La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Menosprecio de corte y alabanza de aldea

Capítulo VII
Que en el aldea son los hombres más virtuosos y menos viciosos que en las cortes de los príncipes.


Es privilegio de aldea que todos los que allí moraren sientan menos los trabajos y gocen mucho mejor las fiestas, lo cual no es así en la corte y gran república, a do con la gran confusión de negocios y con andar siempre amontados, ni nunca traen consigo alegría, ni sienten en su casa cuándo es la fiesta. ¡Oh!, cuán fuera de esto están los que viven en el aldea, porque el día de la fiesta repica mucho el sacristán, riega el día antes la iglesia, empina cuando tañe las campanas, canta a su hora la misa, viste sobrepelliz el sacristán, hinche y alimpia la lámpara, dan pan bendito el domingo, echan las fiestas de entresemana, declara el cura el Evangelio, descomulgan a los que no han diezmado, hacen después de misa concejo, matan para los enfermos carnero, vístense los sayos de fiesta, ofrecen aquel día todos, juegan a la tarde al herrón, tocan en la plaza el tamborino, bailan las mozas so el álamo, luchan los mozos en el prado, andan los muchachos con cayados, visítanse los desposados; y aun si es la vocación del pueblo, no es mucho que corran un toro. En la corte, la señal de que hay fiesta es afeitarse las mujeres, levantarse tarde los hombres, ponerse de zapatillas coloradas las mozas, almorzar antes de misa los mozos, poner manteles limpios a la mesa, jugar al triunfo después de comer, visitar a las paridas, murmurar en la iglesia de las vecinas y merendar las comadres.

Es privilegio de aldea que los que allí moraren coman las aves escogidas y las carnes manidas, del cual privilegio no gozan los que residen en la corte y están en grandes ciudades, a do compran las aves viejas y las carnes flacas. ¡Oh!, vida bienaventurada la del aldea, a do se comen las aves que son gruesas, son nuevas, son cebadas, son sanas, son tiernas, son manidas, son escogidas, y aun son castizas. El que mora en el aldea come palominos de verano, pichones caseros, tórtolas de jaula, palomas de encina, pollos de enero, patos de mayo, lavancos de río, lechones de medio mes, gazapos de julio, capones cebados, ansarones de pan, gallinas de cabe el gallo, liebres de dehesa, conejos de zarzal, perdigones de rastrojo, peñatas de lazo, codornices de reclamo, mirlas de vaya y zorzales de vendimia. ¡Oh!, no una, sino dos y tres veces gloriosa vida la del aldea, pues los moradores de ella tienen cabritos para comer, ovejas para cecinar, cabras para parir, cabrones para matar, bueyes para arar, vacas para vender, toros para correr, carneros para añejar, puercos para salar, lanas para vestir, yeguas para criar, muletas para imponer, leche para comer, quesos para guardar; finalmente, tienen potros cerriles que vender en la feria y terneras gruesas que matar en las Pascuas.

Es privilegio del aldea que allí sea el bueno honrado por bueno y el ruin conocido por ruin, lo cual no es así en la corte ni en las grandes repúblicas, a do ninguno es servido ni acatado por lo que vale, sino por lo que tiene. ¡Oh!, cuánto es honrado un bueno en una aldea, a do a porfía le presenta las guindas el que tiene guindalera, brevas el que las tiene tempranas, melones si le salieron buenos, uvas si las tiene moscateles, panales el que tiene colmenas, palominos de la primera cría, morcillas si mata puerco, gazapos el que los arma, fruta el que tiene huerta, truchas el que tiene red, besugos quien va a mercado y aun hojaldres quien amasa el sábado.

Es privilegio de aldea que cada uno case sus hijas con otros sus iguales y vecinos, del cual privilegio no gozan los que andan en corte y moran en grandes pueblos, los cuales casan a sus hijos tan apartados de sí, que más veces los lloran que los gozan. ¡Oh!, cuán más bienaventurado es un labrador que no uno señor, pues a pared y medio de su casa halla esposos para sus hijas y mujeres para sus hijos. Cásalos cabe su casa, regálase con sus nueras, hónrase con sus yernos, acompáñase con sus suegros, convídanse a las Pascuas, cómprales algo en las ferias, búrlase con los nietos, da aguinaldo a las nietas, mejora a la hija más querida y regala a la nuera que tiene en casa.

Es privilegio de aldea que no tengan allí los hombres mucha soledad ni enojosa importunidad, del cual privilegio no gozan los que andan en la corte y viven en los pueblos grandes, a do cada día les faltan los dineros y les sobran los cuidados. ¡Oh!, feliz vida la del aldeano, el cual no se levanta con cuidado de madrugar al consejo, de ir a las diez a palacio, de contentar al portero, de acompañar al presidente, de aguardar al privado, de estar al comer del rey, de buscar a do coma, de andar tras aposentadores y contentar a contadores. En lugar de estos cuidados, tiene el aldeano otros pasatiempos, es a saber: oír balar las ovejas, mugir las vacas, cantar los pájaros, graznar los ansares, gruñir los cochinos, relinchar las yeguas, bramar los toros, correr los becerricos, saltar los corderos, empinarse los cabritos, cacarear las gallinas, encrestarse los gallos, hacer la rueda los pavos, mamar las terneras, abatirse los milanos, apedrearse los muchachos, hacer puchericos los niños y pedir blancas los nietos.

Es privilegio de aldea que allí sean los hombres más virtuosos y menos viciosos, lo cual no es así por cierto en la corte y en las grandes repúblicas, a do hay mil que os estorben el bien y cien mil que os inciten al mal. ¡Oh!, bienaventurada aldea en la cual el buen aldeano guarda el día del disanto, ofrece en la fiesta, oye misa el domingo, paga el diezmo al obispo, da las primicias al cura, hace sus Todos Santos, lleva ofrenda por sus finados, ayuda a la fábrica, da para los santuarios, empresta a los vecinos, da torrezno a San Antón, harina al sacristán, lino a San Lázaro, trigo a Guadalupe; finalmente, va a vísperas el día de la fiesta y quema su tabla de cera en la misa. No sólo es buena el aldea por el bien que tiene, mas aun por los males de que carece; porque allí no hay estados de que tener envidia, no hay cambios para dar a usura, no hay botillería para pecar en la gula, no hay dineros para ahuchar, no hay damas para servir, no hay bandos con quien competir, no hay cortesanas a quien requerir, no hay justas para se vestir, no hay tableros a do jugar, no hay justicias a quien temer; no hay chancillerías a do se perder, y lo que es mejor de todo, no hay letrados que nos pelen ni médicos que nos maten.

Es privilegio de aldea que los que allí moraren puedan de su hacienda guardar más y gastar menos, del cual privilegio no gozan los cortesanos ni aun los que residen en soberbios pueblos; porque allí viven muy menos consolados y muy más costosos. ¡Oh!, bienaventurado el aldeano, el cual no tiene necesidad de traer tapicería de Flandes, comprar antepuertas, proveerse de alfombras, hacer sobremesas, armar camas de campo, labrar vajillas de plata, servirse con fuentes, sufrir cocinero, buscar trinchante, pagar caballerizo, ni reñir con el despensero; y, lo que es mejor de todo, que no ha de sacar dineros a cambio, ni aun fiarse de su camarero. En todos estos oficios y a todos estos oficiales, muy poca es la costa de pagarlos a respecto del trabajo que se sufre en sufrirlos. El que vive en la corte y en los grandes pueblos, más alhajas tiene para cumplir con los que vienen a su casa que para el servicio de su persona. ¡Oh!, cuán dichoso es en este caso el aldeano, al cual le abasta una mesa llana, un escaño ancho, unos platos bañados, unos cántaros de barro, unos tajaderos de palo, un salero de corcho, unos manteles caseros, una cama encajada, una cámara abrigada, una colcha de Bretaña, unos paramentos de sarga, unas esteras de Murcia, un zamarro de dos ducados, una taza de plata, una lanza tras la puerta, un rocín en el establo, una adarga en la cámara, una barjuleta a la cabecera, una bernía sobre la cama y una moza que le ponga la olla. Tan honrado está un hidalgo con este ajuar en una aldea como el rey con cuanto tiene en su casa.


{Antonio de Guevara (1480-1545), Menosprecio de corte y alabanza de aldea (1539). Edición preparada por Emilio Blanco, a partir de la primera de Valladolid 1539, por Juan de Villaquirán.}

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