Ramiro de Maeztu

Biografía. Publicista español contemporáneo, nacido en Vitoria en 4 de Mayo de 1875. Estudió el bachillerato en el Instituto de su ciudad natal, y a los quince años tuvo precisión de ausentarse de España, pasando a París primero y después a la Habana por asuntos mercantiles. De regreso en la Península se trasladó a Bilbao, en donde permaneció tres años, empezando allí a escribir en la prensa de dicha capital. A los diez y nueve años marchó a Madrid, continuando su labor periodística, y luego a Londres, en donde fue redactor corresponsal de La Correspondencia de España, Nuevo Mundo, y después del Heraldo de Madrid. Viajó también por Alemania, y desde 1914 hasta 1915 estuvo en Italia haciendo crónicas sobre la Guerra Europea. Ha dado varias conferencias en Madrid, Bilbao y Barcelona con notable éxito, y en la actualidad reside nuevamente en Londres, con el cargo de redactor corresponsal del ya citado periódico el Heraldo de Madrid. Colabora, además, en La Prensa, de Buenos Aires, y en importantes periódicos y revistas inglesas. Es autor de una obra que dio a la imprenta con el título Hacia otra España.
Ramiro de Maeztu, por R. Casas.
Ramiro de Maeztu
Biografía. Publicista español, nacido en 1875. En 1928 fue nombrado embajador de España en la República Argentina. Desde las columnas de Heraldo de Madrid, de Nuevo Mundo, La Correspondencia de España, El Sol, &c., ha vertido Maeztu un enorme caudal de conocimientos, poniendo en evidencia ante el público las diversas concepciones estéticas, morales y religiosas que han ido surgiendo en la Europa Septentrional y en los Estados Unidos y reflejó admirablemente un aspecto importantísimo para la vida colectiva de España: el de los problemas relativos a la educación en su triple fase física, moral e intelectual, habiendo recogido, con la agilidad de pensamiento que lo distingue, la interesante y copiosa labor de gran número de pensadores que se han preocupado de las orientaciones y los métodos preconizados por los grandes psicólogos, en lo que atañe a la formación del carácter. La circunstancia de haber estudiado en sus líneas generales la estructura y las funciones del mundo social del Reino Unido llevó a Maeztu a preocuparse de los fundamentos filosóficos de las agrupaciones políticas, de las teorías económicas, de las doctrinas sociales y de la organización de la enseñanza, de la beneficencia y la acción corporativa en sus múltiples aspectos. Sus campañas periodísticas tienen el valor de un apostolado cultural y constituyen una ejecutoria, desde el punto de vista de la civilidad. Dos de sus más importantes publicaciones son el notable opúsculo Inglaterra en armas, en el que resumió sus impresiones acerca del frente de batalla británico, desvaneciendo al mismo tiempo las prevenciones que existían en gran parte de la opinión europea respecto a los fines atribuidos a los directores de la política del Reino Unido, y su libro Autority, Liberty and Function in the Light of the War, que, corregido y renovado, apareció luego en español (Barcelona 1919), con el título La crisis del humanismo, los principios de autoridad, libertad y función a la ley de la guerra, considerado como el mejor de los trabajos nacidos de su pluma, modelo de serenidad, de amplitud de miras y hermosamente estructurado, que tiene alto valor demostrativo. Uno de sus mejores elogios figura en la obra del profesor de Harvard, Guild socialism. An historical and critical analysis (Londres-Nueva York, 1922), en el que aparecen las siguientes líneas: «El concepto del señor Maeztu ha llegado a ser conocido entre los gremialistas como el principio funcional y ha encarnado en su propaganda desde la aparición de su obra (La crisis del humanismo). Ha sido especialmente adoptado, tanto por Mr. Cole como por Mr. Hobson en sus teorías políticas y por Mr. Tawney.» Figura entre las últimas producciones de este escritor: Don Quijote, don Juan y la Celestina (ensayos en simpatía), en la que el autor se inspira en el postulado de que los grandes mitos literarios expresan los deseos, esperanzas y temores de una época y son, por tanto, no ya sólo los mejores testigos de la Historia, sino de algo mejor: de los sentimientos que le mueven. Dijo uno de sus críticos que esta obra, cuyo sistema estético es la afinidad de simpatías despertadas por la evocación y la observación sentimental y lógica, era altamente interesante por cuanto era la producción que señala la época de plena madurez de Maeztu, puestos los ojos en el clasicismo. En 1932 obtuvo el premio Luca de Tena y el mismo año ingresó en la Academia de Ciencias Morales y Políticas.
Ramiro de Maeztu y Whitney
Publicista y conferenciante español, nacido en Vitoria el 4 de mayo de 1875; supónese murió –arrancado violentamente de la cárcel de las Ventas, de Madrid– la noche del 28 al 29 de octubre de 1936, en Aravaca, donde perecieron otras numerosas víctimas de la revolución marxista. Véase su biografía en el tomo XXXII, página 32, de la Enciclopedia, y en el tomo VI, página 1392, de su Apéndice. Los datos que allí se consignan pueden muy bien ampliarse con los que Eugenio Vegas Latapie –cuyo ascendiente sobre Maeztu era notorio– resume en el siguiente párrafo: «Quede para otros escritores la tarea ilustre de hacer una biografía de Maeztu desde su nacimiento, en Vitoria, de madre inglesa, hasta su asesinato, en octubre de 1936, pasando por su ida a Cuba, como soldado, a impedir la pérdida del último florón de nuestra corona imperial; sus quince años de estancia en Inglaterra, su matrimonio con inglesa, su regreso a la Patria para impedir el horror de que su hijo pronunciara el español con acento inglés; su embajada en Buenos Aires, durante la Dictadura del general Primo de Rivera; su encarcelamiento en Madrid, con ocasión del 10 de agosto, como presidente de Acción Española, y su detención y prisión en julio de 1936, con la referencia de las gestiones hechas inútilmente por las Embajadas inglesa y argentina para arrancarle de las garras asesinas. Maeztu, como Calvo Sotelo, como Pradera, eran demasiado buenas presas para que los enemigos de Dios y de España las dejaran escapar.» En cuanto a su producción literaria, es de notar que fue densa y perdurable, aunque no voluminosa. A cuatro libros publicados en vida puede reducirse, a los que cabe añadir volúmenes póstumos, alguno ya publicado, y otros en curso de publicación, como En vísperas de la tragedia. Y en el centro, su obra cumbre, su obra maestra: Defensa de la Hispanidad. Refiriéndose a ella, dice Eugenio Vegas, en el prólogo a la tercera y a la cuarta edición: «¡Hombre, de cualquier país que seas, que sientas correr por tus venas sangre española o que a España debas la integridad de tu fe religiosa! ¡Español de la Península, de América, de Filipinas o de cualquier otra región del mundo!: Al adentrarte en la lectura de este libro, amor de los amores de su autor, concede a cada frase y a cada línea el valor y el sentido que a su verdad confiere la autoridad suprema de estar confirmado con sangre de mártir... La Defensa de la Hispanidad no es un mero producto de la erudición y del talento de su autor; es algo muy superior a todo eso: es una obra de amor ardiente, apasionado, que consigue suplir y superar a las frías abstracciones de la inteligencia.» Esta obra está constituida por la recopilación de una serie de magníficos artículos que vieron la luz en la revista Acción Española, en la que, con Ramiro de Maeztu, agrupáronse, a partir del año 1931, las más destacadas figuras del pensamiento monárquico español. Acción Española significó, por vez primera en España, desde el siglo XVII, la voluntad de oponer una doctrina contrarrevolucionaria y de auténtico espíritu hispano a la dispersión disgregadora del escepticismo y a la falsa filosofía histórica y política. Inspirado por Vegas, Maeztu dirigió la revista. Al aparecer dicha obra, que ha sido calificada de «auténtico breviario del nuevo patriotismo», su autor concibió el propósito de completarla con una trilogía que encerrara totalmente su credo político. Así, tenía planeada su Defensa del espíritu, para emparejarla con la Defensa de la Hispanidad, y proyectaba escribir el libro de la Monarquía como amparadora de la justicia y de la libertad cristiana. «De este modo –decía el ilustre escritor–, corresponderán mis libros a los términos del viejo y tradicional lema español: Dios, Patria y Rey.» Pero la muerte truncó la obra emprendida con tan noble ambición. Durante su permanencia en la cárcel, Maeztu escribió numerosos capítulos de la Defensa del espíritu –cuyos comienzos habían sido ya publicados en Acción Española, en forma de artículos–, hasta terminar la obra, cuyo manuscrito desapareció. El Tratado de la Realeza permaneció totalmente inédito en la mente de su autor. Durante los seis meses que precedieron al glorioso Alzamiento Nacional, colaboró asiduamente en La Época, bajo el seudónimo de Cualquiera, y sus artículos en dicho periódico van a ser recopilados para publicarlos en un volumen que llevará el título de En vísperas de la tragedia. El periodismo de Maeztu distinguióse siempre por su valentía y sus ataques contra la obra negativa de los gobernantes de la República, hasta el punto de que él mismo tituló genéricamente Contracorriente a los artículos que, en colaboración periódica, enviaba a la Prensa de provincias. Su espíritu de luchador incansable, dinámico y activo, le llevó a realizar intensas campañas de propaganda oral, habiendo pronunciado más de un centenar de conferencias por toda España, anunciando y denunciando a las masas los peligrosos derroteros del régimen implantado el 14 de abril de 1931. Lo mismo en sus discursos que en Defensa de la Hispanidad, y en sus últimos artículos mencionados, Maeztu se nos muestra, además de metafísico y político, apologista del catolicismo, faceta ésta que comparte con Chesterton, de quien tenía también el humor, sólo que manifestado principalmente como conversador y orador, y no como prosista. Con motivo del tercer aniversario de la muerte de Ramiro de Maeztu, Pedro Sáinz Rodríguez recogía así la recia personalidad del gran escritor desaparecido: «El pensamiento y la obra de Maeztu son representativos de uno de los momentos más interesantes de la crisis de España contemporánea. Nunca le perdonaron los intelectuales de El Sol –padres morales de la República antinacional– la energía y la lealtad con que, evolucionando políticamente, se puso al lado de la Dictadura y de su ideario al servicio de la Tradición Católica y Española. Esta evolución fue sincera y fecunda, porque nunca, a lo largo de su vida, dejó de lucir en su mente la ardiente llama de la fe religiosa. Maeztu era un gran agitador de ideas, con eficacia de proselitismo entre el gran público. Cuando los términos felices que él creó o divulgó –anti-Patria, Hispanidad– estuvieron en labios de sus enemigos para zaherirle en las polémicas, es cuando se consideró triunfante, y el tiempo le ha dado la razón: hoy día corren de pluma en pluma ideas y vocablos lanzados por la inventiva de Maeztu y definitivamente incorporados a las concepciones tradicionales y nacionalistas de nuestro pueblo.» Ramiro de Maeztu comprendiendo que el momento de la muerte que presentía estaba ya demasiado próximo, accedió a la reiterada invitación de José Luis Vázquez Dodero –uno de sus discípulos más jóvenes y más destacados, al que profesaba entrañable afecto paternal–, refugiándose en su casa en la noche del 17 de julio. Escribir y prepararse cristianamente para la muerte fueron aquellos días su ocupación principal. Y en aquel domicilio de la calle de Velázquez, el maestro y el discípulo fueron descubiertos y detenidos el 30 de julio de 1936. Todos sus presentimientos se agolparon de pronto en el claro cerebro del genial pensador. «Podéis matarme cuando queráis... Tengo más de sesenta años y ya he hecho todo lo que tenía que hacer en la vida...», dijo, en presencia de su amigo, a los milicianos que le prometían la muerte. La llegada oportuna de unos policías, todavía en activo, aunque afectos a la causa nacional, les libró de momento del seguro cumplimiento de aquellas promesas. Después de unos días de detención, fue trasladado a la cárcel de las Ventas, donde, el 3 de octubre, sufrió altivamente los vejámenes de un grupo de anarquistas. Hasta una treintena de detenidos –entre otros, Santiago Magariños, el P. Romañá, Fernández Hontoria, Vázquez Dodero, &c.–, presenciaron aquel día una escena inolvidable. Guillermo Huelin, con serenidad y arrogancia, dijo que era monárquico tradicionalista, y que estaba absolutamente identificado con el Movimiento Nacional. Impresionado ante tanto valor, Ramiro de Maeztu le felicitó, emocionado; él, por su parte, había ya expresado con plena entereza sus convicciones. Pocos días después apareció en El Sindicalista una nota recordando que Ramiro de Maeztu estaba preso y todavía con vida. En la noche del 28 al 29 de octubre de 1936 se hizo en la cárcel de las Ventas, de Madrid, donde estaba encerrado Maeztu, una saca de presos políticos condenados, sin proceso, a muerte. Maeztu, percatado de que al fin había llegado su momento, pidió la absolución a un sacerdote, preso como él. Con seguridad plena no se tiene noticia de nada más. La leyenda le atribuye, con grandes visos de verdad, su frase última: «¡Vosotros no sabéis por qué me matáis! ¡Yo sí sé por qué muero: por que vuestros hijos sean mejores que vosotros!» Últimamente se da como cierto que murió fusilado, con gran número de personas de derechas, en Aravaca, en la madrugada del 29 de octubre. (Antonio Pérez de Olaguer.)