Filosofía en español 
Filosofía en español


Tomo segundo Carta XIII

Sobre Raimundo Lulio

Exc.mo Señor

1. Tan lejos estaba yo de pensar en salir a la contienda excitada sobre Raimundo Lulio, que antes había formado la resolución de abstenerme de ella, cuando la insinuación de la voluntad opuesta de V. E. comunicada de su orden por el señor Don F. D. A. en Carta suya, escrita el día 21 de Junio, me hizo revocar aquel propósito; sin que por eso pretenda calificar de meritorio este sacrificio de mi voluntad a la de V. E. quien no sólo por ser tan especial favorecedor mío, mas por otros muchos, y gloriosos títulos, que hacen su persona expectable a toda la Nación Española, y aun a las extrañas, es legítimo acreedor a más difíciles deferencias. [159]

2. Las voces con que explicó V. E. su voluntad, según la citada Carta, fueron éstas: Que esperaba con impaciencia ver cómo yo, hecho un nuevo Theseo, salía, auxiliado del hilo de mi Discurso, del nuevo Laberinto, o Caos Luliano. En verdad Excmo. Señor, que el uso de las especies de Caos, y Laberinto no puede ser más oportuno, pues así uno como otro pueden pasar por unos propísimos símbolos del Arte de Lulio. No faltarán quienes a este Arte quieran aplicar por entero aquella pintura, que Ovidio hizo del Caos:

Rudis, indigestaque moles;
Nec quidquam, nisi pondus iners, congestaque eodem
Non bene iunctarum discordia semina rerum.

3. Pero yo, que no soy tan riguroso, sólo le aplicaré lo de nec quidquam, nisi pondus iners, lo que explica adecuadamente el concepto, que infinitos han hecho de la inutilidad de su Arte.

4. Aun con más propiedad le viene lo de Laberinto; porque no hay cosa, que más le sea adaptable, que aquel vulgarizado dístico, que en mi dictamen debieran haber estampado los Impresores en la frente de ella:

Hic Labyrinthus adest; verum si laberis intus,
Non Labyrinthus erit; sed labor intus erit.

5. Esto es lo que experimentaron muchos de los que se dieron al estudio del Arte de Lulio, en quien, creyendo a sus Panegiristas, pensaban encontrar recónditos tesoros, y no hallaron dentro de sus ambages sino trabajo, y trabajo perdido.

6. ¡Qué escándalo el verme proferir la proposición de que son infinitos los que tienen por inútil el Arte de Raimundo Lulio! ¡Qué escándalo, digo, para los que han pasado los ojos por la formidable lista de Aprobantes de ella, que poco ha dieron a luz los nuevos [160] Apologistas de Lulio, RR. PP. Fr Marcos Tronchón, y Fr. Rafaél de Torre-Blanca, pretendiendo con ella probar, que son muchos más los Panegiristas del Arte de Lulio, que sus Impugnadores! Sin embargo, me mantengo en lo dicho, y espero, con la ayuda de Dios, disipar enteramente ese, que yo tengo por scandalum pusillorum.

7. Pero antes me ha parecido decir algo sobre los ascos, que han hecho los dos Apologistas, de que yo haya citado contra el Arte de Raimundo Lulio a Bacon de Verulamio, por el título de que este Autor fue Hereje Calvinista. ¿Y qué importa si lo fuese, si yo no le cito sobre asunto, que pertenezca ni directa, ni indirectamente a la Religión? El nombre odioso de Hereje, cuando tan fuera de propósito se toma por pretexto para hacer aborrecible la cita de algún Autor, que lo fue, es un coco, de que artificiosamente usan algunos para amedrentar a los párvulos de la República literaria, cuando la cita los incomoda. Lo bueno es, que los Apologistas no dudan de citar, con conocimiento de que también fue Hereje, sólo porque es a favor de Lulio, a Guillermo Christiano Kriegman. ¿Qué justicia es esta? ¿Y quién es este Kriegman? Acaso no le conocen más los Apologistas, que yo, que hasta ahora no le he visto citar, ni hallé su nombre en algún catálogo de Autores; cuando al contrario Bacon es conocido de todo el mundo literario. El título odioso de Hereje a ambos es común, la fama muy desigual. Con todo, ha de ser mal sonante en mí citar al famoso Filósofo Bacon contra Lulio, y no en los Apologistas citar al obscuro Kriegman a favor de Lulio.

8. Pero lo que no se puede negar que tiene muchísima gracia, es llamar mi Adonis a Bacon: El Adonis del Padre Maestro el Hereje Bacon de Verulamio. Así les plugo hablar a los dos Apologistas, num. 56. La expresión tiene filis; y aun por eso mismo es poco proporcionada a las barbazas de aquel gran Canciller de [161] Inglaterra, que ciertamente no tenía cara de Adonis, si es su verdadero retrato el que está colocado a la frente de su Obras en la edición de Francfort de 1665. ¿Pero quién no ve asomarse en la afeitada frente de aquella vocecita de filigrana el satírico ceño de una cruel invectiva? Esto es improperarme con una especie de insultación, que yo haya hablado con aprecio de este Autor Hereje en una, u otra parte de mis Escritos.

9. Sí, Reverendísimos míos: he hablado con aprecio de este Autor Hereje, y le elogiaré siempre que se ofrezca; pero conteniéndome siempre, como hasta ahora, hice dentro de los límites permitidos. El Santo, y Supremo Tribunal de la Inquisición de España en las advertencias, que pone después del mandato a los Impresores, por regla expresa permite en el número 5 dar a los Herejes elogios, y epítetos honoríficos, que no sean absolutos, ni universales, sino limitados a particulares Ciencias, y materias::: como llamar a Bucanano elegante Poeta; a Enrico Estéfano doctísimo en Griego; a Tycho Brahe excelente Matemático, o Astrónomo, que son dones, y excelencias, que Dios suele comunicar aun a los que están fuera de su Iglesia.

10. Yo, pues, he elogiado por Filósofo, y como Filósofo a Bacon. ¿Qué hay en esto contra la Santa Madre Iglesia? ¿La Filosofía Natural, ni aun la Moral, está, ni estuvo nunca estancada en la verdadera Religión? ¿El ser Gentil le quitó a Aristóteles escribir bien de la primera, y aun mejor de la segunda? ¿Está tan identificada en un Hereje la Herejía con la Filosofía, que no se pueda elogiar ésta, y abominar aquélla? ¿Eso parece que quieren dar a entender los Apologistas: porque si no, a qué propósito es recalcarse tanto en la Herejía de Bacon, que nunca le nombran sin clavarle el execrable epíteto de Hereje? ¿No bastaba decirlo una vez? Aun ésa sobraba; porque para la cuestión, en que estamos, nada hace al caso la Herejía. ¿No es aquí visible la afectación? ¿Y ya que en [162] otras partes le plantan este pegote, no se pudo, y aun debió excusar, cuando sólo le nombran como objeto de mi afición? Sin duda: porque el conjunto de las voces el Adonis del Padre Maestro el Hereje Bacon, a cualquier Escolástico da a entender ex modo significandi, que la Herejía entra a la parte de objeto terminativo, ya que no de motivo del amor. Bien claro tenían lo contrario los Apologistas en varias partes de mis Escritos. Basta por ahora acordarles, que en el segundo Tomo del Teatro Crítico, Discurso XV, después de elogiar en los números 36, y 37 la agudeza filosófica de Bacon, Boyle, y Newton, todos tres Ingleses, y todos tres Herejes, y consiguientemente a esto la sagacidad de la Nación Anglicana, en general para las cosas físicas, concluyo con esta exclamación: ¡Oh desdicha, que tenga la Herejía sepultadas tan bellas luces en tan tristes sombras! Yo imité a mi modo, y en mis afectos la acción de Dios al principio del mundo, separando la luz de las sombras, divisit lucem a tenebris. Los Apologistas, porque así importaba para sostener el Caos Luliano, confundieron la luz con las tinieblas.

11. ¿Pero qué dirán los Apologistas, cuando yo les haga ver, que para elogiar a Bacon como Filósofo, tengo el nobilísimo ejemplar::: de quién? ¿No menos que de nuestro Santísimo Padre Benedicto XIV, que hoy reina felizmente en la Iglesia, en su grande Obra de Beatificatione, & Canonizatione Servorum Dei? Es cosa de hecho. Fiador mío es el Reverendísimo Padre Maestro Fr. Miguel de San Joseph, que en el extracto, que hace de aquella Obra en su Bibliografía Crítica, resumiendo el contenido del capítulo 30 de la primera parte del cuarto Tomo, donde trata d la incorrupción de los cadáveres, en cuanto puede ser subsidio para la Canonización; después de distinguir la que es milagrosa de la que puede ser natural, para exponer las causas de ésta usa con elogio de la Filosofía de Bacon: Post haec (dice el doctísimo Trinitario, Tomo 3. Bibliograph. Crit. [163] pag. 582) laudat Franciscum Baconum, Baronem de Verulamio, qui in sylva sylvarum, vel Historia naturali, cent. 8. experim. 771. multa paucis complectens, nervose phylosophatur, quomodo putredo diutius a corpore prohibenda sit, idque fieri posse ait, si, &c.

12. Añado, que en la misma Obra, en el capítulo 22 de la misma primera parte del cuarto Tomo, se sirve su Santidad de la doctrina de Roberto Boyle, tan Inglés, y tan Hereje como Bacon, para determinar el tiempo que naturalmente puede vivir el hombre sin respirar. Y en estos dos ejemplares pueden ver los Apologistas experimentada la verdad de aquella máxima del Santo Tribunal de España citada arriba: Que suele Dios comunicar dones, y excelencias pertenecientes a las Facultades naturales aun a los que están fuera de su Iglesia, aunque para servicio de ella misma. Es de suma importancia a la Iglesia, y aun de indispensable necesidad, para proceder con seguridad en la Canonización de los Santos, el discernir de los efectos ciertamente milagrosos, los que pueden ser naturales. Pues para asunto tan útil a la Iglesia se sirvió nuestro Santísimo Padre de la doctrina de dos Filósofos Herejes.

13. Déjese, pues, a la gente ruda esa vulgar cantinela de despreciar cuanto hay en los Herejes, sólo porque lo son. Lo bueno se puede apreciar en cualquiera parte que esté. Nadie desprecia un diamante por hallarle entre inmundicias. Los Herejes, por serlo, no dejan de ser hombres. Ni Dios repartió las almas con una providencia tal, que todos los grandes ingenios hubiesen de caer precisamente dentro de su Iglesia. Como dejó las de Aristóteles, Platon, y Tulio entre los Gentiles, pudo dejar otros ingenios iguales entre los Herejes.

14. Muy al contrario de ciertos Escritores Católicos de ínfima nota proceden en esta materia otros, cuya piedad, y doctrina están muy acreditadas. El Cardenal Palavicino aplaude el genio del Heresiarca Zuinglio, [164], como excelente para todas las Ciencias: Ingenio aptissimo ad omnes disciplinas addiscendas. Justo Lipsio llama al Hereje Isaac Casaubon adolescentem magni ingenii. El Autor de la Bibliografía Crítica, sin embargo de ser no poco escrupuloso en conceder algo de bueno a los Escritores Sectarios, aun en orden a las prendas intelectuales más impertinentes a la Religión, a Pedro Bayle, cuya lectura, no sin razón, dice que es dañosísima, llama magni ingenii vir. El P. Renato Rapin dice del Ateísta Hobbes, que manifestó una gran profundidad de ingenio en la Física: Thomas Hobbes à fait paroitre une grande profondeur de espirit en sa Fesique. (Reflexions sur la Fisique, sect. 19.). Y de Bacon, que tenemos entre manos, que es el más sutil de todos los modernos: Reflexions sur la Phylosofie, sect. 18. También debe ser Adonis del Padre Rapin el Hereje Bacon.

15. ¿Y qué diré de los elogios, que a Focio dan muchos ilustres Escritores Católicos, al cismático, hereje, y maldito Focio, uno de los más insolentes, y perniciosos enemigos de la Silla Apostólica, que hubo hasta ahora? Vir doctissimus, dice de él el Padre Phelipe Labbe en su Biblioteca Eclesiástica. Prudentia, ac scientia clarissimum le apellida el Padre Francisco Pagi en su Breviario de los Pontífices Romanos. Mucho más dice el Abad Fleuri; y es tanto lo que dice, que escrupulizo copiarlo.

16. Estos Autores practican aquella advertencia, que hizo Dios por Jeremías: Si separaveris pretiosum a vili, quasi os meum eris. Separar, y distinguir lo precioso de lo vil, cuando uno está mezclado con otro, dando a cada uno su justo valor, es lo que dicta la razón. Confundir lo precioso con lo vil, y despreciar aquello, porque está mezclado con esto, sólo si la sinrazón puede dictarlo.

17. He justificado tal cual elogio, que en línea de Filósofo haya dado a Bacon. No es tan fácil que los dos [165] Apologistas se justifiquen a sí mismos sobre lo que imponen a Bacon. En el cotejo, que hacen del Hereje Kriegman con el Canciller Bacon, para darle a aquel alguna superioridad en la virtud, ya que tan inferior de parte del ingenio, dicen, que Kriegman fue modesto en escribir; pero el maldiciente Bacon de Verulamio no conoció la modestia: expresión, que para quien entienda el énfasis de la frase Castellana, significa que fue un inmodestísimo. Y en otra parte le llaman el mordaz, y maldiciente Bacon.

18. Vaya ahora un poquito de moralidad trivial. Es cierto, que a ningun hombre, que sea Hereje, Mahometano, Idólatra, o Judío, se le puede con buena conciencia imputar vicio, que no tiene. Preguntaré ahora a los Reverendísimos Apologistas: ¿De dónde les consta, que Bacon fue tan inmodesto, y que fue mordaz, y maldiciente? Bien al contrario, no ha habido hasta ahora Autor Protestante más moderado, contenido, y desviado de aquellas invectivas contra los Católicos, que frecuentemente a los Escritores Sectarios sugiere su falsa Religión. Abran los Apologistas el Diccionario de Moreri, v. Bacon, y verán en él las siguientes palabras: Se dice, que era severo; pero bueno, liberal, y comedido. Esta última cualidad se manifiesta en sus Escritos, en los cuales, aunque Protestante, habla con mucho respeto, o miramiento (avec ased d‘egard) de los Papas, y de los Católicos. Elogio sin duda muy debido a Bacon; pues habiendo escrito tanto, y siendo súbdito, Ministro, y favorecido de una Reina tan enemiga de la Religión Católica, como fue Isabela, no se halla en todos sus Escritos ni una palabra ofensiva hacia los que la profesan. No sólo no injurió a los Papas; pero cuando se ofreció, a los mismos de su tiempo exornó con elogios. En el libro primero de Augmentis scient. celebra como insignes Papas a Pío V. y a Sixto V. En la Historia de la vida, y de la muerte, dice de Paulo III: Vir sedati animi, & profundi consilii; [166] y de Gregorio XIII: Vir plane bonus animo, & corpore sanus, politicus, temperatus, evergetes, & eleemosynarius. Denme los Apologistas Protestantes, que haya hecho otro tanto. Pero no importa. Haber despreciado el Arte de Lulio, es mérito sobrado para que los Apologistas le traten de inmodestísimo, mordaz, y maldiciente. Lo que por el mismo delito dicen de mí, ya se verá abajo.

19. Basta ya de Apología en cuanto a esta parte. Voy a cumplir lo que he prometido; esto es, probar que son muchos más los Reprobantes, que los Aprobantes del Arte de Lulio. Sus Apologistas con desprecio notaron, que yo no cité contra ella más que dos Críticos, el Canciller Bacon, y el Padre Renato Rapin, procurando dar a entender a los lectores, que no cité más, porque no había mas que citar. Yo creo poder decir con verdad, que los dos Apologistas, ni aun tantos citaron a favor de Lulio, como yo contra Lulio. ¿Pues no propusieron doscientos Aprobantes en su prolija, y fastidiosa lista? Sí señor. Pero toda esa lista de doscientos fue copiada, como ellos mismos confiesan, del apasionadísimo Lulista Alemán Ybo Zalzinger. Con que esto en rigor viene a ser citar solamente a Ybo Zalzinger, que no es más que uno; y si a ese uno se recusa por apasionado, vienen a quedar todas las citas en cero. Los Autores, que yo cité, no fueron más que dos; mas ésos no los leí con los ojos ajenos, sino con los que Dios me dio. No cité más, porque para el intento de aquella Carta bastaban. Ahora, que sobre ello se me ha suscitado cuestión, ya citaré más, con la advertencia de que yo mismo los he leído, y que son Autores de nombre, y fama, y no obscuros, y buscados por todo rincón para patrocinar a Lulio, como son casi todos los que en la lista de Zalzinger elogian a Lulio.

20. El Padre Juan de Mariana, lib. 15. de la Historia de España, cap. 4, así habla de los Escritos de Lulio: «Cosa de gran maravilla, que persona tan [167] ignorante de letras, que aun no sabía la Lengua Latina, sacase, como sacó a luz, más de veinte libros, algunos no pequeños, en lengua Catalana, en que trata de cosas, así Divinas, como humanas; de suerte, empero, que apenas con industria, y trabajo los hombres muy doctos pueden entender lo que pretende enseñar: tanto, que más parecen deslumbramientos, y trampantojos, con que la vista se engaña, y deslumbra, burla, y escarnio de las Ciencias, que verdaderas Artes, y Ciencias».

21. Habla luego con el debido elogio de su celo por la Fe, el martirio que padeció, y la veneración, que logra en Mallorca. Después de lo cual, volviendo a los Escritores, dice así:

22. «Sobre sus libros hay diversas opiniones. Muchos los tachan como sin provecho, y aun dañosos: otros los alaban como venidos del Cielo para remedio de nuestra ignorancia. A la verdad, quinientas proposiciones, sacadas de aquellos libros, fueron condenadas en Aviñón por el Papa Gregorio XI a instancias de Eimerico, Fraile de la Orden de Predicadores, e Inquisidor, que era en España. Ciento de las cuales proposiciones puso Pedro, Arzobispo de Tarragona, en la segunda parte del Directorio de los Inquisidores. Si va a decir verdad, muchas de ellas son muy duras, y mal sonantes, y que al parecer no concuerdan con lo que siente, y enseña la Santa Madre Iglesia. Esto nos parece (debe de ser por nuestra rudeza, y grosería) (ironía manifiesta, pues no se tenía, ni debía tener por rudo, y grosero el Padre Mariana) que impide no alcancemos, y penetremos aquellas sutilezas, en que los aficionados de Raimundo hallan sentidos maravillosos, y misterios muy altos, como los que tienen ojos más claros. O por ventura adivinan, y fingen, que ven, o sueñan lo que no ven; y procuran mostrarnos con el dedo lo que no hay».

23. El segundo Autor, que cito, es el gran, e [168] incomparable Analista de la Religión Serafica Lucas Wadingo. Aquí contemplo, que como que leen una propuesta extravagante, erizan la frente, no sólo los dos Apologistas, mas también muchos de los lectores, que vieron al insigne Wadingo colocado en la lista de los Aprobantes del Arte, y demás Escritos de Lulio. Pero ya desarrugarán la frente, cuando vean los testimonios, que evidentemente persuaden lo contrario. Yo estoy muy lejos de acusar de mala fe a los dos Apologistas en la alegación de Wadingo. Pero no puedo menos de extrañar su inadvertencia en fiarse para este efecto de su Ybo Zalzinger, siéndoles tan fácil examinar por sí mismos a Wadingo, cuyos Anales es de creer no falten en la Biblioteca de su Convento. Pondré en su latín los pasajes de Wadingo, por precaver la sospecha de que altero algo en la traducción.

24. Wadingo, pues, en el tomo 6 de sus Anales, el año de 1315, donde latamente trata de Raimundo Lulio, después que en el número 10 propone lo que sus Defensores dicen para persuadir, que es supuesta la condenación de sus errores, hecha por Gregorio XI, sobre que se alega la decantada Junta de cuatro Minoritas, y tres Dominicanos, que en presencia del Rey de Aragón absolvieron de la nota de error la doctrina de Raimundo, dice en el número 11, que aquella absolución sólo cayó sobre tres proposiciones particulares, que se le imputaban; pero que de las ciento, que escribió Eimerico en su Directorio, la parte mayor, y principal verdaderamente se halla en las Obras de Lulio, entre quienes el mismo Wadingo confiesa, que algunas manifiestamente son dignas de censura.

25. Tres tamen (son las palabras de Wadingo) dumtaxat sunt propositiones, de quibus illi iudicium tulerunt. Porro ex reliquis, quas Eymericus centum excripsit in Directorio, maior, & potior pars vere in eius operibus reperitur, quarum nonnoluae, ut verum fatear, duriore, & crassiores sunt, quam eas communis Theologorum schola [169] admittat, aut sine censuris elabi permitat. Sua habet peregrina principia Raymundus, & abstrusos modos loquendi, quibus haec fortasis suis asseclis complanet, & doctrine Sectatoribus tandem intrudat; sed aliis minime persuadeat.

26. En el num. 12. reprueba los magníficos epítetos, que dan sus apasionados a Lulio de Doctor iluminadísimo, Trompeta del Espíritu Santo, &c. oponiendo a la pretensión de que su doctrina fue inspirada, el ningún uso, que de ella ha hecho la Iglesia en más de trescientos años ( ya podemos decir cuatrocientos), que han pasado después que salió a luz, en cuyo espacio de tiempo se celebraron cuatro, o cinco Concilios Generales, sin que de ella se valiesen jamás los Padres contra los enemigos de la Fe; siendo increíble, que una Ciencia revelada por Dios esté en la Iglesia tan ociosa. Pero oigámosle al mismo Wadingo.

27. At dices a Caelo delapsam, a Christo revelatam, mirabiliter viro prorsus Litteratum, etiam humaniorum, ignaro, divinitus infusam, idque non sine magno aliquo, vel praesenti, vel futuro Ecclesiae emolumento; cum omnis Sapientia divinitus inspirata utilis sit ad docendum, ad arguendum, ac corrigendum, ac erudiendum in justitia, ut perfectus sit homo Dei ad omne opus instructus. (2. ad Timoth. 3.) Sed ex hoc ipso adversarii minime a Deo inspiratant contendunt, cum nullum hucusque peculiarem frutum ex hac doctrina percepisse Ecclesiam perspicuum sit, nec percepturam esse adeo certo speretur: quippe quatuor, aut quinque Conciliis Generalibus, quae post editam hanc doctrinam celebrata sunt, nullo fuerunt usui libri Raymundi, nec ex eis quidquam Patres, ad revincendos errores Haereticorum decerpserunt::: Doctrina a Deo inspirata velut armamentarium est, aut tanquam thesaurus medicamentorum. (Ephrem, orat de Pacienctia, & Compunct.) Sec hac nescio, quae hucusque tercentum, & plurium annorum spatio arma deprompta sunt contra Fidei hostes, nec quae medicamina adversus [170] vitiorum aegritudines. Credibili autem alicui videbitur Scientiam a Deo revelatam ad nihilum inservire, sed inanem prorsus, & vacuam per tot saecula latere?::: Abstinendum itaque putaverim ab ineptis quarundam epithetis, & paraeneticis quae insulse afiguntur elogiis: temere enim a suis appellatur Sectariis Doctor Illuminatissimus: Tuba Spiritus Sancti: Organum Dei: Fons veritatis: Ecclesiae Restaurator.

28. En el n. 16. habla del Arte de Lulio, dividida en Magna, y Parva (que es lo principal de nuestra cuestión); ¿y qué dice de este Arte? Que unos la fingen un secreto grande, y seminario de misterios, y otros la tienen por cosa de burla, y escarnio: que pocos, o ningunos la entienden perfectamente; y que la entiendan, que no, ninguno de los que se entregan a este estudio, y después de inmensos trabajos piensan que han comprehendido el Arte, llega a saber por ella cosa digna de algún particular aprecio, y que no sepan los que siguen el camino común por la trillada doctrina de las Aulas: Paucos, vel nullos invenias, qui hanc Artem, vel artium omnium secretissimum, & misteriorum, quod fingunt, seminarium, vel, ut alii vocant, ludibrium, perfecte assequantur. Quod si post immensos lazores, & fatigati cerebri vigilias, aliqui se putent assequutos, vellem scire, quos tanti laboris hauriunt, vel edunt fructus, vel quam singularem, prae communi hominum sorte, aut trita gymnasiorum doctrina imbutis viris, praeferant excellentiam.

29. Finalmente concluye diciendo, que en todas las Obras de Lulio el estilo es, no sólo desaseado, y bajo, pero frecuentemente bárbaro, y lleno de idiotismos de otras lenguas: que el método es irregular, inculto, y confuso: que la narración de los hechos es sincera; pero, ni grave, ni suave, sino áspera, y algunas veces ridícula: que las expresiones son extrañas del regular modo de hablar de los Teólogos, y muchas aseaciones discordantes de la que hoy es doctrina común: In universis autem hominis operibus stylus in concinnus, inaequalis [171], non solum humilis, verum, & passim barbarus, idiotismis aliorum Idiomatum ubique scatens::: methodus irregularis, inculta, & confusa, rerum gestarum, nec seria, nec lenis, sed levis, & aspera, aliquando ridicula, vera tamen, & sincera narratio: modi, & termini loquendi a communi dissident loquela Theologorum, & pleraeque eiusdem assertiones absonae a communi nostri aevi Doctrina.

30. Eusebio Amort, en su Filosofía Polingana, pag. mihi 545 de la edición de Ausburgo del año de 1730, después que explica el Arte de Lulio, añadiendo a ella la Ilustración combinatoria del Padre Kircher, dice, que a nadie aconseja el estudio de este Arte: Ego nolim in hac Arte esse prolixior, quam nulli consulo. Y la razón que da inmediatamente, es, porque el asunto de este Arte es buscar por varios ambages aquello, que sin Arte, ni fatiga alguna, a una simple inspección se presenta al entendimiento.

31. Don Nicolás Antonio (Biblioth. vert. Hispan. lib.9. cap.3.) aunque los Apologistas lo alegan a su favor, está contra ellos. No es esto decir, que no hayan copiado fielmente el elogio, que transcriben en el num. 41: fama clarus, &c. sí sólo, que aquel elogio, para el asunto de la cuestión, no es del caso, por estar concebido en términos generales, cuya verdad es compatible con la inutilidad del Arte de que disputamos. Y aun en algún modo sería adaptable al punto disputado el elogio, si Don Nicolás Antonio no hubiera expresado su dictamen en particular en orden al Arte. Pero habiéndole expresado, a éste nos hemos de atener, y no a panegíricos vagos, o meramente determinados a su ardiente celo a promover la Fe, sus trabajos, y martirio por ella. ¿Qué dice, pues, este Autor en orden al Arte de Lulio? Que alaba como juiciosa la censura, que Lucas Wadingo hizo de ella: Laudo semper Wadingi iudicium incordate censendo de hac Arte. La censura de Wadingo la hemos visto arriba; con que en ella tenemos vista la de Don Nicolás Antonio. [172]

32. Don Diego Saavedra, en su República literaria, pag. mihi 95 (la impresión que tengo es la hecha en Alcalá el año de 1670), describiendo aquel edificio, que llama la Casa de los Locos, voz, que allí sólo significa los que se entregan a estudios inútiles, y vanos; lo primeros que nombra como tales son los Lulistas, por estas palabras: En unos Salones grandes había notables humores: allí estaban los Discípulos de Raimundo Lulio voltendo unas ruedas con que pretendían en breve tiempo acaudalar todas las Ciencias.

33. El Marqués de San Aubin, en su Tratado de la Opinión, Tom.1, lib. 2, cap.4, num. 8, pronuncia así: La Lógica de Raimundo Lulio no es más que una jerigonza, una colocación de voces en un orden arbitrario, que nada tiene de real. Y en una nota, a lo bajo de la página, cita un Autor, llamado Pedro Montuus, que dice, que el método de Raimundo fue copiado de un Filósofo Arabe, llamado Abexebron. Pero yo no hallo el nombre de este Filósofo Arabe en la Biblioteca Oriental de Hebelot. Puede ser que esté alterado el nombre en la cita, lo que frecuentemente sucede en los nombres propios Arabes, como Ebn Roschd lo transformamos en Averroes, y Ebnsina en Avicena.

34. Debo advertir, que el Marqués de San Aubin, no por ser Marqués, deja de ser uno de los hombres más eruditos de este siglo, como testifican sus doctísimos Tomos del Tratado de la Opinión.

35. Nuestro famoso Crítico Don Juan de Mabillon, en la segunda parte de los Estudios Monásticos, cap. 15. donde trata de las Ciencias, a que se pueden aplicar los Monjes, después de exceptuar algunas Artes por inútiles para ellos cuales son la Poesía, la Música, la Óptica y la Astronomía, prosigue así: Con más fuerte razón se debe exceptuar la Arte Química, la Piedra Filosofal, la Arte de Raimundo Lulio, que de nada sirve, la Astrología Iudiciaria, la Quiromancia, y las otras especies de adivinar, que son reliquias del Paganismo. [173]

36. Conforme a todos los citados, y aun añade algo más, está el célebre Modenés Luis Antonio Muratori, a quien cita el Doctísimo, y Reverendísimo Padre Fray Miguel de San Joseph en el 4 Tomo de su Bibliografía Crítica, pagin. 22, col. I, en la forma siguiente: Ludovicus Antonius Muratorius, vir plane apud Litteratos laudatissimus, quamvis fateatur in Lulio nostro devotionem fervidam cum portentoso ingenio coniunctam, agnoscit nescio quem fanatismi spiritum, cui adscribendam censet magnam artis illius existimationem, quam ipse putat vix non futilem, nec quovis vulgari ingenio superiorem.

37. Cuando yo no tuviera que alegar contra el Arte de Lulio más que los ocho Autores, que acabo de citar, y los dos, que había citado antes, me creería muy superior en la contienda a cuanto han citado los Apologistas a favor de Lulio. Son diez Autores no más; pero todos diez famosos en la República literaria. Todos diez desapasionados. A todos diez he leído por mí mismo. De todos he dado los pasajes al pie de la letra; y todos los pasajes son específicos sobre el punto cuestionado. Estas cinco circunstancias relevan mucho mi argumento ab auctoritate contra Lulio, sobre el que proponen los Apologistas a favor de Lulio; en quien hay todas las nulidades opuestas a aquellas cinco circunstacias, como voy a demostrar.

38. Lo primero, los Apologistas no vieron los Autores, que citan a favor de Lulio, o sólo leyeron uno, u otro. Esto consta por confesión suya, pues pag. 31, donde concluyen la colección de Aprobantes de Lulio, dicen, que el catálogo, que acaban de hacer, es extracto del Doctor Ybo Zalzinger. Este es un grande defecto en las pruebas ab auctoritate; y mucho mayor, cuando la cita de los Autores se extrae de un Colector apasionado, cual lo era Zalzinger, a quien los Apologistas cualifican de Lulista de primera clase, que para mí significa apasionado de la primera clase.

39. Lo segundo, de los mismos Autores citados, muchos [174], y aun creo la mayor parte, son declarados Lulistas, ya de primera, ya de segunda clase, por confesión de los dos Apologistas. Capítulo legítimo de recusación. Esto es lo mismo, que si a favor de la Apología Judiciaria se alegasen los que la profesan: a favor de la Cábala, los Cabalistas; y a favor de la Piedra Filosofal, los que están infatuados de esta simpleza.

40. Lo tercero, muchos de los citados son Mallorquines. Otro capítulo de recusación, por la bien fundada sospecha de pasión por su compatriota Lulio. El Padre Wadingo, a quien nadie niega haber sido un gran Crítico, en el lugar citado arriba, num. 7, repele el testimonio de Don Juan Segui, por compatriota, por secretario de Raimundo, y porque recibió las noticias de un Español amigo suyo: Quia concivem, asseclam, sectatorem Raymundi, & quia ab amico Hispano excepit, quae scripsit. ¿Por qué no se ha de repeler el testimonio de todos los demás, en quienes concurran las mismas circunstancias?

41. Lo cuarto, las alabanzas excesivas, y verdaderamente intolerables, que algunos de los Autores alegados dan a Lulio, muestra claramente, que hablaron agitados de una pasión ciega. ¿Quién podrá sufrir a Adrián Turnebo haber dicho, que el libro de la Teología Natural de Raimundo de Sabunde, que contiene la Práctica del Arte Magna de Raimundo Lulio, es la quinta esencia de Santo Tomás? Y es bueno, que inmediatamente a este extravagante elogio dicen muy satisfechos los Apologistas: Sirva esta autoridad de tan célebre Crítico de contraposición a la del Padre Rapin. No pasaré por tal contraposición; ni pasará por ella hombre alguno, que sepa quién fue Adrián Turnebo, y quién el Padre Rapin. Turnebo fue un insigne Humanista, muy versado en los Autores Latinos, y Griegos pertenecientes a esta profesión, y un gran Crítico dentro de la misma esfera. También fue Jurisconsulto. ¿Pero quién le hizo a Turnebo Teólogo, para discernir si el libro de la [175] Teología Natural de Raimundo de Sabunde es la quinta esencia de Santo Thomás? Al contrario el Padre Rapin, no sólo sobresalió en las bellas letras, mas fue también excelente Filósofo, y Teólogo: cualidades que le proporcionan para hacer juicio del Arte de Lulio.

42. Lo mejor es, que ese libro está prohibido enteramente por el Santo Tribunal de España (véase el Indice Expurgatorio, Tom. 2, pag. 176, en la primera clase), que es muy buena seña de ser quinta esencia de Santo Thomás. Esto es propriamente lo de Thesaurus carbones.

43. Harto ridículo es también el elogio puesto en nombre del Médico Aubri, en que es llamado Lulio Maestro de la Sabiduría, Príncipe de la Inteligencia: antonomasia, que significa superioridad, respecto de cuantos Doctores ha tenido la Iglesia. Pero podían los Apologistas excusar aquel aditamento de Aubri, hablando del mismo Lulio, cuius mysteria medica Paracelsus penetravit, porque no es honroso para Lulio, respecto de los que saben quién fue Paracelso: hombre que llenó su cabeza, y sus Escritos, no sólo de confusiones, y vanidades, mas aun de superticiones, y errores. Pero el Médico Aubri era Helmonciano, que es lo mismo que Paracelsista; con que pensó honraba a Lulio haciendo Discípulo suyo a Paracelso.

44. No es de mejor talento lo que en una declaración de ciertos Doctores de París, que dicen tienen los Mallorquines, se pronuncia, que el Arte de Raimundo, no sólo es buena, y útil, mas aun necesaria para mantener la Fe Católica. La voz necesaria, cuando no se restringe, se entiende del necesario propriè, & simpliciter tal; y tomada en este sentido la proposición, no ignoran los Reverendísimos Apologistas qué bellas consecuencias tiene. Pero aun explicada de la necesidad impropiamente, o secundum quid tal, no es admisible; ¿porque qué efectos se han visto hasta ahora de la Arte Lulística, en orden a la conservación de la Fe? Y en caso que se [176] hayan visto algunos, no quiero, ni puedo creer, que no se lograsen más ventajosos, substituyendo a la doctrina de Lulio la de San Agustín, o Santo Tomás.

45. También es admirable el elogio dado al Arte de Lulio por el Señor Jacobo (así le nombran no más los Apologistas, y no sé quién es este Señor Jacobo), que quien está en su centro ve todas las cosas con perfección, y que muy fácilmente puede estudiar todas las Ciencias. Ahí es poca cosa ver todas las cosas con perfección. Quien pronunció esto, parece que nada veía, ni aun imperfectamente; pues no vio la evidente inconsecuencia, o contradicción, que tenía delante de los ojos en su misma cláusula: quien ve todas las cosas con perfección, todo lo sabe: ¿luego para qué ha menester estudiar Ciencia alguna? El estudio se dirige a aprehender lo que se ignora.

46. Pero a todo excede la alabanza de Lulio, que Christobal Suárez de Figueroa, citado de los Apologistas, atribuye al doctísimo M. Fr. Luis de León, concebida en estas voces: Tres Sabios tuvo el Mundo, Adán, Salomón, y Raimundo. Yo no creo, que aquel Autor dijese tal desatino, ni acaso lo creen tampoco los Apologistas, los cuales ciertamente, ni lo leyeron en el Maestro Fray Luis de León, ni en Chistobal Suárez de Figueroa, sino en su Ybo Zalzinger. Lo primero es claro, porque si lo hubieran leído en él, le citarían derechamente, y no por medio de su tercero. Lo segundo infiero, de que citan la Obra de Christobal Suárez de Figueroa con el título latino de Florum universale. Este Autor escribió varias Obras, que enumera Don Nicolás Antonio, y ninguna en Latín. El Florum es sin duda yerro de Imprenta. Debía decir Forum, porque una de sus Obras se intitula Plaza universal de todas Ciencias, y Artes, de que él, a la verdad, no fue Autor, exceptuando algunas dicciones, sino Traductor del Italiano Tomás Gazzoni de Bagnacaballo. Así la cita debía decir Forum universale. Pero ni los Apologistas nos especifican en qué parte del libro dice [177] esto Suárez de Figueroa, ni a qué Obra se remite este de Fr. Luis de León, que escribió tantas. Así ésta es una de las muchas citas al aire de Ybo Zalzinger.

47. ¿Ni cómo es posible, que un hombre tan sabio como el Maestro Fr. Luis de León, dijese un disparate tan garrafal? La proposición: Tres Sabios tuvo el Mundo, Adán, Salomón, y Raimundo, es, según su sentido natural, y literal, exclusiva de todos los demás; por consiguiente se les niega el atributo de Sabios a cuantos Doctores, y Padres tuvo hasta ahora la Iglesia. Es verdad, que los Apologistas juzgan endulzar la proposición, diciendo que alude a la sabiduría infusa, que tuvieron esos tres grandes hombres. Mas yo no sé si esto es ponerla peor que estaba; porque explicada de este modo, significa, que sólo esos tres tuvieron sabiduría infusa, cuando de la Sagrada Escritura consta evidentemente lo contrario. De los Santos Niños de Babilonia se dice (Dan. cap. 1.): Pueris autem his dedit Deus scientiam, & disciplinum in omni libro, & sapientia; lo que todos entienden, y es preciso entender de ciencia infusa. De Beseleel, hijo de Uri, profiere el mismo Dios (Exod. cap. 31.): Implevi eum Spiritu Dei, sapientia, & inteligentia, & scientia in omni opere. De los Apóstoles (Ioannis cap. 14): Paraclitus autem Spiritus sanctus, quem mittet Pater in nomine meo, ille vos docebit omnia, & suggeret vobis omnia quaecumque dixero vobis. Y en el cap. 16: Cum autem venerit ille Spiritus veritatis, docebit vos omnem veritatem.

48. Aun bajando de lo que es infalible, y de Fe Divina, ¿por qué se ha de creer la ciencia infusa de Lulio, y no la de otros Santos, que testifican muchos Autores? En todo caso, antes creeré esto de Santo Tomás, que de Lulio; porque de aquel me lo propone la Iglesia en su Oficio, como testificado por un Compañero del Santo, que se le oyó a él mismo: Quin etiam Sodali suo Fratri Reginaldo dicere solebat, quidquid sciret non tam studio, aut labore suo peperisse, quam divinitus traditum accepisse. [178]

49. Tales cosas como estas nos intiman los Lulistas de su Raimundo, como si juzgasen, que todos los lectores no tienen más advertencia, que los niños de cuatro a cinco años, y aun pienso que he dicho poco, pues más fácil me parece creer las aventuras de Amadis de Gaula, de Don Belianis de Grecia, y de los Doce Pares de Francia, que las proposiciones, que acabo de copiar.

50. Lo quinto, de una gran parte de los Aprobantes de Lulio, que se alegan, no se especifica, la cita. Setenta y seis he contado de estos, entre quienes de cuarenta y nueve, o cincuenta, ni aun se nombra el libro, u Obra, en que manifestaron su dictamen. Del resto se nombra el libro, pero sin expresar capítulo, disertación, sección, artículo, página, &c.

51. Lo sexto, de los que tienen especificada la cita, muy raro habla sobre el punto cuestionado; esto es la importancia, o inutilidad del Arte de Lulio. Unos le califican de Santo, y Mártir, sin meterse en la doctrina. Otros meramente le defienden de los errores contra la Fe, que con verdad, o sin ella se le imputan. Otros, en general, le califican de ingenioso, y sabio. Otros, aun sobre estos capítulos suspenden el dictamen. Pero nada de lo dicho he negado yo. La disputa es únicamente, si el Arte de Lulio es útil, o inútil; si merece el grande aprecio, que le dan sus Sectarios, o el desdén, con que le miran otros. Muy bien puede un Autor ser Santo, ingenioso, docto, y con todo componer una obra, especialmente si en ella se gobierna por su sola fantasía, que sea, no sólo inútil, mas aun perniciosa. Ni la doctrina, ni el ingenio, ni la santidad, ni el martirio, ni el culto de Lulio están calificados, como el ingenio, doctrina, santidad, martirio, y culto de San Cipriano. Con todo, sus Opúsculos, o Tratados, que declaró apócrifos el Papa Gelasio en el primer Concilio Romano, ¿qué contenían, sino la errada doctrina de la rebaptización de los Herejes, que defendía el Santo contra el Papa Estéfano, y que después la Iglesia condenó por herética? [179]

52. Lo séptimo, alguno de los Autores, que se alegan a favor del Arte de Lulio, son testigos contra producentem. De Wadingo ya lo hemos visto. Con éste se debe contar Don Nicolás Antonio, porque se remite a la censura de Wadingo. Y con uno, y otro los Jesuítas de Anveres, los cuales, sobre el punto cuestionado, comprometen también en Wadingo. No tengo esta gran Obra, ni la hay en este País; pero logré que de Salamanca se me remitiese copiado de ella lo que pertenece al asunto. Lo que ahora me hace al caso son estas palabras del Escritor Jesuita, número 27: Unum praemitto, no de librorum numero, aut serie, sed de eorum contento sincerissimum Wadingi judicium. E inmediatamente transcribe de Wadingo todo el contenido del número 16, que yo he citado arriba.

53. Lo octavo, hay en el catálogo muchos Autores obscuros, y de ningún nombre, aunque los Apologistas tal vez suplen esta falta con sus gratuitos elogios. V. gr. después de citar a Don Pedro Braudevino, a quien colocan entre los Lulistas de primera clase, echan este ribete: Se habrá engañado el señor Baudovino (dentro del mismo párrafo ya le llaman Braudevino, ya Baudovino); ¿y acertaría el Hereje Bacon? No lo creemos, por ser un Autor muy inferior a aquel Caballero en todo, en Fe, Doctrina, y Nobleza. ¿Si habrán visto los Apologistas los Arboles Genealógicos de los Braudevinos, y Bacones, o examinado títulos, y monumentos de una, y otra Casa, que tan resolutoriamente prefieren la nobleza de Braudevino a la de Bacon? Del Canciller Bacon todo el mundo sabe que era muy noble. Su padre Nicolás Bacon era Caballero de la Espuela dorada, y descendía de una familia noble, y antigua. Fue primero Guarda-Sellos de Inglaterra, y después Gran Canciller, como el hijo. Su madre era hija de otro Caballero de la Espuela dorada. Estas noticias se pueden ver en Moreri, v. gr. Bacon (Nicolás) y en la Vida de Bacon, que está en la frente de sus Obras. Dígannos ahora los Apologistas en qué Autores [180] podemos ver, que fue muy superior a ésta la nobleza de Braudevino.

54. Que fue muy inferior en la Fe Bacon a Braudevino, si este fue Católico, no hay duda. ¿Pero qué título es este para que Braudevino pudiese juzgar mejor del Arte de Lulio que Bacon? Cuantos rústicos hay en este País son muy buenos Católicos, y por consiguiente muy superiores a Bacon en la Fe. ¿Quién por esto los juzgará aptos para decidir nuestra cuestión? En cuanto a la superioridad de doctrina, si se habla de la Cristiana, y Católica, digo lo mismo, que me atengo a los payos de esta tierra, con infinita preferencia a Bacon. Si de la Natural, y Filosófica, que es la que nos hace al caso, es menester que prueben los Apologistas, que fue superior en ella Braudevino a Bacon; que yo estoy resuelto a recusar en esta materia a todo Lulista, que pretenda ser creido sólo sobre su palabra.

55. Pero es cosa notable, como ya apunté arriba, que nombrando los Apologistas bastantes veces a Bacon, siempre sea con el negro pegote de Hereje. Murió poco ha en este Colegio de la Compañía de Oviedo un Jesuita muy decidor, natural de mi tierra. Tenía este dos hermanos seculares, uno de muy buenas prendas: otro, que era el Mayorazgo de la casa, estaba reputado por algo bobo. Sucedió que un pariente mío, encontrando a este Jesuíta, a quien apenas conocía, aunque mucho a sus hermanos, más por las señas, que le habían dado de él, discurrió quién era, le dijo: Me parece, que V. Paternidad es hermano de Don Fulano, nombrando al bobo. Respondió el Padre, que sí. Llegóse a esto otro a la conversación, que también conocía a los hermanos, y no al Jesuíta; y queriendo mi pariente dárselo a conocer, le dijo: Este Padre es hermano de Don Fulano, nombrando también al bobo. Entonces el Jesuíta, volviéndose a mi pariente, con un aire de indignación festiva, le increpó en esta forma: Si señor, hermano soy de Don Fulano; pero es cosa terrible, que Vmd. siempre me tome por donde quemo. [181]

56. Al caso. Francisco Bacon estaba revestido de cuatro títulos muy honrados. Fue Caballero de la Espuela dorada, como su Padre: honor que le dio Jacobo Primero: Barón de Verulamio, Conde de San Alban, y Gran Canciller de Inglaterra. ¿Pues no es cosa terrible, que hablando de él los Apologistas tantas veces, nunca le nombren con alguno de estos títulos, antes siempre con el de Hereje, tomándole siempre por donde quema? Puedo asegurar, que he visto a Bacon citado por más de veinte Autores Católicos, de los cuales los más le nombran el Gran Canciller Bacon, y ninguno el Hereje Bacon. ¿Pues de dónde viene esta singularidad de los Apologistas de Lulio? Bien claro está. No se le nombra siempre Hereje, porque impugnase la doctrina de la Iglesia, sino porque impugnó el Arte de Lulio. La afectación de los Apologistas en esta parte se viene a los ojos, y no habrá lector que no la note. ¿Han visto esa continua inculcación del infame epíteto de Hereje, ni aun en los escritos de los mismos Controversistas, que combaten sus Dogmas?

57. Lo nono, se colocan en el Catálogo por Autores, y por Lulistas muchos que no fueron, ni Lulistas, ni Autores. Pongo por ejemplo. Once reyes, que se enumeran como bienhechores de la Universidad de Mallorca, ¿por qué se han de cualificar de Autores aprobantes del Arte de Lulio? Es ciertamente una alegación muy especiosa a favor de Aristóteles la que a cada paso ostentan sus Discípulos de los innumerables Sabios, que por el discurso de muchos siglos abrazaron su doctrina. Pero ninguno vi, que metiese en esta prueba ab auctoritate los muchísimos Reyes, que favorecieron, y dieron, o confirmaron Privilegios a tantas Universidades, que enseñan la doctrina Aristotélica. Decirnos, como dicen los Apologistas, por dar fuerza a aquella alegación, que los Reyes no dan privilegio alguno sin el informe de la causa, o motivo para exhibirse, fuera de ser un modo de hablar más áulico, que filosófico, nada prueba al intento [182] el motivo para esto no se toma de la verdad, o no verdad de la doctrina, que se enseña (salva Fide) en las Universidades, sino de otros principios. Lo cual se prueba con evidencia, de que han dado infinitas veces Papas, y Reyes Privilegios a Universidades, en que se enseñan doctrinas opuestas, y que pugnan in veritate, & falsitate; y no pueden aprobar simul, & semel como verdaderas doctrinas contradictorias.

58. ¿Por qué se han de citar tampoco, ni por Autores, ni por Lulistas, los nueve Religiosos, cuatro Dominicanos, y cinco Franciscanos, que habiendo, de orden del Cardenal Alamano, examinado la doctrina de Lulio, la dieron por Católica? Sea norabuena verdadera esta noticia, de que no se nos da (como de todo, o casi todo lo demás) otro fiador, que al Lulista Zalzinger, Quid ad rem? ¿Yo he dicho, que contenga nada contra la Doctrina Católica la Arte Luliana? Mas sobre esto ya se habló arriba, notando los muchos que se alegan como Aprobantes del Arte de Lulio, sólo porque dijeron (o con verdad, o sin ella), que en sus libros no hay errores contra la Fe. Lo que al presente hace al caso es, que no se pueden contar ni como Lulistas, ni como Autores aquellos nueve Religiosos, sólo porque consultados dieron aquella declaración favorable.

59. Si con reflexión se hace presentes el lector todos los defectos, o capítulos de nulidad, que he representado en la prolija colección de testigos, que a favor del Arte de Lulio copiaron los Apologistas de Ybo Zalzinger, colegirá sin duda, que mi información en contrario con diez testigos, cuyas deposiciones están copiadas a la letra, señalando lugares, es de mucho mayor peso que la suya. En efecto, en aquella fastidiosa colección no se hallan sino siete pasajes copiados, que favorezcan a Lulio sobre el punto cuestionado. De esto, los tres sólo se pueden verificar en Mallorca. ¿Y qué sé yo si allí se podrán verificar? Otro es de Euvaldo Vogelio, a quien no conozco. Cítase en un libro intitulado de Lapidis Physici [183] conditionibus. Si es, como suena, a favor de la Piedra Filosofal, consideren los cuerdos qué estimación merece el Autor. Añado, que no se especifica, ni capítulo, ni página, &c. Otro es del que se nombra señor Jacobo, a quien tampoco conozco. Este es el que dijo el insigne disparate, que quien está en el centro del Arte de Lulio, ve todas las cosas con perfección, y que muy fácilmente puede estudiar todas las Ciencias.

60. Los dos restantes son el Padre Athanasio Kircher, y el Padre Sebastián Izquierdo, Autores ambos conocidos, y uno de ellos de singular ingenio, y portentosa erudición. Mas al fin son dos no más. El Padre Kircher halló en el Arte de Lulio unos lineamientos pertenecientes a su Arte Combinatoria, que ciertamente amó mucho, pues la decantó tanto. Esto bastaba para que mostrase alguna afición al Arte de Lulio. Mas no por eso el elogio que la da deja de ser muy limitado: Fateor tamen institutum Lulii admirandum, & ingeniosissimum, si fuisset, qui applicationis methodum facilitati junctam tradidisset. O echó menos el método de la aplicación, o le halló trabajoso, y difícil. Fuera de que aquel fateor tamen significa, que atrás deja alguna censura nada favorable, porque sino, el tamen está puesto fuera de propósito. No tengo, ni aquí hay las Obras del Padre Kircher, y así no sé cuál es la censura que precede al fateor tamen. Y en fin, alabar sólo el instituto, no es más que aprobar la idea.

61. Dicen los Apologistas, que el Padre Kircher no leyó la Arte inventiva, y así alabó lo que alcanzó del Arte Combinatorio, que es la menor parte de las que incluye el Arte Magno. ¿Y por qué no podré yo discurrir, que sólo alabó lo que pertenece al Arte Combinatorio, porque sólo esto halló digno de alabanza? Pero demos que no viese la Arte Inventiva. ¿Qué saben los Apologistas lo que diría de ella si la viese? Yo creo que diría lo que dijeron otros hombres grandes, y no lo que los Apologistas querían que dijese. [184]

62. Del Padre Izquierdo dicen los Apologistas, que está colocado entre los Lulistas de primera clase. ¿Y no me bastará a mí esta noticia para recusarle? Pero pase. Alaba el Padre Izquierdo el Arte de Lulio, pero notándola de imperfecta, como confiesan los Apologistas en aquella cláusula, metida en un paréntesis: (Aunque por no haber visto muchas obras de Lulio, le haya parecido la obra del Arte Imperfecta.) Añado, que esta es una escapatoria, que no se debe admitir. El Padre Izquierdo miró, y remiró mucho, no sólo la Arte Parva, mas también la Magna de Lulio, como consta claramente de las exactas noticias, que da ella en su Faro de las Ciencias, disp. 23, quaest. 4, donde al num. 43 enumera cinco defectos, sobre que la capitula, y que en parte corrige en la disp. 29.

63. Y no nos dirán los Apologistas ¿cómo pueden evadirse de la contradicción en que inciden aquí? El Padre Izquierdo, por no haber visto muchas Obras de Lulio, tuvo por imperfecto el Arte: luego no estudió lo que era menester para conseguirla, sino con imperfección. ¿Pues cómo se compondría con esto el que haya sido Lulista de primera clase? Ingenio pide la solución.

64. De suerte, que hecho examen, y análisis de la prolija información por la Arte Luliana, resulta hallarse en ella mucho de estrépito, y casi nada más. Doscientos Aprobantes se ofrecieron. Bien, o mal, doscientos se señalaron. Y puesto todo en alambique, habrá salido media dragma, poco más, o menos, de aprobación. Pero yo quiero dar de barato, y admitir como legítimos, y autorizados Elogiadores de la doctrina, y el Arte de Lulio todos los enumerados en aquel Catálogo. Pretendo no obstante, que son muchos más con grande exceso, y no menos autorizados, los que están contra ella. ¿Quiénes son éstos? Breve es la respuesta. Casi cuantos hombres Sabios ha tenido la Sapientísima Religión del Seráfico Patriarca. De suerte, que se puede asegurar, que el cuerpo de la Religión de San Francisco [185] está tácitamente declarado contra ella; por lo menos no admite, ni aprueba los elogios, que la tributan sus Sectarios.

65. La razón es manifiesta. La Religión de San Francisco mira como hijo suyo, aunque de la tercera Orden, a Raimundo Lulio. ¿Quién se persuadirá a que si concibiese en el arte, que él inventó, la utilidad, y excelencia, que le atribuyen sus Panegiristas, no introduciría, fomentaría, y promovería el estudio de ella en sus innumerables Escuelas? Si creyese esta especie de Lógica, no digo mejor, sino sólo tan buena como la de Aristóteles, el amor, la razón, la equidad, y aun la Religión la inclinarían sin duda a preferir la invención de un hijo suyo, ilustre por su santidad, y martirio, a la de un Filósofo Gentil. No lo hizo, ni hace la Religión Seráfica: luego no da al Arte de Lulio la estimación, que le solicitan sus apasionados; ni presta asenso a sus pretendidos elogios.

66. Se hallan, es verdad, en este venerable cuerpo algunos Lulistas. Pero tan pocos, que los Apologistas, o Zalzinger por ellos, buscándolos en todas las Naciones no pudo recoger sino ocho, para introducirlos en su Catálogo con el nombre, y carácter de tales. Sed hi quid sunt inter tantos? De suerte, que siendo ciertamente la Religión de San Francisco un amplísimo mar de literatura, y virtud, se puede decir con verdad, que los Lulistas que hay en ella

Apparent rari nantes in gurgite vasto.

67. No sólo eso. Me consta con toda certeza, por haberlo oído a sujetos clásicos de esta gran Religión, que los Literatos de ella, cuando sucede que alguno de los suyos se aplica a la doctrina de Lulio, lo miran como un capricho extravagante, de que procuran disuadirle.

68. De aquí se puede ver cuán sin razón pronunciaron los Apologistas (pag. 8.), que impugnar el Arte de [186] Lulio fue injuria de toda la Religión Seráfica. Bien al contrario sé yo, que por lo menos en esta Provincia gustaron muchos de dicha impugnación, por el motivo que acabo de exponer. Pero aun cuando el Arte, y doctrina de Lulio tuviese el séquito, que no tiene en la Religión Seráfica, ¿por qué sería injuria de la Religión impugnar el Arte, y aun generalmente la doctrina? Es seguida generalmente en la Religión Seráfica la doctrina del Doctor Sutil Escoto. ¿Reputa por eso la Religión Seráfica como injuria suya el que se impugne la doctrina de este Jefe suyo literario? En ninguna manera. Creo yo, que antes se podría reputar injuria de la Religión Seráfica, suponer pendiente su honor del crédito de un Doctor particular suyo, como que no tiene otro, que el que éste le da, o por lo menos, que es una gran parte de él. El concepto, que justamente se debe hacer de la Religión Seráfica, es, que está ilustrada con tantos Escritores insignes, y Sabios de primera clase, que apartar de este número a Lulio, es quitar una gota de agua del Océano. Este es el dictamen, que yo tengo formado de la Religión Seráfica. Pero no debe ser éste el de los Apologistas.

69. Concluido el examen del argumento ab auctoritate, en orden a la doctrina de Lulio, quiero, por vía de supererogación, argüir también algo a ratione. Digo por vía de supererogación; porque como los Apologistas sólo usaron de la autoridad, y en ninguna manera del raciocinio, podía yo muy bien dar por fenecida la cuestión con mis pruebas ab auctoritate.

70. No una vez sola me echan los Lulistas en la cara, que yo me he metido en impugnar lo que ignoro. Y yo les confesaré gustoso, que no me he malbaratado tiempo alguno en estudiar el Arte de Lulio. Pero para impugnarla con conocimiento, bástame haber visto la idea, o planta de ella en Pedro Gasendo, y en Eusebio Amort. Por aquella planta, o diseño conozco con evidencia, que nada se puede adelantar por allí en Ciencia alguna, y que sólo puede [187] servir para hablar mucho, sin averiguar nada; como sin ser yo Arquitecto, al ver la planta, o diseño de una choza pastoril con su pitipié, aseguraré con evidencia, que siguiendo aquellas líneas, no se puede hacer un magnífico Palacio.

71. Pero aun fuera de esto, tengo contra el Arte de Lulio una prueba eficacísima, cuya fuerza subsisitiría, aun cuando yo ignorase enteramente los principios del Arte, que es ver lo poco, o nada que ha servido a los que la han estudiado. Valdreme de un símil. Supongamos que yo ignoro ya el Arte de la Crisopeya, o transmutación de los metales en oro. Pero supongamos también al mismo tiempo, que tengo certeza de que ninguno de los profesores de la Crisopeya se hizo rico por este medio. ¿Quién no dirá, que este conocimiento, no obstante aquella ignorancia, me da un argumento o motivo eficacísimo para tratar de inútil, y vana la Arte transmutatoria? Vamos a la aplicación.

72. Yo no negaré, que hay, ni haya habido entre los Lulistas algunos hombres muy doctos. Pero negaré constantemente, que lo hayan sido por el estudio, y uso de al doctrina de Lulio. La razón es, porque la sabiduría de los Lulistas, aun de los de primera clase, se ha quedado en unos términos, en que no sólo no excede, mas ni aun iguala a la de los más eminentes, que ha habido siguiendo la doctrina, y método común.

73. Esto se hace visible el Catálogo de los Lulistas Escritores de Zalzinger, donde acumula cuantos pudo, de casi tres siglos a esta parte, para dar crédito a su Escuela. Entre ellos sólo nombra once, con el carácter de ser de primera clase, que son: Don Pedro Degui Montalvo, Inquisidor de la Suprema; Don Juan Aubri, Abad de nuestra Señora de la Asumpción de París: Fr. Juan de Rupecisca, Franciscano: el Padre Sebastián Izquierdo, Jesuíta: Don Bernardo de la Viñeta, Doctor Teólogo: Don Juan Lobet, que leyó el Arte en [188] Barcelona: el Padre Fray Christobal de París, Franciscano: Ludovico Regio, a quien aclama el mayor de los Lulistas después de Raimundo: Don Pedro Braudevino, Señor de Montarsis: Don Antonio Perroquet, Presbítero: el Maestro Jacobo Januario, Cisterciense.

74. Quisiera yo, que en los patios de las Universidades de Salamanca, y Alcalá, en voz alta se pregonase, si hay quien conozca a estos Héroes de la Escuela Luliana, exceptuando al Padre Izquierdo, que de ese ya sé que hay bastante noticia. ¿Pero qué es el Padre Izquierdo, comparado, sin salir de su Religión, con los Suárez, los Vázquez, los Belarminos, los Petavios, los Sirmondos, y otros trescientos de la misma familia? Lo que un hombre de mediana estatura, comparado con gigantes de enorme magnitud. ¿Qué nombre tienen los demás en el Orbe literario? Veo entre ellos dos Escritores Españoles, Montalvo, y Lobet, tan desconocidos, y obscuros, que no llegaron a la noticia de Don Nicolás Antonio, pues no hay memoria alguna de ellos en su gran Biblioteca. De ninguno de todos ellos se halla el nombre en el gran Diccionario de Moreri.

75. Y no nos dirá los Reverendísimos Apologistas, ¿qué milagros hicieron estos Lulistas de primera clase? ¿Qué adelantamientos en las Ciencias, y Artes? ¿Qué nuevos inventos? ¿Qué descubrimientos en el dilatado campo de la naturaleza? Y especialmente aquel Ludovico Regio, a quien califican del mayor de los Lulistas después de Raimundo, debió de ser el verdadero poseedor de la Enciclopedia, y manifestaría en sus Escritos cuantas verdades estaban escondidas en el profundo pozo de Demócrito. Ya nos dicen los Apologistas, que hizo unos dilatados Comentarios de la doctrina Luliana, y puso cien Aforismos, que dice sacó de la fuente de la profunda Ciencia de Raimundo, añadiendo luego los mismos Apologistas estas notables palabras: No es esto Retórica, ni Lógica, ni Arte Combinatorio, como mal piensa el Padre Maestro Feijoo; es Física superior [189] a todo lo que hemos estudiado. Pero yo no he pensado esto, ni aquello, ni lo otro. ¿Cómo había de pensar nada de lo que son esos cien Aforismos, si hasta ahora no habían llegado a mi noticia? Lo que extraño mucho, y todo el mundo debe extrañar, es, que los Lulistas, que tienen presentes esos cien Aforismos, y hallan en ellos una Física superior a todo lo que hemos estudiado, no manifiesten al mundo las investigaciones, y descubrimientos, que han hecho en la dilatada esfera de los objetos sensibles por medio de esa Física superior. Ya que hasta ahora no lo hicieron, yo les ruego encarecidamente que lo hagan, siquiera para confundir a tantos Filósofos modernos, que en las Historias de las Academias, y otros Escritos, nos están quebrando cada día la cabeza con que descubrieron en este animal, en aquella planta, en tal mineral una, u otra fruslería. Salga esa Física superior a descubrirlo todo de una vez, y ahorrarnos a los que somos curiosos de noticias Físicas lo que gastamos en muchísimos libros, que nos las ministran con harta escasez.

76. Pero dejémonos de chanzas unos, y otros. Lo que está patente a los ojos es, que los Lulistas no nos pueden mostrar entre los suyos un hombre tan grande; ni en Teología Escolástica, ni en la Dogmática, ni en la exposición de la Escritura, ni en Jurisprudencia Civil, o Canónica, ni en Filosofía, ni en Matemática, &c. como los que podemos mostrarles a centenares, que fueron insignes en dichas Facultades, habiendo procedido en sus estudios por el camino trillado. ¿Qué utilidad, pues, se saca del método particular de Lulio? Acaso, no sólo es inútil, sino nocivo; porque empeñando a sus aficionados en desenmarañar sus ambages, y aclarar sus tinieblas, les hará gastar mucho tiempo, que con mayor utilidad emplearían en otras tareas. De que se puede inferir, que acaso algunos Lulistas dejaron de ser mayores de lo que fueron, sólo porque fueron Lulistas, porque tendrían ingenio para descollarse mucho en [190] algunas Facultades, dados enteramente a su estudio, y no lo lograron, por atarearle a ilustrar confesiones, y girar por los laberintos.

77. Esto es lo que siento del Arte de Lulio, dentro de la cual contengo, y he contenido siempre mi censura. Déjole, y siempre he dejado a salvo a Lulio su santidad, su martirio, y su culto, como consta claramente de aquella Carta mía, sobre que han hecho los Apologistas tanto ruido. También se ve en ella, que no he tomado partido en la cuestión de si la Doctrina de Lulio contiene los errores, que se le han atribuido. Por lo que no puedo menos de admirar lo que el Doctísimo, y Reverendísimo Padre Maestro Fray Miguel de San Joseph (a quien por otra parte debo esclarecidas honras, y en el mismo Escrito, que voy a citar, un ilustre epíteto, que no merezco) dice en la Aprobación, que dio al libro, en que se incorporó la Apología Luliana; esto es, que a algunos hombres graves, que en esta causa pueden mirarse como indiferentes, pareció haber excedido yo en la censura que pronuncié tocante a la persona, y doctrina del Venerable Raimundo.

78. Sobre lo que yo no puedo discurrir otra cosa, sino que acaso esos hombres graves no serían indiferentes como parecían. Porque ¿cómo puede darse por excesiva mi censura, sin declarar, que aún es más excesiva la de Wadingo? Este grande Analista dijo del Arte de Lulio lo mismo que yo; y demás de eso dijo, que su doctrina contiene proposiciones dignas de censura Teológica, en que yo no me metí.

79. Más: Wadingo repele el argumento, que a favor de la santidad de la doctrina de Lulio se toma de aquel Congreso de Doctores Dominicanos, y Franciscanos, y que los Apologistas representan con tanta pompa: repele, digo, aquel argumento, diciendo, que aquellos Doctores sólo absolvieron a Lulio de la nota de tres proposiciones, que le imputaban, dejando sin examen, y crisis las ciento, que le acusó Eimerico, y de las cuales [191] confiesa el mismo Wadingo, que algunas son censurables, y se hallan realmente en las Obras de Lulio. Pudiera yo haber dicho lo mismo en mi Carta, y lo callé.

80. Finalmente, ¿cómo pueden suponer sujetos desprendidos de toda parcialidad, que yo extendí la censura, no sólo a la doctrina, mas aun a la persona de Lulio? Lo cual no sé cómo puede ser, habiendo dejado mi pluma intactos su santidad, su martirio, y su culto.

81. Mas lo que sobre todo admiro, y debo admirar, es, que una Crítica tan ceñida haya desazonado tanto a los Apologistas, que no pudiesen abstenerse en su Escrito de expresiones injuriosas, y satíricas. ¿Quién esperaría esto de los Apologistas, y tales Apologistas? Esto es, educados en aquella tan grande Escuela de modestia, paciencia, y humildad, que no conoce la Iglesia de Dios otra mayor. Tantae ne animis caelestibus irae?

82. No me detengo en aquel aire insultante, que reina en toda la Apología; porque al fin es un artificio harto vulgarizado en nuestra España, cuando en una contienda literaria faltan buenas pruebas, procurar imponer con una estudiada ostentación de triunfo a los lectores. Pero es muy de otro calibre lo de el Adonis del Padre Maestro el Hereje Bacon de Verulamio, y lo de tratarme de Escritor engañoso. Así lo dicen, ni más claro, ni más turbio, en la Introducción al Catálogo. De todo ello elegiremos lo que nos pareciere más conveniente, para que conste al Orbe literario cuánto puede sugerir engañoso un Escritor tan engañado. Supongo que la voz engañoso lo mismo significa en Valencia, que en Castilla. Consuélome con el testimonio de mi conciencia, y con la certeza, que tengo, de que es de muy diferente opinión en cuanto a esta parte el Orbe literario.

83. Y para mostrar a los Apologistas cuán engañados están en reputarme engañoso, les daré una prueba evidente de mi sinceridad, y buena fe, confesando que [192] padecí equivocación en lo que dije, que el Arte de Lulio en ninguna parte del mundo logró, ni logra enseñanza pública, exceptuando la Isla de Mallorca. Creía poder escribirlo así, no sólo del tiempo presente, mas también del pasado. Los Apologistas me avisan, que tuvo la doctrina de Lulio en otros tiempos enseñanza pública, demás de Mallorca, en París, Valencia, y Barcelona. Creo haya sido así; y por mí téngase lo dicho por no dicho.

84. Pero pienso que los Apologistas no echaron bien las cuentas, sobre si convenía, o no a su causa dar al público esta noticia, e improperarme a mí esta falta. Que la doctrina de Lulio no se estableciese en aquellas Universidades no induce en ella algún deshonor; ya porque pedía no ser conocida; ya porque aunque lo fuese, innovaciones de esta especie suelen encontrar grandes dificultades. Pero que después de admitida, y puesta en posesión de Cátedras, se despojase, y repeliese, tiene sus apariencias de desaire, y ajamiento. Turpius eiicitur, quam non admittitur hospes. Es verosímil, que sin conocerla la admitieron; y es, no sólo verosímil, sino cierto, que conocida la despidieron. Consideren los Apologistas si el consiguiente, que de aquí se puede inferir, es favorable, o al contrario poco decoroso a la doctrina de Lulio.

85. También juzgo que se durmió algo la advertencia de los Apologistas en el elogio, que hicieron de la Universidad de Mallorca, creyéndole conducente a su intento, cuando muchos inferirán lo contrario. Así dicen página 30 : Demos que sólo la lograra (enseñanza pública) en Mallorca. En tal Universidad se ha criado el Eminentísimo Señor Cardenal Pipia, algunos Obispos, e Inquisidores, muchísimos Canónigos, Prelados de las Religiones, y Curas. Estos últimos los más son Lulistas en aquella Isla. ¿No bastaría eso para no publicar la incauta Crítica del Padre Rapin, y la mordaz insolente del Hereje Bacon? Digo que no basta, con licencia de sus [193] Reverendísimas. Y debajo de las misma venia añado, que la nota de incauta más adaptable es a la pregunta de sus Reverendísimas, que a la Crítica del Padre Rapin. ¿Qué hace a la cuestión, que de la Universidad de Mallorca hayan salido Curas, Canónigos, Prelados de las Religiones, Inquisidores, Obispos, y Cardenales? ¿He dicho yo por ventura, ni pensado nadie, que los Lulistas, por tales, sean ineptos para las Prelacías, y Dignidades Eclesiásticas, aunque se incluya en ellas la Pontificia? Pues si no lo he dicho, ni pensado nadie, ¿a qué viene esa enumeración de Dignidades, e interrogación declamatoria subseguida a ella?

86. Lo peor es, que no hayan advertido sus Reverendísimas, que en ese panegírico de la Universidad de Mallorca dejaron un vacío horrendo, que puede perjudicar mucho a su causa, y en que no pueden menos de reparar los lectores. Es manifiesto a todos, que lo único que hacía al caso en el elogio de la Universidad de Mallorca, para que de él resultase alguna prueba de la gran utilidad, que preconizan en la doctrina de Lulio, no era producir Curas, Canónigos, Obispos, &c. sino algunos pocos, o muchos Sabios de primer orden, o Escritores insignes educados en aquella Universidad. ¿Qué discurrirán, pues, los lectores al ver en orden a este punto, pues es el único esencial, tan alto silencio? ¿O que los Apologistas no advirtieron, que esto era lo único, que importaba al intento, o que no produjeron al público hombres del aquel carácter, hijos de la Universidad de Mallorca, porque no los hallaron; y si se les hiciese increíble lo primero, necesariamente asentirán a lo segundo.

87. Ni aun bastaría señalarnos con el dedo algunos sujetos. Sería menester juntamente la testificación de que fueron Lulistas. En la Universidad de Mallorca, no sólo se lee la doctrina de Lulio, mas también las de otras Escuelas, que tienen en ella sus Cátedras, como no ignoran los Apologistas. Con que el que tal, o [194] tal Escritor insigne haya salido de la Universidad de Mallorca, nada prueba a favor de la doctrina de Lulio, si no se prueba juntamente que fue Sectario de Lulio. Hay también en Mallorca muchas Comunidades Regulares, donde enseñan las Ciencias, y en que cada Religión sigue la doctrina de su Escuela. Por consiguiente no deben entrar en la cuenta los hombres grandes, que hayan producido las Religiones en la Ciudad, o Isla de Mallorca. Harán estos honor a su Religión, y a su Patria, mas no a la doctrina de Lulio. Digo esto, por haber entrado los Apologistas en cuenta, para lustre de la doctrina Luliana, al Eminentísimo Cardenal Pipia, de quien yo no creo, que siendo hijo de la grande Religión de Santo Domingo, siguiese otra doctrina, que la de su Escuela Tomística.

88. Excelentísimo Señor: Volviendo a dirigir a V. E. la plática, que suspendí muy desde los principios de esta dilatada Carta, para enderezarla a mis contrarios; porque quien se halla en un combate, mientras éste dura, no aparta los ojos del enemigo, aun para mirar aquel, por cuyo orden pelea, en caso de hallarse presente; me parece haber satisfecho a V. E. a mis Impugnadores, y a mí. A.V. E. obedeciéndole lo mejor que pude; a mis Impugnadores, rebatiendo eficazmente cuanto me opusieron; y a mí mismo, conteniendo la defensa en los términos de inculpable, pues no se hallará que en toda ella haya resbalado la pluma a alguna voz ofensiva, o injuriosa, aunque los Impugnadores no guardaron hacia mí esta moderación. V. E. ordene todo lo demás que gustare, sobre el seguro de que yo nunca miraré mi obediencia como mérito; antes como nuevo favor de V. E. el ponerme con sus preceptos en el gustoso, y honroso ejercicio de servirle.

Nuestro Señor guarde a V. E. muchos años, &c. [195]

Apéndice

89. Habiendo después de concluida esta Carta mostrándola a un docto amigo mío, el cual había leído la que sobre Lulio estampé en el primer Tomo, juntamente con la Apología de sus Defensores, aunque extrañó su queja, y resentimiento, me dijo, que acaso éste recaería sobre no haberme yo explicado positivamente a favor de Lulio en los asuntos en que le propuse objeto problemático; lo cual colegía de la indignación con que recibieron esta expresión, y manifestada, pag. 7. cuando dicen: No excusa el atrevimiento decir, que su persona, y doctrina es objeto problemático. Y para descubrir con más ardimiento su enojo, prosiguiendo inmediatamente: También lo fue Christo nuestro Señor, &c. Símil, que sólo pudo dictar una ira muy encendida, por la enorme disparidad que hay entre ser problemático para Fieles por una parte, e Infieles por otra; y serlo para Católicos doctos, y graves por una, y otra parte.

90. ¿Pero cómo se pueden quejar de eso los Apologistas? le respondí entonces, y repito ahora. ¿No alegan ellos como favorable a Lulio a los Bolandistas? Pues estos tanto representan como yo objeto problemático a Lulio, y tan suspensos quedan como yo en orden a tomar partido. Así dicen, tratando de Lulio en el num. 2: Anceps certe, & scrupulosa videri potest ea Provincia, & ita Wadingo olim visa est, illius homines vitam scribere, quem Autores toto Orbe Catholico receptissimi clamitant atro calculo in alvum Haereticorum reiiciendum, quidquid alli non minus docti, piique passim tamquam Doctorem Iluminatissimum: Rex Franciae Phylippus Pulcher, Organum Santi spiritus, Doctoremque divinitus illustratum; Alphonsus Magnus Rex Aragoniae, Doctorem egregium; Zurita Magnum inventorem docendi novam Phylosophiae Artem, Disciplinarumque liberalium, divinarumque litterarum per novas revelationes, atque [196] mysteria; alii denique Tubam Spiritus sancti, Organum Dei, Fontem veritatis, Lampadem Fidei, Eclesiae restauratorem, tamquam Martyrem, inclytum voce, & scriptis publice, & palam extollant, colant, venerentur.

91. Ve ahí bien claramente propuesto a Lulio como objeto problemático, en que los Bolandistas representan por el partido contrario a Lulio, y que le abominan como Hereje, no unos Judíos, infieles, o Ignorantes, sino Autores, plausibles en todo el Orbe Cristiano: Auctores toto Orbe Catholico receptissimi.

92. Hemos visto propuesto el problema. ¿Qué resuelven en él los Bolandistas? Lo mismo que yo, abstenerse de tomar partido. Nótese lo que se sigue: Una supererat, eaque tutior via Nicolao Antonio magnopere probata, nempe ex praefati Wadingi iudicio ita res tota proponeretur, ut suspenso veluti pede procedendo, & sua Lulio staret fama, & adversariis non plus detraheretur, quam exigeret spinosi intrincantique dissidii componendi necessitas. Ec fecit ea circunspectio, ut Annalista ille, necnon Recentior rerum Maioricarum Historiographus Vicentius Mut, aliique Raimundo adict: potius quam adversantes, ab omnibus his ornamentis, seu appelationibus abstineant, quae ei, aut martyrii titulo, aut Beati Sanctive nomine adscriberentur. ¿Por qué ha de ser en mi delito lo que no lo fue, ni en los Bolandistas, ni en Don Nicolás Antonio? Donde es dignísimo de notarse, que los Apologistas citan como favorable a Lulio, y como que militan contra mí, a Wadingo, Don Nicolás Antonio, y Bolandistas.

93. Quisiera yo también saber si se quejan de su mismo Aprobante el Reverendísimo Padre Maestro Fray Miguel de San Joseph, quien en la misma Aprobación de la Apología dice lo siguiente: La persona del V. Raimundo se halla colocada como en un grado medio de veneración, que no siendo suficiente para eximirla del público, y canónico examen, y discusión de la Iglesia, lo debe ser, para que ya no esté sujeta a la variedad, y libre expresión [197] de los juicios de los hombres prudentes, acostumbrados a someter sus particulares dictámenes en las causas que se reservó la autoridad de los Superiores. Dije hallarse el V. Raimundo en un grado medio de veneración; porque si bien goza de culto público en Mallorca, no sólo antiguo, sino también continuado, quizás sin interrupción, y con permisión, y tolerancia de los Señores Obispos, Inquisidores, &c. Todavía esto no basta para contarle en el número de los Beatificados con alguna de las dos especies de Beatificación, que distinguen los Doctores. En esta materia la Sede Apostólica aún no ha pronunciado su proprio juicio; y si le queremos interpretar por argumentos externos, según el presente estado de la causa, el sentir de un Doctor de exquisitísima prudencia, y sabiduría, es, que no sin prudente, y legítima sospecha se puede presumir, que la Sede Apostólica incline más a desaprobar, que a confirmar el culto, que se da en Mallorca al V. Raimundo Lulio. Quien esto afirma modernamente, aunque con sólo el magisterio de Doctor particular, es el mismo que hoy veneramos dignísimo Sucesor de San Pedro, y Maestro común de los Fieles.

94. Aun con algo más de expresión se explica este doctísimo Trinitario en su Bibliografía Crítica, Tom. 3. donde extractando la gran obra de Beatificatione, & Canonizatione Servorum Dei de nuestro Santísimo Padre, al presente reinante, a la pág. 531. toca este punto; y siguiendo siempre aquella gran autoridad, dice, que la tolerancia de los Obispos de Mallorca, respecto del culto de Raimundo, acaso se ha continuado por el motivo de evitar mayores males: Una cum Episcoporum Majoricensium tolerantia, numquam forte dimissa, majorum timore malorum; y absolutamente pronuncia, que Raimundo no puede contarse por beatificado: Illum inter Beatificatos recenseri non posse.

95. Ahora bien. Aquí tienen los Apologistas a la vista Autores graves Católicos, que cuentan a Lulio entre los Herejes: Quem Auctores toto Orbe Catholico [198] receptissimi clamitant atro calculo in album Haereticorum rejiciendum. Y aunque sólo los citan, suppresis nominibus, los Bolandistas, bien pudiera yo nombrar hasta cuatro. ¿Dije yo algo de esto? Nada menos. Antes cito con aprobación a Moreri, que dice, que algunos Autores, que absolutamente le tratan de Hereje, pudieron equivocarse con otro Raimundo Lulio, llamado por renombre Neofito. Pero en esto tengo que corregir ahora la equivocación de Moreri, y la mía: porque ya sé que a este segundo Raimundo nunca en las Bulas Pontificias se dio el renombre de Lulio, lo que asegura nuestro Santísimo Padre, citado por el Padre San Joseph, ubi supra; donde por consiguiente desaprueba la conjetura del Padre Theófilo Raynaudo (la misma de Moreri), de que a Raimundo Lulio se atribuyeron falsamente los errores propios de Raimundo Neophyto, o de Tarraga. Nec nostro probatur conjectura Theophili Raynaudi, persuadere volentis, errores cujusdam Raymundi Lulli de Tarraga a Gregorio XI. condemnatos, fuisse Raimundo Lulio, de quo nunc est quaestio, falso adscriptos.

96. Tiene asimismo a la vista gravísimos Autores, que aunque no imponen a Lulio la nota de Hereje, le niegan la Beatificación, y se inclinan a que el culto que se le da en Mallorca, no es legítimo; en que el dictamen de nuestro Santísimo Padre, aunque como Doctor particular, es de grandísimo peso, por haber estudiado la materia de Beatificación, y Canonización con la especialísima aplicación, que era menester para producir seis Tomos en folio sobre esta materia. ¿Dije yo tampoco esto en mi execrada Carta? No por cierto. ¿Pues sobre qué son las iras de los Apologistas?

97. ¿Qué dije, pues? Nada sobre el culto, y Beatificación, sino que en Mallorca le veneran como Santo. En cuanto a la nota de herejía absolutamente me declaré contra ella, como es notorio, en aquella cláusula mía: Aun cuando nuestro Raimundo hubiese caído en varios, graves errores, nunca, sin grave injusticia, puede ser tratado [199] como Hereje, pues faltó la pertinacia. En orden a los errores, y Bula condemnatoria de Lulio, propuse simplemente las dos opiniones, y con la cita de Moreri me manifesté algo inclinado a favor de Lulio. Dígame ahora el piadoso Lector, por más piadoso que sea hacia los Apologistas, si vió más injustas iras, que las que estos han explicado hacia mí.

98. Mi censura, pues, se redujo únicamente al Arte de Lulio. ¿Pero qué dije de ella? Lo mismo que Wadingo (este solo que lo dijera, estaría yo bien cubierto con su autoridad) y los demás Autores graves que cité arriba.

99. Si quisieren que ahora me explique más, digo, que en orden al Arte lo dicho dicho. En cuanto a si hay errores, o no en los Escritos de Lulio, me conformo con el dictamen de Wadingo, citado arriba. En orden a Beatificación, y culto sigo el de nuestro Santísimo Padre, y el del Reverendísimo Maestro San Joseph. Y finalmente, en cuanto al martirio de Raimundo, aunque algunos hayan querido disputársele, pronuncio, que no puede negarse sin temeridad, debiendo darse sobre este particular entera fe a las Historias Franciscanas, y Mallorquinas. Por lo cual, y atento todo lo dicho, yo daré siempre con mucho gusto a Raimundo Lulio el epíteto de Venerable, conteniéndome en él, como hace el Reverendísimo San Joseph, sin pasar al de Beato; y como la certeza moral de la fe humana, que me dan las Historias de su Martirio, me ponen en igual creencia de que está gozando de la eterna felicidad, le pido muy de corazón que ruegue a Dios por mí. Dixi.


{Feijoo, Cartas eruditas y curiosas, tomo segundo (1745). Texto según la edición de Madrid 1773 (en la Imprenta Real de la Gazeta, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo segundo (nueva impresión), páginas 158-199.}