La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Menosprecio de corte y alabanza de aldea

Capítulo V
Que la vida de la aldea es más quieta y más privilegiada que la vida de la corte.


Es privilegio de aldea que en ella no viva ni pueda vivir, ni se llame ni se pueda llamar ningún hombre aposentador de rey ni de señor, sino que libremente more cada uno en la casa que heredó de sus pasados o compró por sus dineros, y esto sin que ningún alguacil le divida la casa ni aun le parta la ropa. No gozan de este privilegio los que andan en las cortes y viven en grandes pueblos; porque allí les toman las casas, parten los aposentos, dividen la ropa, escogen los huéspedes, hacen atajos, hurtan la leña, talan la huerta, quiebran las puertas, derruecan los pesebres, levantan los suelos, ensucian el pozo, quiebran las pilas, pierden las llaves, pintan las paredes y aun les sosacan las hijas. ¡Oh!, cuán bienaventurado es aquél a quien cupo en suerte de tener qué comer en el aldea; porque el tal no andará por tierras extrañas, no mudará posadas todos los días, no conocerá condiciones nuevas, no sacará cédula para que le aposenten, no trabajará que le pongan en la nómina, no tendrá que servir aposentadores, no buscará posada cabe palacio, no reñirá sobre el partir la casa, no dará prendas para que le fíen ropa, no alquilará camas para los criados, no adobará pesebres para las bestias, ni dará estrenas a sus huéspedas. No sabe lo que tiene el que casa de suyo tiene; porque mudar cada año regiones y cada día condiciones es un trabajo intolerable y un tributo insufrible.

Es privilegio de aldea que el hidalgo u hombre rico que en ella viviere sea el mejor de los buenos o uno de los mejores, lo cual no puede ser en la corte o en los grandes pueblos; porque allí hay otros muchos que le exceden en tener más riquezas, en andar más acompañados, en sacar mejores libreas, en preciarse de mejor sangre, en tener más parentela, en poder más en la república, en darse más a negocios y aun en ser muy más valerosos. Julio César decía que más quería ser en una aldea el primero que en Roma el segundo. Osaríamos decir, y aun afirmar, que para los hombres que tienen los pensamientos altos y la fortuna baja les sería más honra y provecho vivir en aldea honrados que no en la ciudad abatidos. La diferencia que va de morar en lugar pequeño o grande es que en el aldea verás a muchos pobres a quien tengas mancilla y en la ciudad y corte verás a muchos ricos a quien tengas envidia.

Es privilegio de aldea que cada uno goce en ella de sus tierras, de sus casas y de sus haciendas; porque allí no tienen gastos extravagantes, no les piden celos sus mujeres, no tienen ellos tantas sospechas de ellas, no los alteran las alcahuetas, no los visitan las enamoradas, sino que crían sus hijas, doctrinan sus hijos, hónranse con sus deudos y son allí padres de todos. No tiene poca bienaventuranza el que vive contento en el aldea; porque vive más quieto y muy menos importunado, vive en provecho suyo y no en daño de otro, vive como es obligado y no como es inclinado, vive conforme a razón y no según opinión, vive con lo que gana y no con lo que roba, vive como quien teme morir y no como quien espera siempre vivir. En el aldea no hay ventanas que sojuzguen tu casa, no hay gente que te dé codazos, no hay caballos que te atropellen, no hay pajes que te griten, no hay hachas que te enceren, no hay justicias que te atemoricen, no hay señores que te precedan, no hay ruidos que te espanten, no hay alguaciles que te desarmen, y lo que es mejor de todo, que no hay truhanes que te cohechen ni aun damas que te pelen.

Es privilegio de aldea que para todas las cosas haya en ella tiempo cuando el tiempo es bien repartido; y parece ser esto verdad en que hay tiempo para leer en un libro, para rezar en unas horas, para oír misa en la iglesia, para ir a visitar los enfermos, para irse a caza a los campos, para holgarse con los amigos, para pasearse por las eras, para ir a ver el ganado, para comer si quisieren temprano, para jugar un rato al triunfo, para dormir la siesta y aun para jugar a la ballesta. No gozan de este privilegio los que en las cortes andan y en los grandes pueblos viven, porque allí lo más del tiempo se les pasa en visitar, en pleitear, en negociar, en trampear y aun a las veces en suspirar. Como dijesen al emperador Augusto que un romano muy entremetido era muerto, dicen que dijo: «Según le faltaba tiempo a Bíbulo para negociar, no sé cómo tuvo espacio para se morir.»

Es privilegio de aldea que el que tuviere algunas viñas, goce muy a su contento de ellas, lo cual parece ser verdad en que toman muy gran recreación en verlas plantar, verlas binar, verlas descubrir, verlas cubrir, verlas cercar, verlas bardar, verlas regar, verlas estercolar, verlas podar, verlas sarmentar y sobre todo en verlas vendimiar. El que mora en el aldea toma también muy gran gusto en gozar la brasa de las cepas, en escalentarse a la llama de los manojos, en hacer una tinada de ellos, en comer de las uvas tempranas, en hacer arrope para casa, en colgar uvas para el invierno, en echar orujo a las palomas, en hacer un aguapié para los mozos, en guardar una tinaja aparte, en añejar alguna cuba de añejo, en presentar un cuero al amigo, en vender muy bien una cuba, en beber de su propia bodega, y sobre todo en no echar mano a la bolsa para enviar por vino a la taberna. Los que moran fuera del aldea no tienen manojos que guardar, ni cepas que quemar, ni uvas que colgar, ni vino que beber, ni aun arrope que gastar; y si algo de esto quieren tener, a peso de oro lo han de comprar.

Es privilegio de aldea que todos los aldeanos se puedan andar por toda el aldea solos sin que caigan en caso de hermandad, ni pierdan cosa de su gravedad. No poco sino mucho es bienaventurado el que vive en el aldea, pues no ha menester escuderos que le acompañen, mozos que le tengan la mula, paje que le traiga la capa de agua, otro paje que le lleve el sombrero, ropas de martas que traiga el invierno, rasos de Florencia para traer el verano; y lo que más es de todo, que si la aldea es algo pequeña, no sólo se puede ir por ella paseando, mas aun cantando. No sólo el marido, mas aun la mujer es en el aldea privilegiada, la cual no tiene necesidad de quien le lleve la falda, de poner estrado en la iglesia, de enviar delante sí el almohada, de llevar consigo ama y doncella, de escudero que la lleve de brazo, de paje que le dé las horas, ni de bachiller que lleve a los hijos; aunque no dejaremos de decir que son algunas tan locas y vanas, que tan galanas se quieren poner en el aldea delante las labradoras como si fuesen a palacio a ver las damas. El bien del aldea es que por solo y desacompañado que vaya uno a visitar al vecino, a oír su misa, a podar la viña, a ver la heredad, a reconocer el ganado y a requerir al yuguero, granjea su hacienda y no pierda nada de su honra.

Es privilegio de aldea que cada vecino se pueda andar no solamente solo, mas aun sin capa y sin manteo, es a saber: una varilla en la mano, o puestos los pulgares en la cinta, o vueltas las manos atrás. No pequeña sino grande es la libertad de la aldea, en que si uno no quiere traer calzas, trae zaragüelles; si no quiere traer capa, ándase en cuerpo; si le congoja el jubón, afloja las agujetas; si ha calor, ándase sin gorra; si ha frío, vístese un zamarro; si llueve mucho, embístese un capote; si le pesa el sayo, ándase en calzas y jubón; si hace lodos, cálzase unos zancos; y si hay algún arroyo, sáltale con un palo. El pobre hidalgo que en la aldea alcanza a tener un sayo de paño recio, un capuz cerrado, un sombrero bueno, unos guantes de sobreaño, unos borceguíes domingueros y unos pantuflos no rotos, tan hinchado va él a la iglesia con aquellas ropas como irá un señor aforrado de martas. No gozan de este privilegio los que moran en la villa o ciudad; porque allí acontece el marido no salir de casa por tener la capa raída y la mujer no ir a misa por falta de ama.

Es privilegio de aldea que cada uno se pueda andar en ella no solamente solo y en cuerpo, mas aun a pie caminar o se pasear sin tener mula ni mantener caballo. El que en el aldea vive y anda a pie ahorra de buscar potro, de comprar mula, de buscar mozo, de hacerla almohazar, de atusarle las crines, de comprar guarniciones, de adobar frenos, de henchir las sillas, de guardar las espuelas, de remendar las acciones, de herrarla cada mes, de darle verde, de encerrar paja, de ensilar cebada y aun de adobar pesebres. Todas estas menudencias para un pobre hidalgo no sólo son enojosas, mas aun costosas; el gasto de las cuales se siente todas las veces que se echa mano a la bolsa o se habla de casar una hija. No es de pasar entre renglones lo que hace un pobre hidalgo cuando va a la villa a mercado. Él se viste un largo capuz, se reboza una toca casera, se encasqueta un sombrero viejo, se pone unas espuelas jinetas, se calza los borceguíes del domingo, alquila una borrica a su vecino, vase en ella caballero, lleva los pies metidos en las alforjas, en la mano un palo con que la aguija, y lo mejor de todo es que a los que le topan dice que tiene el caballo enclavado y a los del mercado dice que lo deja en el mesón de la puente arrendado. Ya que vuelve al aldea, dice a sus vecinos que fue a la ciudad a visitar un enfermo, o a rogar por un preso, o a hacer ver un pleito, o a poner en precio un potro, o a sacar seda y paño, o a cobrar el tercio de su sueldo, como sea verdad que lleve las alforjas llenas de verdura para la olla, de sal para casa, de calzado para la gente, de aceite para el viernes, de candelas para la cena, y no será mucho lleve alguna podadera para podar su viña. A los lectores de esta escritura ruego que más lo noten que lo rían esto que aquí hemos dicho; pues le es más sano consejo al pobre hidalgo ir a buscar de comer en una borrica que no andar hambreando en un caballo.


{Antonio de Guevara (1480-1545), Menosprecio de corte y alabanza de aldea (1539). Edición preparada por Emilio Blanco, a partir de la primera de Valladolid 1539, por Juan de Villaquirán.}

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