Filosofía en español 
Filosofía en español


Tomo séptimo

Dedicatoria
que hizo el Autor al Sr. D. Francisco Javier de Goyeneche, Caballero del Orden de Santiago, Decano del Real Consejo de Indias, Marqués de Blezunce, Señor de las Villas de la Olmeda, del Nuevo Bastán, de Illana, de Saceda, &c.

Dijo un famoso Crítico moderno, que era más fácil formar un Libro, que una Dedicatoria. Daba la razón, que en la multitud de Dedicatorias que ha habido, están apurados cuantos modos hay de elogiar: de modo, que ya parece imposible formar panegírico nuevo, o que no se roce con alguno de los que han precedido. Mucho tiempo tuve esta sentencia por más graciosa, que verdadera. Mi experiencia me bastaba para [IV] dudar de su solidez: porque en efecto, llevando ya estampadas nueve Dedicatorias, no pienso que en alguna de ellas me haya copiado a mí mismo, ni a otro algún Autor. Mas en fin ya llegó el caso, Señor Marqués, de verme puesto en el empeño de una Dedicatoria, en que no puedo decir cosa alguna de nuevo, en que, o he de callar, o repetir. ¡Notable apuro para un Autor! Dediqué el V Tomo de mi Teatro al gran padre de V. S. el Sr. D. Juan de Goyeneche; y en la Dedicatoria, por cumplir con el estilo, que ya hizo preciso en este género de escritos el elogio, definí, según mi cortedad, aquella alma incomparable, aquel espíritu, en quien se apuró lo sublime, aquel ánimo de todos modos excelso. Aquí entra mi presente embarazo. Definido el padre, ¿qué he de decir de su hijo? En la pintura de las almas, como en la de los cuerpos, si no hay discrepancia alguna en los originales, preciso es usar los mismos colores, y tirar los mismos rasgos. En este estrecho me veo, habiendo de pintar a V. S. después de [V] pintado su padre: pues de los dos puedo decir con Plauto in Menaechmo:

Namque ego hominem homini similiorem numquam vidi alterum.
Neque aqua aquae, nec lac est lacti, crede mihi, usquam similius.

Cuando contemplo ese ánimo franco, ese corazón benéfico, ese semblante apacible, esa discreción portentosa, esa índole noble, ese dulcísimo agrado, apenas, ni la Lógica, ni la Filosofía me prestan bastante luz para distinguir la alma de V. S. de la de su gran padre. Tanta es la semejanza, que logra visos de identidad. Y si antes de pasar aquel prodigioso hombre a mejor vida, no hubiese visto el mundo brillar en V. S. las sublimes virtudes, que le hacen perfectísima copia suya, sería V. S. la tentación más fuerte, para creer la transmigración Pitagórica.

Acaso habrá quien eche menos en V. S. la aplicación de su gran padre a enriquecer esta Monarquía por medio de las manufacturas, y el comercio. Pero grave inconsideración será [VI] no advertir, que, animado del mismo celo, y lo mismo que sobre este punto importantísimo hizo el gran padre de V. S. con la obra, ejecutó V. S. con la pluma. La traducción del libro intitulado Comercio de Holanda, y las bellas reflexiones, con que, para aprovecharse del libro, previno V. S. al lector, es una obra, que, en orden a la utilidad pública, puede emular todas las de su gran padre. La instrucción, que con este libro dio V. S. a España para el comercio, vino a ser una Aurora Boreal de otra especie, pues en él recibió nuestra Península las primicias de luz, que necesitaba, traídas del Norte por mano de V. S.

Suponiendo a V. S. perfectamente semejante a su gran padre, le contemplo en la mayor elevación, a que puede ascender mi discurso. Si acaso cabe más en este clase de heroísmo, a este mas no llega mi idea. El que fuere superior al gran padre de V. S. en el mérito, estará más allá de cuanto puede avanzar mi imaginación. Así estoy bien lejos de tributar a V. S. aquel elogio con que Ovidio aduló a Augusto, diciendo que su padre adoptivo el [VII] gran Julio desde el Cielo, donde le suponía glorioso, se complacía de verse excedido del hijo:

...natique videns benefacta, fatetur
Esse sui majora, &vinci gaudet ab illo.
{Metam. Lib. 15}

Celebrarán otros en V. S. el abultado cúmulo de noticias históricas, y políticas, que ha adquirido, ya en la lectura de los libros, ya en su voluntaria peregrinación por varias Cortes, y Reinos de Europa: el conocimiento, y uso perfecto de cinco diferentes idiomas: el diestro manejo de las armas, sobre todo de aquella, cuyos aciertos dan esplendor, y vanidad aún a los Príncipes: el primor con que tañe varios instrumentos músicos, dando nuevo lucimiento a su armonía el dulce, y reglado consorcio de la voz: la feliz, y pronta ocurrencia de dichos festivos, y agudos: la extensión del ingenio a las amenidades del Parnaso, prenda en que la parsimonia del ejercicio hace más admirable, y juntamente más recomendable la excelencia en el uso. Digo que celebrarán muchos en V. S. estas, y otras nobles partidas, que le adornan. Y no dudo yo, que el conjunto de ellas basta para hacer brillante, [VIII] y admirado a un Caballero en la más populosa, y culta Corte del mundo. Sin embargo afirmo, que todas estas bellas prendas, comparadas con las otras sublimes cualidades, que representan en V. S. el heroico espíritu de su gran padre, se oscurecen, se anublan, se asombran, como a la vista del Sol las más lucientes Estrellas: que siempre la mayor luz es sombra de la menor.

Fue proverbio de la antigüedad Heroum filii noxae, para denotar, que comúnmente los hijos de los hombres grandes degeneran. Con todo, aún entre los antiguos padeció el adagio muchos sectarios de la opuesta sentencia: Fortes creantur fortibus, & bonis, dijo Horacio. Y Marullo:

Scilicet est olim vis rerum in semine certa,
Et referunt animos singula quaeque patrum.

Es cierto que de todo se ha visto mucho. Pero estoy persuadido, a que en los que degeneraron, no vino el daño de la índole, sino de la educación; o por mejor decir, de la falta de ella. Los que llamaron Héroes los antiguos, unos hombres entregados entera, y únicamente [IX] a procurar, o por las Artes políticas, o por las Armas, ya la gloria propia, ya la grandeza de la Patria. De todo lo doméstico descuidaban. Deslumbrados con el resplandor de asuntos grandes, despreciaban como empleo de almas vulgares la educación de los hijos. ¿Qué resultaba de aquí? Lo que es natural que resultase. No tenían los hijos otra regla de sus acciones, que el desordenado ímpetu de la edad juvenil. De parte del padre no les venía corrección alguna, y la elevación del padre impedía toda otra corrección. La República, en atención a su mérito, no los castigaba: a los particulares contenía el miedo de su grandeza para rebatirlos. Así tal vez los que, si hubieran nacido de un hombre nada ilustre, no serían malos, por ser hijos de un sujeto esclarecido saldrán malísimos.

Si los antiguos Héroes poseyesen el heroísmo en el grado de D. Juan Goyeneche, no quedarían sus hijos expuestos a la nota de aquel infamante adagio. Otra vez lo digo, y lo diré otras mil veces: Sólo D. Juan de Goyeneche fue para todos, y para todo. ¿Cómo quien [X] fue para todos, olvidaría a los propios hijos? ¿Cómo quien fue para todo, descuidaría en el cumplimiento de una obligación tan principal en la ética, y política, como es la educación de ellos? Así en efecto atendió a la de V. S. y con tanta diligencia, como si no pensase en otra cosa. Lo que yo en esta parte admiro es, que venciendo las ternuras del amor paterno, concurriese a mover a V. S. a la ausencia dilatada, que hizo en estos Reinos, para que en los extraños recibiese toda la cultura de que era capaz su grande espíritu. Admiro aquella resolución, porque fue una arduísima victoria del amor propio. Con todo (¿atrevereme a decirlo? Sí) dudo de si fue afectada. Es cierto, que si yo me hallase al lado de V. S. cuando estaba preparándose para aquel gran viaje; procuraría detenerle, aplicando al caso la famosa sentencia, que, según refiere Luciano, dijo Scytha Tojaris a su compatriota el Filósofo Anacharsis. Había tiempo que estaba Tojaris en Atenas, cuando arribó a aquella ciudad Anacharsis, deseoso de perfeccionar su espíritu con el trato de los sabios de [XI] Atenas, y de toda la Grecia; y, sabiendo su ánimo, le condujo inmediatamente a Solón, aquel insigne hombre, que fue el mayor ornamento de su Patria, y de su siglo: y puesto en su presencia le dijo a Anacharsis: Viso Solone, omnia vidisti, hoc sunt Athenae, hoc est ipsa Graecia. En este mismo tenor me explicaría yo con V. S. si le viese cuando disponía su marcha a las Naciones extranjeras. ¿Para qué es, Señor, esta peregrinación? Visto a su Padre, todo lo tiene visto V. S. En este hombre sólo está recopilado cuanto para instruir, y perfeccionar el ánimo, puede V. S. ver en los demás Reinos de Europa. ¿Para qué salir de su casa, quien dentro de ella tiene una escuela universal? En D. Juan de Goyeneche están incluidas, juntamente con la Fe Española, la Política Romana, la Sinceridad Flamenca, la Policía Francesa, la Constancia Alemana, el Valor Angélico, la Habilidad Batava, la Generosidad Sueca: en fin, todas las virtudes intelectuales, y morales, cuyos ejemplares va V. S. a buscar en otras Regiones. Este es el Solón del presente siglo, de quien se puede [XII] con toda verdad decir lo que del otro dijo Demóstenes: Solonis, & viventis, & mortui summa gloria extitit. Así, Señor, viso Solone omnia vidisti. Y no dudo yo, señor Marqués, que el finísimo oro de la noble índole de V. S. haya recibido más preciosos esmaltes del ejemplo, y escuela paterna, que de cuantos documentos teóricos, y prácticos pudo estudiar su observación en los Reinos extraños.

Siendo V. S. copia tan perfecta de su glorioso padre, está patente el motivo de dedicarle este Tomo, que es tributar a la imagen el mismo culto, que antes di al prototipo. Esto podrá disculparte con V. S. si acaso he mortificado con mi panegírico su modestia: pues bien ve V. S. que yo no pude evitar la necesidad de explicar en la Dedicatoria el motivo de rendirle este obsequio. Dije si acaso, porque todavía me lisonjeo de haber descubierto rumbo para elogiarle, sin ofenderle, que fue mezclar las alabanzas de V. S. con las de su glorioso padre. Esto vino a ser imitar aquel primor de los Músicos diestros, que mezclando oportunamente las voces disonantes, o falsas con las consonantes, suavizan la aspereza de las primeras con la dulzura de las segundas. Son para la modestia de V. S. disonantes las voces, que elogian su persona; pero al mismo tiempo tan consonantes, y dulces para su amor las que cantan las virtudes heroicas de su gran padre, espero, que la melodía de éstas temple la aspereza de aquellas. Nuestro señor guarde a V. S. muchos años. Oviedo, y Abril 14 de 1736.

B. L. M. de V. S.
su más rendido capellán, y Servidor
Fr. Benito Feijoo


{Feijoo, Teatro crítico universal, tomo séptimo (1736). Texto según la edición de Madrid 1778 (por Andrés Ortega, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo séptimo (nueva impresión, en la cual van puestas las adiciones del Suplemento en sus lugares), páginas III-XIII.}