Biblioteca del hombre libre 1854-1855
BIBLIOTECA DEL HOMBRE LIBRE.
Colección económica de las obras más selectas de los filósofos, publicistas, historiadores y oradores más eminentes de todas las escuelas y partidos en favor de la civilización, no publicadas hasta ahora, casi todas, en España.
20.000 ejemplares
de todas las obras para España y América, a 1/2 pliego diario
en 4.º, elegante y cómodo, buen papel, letra muy clara, y
con más lectura que los antiguos pliegos de 2 cuartos.
Cada uno un cuarto:
un cuarto diario en Madrid:
baratura no vista en obras de esta clase.
Se repartirán juntas de 8 en 8,
en entregas de 32 páginas cobrando 2 mrs. más
para cubiertas de tomo y restos de obra.
En provincia solo 2 cuartos más
en entrega para franqueo, &c.
Las entregas ilustradas
con viñetas en el texto o láminas aparte
solo tendrán de menos el valor de estas.
No se exige depósito ni anticipio,
y se puede interrumpir la suscrición.
Empezará en enero, sin fijar día,
y seguirá con puntualidad semanalmente.
PROSPECTO.
Esta Biblioteca no va a publicarse a los lectores frívolos que buscan en los libros un mero pasatiempo, ni a despertar pasiones alarmantes. Se dirige a los que quieren instrucción sólida y provechosa, y se interesan de corazón en la ventura de su país y en el progreso de la humanidad. Estos son para nosotros los verdaderos hombres libres; dictado que ningún espíritu ilustrado rechaza en la acepción recta en que lo usamos, en la cual, por el contrario, a todos honra.
Entre todas cuantas obras puede producir la inteligencia humana, ningunas, sin duda, deben excitar tanto la atención del lector grave y reflexivo como las que se consagran directamente al mejoramiento del hombre, al perfeccionamiento de la sociedad y al desarrollo de la civilización. De esta clase únicamente son las que nosotros vamos a publicar.
Cualquiera que haya sido la escuela o el partido en que militó el autor, sus obras vendrán a ocupar un lugar en esta Biblioteca, porque ella no reconoce diferencias entre cuantos han trabajado con el santo objeto de emancipar el espíritu humano y la sociedad. De todos es la obra gloriosa de la civilización. Y así nuestra Biblioteca encerrará esa brillante galería de inteligencias privilegiadas y corazones generosos que han ido iluminando y alentando a los pueblos en su penosa, pero progresiva, marcha providencial{1}.
De sus obras, empero, solo publicaremos las más célebres, o que tengan por asunto un grande hecho social o una mira elevada, pues no queremos hermanar libros contradictorios, ni hacer interminable la Biblioteca.
De esta clase de obras, unas se han impreso ya en España muchas veces y agotado rápidamente, como las de Rousseau y Volney; otras, la mayor parte, no se han publicado nunca, y van a abrir seguramente un nuevo y dilatado campo al estudio y a las reflexiones del lector, enriqueciendo su inteligencia.
También daremos obras origínales de mérito garantido, va sobre algunos puntos históricos importantes de nuestra España, no bien esclarecidos todavía, ya sobre otros de su organización política y social, no mejor estudiados, y que influyen de una manera lamentable en nuestro estado actual.
Las que en virtud de la ley deban ser, antes de su publicación, sometidas a la censura de las autoridades civil y eclesiástica, saldrán con este requisito, y si su dictamen nos obligase a desistir o hacer alguna supresión, la advertiríamos oportunamente; así como cuidaríamos de repararla al punto gratis, sí después la ley llegara a permitírnoslo.
Por todo esto que llevamos dicho, se deja conocer que nuestra Biblioteca no es hija de una empresa puramente comercial, y que se propone una mira tan noble y tan fecunda como corresponde a toda empresa verdaderamente literaria; mira que va a ser satisfecha por los medios más eficaces. Publicar exclusivamente obras de reconocido mérito e interés no transitorio, que tengan un valor constante, así en nuestros almacenes como en los estantes del suscritor, porque no puedan darse ya más baratas; y asegurar de esta manera un gran consumo para obtener nosotros en el beneficio total una recompensa proporcionada y justa del trabajo y del capital empleados: tal es la base de nuestro pensamiento mercantil y la explicación de la baratura de nuestras obras, jamás conocida dentro ni fuera de España en libros de esta clase, cuya publicación lleva consigo riesgos y vicisitudes que no tienen los demás.
De esta manera conseguiremos suministrar a todas las clases, aun las menos acaudaladas, una instrucción que nunca más que hoy han necesitado. Hasta ahora se podía pertenecer a una opinión sin poseerla, o afiliarse por solo el resentimiento ola simpatía en un partido; pero cuando se disputa con tan tenaz y artificioso empeño a las ideas modernas sus beneficios, preciso es que todos nos pongamos en estado de luchar con sus enemigos y defender las conquistes de la civilización. Contribuiremos así también del modo más directo a crear esa opinión pública ilustrada y poderosa, que tanto echan de menos en España los que aman de veras las instituciones liberales.
No queremos concluir sin manifestar aquí que recibiremos con agradecimiento las observaciones y los consejos que se nos dirijan por cuantos deseen la cumplida realización de los elevados fines que se propone la empresa de la Biblioteca del hombre libre.
{1} Véase en prueba el variado catálogo de excelentes obras que va al fin del prospecto. Constituyen verdaderamente, con otras que no podemos incluir allí, la biblioteca de todo hombre ilustrado.
(La Nación. Periódico progresista constitucional, Madrid, martes 3 de enero de 1854, pág. 4.)
1854 «Biblioteca del Hombre libre. [el Prospecto antes transcrito +] Medios de suscribirse. En Madrid, por medio de los repartidores de este prospecto o en las librerías de Mr. Bailly-Bailliere, Monier, Cuesta y Pasaje de Espoz y Mina. En provincias, por uno de los dos medios siguientes: 1.º Las principales librerías de España y personas dedicadas a este comercio. 2.º Dirigiéndose el mismo suscritor a la Biblioteca con el importe por lo menos de ocho entregas, diez reales, bien sea en libranza de Correo casa de comercio, bien en sellos de franqueo de cartas, que se expenden en todos los estancos. Estos medios, que se proponen en favor de los habitantes de las poblaciones pequeñas, pueden usarlas cualesquiera otros; pero advertimos (únicamente a los que nos manden sellos) que conviene lo hagan por conducto de algún amigo que tengan en la corte, porque si nos los mandasen directamente y hubiese extravío, ni a ellos constaría su recibo, ni nosotros podríamos acusarle. Los demás, directamente. Correspondencia. Toda se dirigirá franca con el siguiente sobre: A don Manuel Somoza, administrador de la Biblioteca del Hombre libre. Carmen 36 y 38, Madrid. Primeras obras. Ningunas nos han parecido tan propias para inaugurar esta colección como las celebradas palabras de un creyente y el libro del pueblo, del sabio y virtuoso Lamennais: de las cuales la primera ha sido ya traducida, entre otros, por el malogrado Fígaro (Larra). Es imposible leerlas sin apasionarse de su autor, y desear conocer otras. Nosotros daremos lo más escogido de sus escritos, clasificándolos y ordenándolos. Las palabras cuestan hoy 6 rs. sin ilustrar, y en esta Biblioteca saldrán con láminas en solo dos entregas. Para después, en la esperanza de que la guerra de Oriente tomará incremento hasta las proporciones de un acontecimiento europeo, cuya solución a todos interese, estamos preparando las dos historias de más nombradía entre las pocas que sobre Turquía y Rusia se han escrito, y las daremos ilustradas con preciosas láminas.» (El Clamor Público, Madrid, jueves 5 enero 1854, pág. 4.)
«Se ha introducido en nuestra redacción el prospecto de una Biblioteca, del que queremos dar cuenta a nuestros lectores, para que se convenzan de los progresos que hace entre nosotros la ilustración. A la cabeza de este papel se ve delineado una especie de pasaje, con un frontispicio en cuya parte superior se lee: Biblioteca del hombre libre; en el intercolumnio de la izquierda los nombres de Moisés, Platón, Jesucristo, Plutarco, Tácito, Mahoma, Lutero, Rousseau, Voltaire, Feijóo, y en el de la derecha los de Franklin, Kant, Mirabeau, Bentham, Marina, Llorente, Fourrier, Lamennais, Proudhon, Lamartine. Debajo de este grabado, y como ampliación del título de Biblioteca del hombre libre prosigue diciendo el prospecto: Colección económica de las obras más selectas de los filósofos, publicistas, historiadores y oradores más eminentes de todas las escuelas y partidos, en favor de la civilización, no publicadas hasta ahora, casi todas, en España. Nada habría en todo esto que no se prestara al ridículo si cupiera ridiculizar únicamente el sacrilegio de mezclar el augusto y venerando nombre del Hijo de Dios con el de Mahoma, de Lutero y de Voltaire, con el de Kant, Fourrier y Proudhon. Y ¿qué objeto tiene esa profanación inmunda? Si la Biblioteca que se anuncia ha de componerse de obras de filósofos, publicistas, historiadores y oradores, ¿bajo qué concepto presenta el editor a Jesucristo? ¿Qué concepto desea expresar acerca de la religión que nuestro adorable Salvador fundara? ¿Qué halla de común entre Jesús y Mahoma, entre las obras del Redentor del mundo y las de los alborotadores del mundo? Y luego, ¿qué culpa ha cometido el inofensivo Franklin, que no escribió más, si no nos equivocamos, que una Memoria para dar a conocer la teoría del rayo, tal como él la comprendió, para verse confundido con Proudhon y con Lutero? ¿Qué pecado se quiere castigar en nuestro ínclito Feijóo, atando su respetable nombre al del visionario Fourrier, al del inconstante Lamennais, al del apasionado Llorente, y a esos otros que deshonraron las ciencias, la crítica, la moral o la humanidad? Convengamos en que, o el editor no conoce bastante los nombres propios que ha hecho grabar en la portada de su Biblioteca, o, conociéndolos, mira con absoluta indiferencia la verdad y el error, el mal y el bien, la fealdad y la belleza. Lo mismo podría decirse del catálogo de las obras que han de formar la dichosa Biblioteca, no obstante que el editor afirma de ellas, primero, ser las más selectas, cualidad en que ignorábamos cupiese el más o el menos; y segundo, no estar publicadas casi todas en España, circunstancia que entenderíamos bien si se hubiera puesto ninguna en vez de todas. En cuanto a lo selecto de las obras, puede servir de muestra el anunciar entre las de Lamennais el Ensayo sobre la indiferencia en materia de religión, y De los males de la Iglesia y la sociedad, con Libertad religiosa y Palabras de un creyente. Respecto de hallarse casi todas sin publicar en España, bastará decir que de sesenta autores que cita el catálogo, más de la mitad son conocidos entre nosotros, o por haber escrito en español, o por haberse traducido alguna de sus obras. No queremos hablar de la índole de las obras, porque creemos no llegue a publicarse semejante Biblioteca, y si se publicara, estamos seguros de que la autoridad eclesiástica no autorizaría la reproducción de obras condenadas por la Iglesia, como lo están en su mayor parte las que se anuncian, y de que la autoridad civil negaría su permiso para que circulasen libros cuya expendición tiene ahora prohibida. Sin embargo, sirva de aviso el proyecto a los que creen apagado el primitivo ardor de la propaganda revolucionaria para introducir en la Península española las doctrinas disolventes del protestantismo y del socialismo.» (La Esperanza. Periódico monárquico, Madrid, sábado 7 enero 1854, pág. 1.)
«La Esperanza, que, no por tener la vista fija sobre el porvenir, descuida lo presente, ha sido acometida de calambres epilépticos al ver introducirse en su redacción el prospecto de la nueva Biblioteca del hombre libre, que anunciamos días atrás. El atrevimiento no es para menos, sin duda; pero también es cierto que los temperamentos delicados, como el de nuestra seráfica hermana, se alarman muchas veces con peligros imaginarios. La compasión que tenemos a tan desgraciadas idiosincrasias y el deber de galantería, tan imperioso para todo español, por negro que sea, nos obligan a acudir a su socorro con algunas observaciones, que tal vez eviten se conviertan en síncope funesto las primeras convulsiones. Lo que mas al parecer la ha asustado es la viñeta de la cabecera, que representa el frontispicio de la Biblioteca del hombre libre, en el cual se ven los nombres históricos más célebres. ¿Por qué se comete el sacrilegio, pregunta acongojada, de juntar el nombre del Hijo de Dios con los de Mahoma, Lutero, &c.? Si la biblioteca se ha de componer de obras de filósofos, publicistas, &c. ¿Bajo qué concepto se presenta a Jesucristo? ¿qué se halla de común entre las obras del Redentor y las de los alborotadores del mundo? Pero señora, sosiéguese Vd. y advierta, que la simple inscripción de los nombres, ni encierra sacrilegio, como no lo hay en que la misma Esperanza los haya puesto en su artículo, ni quiere decir que hayan escrito obras, y por consiguiente, que vayan a publicarse. Para inscribirlos basta que sean nombres históricos, cualidad que no les negará la Esperanza, y que sobre esos personajes se hayan escrito obras selectas. Cálmese Vd., pues, que el vestigio no era más que una figura contrahecha dibujada por el miedo. Y ahora ya comprenderá nuestro cofrade que si aparece Franklin entre ellos, será también porque sus virtudes, sus estudios y su vida, han sido objeto de una obrita notable que, no por serle a él desconocida, deja de existir. En cuanto al P. Feijoó, no solo no tiene nada de extraño, sino que es consiguiente la inclusión de su célebre Teatro crítico en una biblioteca que se propone publicar las obras que más han contribuido al desarrollo de la civilización. Por esto mismo es por lo que anuncia obras que La Esperanza, en medio de su turbación, no comprende cómo pueden ser selectas, aunque difieran mas o menos en su espíritu. Solo así se justificaría el que habrán de figurar los autores “más eminentes de todas las escuelas, y partidos,” con tal que hayan redundado sus obras “en favor de la civilización,” como dice el mismo prospecto que leyó o principió a leer la devota Esperanza. La mayor parte de estas obras, por más que no diga su merced, no se han dado nunca a luz en España: se lo aseguramos nosotros, que somos mas voto que ella en la materia. Y por consiguiente, se hace un señalado servicio al país con su publicación. Que se publicarán no lo dudamos, a pesar de los paroxismos de La Esperanza y sus caritativas indicaciones, porque los editores ya cuentan con la aduana de las censuras a que en estos bienaventurados tiempos está sujeto el pensamiento. Bien claro dice el prospecto que acudirán oportunamente a pedir la venia de sus paternidades. Por conclusión, diremos a La Esperanza con toda formalidad, que artículos como el suyo es lo que apetecen los editores hábiles para llamar la atención del público; y no tendría nada de extraño que nuestra cándida hermana haya sido víctima de este inocente ardid.» (La Nación. Periódico progresista constitucional, Madrid, martes 10 de enero de 1854, pág. 1.)
«Librería de Gelabert. Plaza de Cort. Suscriciones. Biblioteca del hombre libre, colección económica de las obras más selectas de los filósofos, publicistas, historiadores, oradores más eminentes de todas las escuelas y partidos en favor de la civilización, no publicadas hasta ahora, casi todas en España.» (El Genio de la Libertad, Palma, viernes 27 enero 1854, pág. 4 = 31 enero, 2 febrero.)
«Palabras de un creyente. Hemos visto la primera entrega de la nueva edición de esta célebre obra de Lamennais con que ha inaugurado su publicación la Biblioteca del hombre libre, y nos ha llamado la atención así lo esmerado de la impresión, como lo correcto de la nueva traducción, aún cuando consideremos que habrá facilitado el trabajo la tan conocida de Fígaro.» (La Nación. Periódico progresista constitucional, Madrid, domingo 29 de enero de 1854, pág. 3)
«Con el título de Biblioteca del hombre libre, que más debiera llamarse del hombre libertino, ha circulado en Madrid, y circula con profusión en la provincia de Sevilla, en una de cuyas librerías se ostenta un lujoso anuncio, el prospecto de la colección de varias obras, que se llaman más selectas de los filósofos, publicistas, historiadores y oradores más eminentes de todas las escuelas y partidos en favor de la civilización. El título solo de la portada colocado en el frontispicio de la lámina que encabeza el prospecto, excitó nuestra curiosidad y nuestros temores por el abuso que se hace de las palabras hombre libre y libertad, que son casi sinónimo de libertinaje, y de las voces filósofos, publicistas, historiadores y oradores, nombres con que hoy se decoran los sofistas, los revolucionarios, los chismógrafos y biógrafos aduladores, y esa cáfila de tanto y tanto charlatán que con fórmulas y palabras vacías de sentido han aspirado a regenerar el mundo. Para convencernos de la excesiva ligereza, por no decir falta de respeto, con que se ha procedido en la formación de este prospecto, basta fijar la vista en ambos intercolumnios del gran arco que figura la entrada a una biblioteca, en que se hallan escritos los nombres de Moisés y de Jesucristo, juntos con los de Mahoma, Lutero, Rosseau y Voltaire, si bien no extrañamos tanto ver asociados a Bentham con Mazzini, a Llorente con Lamenais y a Proudhon con Fourier y Lamartine.» (León Carbonero y Sol, “Nuevos ataques dirigidos al dogma y a la moral en la Biblioteca del hombre libre, La Cruz, Sevilla, febrero de 1854, págs. 176-182.)
«Tolerancia e ilustración. El aviso dirigido por La Esperanza al clero contra la Biblioteca del hombre libre, ha sido oído como era de esperar. Dos de nuestros corresponsales, uno de Cataluña y otro de la provincia de Salamanca, nos escriben que varios clérigos, por supuesto de los más ilustrados, han visto sus carteles como un endemoniado la cruz, y poco falta para que prediquen desde el púlpito contra las letras que componen el malhadado título.» (La Nación. Periódico progresista constitucional, Madrid, jueves 2 de febrero de 1854, pág. 3)
«Por desgracia no ha surtido efecto alguno la advertencia que hicimos a uno de nuestros colegas para que dejase de publicar las Palabras de un creyente; pues ha seguido publicándolas y hoy vemos que las termina. Nosotros repetiremos que esa obra fue condenada por Gregorio XVI en su Encíclica Singulari nos de 25 de junio de 1834.» (El Católico. Periódico religioso y monárquico, Madrid, viernes 3 febrero 1854, pág. 1.)
«El título solo, a falta de otros datos, bastaría para hacer que cualquier persona no despreocupada entrase en sospechas acerca de las tendencias del proyecto. Hombre-libre, en el lenguaje revolucionario, significa el hombre que exagera los derechos a la libertad hasta los últimos límites que la coartan. Hombre-libre se dice el que profesa la supremacía del ser humano sobre todos los demás seres, su independencia absoluta de toda ley, de toda autoridad, y el derecho de cada hombre a hacer que prevalezca su voluntad sobre las voluntades creadas e increadas. Hombre-libre se llamaba el individuo de los clubs establecidos en Francia durante la monarquía de julio, y se llama aun el que pertenece a los de Londres y Jersey, a los de Alemania y de los Estados-Unidos. Sociedades del hombre-libre, en una palabra, se titulan esas de donde salen los asesinos de Luis Felipe, de Napoleón, y del Emperador de Austria; los de las Reinas de España y de Inglaterra, y recientemente los del Nuncio Apostólico en Cincinnati.» («Respuesta a La Nación sobre la Biblioteca del hombre libre», La Esperanza. Periódico monárquico, Madrid, sábado 4 febrero 1854, pág. 1.)
«La Esperanza, después de dar su correspondiente paseo por la tierra rusa, dedica su segundo artículo a contestar a una gacetilla en que la Nación se había burlado del aviso que dirigía al clero contra la Biblioteca del hombre libre.» (La España, Madrid, domingo 5 febrero 1854, pág. 3.)
«Biblioteca del hombre libre. Colección económica de las obras más selectas de los Filósofos, Publicistas, Historiadores y Oradores más eminentes de todas las escuelas y partidos en favor de la civilización, no publicadas hasta ahora, casi todas, en España. En la librería de Vázquez, donde se admiten suscriciones, están también de manifiesto las entregas publicadas hasta el día.» (Album salmantino, Salamanca, domingo 5 febrero 1854, pág. 16.)
«El Católico encabeza su número con una manifestación igual a la que nosotros hicimos sobre las medidas adoptadas por la autoridad eclesiástica de Madrid a fin de impedir que se publique la Biblioteca del hombre libre, y en particular la obra titulada Palabras de un creyente.» (“Periódicos de la capital. De anteayer”, La Esperanza. Periódico monárquico, Madrid, domingo 6 febrero 1854, pág. 3.)
«Biblioteca del hombre libre. Parece que el arzobispo de Toledo, el vicario de esta diócesis y varios clérigos se han declarado contra esta publicación.» (El Clamor Público, Madrid, lunes 7 febrero 1854, pág. 3.)
«Nuestra cara hermana en Cristo, La Esperanza, nos hace muy a menudo el honor, que en mucho tenemos, de tomar de entre nuestras gacetillas los asuntos para sus artículos de fondo. Porque en una hicimos público que varios clérigos de provincia habían atacado la Biblioteca del hombre libre, apenas de ella tuvieron noticia, Sor Esperanza depone la aparente mansedumbre del coro, y nos increpa con toda la libertad de claustros adentro, y con toda la irritabilidad del sexo, exacerbada con la continencia del voto. Lo que parece haberla irritado principalmente es el epígrafe de tolerancia e ilustración con que calificamos el hecho, y por mucho que nos duela agravar su estado, insistimos en ello y vamos a justificarlo. Ante el sentido común, buena hermana, no demuestra tolerancia ni ilustración quien condene esa u otra biblioteca sin haber visto ninguna de sus obras, con solo ver en las esquinas el cartel; mucho más si en él se dice que contendrá obras de todas las escuelas y partidos que sean en favor de la civilización. Si ha leído el prospecto, la intolerancia es mayor, puesto que en él se dice explícitamente que se pedirá, para todas las obras que lo necesiten, permiso previo a las autoridades civil y eclesiástica. Ante el sentido común, buena hermana, tampoco demuestra tolerancia e ilustración quien condena, por solo sospechas de lo que será lo que con tal título se anuncia, como en medió de vuestra turbación osáis decir. Por sospechas ya no se condena hoy; se condenaba en los tiempos del ominoso Santo Oficio, en aquellos tiempos nefandos, oprobio de las edades que lo consintieron y que no volverán más porque los ha proscrito la indignación de la humanidad entera. Es que hombre-libre, decís, significa el que exagera los derechos a la libertad; el que profesa la supremacía del ser humano sobre todas los demás seres, su independencia absoluta de toda ley, de toda autoridad, y el derecho de cada hombre a hacer que prevalezca su voluntad sobre las voluntades creadas e increadas. Pero esta es la definición que vos dais, y bien se ve que sois profana en la materia. Para nosotros hombre-libre es el que se niega a uncir su razón al yugo de esas preocupaciones absurdas que cometen el sacrilegio de suprimir en el ser humano ese divino destello con que Dios le dotó, es el que no rinde tributo en su conciencia sino a la autoridad legítima, que es la que está conforme con los fines de la creación, y se expresa, en política, por medio del principio de la soberanía nacional; es el que lleva sus derechos a la libertad hasta donde no daña al derecho ajeno; es el que proclama el principio del libre-examen; es, en una palabra, el que quiere conquistar para el hombre la dignidad de tal, como ser inteligente y sociable, porque sin ella no es el hombre otra cosa que un animal más en la escala de los seres. Ya veis que esto no es proclamar la soberanía del ser humano, ni su independencia absoluta de toda ley y autoridad, puesto que se reconoce la dependencia de los poderes legítimos, que son, para nosotros, los que se crean en el ejercicio de la soberanía nacional, reconocida por vos misma cuando con la mano sobre los evangelios jurasteis la Constitución del Estado y a Isabel II como reina constitucional. Es decir, si no hicisteis entonces alguna reserva mental; en cuyo caso también reconocéis la independencia y libertad de la razón humana; a cuya consagración aspiran los hombres-libres. Hombres libres, añadís, se titulan los que componen esas sociedades de donde salen los asesinos de Luis Felipe, Napoleón, el emperador de Austria, las reinas de España e Inglaterra, y el nuncio apostólico de Cincinati. Confesamos no encontrarnos tan enterados como nuestra hermana manifiesta estarlo, de la organización y maquinaciones de las sociedades secretas, de las cuales no sabemos más que lo publicado por los periódicos en las respectivas épocas, y no está, ciertamente, tan conforme con lo que de tal modo asegura La Esperanza. Lo que nosotros sabemos es, que los que pusieron el puñal en las manos de Rabaillac, los que encendían y alimentaban con carne humana las hogueras de la inquisición, los que envenenaron a Ganganelli, los que insurreccionaron a los negros del Paraguay en el siglo pasado, los que intentaron el regicidio de José Manuel de Portugal, los que ensangrentaron las calles de Madrid en el motín contra Esquilache, los que en la última guerra serraban las orejas en vida, y resucitaron la inquisición de Cataluña, y celebraron la satánica orgía de Burjasot; todos esos, y muchos otros que sería prolijo enumerar, se llamaban de otra manera. La Esperanza, que conoce la historia y está, al parecer, en los secretos de las sociedades secretas y de otras que no lo son, sabe, sin duda, como se llamaban. En cuanto al horrible regicidio intentado contra la reina constitucional de España, la Esperanza nos permitirá recordarle el traje que vestía hacia cincuenta años el asesino, y advertirle que en la oscuridad que envuelve ese hecho, ella menos que nadie tiene derecho a imputárselo a ninguno de los partidos contrarios. Pero en el caso en cuestión, ni nosotros podemos pretender que la significación de hombre-libre sea la que acabamos de darle, ni está autorizada la Esperanza para hacer de tal título las interpretaciones arbitrarias que, con evangélica intención, estampó en su artículo. Los editores de la Biblioteca principian su prospecto diciendo en qué sentido usan su título, sentido enteramente legal y sensato; y nadie tiene derecho a suponerle otro interpretando las intenciones. Si esto fuera permitido ¿a cuanto no se presta el título de la Esperanza? ¿qué de aspiraciones y proyectos no podríamos atribuirle? Reconocemos que no podemos ni debemos hacerlo, y así nos limitamos a decirle, por conclusión, que en nuestro concepto goza toda la influencia que en la gacetilla le atribuimos, y la consideramos digna de ejercerla sobre todos aquellos a quienes en ella nos referíamos.» (La Nación. Periódico progresista constitucional, Madrid, miércoles 8 de febrero de 1854, pág. 1.)
«Según anunciaban días pasados algunos periódicos, parece que el señor Cardenal arzobispo de Toledo ha reclamado al gobierno contra una colección de obras que con el título de Biblioteca del hombre libre ha comenzado a publicarse en esta capital. Esta noticia excitó desde luego nuestra curiosidad, y procurando conocer la materia de que se trataba, dar por decirlo así, con el cuerpo del delito, cayó en nuestras manos un prospecto, lo cual no era muy difícil respecto de obras de las cuales se han de tirar nada menos que veinte mil ejemplares. Si la tirada del prospecto, que suele ser siempre diez o más veces mayor que la del escrito principal, corresponde a la de las obras, ya podrá figurarse el lector si andarán o no escasos por esos mundos de Dios, para solaz y pasto de las rectas inteligencias. El documento es curioso. Por de pronto nos parece una tontería garrafal, además de otras cosas peores y más graves que ya se han indicado antes de ahora por algún periódico religioso, la extraña mescolanza de nombres propios que se hace en la portada de la Biblioteca. Todos ellos son escritores: no hay uno solo, principiando por MOISÉS, autor del Pentateuco, o por lo menos del Éxodo, de los Números y del Deutoronomio, y acabando por LAMARTINE, autor de las Armonías poéticas y del Civilizador, que no haya escrito algún libro, y esto parece bastante natural, tratándose de ponerlos en el estante de una Biblioteca. JESUCRISTO es el único de quien no se sabe que escribiese nada, a no ser lo que estampó en la arena cuando la mujer adúltera se arrojó a sus pies. De manera que su santo nombre figura entre los escritores, porque el autor del grabado, por ser ignorante, no ha titubeado en aparecer sacrílego. Pasando de la portada al anuncio de las obras de que ha de componerse la Biblioteca, nos encontramos con las de CONSIDERANT, FOURRIER, FLOTTE, KRAUSSE, LECOCTURIER, LEROUX, PECQUEUR y LUIS BLANC, entre los socialistas; D'HOLBACH, VOLNEY, EWEHVECK, SALVADOR, entre los materialistas o impíos; PROUDHON y RIUSSEAU, entre los trastornadores de todo orden social; MAZZINI y ROBESPIERRE, entre los filósofos rojos; MICHELET, QUINET, AIMÉ MARTIN y GIBBON, entre los deístas; y por casualidad, y con extrañeza, nos encontramos con algún nombre como de los FEIJOÓ y MARIANA, que se hallarán no menos admirados que nosotros de encontrarse con tan buena compañía. Bien es verdad que de este último no anuncia la Historia de España, ni ninguna otra obra, sino la Del rey y de la institución real, teniendo cuidado de añadir, sin duda por vía de pasaporte o salvo conducto: obra condenada a las llamas en 1650 por el Parlamento de París. Solo con una nota semejante, podía figurar dignamente el bueno del P. MARIANA en esa colección de las obras más selectas. Lo verdaderamente chistoso, es el anuncio de que los libros que, en virtud de la ley deban ser antes de su publicación sometidos a la censura de las autoridades civil y eclesiástica, saldrán con este requisito. Es una broma de muy buen género, sobre todo para el incauto suscritor. Si se examina con atención el catálogo, apenas pasan de media docena las obras anunciadas que no están prohibidas. Si el editor somete las que tratan de religión a la censura eclesiástica, y las novelas a la censura civil, estamos seguros de que ni una sola de este género verá la luz pública; en cuyo caso, ¿para qué las promete? Únicamente para excitar el apetito del inocente que haya caído en la tentación, un poco antigua, de probar algo del fruto prohibido. Hablando seriamente: o la Biblioteca del hombre libre, es la empresa de un especulador inexperto, que busca suscritores entre los que se inclinan a los malos libros, porque halagan las malas pasiones, o es un pensamiento de propaganda irreligiosa y socialista. En uno y otro caso las reclamaciones de los prelados, dado que sean ciertas, nos parecen muy oportunas y muy propias de su ministerio pastoral. El gobierno no puede menos de atenderlas, y de cortar los vuelos de una especulación tan peligrosa, o de un pensamiento tan trastornador. Libros hay entre los anunciados, y no son pocos, que si llegan a caer en el seno de una familia pueden ser una tea arrojada en un almacén de pólvora. ¿Cómo tan audazmente se anuncian? ¿Cómo con más audacia todavía se habla de someterlos a la censura eclesiástica? El que promete las obras de SALVADOR, de EWERVECK, de MAZZINI, de PROUDHON y otros varios, ¿las ha leído? Y si las conoce, ¿ha podido suponer jamás que en la católica España ha de haber un prelado que las apruebe, que autorice su impresión? Nosotros creemos que el editor de la Biblioteca anunciada puede ser uno de esos incautos de que se valen los propagandistas de la impiedad para destruir en nuestro suelo la religión, que es el fundamento de la sociedad. Sin culpar la intención de nadie, porque hay instrumentos que obran a ciegas, no cabe duda de que en la elección de las obras domina un pensamiento antisocial. Y ¿qué sería de nuestra España si en medio del atraso en que nos hallamos, de las desgracias que sufrimos, de nuestras muchas desventajas morales y materiales con respecto a otros países se nos arrebatara el único don que poseemos, la única tabla de salvación en que flotamos asidos, la religión de nuestros padres? ¿Qué sería de nosotros, qué de la sociedad española, el día en que llegasen a entender los bandidos, con los libros socialistas en las manos, que la propiedad es un robo, que el rico solo por serlo es injusto; el día en que todos llegásemos a persuadirnos de que el gobierno es inútil, y que por consiguiente debe suprimirse; que el alma del hombre no tiene mas vida que la de un caballo; que la religión es un mito, la Biblia una colección de leyendas, y otras máximas tan dulces, tan consoladoras y tan humanitarias como estas? Creemos que el gobierno debe combatir seriamente un pensamiento tan venenoso: creemos que el fiscal de imprenta no ha debido dejar pasar el prospecto de que nos hemos ocupado.» (La España, Madrid, jueves 10 febrero 1854, pág. 2.)
«No esperábamos ciertamente que La España viniese a hacer coro con La Esperanza y El Católico en el asunto de la Biblioteca del Hombre libre, que ha empezado a publicarse en esta corte. No lo esperábamos, aun cuando nos eran conocidos los recursos a que se iba a apelar en vista de la resolución que debía recaer naturalmente en la exorbitante petición de los prelados y los periódicos absolutistas, porque nos parecía que La España no querría exponerse al contraste que presenta hoy, saliendo al encuentro de esta malaventurada biblioteca después de haber visto pasar y pasar la de La Esperanza sin llamar la atención del gobierno y del fiscal sobre varios párrafos asaz notables de alguna de las obras que ha publicado. Pero a La España, o le importa poco el contraste, o no se le ha ocurrido esta observación, que debía hacerse el público con nosotros: hoy, pues, se junta también a los periódicos absolutistas para aplaudir la conducta de los prelados, y exhortar al gobierno a que les complazca. Nosotros, si este hecho fuera aislado, sino hubiera en la cuestión más que un exceso de suspicacia e intolerancia, no volveríamos a ocuparnos de ella, porque hemos dicho ya lo bastante. Pero, no pudiendo considerarlo como un hecho aislado, sino como otro paso que da esa cruzada clerical, de que nos hemos ocupado ayer mismo, dirigida contra varios periódicos liberales, parécenos conveniente demostrar otra vez más que es absurda la petición hecha, y como tal merece ser contestada. Esa Biblioteca, repetimos, no puede ser prohibida, porque desde la aprobación de los carteles y prospectos tiene ya una existencia legal, y porque terminantemente dicen los segundos que no publicará ninguna obra que necesite previa censura, civil o eclesiástica, sin este requisito. La España observa sobre esto que es una broma de muy buen género, porque “si se examina con atención el catálogo, apenas pasan de media docena las obras anunciadas que no estén prohibidas.” Ciertamente, no tendría nada de particular, como ya lo hemos dicho, que figurase un número considerable de las incluidas en el índice romano, porque va siendo este bastante más numeroso que los de nuestras bibliotecas públicas. Lo que sí parece extraño es, que quien asegura haber examinado con atención ese catálogo, diga que apenas pasan de media docena las obras no prohibidas. Nosotros, que las hemos contado expresamente, debemos afirmar contra el aventurado aserto de La España, que pocas más serán las que pueda citarnos de esa clase de las condenadas entre las ciento y tantas que contiene. La diferencia es, como se ve, bastante considerable. Y con este motivo se nos ocurre preguntar si deben regir hoy todas las prohibiciones que hizo el monstruoso tribunal de la Inquisición, después de haber sido ella abolida por el Estado, y figurando en su catálogo de obras prohibidas las que pedían o tendían a su abolición. Cálmese, pues, La España, para poder contar siquiera con más exactitud y no verse acometida de las visiones que le hacen exclamar con tan angustioso afán: “¿Qué sería de nuestra España, qué sería de nosotros, qué de la sociedad española, el día en que los bandidos, en que el alma del hombre, en que la religión, &c. &c.?” Los que no tenemos tales visiones solemos contestar: ¡Música celestial! o a lo más ¡No hace mal su papel!» (La Nación. Periódico progresista constitucional, Madrid, domingo 12 febrero 1854, pág. 2.)
«Acaba de llegar a la librería Vázquez, calle de la Rua, número 15, un abundante y variado surtido de papel inglés, moare, papel ministro canto dorado, satinado superfino y fuerte, blanco y violeta, &c. Los señores suscritores a la Biblioteca del Hombre libre pueden pasar a dicha librería a recoger la segunda entrega de las Palabras de un Creyente.» (Album salmantino, Salamanca, domingo 12 febrero 1854, pág. 16.)
«Librería de P. J. García, plaza de Cort. Biblioteca del hombre libre. Colección económica de las obras más selectas de los filósofos, publicistas, historiadores y oradores más eminentes de todas las escuelas y partidos en favor de la civilización, no publicadas hasta ahora, casi todas, en España. Se publica semanalmente por entregas de 32 páginas en cuarto a once cuartos la entrega.» (El Balear, Palma, domingo 12 febrero 1854, pág. 4.)
«La seguridad con que El Católico afirmó días atrás que el arzobispo y el vicario de esta diócesis habían solicitado la prohibición de la “Biblioteca del hombre libre,” nos ha movido a leer de nuevo su prospecto, y en su vista casi nos atrevemos aponer en duda la noticia. En él se dice terminantemente, que no se publicará obra ninguna de las que necesiten la aprobación o censura de las autoridades civil y eclesiástica, sin este requisito. Y siendo así ¿en qué podría fundarse la solicitud? ¿no tiene en su mano la autoridad eclesiástica la prohibición de las que no le convengan? Porque figuren en el catálogo cuatro o seis obras de las que incluye el índice romano, pecado fácil de cometer hoy, que este índice es más numeroso ya que el de la biblioteca de Alejandría, por eso decimos ¿puede pedirse racionalmente la prohibición de toda la biblioteca? Tan absurdo nos parece que, si el hecho es cierto, no dudamos que desestimará la demanda el gobierno, cuyos delegados han dado ya con su aprobación, al publicarse los carteles, prospectos, &c., una existencia legal a esa biblioteca, tan anatematizada por el partido clerical. Sí así no fuese nos tomaríamos la molestia de trasladar a nuestras columnas varios párrafos harto curiosos de alguna de las obras de la biblioteca de La Esperanza, que han atravesado sin dificultad la censura fiscal. (Nación.)» (El Genio de la Libertad, Palma, martes 21 febrero 1854, pág. 2.)
«Todos los Boletines Eclesiásticos traen notables pastorales de los señores obispos de España. […] El de Murcia ha levantado su voz contra los malos libros; y el de Barcelona ha vuelto a hacer lo mismo con motivo de la Biblioteca del hombre libre que en estos últimos días se ha anunciado, manifestando a sus diocesanos el veneno que encierran las obras que van a publicarse, condenadas ya muchas de ellas por la Iglesia.» (Boletín eclesiástico del Obispado de Osma, sábado 25 febrero 1854, año 2, nº 17, pág. 131.)
«La Nación, diario progresista, enumerando la activa contrariedad que encuentra por parte del clero la publicación de la “Biblioteca del hombre libre,” dice en su numero del 19 que, según una carta que ha visto de Salamanca, un dependiente de aquel obispo se presentó en la casa de uno de los corresponsales de dicha Biblioteca a manifestarle que su ilustrísima pensaba denunciar alguna de las obras anunciadas, si se publicaban, y que por lo mismo le hiciese el obsequio de no admitir más suscripciones a la Biblioteca del Hombre libre, y devolver a la empresa las existentes; a lo que no accedió el corresponsal.» (El Genio de la Libertad, Palma, lunes 27 febrero 1854, pág. 1.)
«En el Boletín eclesiástico del obispado de Lérida se ha publicado la siguiente circular: Ha llegado a nuestra noticia que en el folletín de las Novedades, diario de Madrid, se ha reproducido el escrito Palabras de un creyente, por Lamennais, el cual está condenado y prohibido por nuestro Santo Padre Gregorio XVI. Asimismo hemos llegado a entender que se ha anunciado la publicación de la Biblioteca del hombre libre, compuesta de varias obras y entre ellas las Palabras de un creyente; y estando subsistente la prohibición del mencionado escrito, prohibimos los números del diario en que se ha publicado así como también la Biblioteca del hombre libre, si en ella se insertase, y siempre que contenga cualquiera de las obras condenadas por la autoridad eclesiástica. Los RR. curas párrocos y demás eclesiásticos lo tendrán presente, y harán a los fieles las advertencias necesarias para recordarles la obligación de abstenerse de la lectura de semejantes escritos, y de entregar en nuestra secretaría o a los señores arciprestes los ejemplares que hubieren llegado a sus manos. Lérida, 9 de febrero de 1854. Pedro Cirilo, Obispo de Lérida.— Dr. D. Ramón Vigordan, vice-secretario.» (Diario de Palma, Islas Baleares, domingo 5 marzo 1854, pág. 3.)
«La Esperanza, con motivo de una gacetilla en que defendíamos la Biblioteca del hombre libre, nos dirigió un largo artículo plagado de insultos. Nosotros le advertíamos, que contestando a La Nación, había cometido graves errores, como confundir, tal vez por ignorancia, autores católicos como Schlegel con autores racionalistas como Kant.» (Miguel Morayta de Sagrario, “A La Esperanza”, El Genio de la Libertad, Palma, viernes 24 de marzo de 1854.)
«La Nación inserta hoy una exposición que han dirigido al gobierno los editores de la Biblioteca del hombre libre con motivo de otras que han dirigido al mismo gobierno pidiendo su prohibición varios prelados de España. Según los exponentes las obras prohibidas de las ciento y más anunciadas en la Biblioteca apenas llegan a doce; y en su concepto la petición de que se prohíba ofende a la recta y sana razón: es atentoria a las leyes vigentes: ataca en nosotros derechos sagrados e intereses legítimos, y lastima hasta la dignidad del gobierno y sus delegados, cuyo celo nunca menos que hoy ha podido ponerse en duda.» (El Genio de la Libertad, Palma, martes 28 marzo 1854, pág. 2.)
Las once entregas de las Obras políticas de Lamennais
entrega | ≈ el lunes | páginas | contenido | |
---|---|---|---|---|
1 | enero 30 | 1-32 | 001-046 Palabras de un creyente | |
2 | febrero 6 | 33-64 | 047-061 Del absolutismo y de la libertad 063-083 Ecos de un calabozo | |
3 | febrero 13 | 65-96 | 085-121 El libro del Pueblo | |
4 | febrero 20 | 97-112 | ||
5 | febrero 27 | 113-128 | 123-137 La esclavitud moderna | |
6 | marzo 6 | 129-160 | 139-243 Amschaspands y Darvands | |
7 | marzo 13 | 161-192 | ||
8 | marzo 20 | 193-224 | ||
9 | marzo 27 | 225-256 | 245-286 Pasado y porvenir del Pueblo | |
10 | abril 3 | 257-288 | 287-288 A Polonia | |
11 | abril 10 | I-XV | portada + índice + erratas + biografía + 5 laminas |
Reconstruimos en esta tabla el calendario aproximado de difusión de las once entregas semanales “de 32 páginas en cuarto a once cuartos la entrega” de las Obras políticas de Lamennais. La Nación –el periódico progresista constitucional de Madrid que había publicado el prospecto el 3 de enero de 1854– informa el domingo 29 de enero que ya han visto la primera entrega que inaugura la Biblioteca del hombre libre (cumpliéndose así que la primera entrega “empezará en enero, sin fijar día, y seguirá con puntualidad semanalmente”). El Album salmantino del domingo 12 de febrero anuncia a los suscriptores que pueden pasar a recoger la segunda entrega (supondremos que el lunes 6 estuviera ya dispuesta para su difusión por Madrid y envío a provincias). Las primeras páginas de los pliegos 2 a 10 (es decir, las páginas 33, 65, 97, 113…) llevan impreso, abajo a la derecha: “entrega 2”, “entrega 3”… “entrega 10”.
Lamennais vivía al comenzarse esta edición, pero murió el 27 de febrero de 1854, cuando se difundía la entrega quinta, inicio de “La esclavitud moderna”. La biografía del autor (páginas VII-XV), entregada obviamente junto con las páginas iniciales en último lugar (con el índice y la nota de “erratas principales”: se advierten y subsanan diez erratas entre las páginas 65 y 192), precisa la fecha de su nacimiento pero no la de muerte, aunque termina con este párrafo: “Cuando se muere dejando entre la enemiga falange quien pronuncie esas palabras al pie de la tumba, bien se puede creer que el que ella guarda para siempre era un gran filósofo y un gran corazón.”
«Ni debemos pasar en silencio la sorpresa con que hemos visto en El Heraldo del 15 de febrero anunciarse la Biblioteca del Hombre libre, anuncio por cierto que en ningún periódico español debiera tener cabida, y acaso menos en el mencionado. No hay persona juiciosa y previsora que no se estremezca al contemplar las obras que se prometen. Apenas existe escuela alguna de las que con sus errores impíos y revolucionarios han pervertido al mundo, que no tenga allí su representante. Mahoma, Lutero, Voltaire, Rousseau, Holbach, Kant, Aimé Martin, Fourrier, Proudhon, &c., todos estos y algunos otros se ven allí continuados. Todavía para que no parezca que la empresa trata de facilitar estas y otras obras al acaso, se afirma que así se contribuirá a crear una opinión pública e ilustrada que tanto se echa de menos en España. Ya no es dudoso en manera alguna lo que significa semejante plan, porque se desprende de los antecedentes de un modo incontestable. Si se ha de formar esa opinión pública por el fatalismo de Mahoma, por los desatinos y libre examen de Lutero, por la inmoralidad de Holbach, por las locuras e impiedad de Voltaire y de Rousseau, por el comunismo y socialismo de Fourrier y de Proudhon, claro está que han de amanecer para nuestra desventurada nación los días más aciagos y horrorosos que ha visto la humanidad. Como tenemos ya publicada una pastoral para dar a conocer algún tanto la Biblioteca del Hombre libre, o mejor dicho, libertino, podremos sobreseer por ahora en este punto para dar cabida a otra observación. Esta versará sobre el periódico Las Novedades, a quien amonestamos y rogamos que suspendiera la publicación de las Palabras de un Creyente, insertando en nuestra pastoral del 2 de febrero la prohibición de la Iglesia. Si este documento no llegó a tiempo a su noticia, podía haberse aprovechado del mismo para evitar el escándalo que se causó con la publicación del Libro del pueblo, que continuó inmediatamente el referido periódico. Tal es el catolicismo que descubre.» (“Pastoral del obispo de Barcelona”, El Católico. Periódico religioso y monárquico, Madrid, miércoles 24-jueves 25 mayo 1854, pág. 493.)
biblioteca del hombre libre
bajo la dirección de E. Chao
Perseguida esta Biblioteca por el clero, y prohibida a petición suya por el Gabinete Sartorius, aunque negándose a pasar la real orden o decreto del editor, tuvo este que cambiar su primer título en el de BIBLIOTECA POLÍTICA. A pesar de esto, todas las obras publicadas fueron también prohibidas, y solo arrostrando las consecuencias han podido apenas circular algo las siguientes:
OBRAS POLÍTICAS DE LAMMENAIS.— Palabras de un creyente.— Del absolutismo y de la libertad.— Libro del Pueblo, &c. Segunda edición: un tomo que cuesta 26 reales en francés, en español por 10 en Madrid y 12 en provincias a los suscritores.
POLÍTICA DE MAQUIAVELO, con la vida del autor, y el ANTI-MAQUIAVELO, por Federico el Grande, con un prefacio de Voltaire, obra no publicada hasta ahora en España. Por 4 rs. en Madrid y 5 en provincias a los suscritores.
MEDITACIONES SOBRE LAS REVOLUCIONES DE LOS IMPERIOS, por Volney, con su biografía y retrato. Por 5 rs. en Madrid y 6 1/4 en provincias.
EL TANZIMAT, organización de la Turquía actual en todos sus aspectos, lectura previa indispensable para apreciar los sucesos del día, con el retrato del Sultán. Está en publicación y contendrá sobre 8 entregas.
Libre ahora la prensa de la ignominiosa censura y de la estúpida tiranía fiscal, vamos a desarrollar libremente nuestro pensamiento. Estamos preparando la traducción de las obras de BASTIAT y PROUDHON, y entre tanto vamos a dar:
LA DEMOCRACIA EN AMÉRICA, por Tocqueville, obra cuyo mérito es harto conocido por el premio que obtuvo, y haberse hecho en pocos años 17 ediciones.
condiciones de la publicación.
Por entregas semanales de 32 paginas en 4.º elegante y cómodo, buen papel, letra muy clara y compacta e impresión esmerada. Las entregas ilustradas solo tienen de menos el valor de las viñetas o láminas, según su número y su dibujo.
A real la entrega en Madrid, poco más de un cuarto diario; en provincias solo dos cuartos más en entrega para franqueo, giro, &c.
medios de suscribirse. Madrid: librerías de Bailly-Bailliere, Monier y Publicidad.
Provincias: las principales librerías o dirigiéndose a la Biblioteca con el importe en libranza o sellos de seis cuartos.
correspondencia: toda franca con sobre Al administrador de la Biblioteca política.- Madrid.
(El Clamor Público, Madrid, 6 de septiembre de 1854, pág. 4 = días 8, 9, 12, 16 septiembre.)
El Padre Cobos propone la Biblioteca de la mujer libre
«Ha vuelto a sacar la cabeza, patrocinada por el Látigo, la Biblioteca del hombre libre, famosa colección de obras de religión y de filosofía, en cuyo prospecto se leen los nombres de Moisés y de JESUCRISTO en amigable consorcio, con los de Voltaire, Rousseau, Proudhon y otros autores del mismo jaez.
A la simple lectura del prospecto, nos ha parecido que el pensamiento altamente civilizador y moral de esta publicación, queda cojo e incompleto porque en él se olvida el colector de la hermosa mitad del género humano, que necesita también emanciparse.
Por lo tanto, EL PADRE COBOS somete a la ilustrada aprobación del Sr. Chao, la siguiente publicación adicional, que puede titularse:
Biblioteca de la mujer libre.
Como la Enciclopedia ha tenido también su amena literatura, se puede echar mano para esta biblioteca de las obras siguientes, que son las que más la caracterizan.
Les bijous indiscrets, de Diderot.
El sofá, de Crebillon.
Le Chevalier de Faublas, de Louvet.
Les liaissons dangéreusses, del mismo.
La Justina, del marqués de Sade &c. &c.
La publicación de estas obras puede alternar con la de alguno que otro librejo moral y religioso, para que resalte más el contraste, y para no asustar demasiado a las gentes timoratas, que tienen todavía la absurda preocupación de creer en la virtud, en el pudor y en la fidelidad conyugal.
Si a esto se agrega una colección completa de los números del Látigo; la Biblioteca del hombre y de la mujer libre no dejará nada que desear.»
(El Padre Cobos, Madrid, 20 de enero de 1855, pág. 4.)
1868 «Biblioteca del hombre libre. Palabras de un creyente (la Regeneración de la Humanidad), por F. La-Mennais. Un tomo en 8º, 5 reales. Se halla de venta en esta imprenta.» (Diario de Mahón. Periódico político liberal, Mahón, martes 22 diciembre 1868, pág. 3.)
1893 «Fundó la Biblioteca Ilustrada de Gaspar y Roig y la Biblioteca del Hombre libre, de su propiedad.» «Y a esa unión, a esa cohesión, a esa asociación, contribuyó más que nada la obra literaria y científica de Chao. Sus libros no perseguían otra cosa. En la Historia general de España había demostrado que los reyes son los eternos enemigos de los pueblos; había demostrado en la Historia de Zurbano que Isabel II, sobre ser enemiga del pueblo, era enemiga de la libertad y de sus representantes; había demostrado en la Biblioteca del hombre libre que sólo es esclavo quien desea serlo, y en Los tres reinos de la Naturaleza, que el mejor auxiliar de la tiranía es la ignorancia.» (Manuel Curros Enríquez, Eduardo Chao [1821-1887] (ex-ministro de la República). Estudio biográfico-político, Librería de Fernando Fe, Madrid 1893, págs. VI y 61.)
1992 «Lamennais se convierte en un pensador liberal, que hará posible el liberalismo cristiano y en definitiva la tolerancia de doctrinas y opiniones; incluso cierto socialismo, de raíz cristiana, puede encontrar su fundamentación en Lamennais. Yo tengo La esclavitud moderna en una colección de Obras políticas de Lamennais, publicadas en Madrid, Biblioteca del Hombre Libre, 1854. El libro lleva un dibujo, que representa una biblioteca, al estilo de las famosas galerías napolitanas, en la que se entra por una puerta monumental. Allí están escritos los nombres de los creadores de la libertad humana, que son nada menos que Moisés, Platón, Jesucristo, Plutarco, Tácito, Mahoma, Lutero, Rousseau, Voltaire, Feijoo, Franklin, Kant, Mirabeau, Bentham, Marina, es decir, Martínez Marina, Llorente, Fourier (con doble r, ortografía muy difundida en España), Lamennais, Proudhon y Lamartine. No hacen falta comentarios. Sería excesivo decir que el liberalismo oscense, como el belga, deriva del influjo de Lamennais, pero evidentemente algo habrá contribuido.» (Alberto Gil Novales [1930-2016], “Huesca hace 150 años (la fundación del Colegio de Abogados)”, conferencia leída en Huesca el 15 de noviembre de 1991, Argensola, Huesca 1992, nº 106, pág. 107.)
Veinte varones conforman el canon de la Biblioteca del hombre libre
y sus nombres adornan el panteón virtual grabado por Coderch
canon | α | ω | país | lengua |
---|---|---|---|---|
moisés | -XIV | -XIII | Israel | hebreo |
platón | 427 | 347 | Grecia | griego |
jesucristo | -4 | 30 | Israel | hebreo |
plutarco | 46 | 120 | Grecia | griego |
tácito | 55 | 120 | Roma | latín |
mahoma | 570 | 632 | Arabia | árabe |
lutero | 1483 | 1546 | Alemania | alemán |
rousseau | 1712 | 1778 | Francia | francés |
voltaire | 1694 | 1778 | Francia | francés |
feijoo | 1676 | 1764 | España | español |
franklin | 1706 | 1790 | EEUU | inglés |
kant | 1724 | 1804 | Prusia | alemán |
mirabeau | 1749 | 1791 | Francia | francés |
bentham | 1748 | 1832 | Inglaterra | inglés |
marina | 1754 | 1833 | España | español |
llorente | 1756 | 1823 | España | español |
fourier | 1772 | 1837 | Francia | francés |
lamennais | 1782 | 1854 | Francia | francés |
proudhon | 1809 | 1865 | Francia | francés |
lamartine | 1790 | 1869 | Francia | francés |
Los veinte nombres del panteón virtual de la Biblioteca del hombre libre van colocados, en el grabado de Coderch, cronológicamente: los tres últimos estaban vivos en el momento de quedar elevados a tan libérrimo olimpo bibliográfico (de hecho el presbítero Lamennais, protagonista de la primera obra editada por esta biblioteca, se muere el 27 de febrero de 1854, cuando se distribuía la quinta entrega semanal de las once que habían de conformar sus Obras políticas: el periódico liberal El Clamor Público publica su necrológica “Lamennais” en Madrid el 11 de marzo, el periódico católico El Áncora publica su necrológica “Lamennais” en Barcelona el 12 de marzo).
Esta tabla, reordenable por columnas, facilita advertir que siete son personajes del siglo XIX, seis del siglo XVIII, y los otros siete se dispersan en milenios pretéritos, desde Moisés a Lutero… Siete de los veinte escribían en francés, tres en español, dos en hebreo, griego, alemán e inglés, uno en latín y otro en árabe. Queden para el lector otras consideraciones hermenéuticas sobre esta selección…