Tomo tercero ❦ Carta XX
Sobre el Sistema Copernicano
Se advierte, que las leguas de que se habla en esta Carta, y en la siguiente son de las veinte, y cinco en grado, mucho menores, que las Españolas, de las cuales no caben en cada grado terrestre más que diez y siete y media
1. Muy Señor mío: Notable es la ira, que Vmd. ha concebido contra el Eclesiástico, y el Militar, que en la concurrencia, de que Vmd. me da noticia, tocándose la cuestión del Sistema del Mundo, mostraron inclinarse [217] a la opinión de Nicolao Copérnico, que colocó al Sol quieto en el centro del Mundo, transfiriendo a la tierra el movimiento del Sol. Y bien pudiera esa ira ser justa. Pero en Vmd. por dos capítulos deja de serlo, uno de exceso, otro de defecto. El exceso está en la censura, que Vmd. hace de aquella opinión, tratándola de sueño, delirio, y quimera; y a los que la siguen de ilusos, fatuos, y locos. El defecto es de las noticias necesarias para hacer una crisis justa en la materia: defecto que Vmd. mismo no rehusa confesar, cuando dice, que no sabe de esto, ni ha menester saber más, que lo que le informan sus ojos para tratar de quimérico el Sistema Copernicano.
2. ¡Oh qué engañado que está Vmd.! Los ojos nada deciden, ni pueden decidir en la cuestión. Esto lo confiesan cuantos con conocimiento de causa han impugnado a Copérnico. En efecto es cosa de la suprema evidencia, que aunque la tierra se moviese, y el Sol estuviese quieto, nuestros ojos nos representarían, del mismo modo que ahora, la Tierra en reposo, y el Sol en movimiento. E igualmente cierto es, que suponiendo, como suponemos, el Sol en movimiento, y la Tierra en reposo, si un hombre estuviese en el Sol, se le representaría éste quieto, y la Tierra girando alderredor de él. Es regla constante en la Optica, que respecto del que está en un cuerpo grande, que se mueve, la apariencia del movimiento se transfiere a otro, u otros cuerpos distantes, que están quietos, mayormente si el movimiento es uniforme, y de un tenor igual. Todos los que han navegado algo, saben, que cuando un bajel va costeando con un viento plácido, no parece a los que van en él, que el bajel se mueve; antes se les representa, que se mueven en contrario sentido los árboles, peñascos, o casas que están en las orillas. Aun sin estar en el cuerpo que se mueve, como éste esté más cerca, se representa sin movimiento, transferido a otro más distante, como el movimiento de las nubes a la Luna sobrepuesta a ellas; de modo, que si las agita un viento Oriental muy fuerte; no se representa, que las nubes [218] caminan de Oriente a Poniente, sino que la Luna vuelva rápidamente de Poniente a Oriente. Así el argumento tomado de la apariencia del movimiento del Sol, y quietud de la Tierra, que parece a los vulgares concluyente contra Copérnico, es oído con irrisión de los Doctos, tanto Copernicanos, como Anti-Copernicanos.
3. Ni son más eficaces, a la reserva de uno sólo, los demás que se han discurrido contra el Sistema Copernicano; aunque es verdad, que la falencia de ellos no está tan en la superficie; que no sea menester algo de Física para descubrirla. Arguyen lo primero, que si la tierra se moviese, las aves, después de vaguear un poco por el aire, no hallarían sus nidos, porque moviéndose la Tierra velocísimamente con ellos, mientras ellas andaban volando, ya estarían distantísimos cuando se abatiesen a buscarlos. A esto se responde, que en la opinión de Copérnico, el aire, que insiste sobre la Tierra, y toda la Atmósfera, gira circularmente con ella, y lleva consigo las aves siempre en igual distancia de los nidos.
4. Arguyen lo segundo, que si la Tierra se moviese, cuando alguno arrojase una piedra perpendicularmente hacia arriba, ésta caería, no junto al que la había disparado, sino a gran distancia de él; porque mientras la piedra sube, y baja, la Tierra, moviéndose velocísimamente con el que la disparó, le pondría a mucha distancia del sitio donde cae la piedra. Respóndese, que en la suposición hecha, la proyección de la piedra le da dos impulsos diversos, uno vertical, otro horizontal: el movimiento voluntario de la mano le da el vertical; el movimiento necesario de la mano, y de todo el cuerpo, conducido del de la Tierra, que es horizontal, le comunica a la piedra el impulso horizontal; y combinados estos dos impulsos, no resulta en la piedra, ni movimiento vertical, ni horizontal, sino un movimiento mixto, medio entre los dos, por el cual la piedra va subiendo a la verdad; pero por una línea, que tiene mucho más de horizontal, que de vertical, por ser el impulso horizontal, y necesario, como impreso del movimiento de la [219] Tierra mucho más rápido que el de la mano, y mucho más fuerte, que el vertical, y voluntario: de que resulta, que la piedra en subida, y bajada sigue una línea circular de poquísima curvatura, o que sensiblemente se puede tomar por recta, en virtud de la cual va caminando siempre verticalmente sobre el que la ha disparado. Añádese, que el movimiento del Aire conforme al de la Tierra, promueve también el movimiento horizontal de la piedra.
5. En Francia se hizo una experiencia célebre en prueba de la verdad de esta solución. Tratándose la materia de ella en un concurso, en que se hallaba el célebre Filósofo Pedro Gasendo, opuso uno, que si la Tierra diese el pretendido impulso horizontal a la piedra, de tal modo, que ésta cayese en el mismo sitio, que caería estando la Tierra inmóvil; en caso que uno, puesto en lo más alto del árbol mayor de un bajel, instruido de tres órdenes de remos, dejase caer una piedra, moviéndose entretanto el bajel con toda la rapidez, que le pudiesen dar unánimes todos los remeros, caería la piedra al pie del mastil; lo que al que proponía el argumento le parecía imposible, y lo mismo a los más del concurso, que daban por infalible, que la piedra caería detrás de la popa; de que concluían, que el asunto de la solución dada, era más ingenioso, que verdadero. Pero Gasendo, que penetraba mejor que nadie su solidez, mantuvo con una persuasión invencible, que la piedra caería al pie del mastil. Por interesarse en el examen la curiosidad de algunas personas poderosas, se llegó a la experiencia, y sucedió puntualmente lo que Gasendo había firmado.
6. Yo dijera, antes de la experiencia, lo mismo que Pedro Gasendo, y con la misma firmeza que él; porque la razón me muestra con la mayor evidencia la infalibilidad del afecto. Y con todo, ¡oh cuántos, y cuántas al leer esto quedarán descreyentes a la razón, y la experiencia! Sucedióme tal vez no poder meter esta física en la cabeza a un sujeto, por otra parte bastantemente hábil, aunque me empeñé en explicársela con la mayor claridad posible. [220]
7. Con la doctrina dada en las soluciones a los dos argumentos propuestos, bien penetrada, se pueden disolver otras objeciones, que vienen a reincidir en uno, u otro. Sólo hay una dificultad, y realmente grande, contra el Sistema Copernicano, para que no sirva la doctrina dada, y es la que voy a proponer ahora.
8. Es preciso en el Sistema Copernicano alejar lo que llamamos Firmamento; esto es, las Estrellas fijas a una distancia tan enorme, no sólo de la Tierra, mas aun de todo el Orbe Planetario, que se hace insufrible a la imaginación. Para concebir, qué distancia es ésta, se ha de suponer lo primero, que después de muchas exactas observaciones, están convenidos los Astrónomos modernos en que el Sol dista de la Tierra treinta, y tres millones de leguas. Se supone, que en esta materia no cabe observación alguna tan exacta, que no admita el error de un millón de leguas. Pero esto importa tan poco al asunto, que podemos contentarnos con que sean no más que treinta millones justos. De aquí resulta, que el diámetro del círculo, por donde gira la Tierra alderredor del Sol, es de sesenta millones de leguas, y la circunferencia de ciento y ochenta millones. Se ha de suponer lo segundo, que siendo de tan prodigiosa magnitud el Orbe, a quien termina este círculo, (Orbe anuo le llaman los Astrónomos, nombre que le conviene igualmente, que el Sol gire alderredor de la Tierra, que la Tierra alderredor del Sol) es como un punto imperceptible, respecto de la grandeza, y distancia del Firmamento. Lo que hace evidencia de esto es, que aun suponiendo la Tierra trasladada de un punto del Orbe anuo al punto diametralmente opuesto, no se ha hallado, aunque se ha tentado infinitas veces con la mayor aplicación, paralaje alguna de las Estrellas fijas; esto es, en el mismo lugar aparente se ve cualquiera fija, mirada de tal punto del Orbe anuo, que del otro punto, que dista de éste sesenta millones de leguas; y a no ser la distancia de la Tierra al Firmamento como inmensa, la paralaje de cualquier Estrella fija; esto es, su distancia del lugar aparente al [221] verdadero, sería grandísima. De modo, que si una Estrella Fija, v.g. la llamada Sirius que es de las mayores, y más brillantes, no distase (pongo por ejemplo) más que diez mil veces más, que dista de la Tierra el Sol, se observaría en ella un paralaje muy sensible. En fin, los mejores Astrónomos están convenidos, en que si la Tierra gira alrededor del Sol, la distancia de Sirius a la Tierra es más de cuarenta mil veces mayor que la distancia de la Tierra al Sol: dista por c