ríos en su Historia de la literatura española, y por otros autores, creemos deber nuestro consignar que varios críticos, y entre ellos Bartolomé José Gallardo en su Criticón, atribuyen a Palencia las famosas Coplas del provincial. Finalmente, el nombre de Palencia ha sido incluido en el Catálogo de Autoridades de la Academia de la Lengua.

Bibliografía. Amador de los Ríos, Historia de la literatura española; Clemencin, Elogio histórico de la reina doña Isabel; Gálvez, Papeles inéditos sobre la iglesia de Sevilla; Pellicer, Ensayo de una biblioteca de traductores.