“Políticamente correcto”
1933 «Nos dice D. Juan Castrillo Santos, representante de la minoría progresista: —En su nota reproduce el jefe del Gobierno una tesis que viene sosteniendo desde que está en el Poder, y que consiste en entender –a mi juicio, equivocadamente– que un Gobierno de partido como el actual puede ser el regulador de las Cortes constituyentes, que tiene un mandato directo de la soberanía nacional, al margen de los partidos. Esa tesis que ha reproducido el jefe del Gobierno [Manuel Azaña] en su nota puede ser aceptada o rechazada por el jefe del Estado [Niceto Alcalá Zamora]. Eso yo no lo sé. Lo que sí sé, porque esto es evidente, es que de la nota facilitada ayer por el Gobierno no resulta que el señor presidente de la República acepte una doctrina, ni menos que haya ratificado una confianza, porque nadie le planteó la cuestión de confianza, según se desprende de la misma nota, ni hubiese sido políticamente correcto, a mi modo do ver, plantearle la cuestión de confianza en un momento en que, por estar pendientes de aprobación las dos leyes últimas previstas en la Carta constitucional, no tiene el jefe del Estado la libertad que tendrá cuando se aprueben esas leyes –de Congregaciones y del Tribunal de Garantías–, y si para entonces, como es de suponer, el presidente del Consejo de ministros plantease la cuestión de confianza.» (“Representantes de la mayoría y de la minoría examinan la nota facilitada por el señor Azaña y sus posibles derivaciones”, Heraldo de Madrid, viernes 7 abril 1933, pág. 1.)
«Finalmente debemos advertir que la responsabilidad ministerial derivada del refrendo de un acto ilegal o inoportuno se complementa con la que nace del refrendo de un acto jurídica y políticamente correcto, por razón del fiel y exacto cumplimiento del mismo a que viene obligado el ministro que lo suscribe.» (Gonzalo Cáceres Crosa, “El refrendo ministerial”, Revista de ciencias jurídicas y sociales, Madrid, octubre 1933, nº 65, pág. 654.)
1939 «San Juan es una provincia que acusa un alto porcentaje de desocupados. […] Ahora mismo soporta San Juan una ya larga intervención, que amenaza prolongarse todaví alargo tiempo. Y es esa falta de un gobierno propio estable, administrativamente honesto y políticamente correcto, la que trastorna la vida económica de aquella rica provincia.» (“Trabajo en San Juan”, Caras y caretas, Buenos Aires, 23 septiembre 1939, pág. 22.)
1970 «El presidente del Comité Nacional Republicano, Rogers B. Morton, ha manifestado su fe en “el juicio del pueblo americano”. “Creo que mientras otros juegan a la política con las vidas de nuestros hombres y la libertad de aquellos que se prometió defender, el presidente ha hecho algo simple y magnífico: ha guardado una promesa. Hacerlo no es sólo políticamente correcto y estratégicamente correcto, sino también normalmente correcto“.» (“Nixon en el Pentágono. Tropas USA entran en Camboya”, Diario de Burgos, 2 mayo 1970, pág. 5.)
1974 «En el reciente acto de inauguración de las nuevas instalaciones de la Prensa del Movimiento en Málaga, el Ministro Secretario General del Movimiento, José Utrera Molina, se refirió con toda precisión y claridad al papel de nuestros medios informativos. “La Prensa del Movimiento –dijo– se siente orgullosa de ser dependiente; dependiente de unas lealtades y de unos principios. Nuestro corazón no es independiente. Tiene la dependencia de la lealtad, que no estamos dispuestos a traicionar nunca. Nosotros queremos servir a la verdad y a esta verdad sacrificamos cualquier género de interés que no esté en razón de nuestro servicio”. Nobles palabras. Y oportunas, en un momento en que da la impresión de que muchos sectores de influencia cifran toda su virtualidad en ostentar la palabra independencia, a sabiendas de que el término, entendido de modo absoluto, es una utopía irrealizable. Lo correcto, por el contrario, no es airear una independencia existente, sino confesar con orgullo de qué se depende, de qué propósitos y de qué objetivos. Eso es lo políticamente correcto y lo vitalmente noble. La dependencia de la Prensa del Movimiento es, justa y exactamente, la dependencia de la lealtad.» (“La dependencia de la lealtad”, Mediterráneo, Castellón de la Plana, jueves 8 agosto 1974, pág. 5.)
«El ministro Cabanillas prometió a comienzos de Febrero un estatuto regulador de la actividad de la Radio y de la TV. No sé cómo anda el borrador a estas alturas, pero intuyo que las dificultades deben ser gordas e, incluso, insalvables, si lo que se pretende es armonizar un planteamiento políticamente correcto con el respeto a los intereses adquiridos a lo largo de cincuenta años de radiofonismo.» (José Luis Albertos, “Autonomía y tutela de la RTV”, Diario de Burgos, 13 septiembre 1974, pág. 12.)
1978 «Aseguró [Fidel Castro] que “nunca le hemos dicho (al líder katangueño M'bumba) que íbamos a colaborar con su movimiento”, y puntualizó que si Cuba hubiera considerado que era políticamente correcto apoyarle “le hubiéramos recibido y le hubiéramos apoyado”, lo mismo que han sido recibidos en Cuba otros líderes de movimientos africanos.» (“Castro: Carter es un hombre ético y honesto. Desmentido de la participación cubana en la revuelta de Shaba”, Hoja del Lunes, Barcelona, 19 junio 1978, pág. 7.)
1981 «Creo que el Comité Ejecutivo, mejor que el Comité Central, tendría que hacer una declaración en donde aclare por una parte lo positivo de ese proceso de convergencia, donde señale esas condiciones necesarias para que esa convergencia lleve a un resultado políticamente correcto, al menos desde nuestro punto de vista.» (Juan Infante, “Debate en el Comité Ejecutivo. Las condiciones para la convergencia de EPK-EIA”, Nuestra Bandera, revista teórica y política del Partido Comunista de España, Madrid, nov 1981, pág. 34.)
1984 «Un deterioro electoral en 1986 hallaría de este modo resquicios para su neutralización, y todo ello dentro de la más absoluta validez jurídica. Lo cual no querría decir que el procedimiento fuese políticamente correcto.» (Lorenzo Contreras, “Hacia 400 diputados y lista nacional”, ABC, Madrid, 15 mayo 1984, pág. 22.)
1990 «En su sección “Camera con vista” (Habitación con vistas) del semanario el Europeo, Furio Colombo ha analizado un fenómeno cada vez más difundido en el mundo universitario norteamericano: el “control” del “discurso políticamente correcto”. ¡Ay del docente que roza tabúes de la opinión común!, especialmente si es progresista: “surge de la clase una descarga de sonidos sin voz, con los labios apenas entreabiertos y la lengua entre los dientes. Los norteamericanos los llaman hissing...” (“Americanos doctorados en auto-censura”, en Europeo, 2 de noviembre de 1990, p. 174). El sonido de la palabra evoca de manera eficaz el silbido de una serpiente.» (Giulio Giorello, “Correspondencias: Milán”, Letra internacional, Editorial Pablo Iglesias, Madrid, diciembre 1990, nº 20, pág. 94.)
1991 «—En Norteamérica dicen que no había que haber celebrado el Quinto Centenario del Descubrimiento. —Estoy totalmente a favor de esta celebración. Es nuestra riqueza. Este año los norteamericanos inventaron la expresión “políticamente correcto”. Ser “políticamente correcto” es no celebrar el Descubrimiento de América, ¿qué le parece? Yo creo que se trata de una invención de gente desocupada, que no tiene otros problemas serios.» (Entrevista con el brasileño Evandro Carlos de Andrade, director de ‘O Globo’, ABC, Madrid, 17 diciembre 1991, pág. 57.)
1992 «Lo vemos no sólo en los movimientos que reclaman la censura contra la pornografía, o (en el extremo opuesto de espectro político) en las presiones a favor de una enmienda contra los ultrajes a la bandera, y también en las desconsideradas medidas adoptadas por las universidades contra las “molestias verbales” y más en general en los intentos de imponer reglas rigurosas para generar un lenguaje políticamente correcto.» (Christopher Lasch, “Fragilidad del liberalismo”, Leviatán, revista de pensamiento socialista, Madrid, septiembre 1992, nº 49, pág. 74.)
1993 «En los últimos años, esa peste colectivista que viene de Estados Unidos y que suelen traducir por lo “políticamente correcto” ha impuesto un sistema de cuotas detestable en el mundo de la cultura. Lo esencial es conservar una especie de corralito para las minorías, preservarlas del contagio avasallador de lo mayoritario, privilegiarlas en los premios y subvenciones, impedir que se las critique y modificar hasta la gramática para que no se sientan ofendidas por el paradigma judeocristiano occidental. Fruto de esta refinada forma de totalitarismo en cubitos es la moda de premiar en literatura a los autores con determinadas características sociales, geográficas o raciales, dejando al margen sus cualidades literarias, que, por lo común, suelen ser inexistentes. […] Lo del Nobel de este año, ha sido la apoteosis de esta fórmula siniestra. Al dar la noticia del premio se nos indicó que Toni Morrison lo recibía por ser mujer, negra y feminista. Nadie recordó algún poema inolvidable, alguna novela universal, algún ensayo demoledor, alguna brillante comedia llevada al cine. Es evidente que la obra de esta escritora que, por ser “políticamente correcta”, será necesariamente discreta y aseada, importaba poco al Jurado. Pero lo que sorprende es que tampoco parezca importar a los periodistas ni, de su mano, a los lectores. Volvemos a los tiempos del “compromiso” comunistoide, si es que alguna vez hemos salido de él, y hay que tragar la bazofia que nos sirven porque está dentro de lo que hay que pensar, hacer y decir para ser como hay que ser. ¿Cómo? Pues como nos manden. Volvemos a los tiempos de la sumisión ideológica y los viejos popes de la buena conciencia izquierdista ofician de nuevo el rito de la ortodoxia conceptual. Como la mejor lucha contra el dogmatismo suele ser la caricatura, yo espero que el año que viene el premio le toque a un negro, homosexual, judío o musulmán y enfermo del SIDA, que al siguiente vaya a parar a una asiática, lesbiana, paralítica y muda, que después consagre a un brujo maorí cuya literatura es eminentemente oral, del género aullador, y que así nos vayamos preparando para el Nobel perfecto, el que llevará hasta el final lo “políticamente correcto”: un analfabeto con muy buena mano para pintar letras en las paredes del Bronx. Y quien dice el Bronx dice Vallecas. Así, para tranquilidad de la Santa Madre Izquierda, el próximo Nobel de lengua española no será Vargas Llosa, sino Ramoncín.» (Federico Jiménez Losantos, “El Nobel analfabeto”, ABC, Madrid 12 octubre 1993, pág. 18.)
«De hecho, Huck Finn [de Mark Twain] fue considerado ya desde el principio como un libro inmoral, y últimamente ha sido tachado de racista en los EE.UU.: no es un libro políticamente correcto.» (Luis Quintana, “Huck Finn en el infierno”, Clij. Cuadernos de literatura infantil y juvenil, Barcelona, noviembre 1993, nº 55, pág. 55.)
1994 «Pues, ¿qué es lo que ha cambiado en la cultura española desde la muerte de Franco? Desde luego han cambiado muchas cosas y fundamentalmente nuestra relación con las libertades básicas. Es un hecho que disfrutamos, y que vivimos en una cierta atmósfera de liberalismo y tolerancia, aunque menor de lo que nos quieren hacer creer: véase por ejemplo el ambiente sofocante impuesto por los nacionalismos en las Autonomías, o la creciente presencia del llamado “pensamiento políticamente correcto” y también el “pensamiento culturalmente correcto”, del que muy poco se habla y que merecería un seminario.» Pedro Sorela, “La información cultural”, Clij. Cuadernos de literatura infantil y juvenil, Barcelona, julio 1994, nº 63, pág. 37.)
«En su primera visita a Estados Unidos, Terenci Moix se topó con lo “políticamente correcto”, escuela intelectual que pretende depurar el lenguaje y el pensamiento de expresiones y conceptos denigrantes para cualquier grupo social, viéndose obligado a hacer una constante profesión de antirracismo. […] Y si esto le ocurría a Moix hace unos años, Vargas Llosa constata la expansión de lo “políticamente correcto” (El País, 8-5-94). El áfrico-centrismo practica un racismo al revés: los negros son superiores a los blancos porque éstos tienen menos melanina; los antiguos egipcios eran negros y lo inventaron casi todo, incluidas las pilas eléctricas. Los grupos negros más violentos, generalmente convertidos al islam, han caído en el antisemitismo.» (Pedro Fernández Barbadillo, “Pinchazos en la lengua”, Veintiuno, revista de pensamiento y cultura, Fundación Cánovas del Castillo, Madrid, otoño 1994, nº 23, 107.)
«¿Qué es lo que escoge y lo que excluye el discurso “políticamente correcto” actualmente en boga? Escoge con claridad un programa de actuación poscolonial que nos recuerda a cada paso el legado destructivo del imperialismo; nos exige atender a las reclamaciones de diversos grupos particulares, caracterizados por la raza, el género y la orientación sexual de sus integrantes. La política que defiende es una “política de la identidad”. […] Aunque lo “políticamente correcto” por parte de la izquierda no se limita al medio académico, es cierto que se encuentra como pez en el agua dentro de este medio. Lo “políticamente correcto” no se ha relacionado en cambio con la derecha, aunque en el mundo ajeno al medio académico la intolerancia que se asocia a lo “políticamente correcto” sí puede hallarse en el seno de la derecha, en determinados sectores de los medios de comunicación y en los círculos gubernamentales del más alto nivel. […] La corrección política es una doctrina oportunista. Toda vez que aquello que constituye la visión correcta es algo que cambia de cuando en cuando, el ajuste y la adaptación que a ello pueda realizarse puede no tener ninguna relación con el principio rector. Ese oportunismo no es cuestión de la izquierda ni de la derecha. Es políticamente correcto decir que la corrección política es una invención de los conservadores, o bien un instrumento irónico de los izquierdistas sofisticados, o el exceso de los extremistas, y en consecuencia un fenómeno marginal. No es cierto que los conservadores hayan inventado el término, aunque alegremente se han abalanzado sobre él con objeto de insinuar toda suerte de implicaciones estalinistas. […] A estas alturas es una realidad consensuada la existencia de lo “políticamente correcto”, aunque se dan fuertes diferencias de opinión sobre el grado de significación del fenómeno en sí.» (Eugene Goodheart, “¿Políticamente correcto o correción política? Ser o no ser políticamente correcto”, Letra internacional, Editorial Pablo Iglesias, Madrid, diciembre 1994, nº 35, pág. 74-75.)
«Aproximación al problema. Lenguaje políticamente correcto y lenguaje de la aversión son dos términos de reciente acuñación que responden a dos espacios discursivos, y su creciente generalización infiere en la Primera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos. Mientras que, tradicionalmente, la legislación de los Estados Unidos ha reconocido que existe una diferencia entre el discurso y los actos, manteniendo, con raras excepciones, que el discurso no debe estar sujeto a reglamentos, los que abogan por limitar el lenguaje de la aversión defienden que, en algunos casos, la expresión es el equivalente del acto y que, por lo tanto, debería estar sujeta a un reglamento. Otro de los argumentos que adelantan es que el lenguaje está controlado por los que detentan el poder y que las minorías necesitan que se regulen ciertos tipos de expresiones con el fin de garantizar el equilibrio en el campo de juego, acogiéndose de hecho a la 14ª enmienda (igualdad de derechos garantizada por la Constitución) y a otras leyes que anteponen la igualdad de derechos a la Primera Enmienda (libertad de culto, de expresión y de reunión). […] Definiciones. Las siguientes definiciones constituyen tentativas para llegar a explicar de una forma general y útil lo que en realidad son conceptos en fase de gestación: Lenguaje de la aversión: lenguaje persecutorio o degradante dirigido a una persona en razón de su pertenencia a un grupo históricamente oprimido. Las medidas de control del lenguje de la aversión son prescriptoras. Lenguaje políticamente correcto: La corrección política en el lenguaje es prescriptiva. Supone evitar expresiones que resulten ofensivas para una clase o grupo étnico, religioso, racial o sexual considerado minoría. Ámbito de debate. Gran parte de las teorías desarrolladas al respecto parten del trabajo de una profesora de derecho de la Universidad de Michigan, Catharine A. MacKinnon, y de su colega, Andrea Dworkin, que han abogado por la criminalización de la pornografía. MacKinnon y Dworkin argumentan que la pornografía no sólo perpetúa una relación degradante y desigual entre el hombre y la mujer, sino que también es causante de malos tratos contra las mujeres; y que las mujeres nunca podrán alcanzar la igualdad garantizada por la Constitución si no se establecen restricciones a expresiones de tipo pornográfico. […] Los conceptos de lenguaje políticamente correcto y lenguaje de la aversión parten de este modelo de victimización y grupo, buscando el remedio en el control del lenguaje.» (Jim Dana, “Lenguaje de la aversión y lenguaje políticamente correcto”, Letra internacional, Editorial Pablo Iglesias, Madrid, diciembre 1994, nº 35, pág. 75-76.)
«¡Bienvenido a los noventa! Pero cuidado con lo que se dice. Si no es usted políticamente correcto, hasta su mascota –perdón, su animal de compañía– dejará de quererle. Estudie esta lista. Si emplea cualquiera de las palabras que aparecen en la columna izquierda, corre el peligro de que le aparten del mundo por ser “aptista” sin remedio. O generacionista. Etnocéntrico o eurocéntrico. Hegemónico. Heterosexista, logocéntrico, aspectista, patriarcal o falocéntrico. Racista, sexista, tamañista o especista. O lo que es peor, todo junto: Incorrecto / Correcto: Muerte / Incoveniencia terminal. Lisiado / In-capacitado. Borracho / Privado de sobriedad. Suspender / Conseguir un insuficiente. Gordo / De imagen corporal alternativa. Chica / Proyecto de mujer. Piropo / Acoso callejero. América del Norte / Isla Tortuga. Viejo / Cronológicamente dotado. Embarazada / Parasitariamente oprimida. Preso / Cliente del sistema correccional. Imbécil / Recusado cerebralmente. Blanco / Depauperado de melanina. Esposa / Superviviente doméstica de la encarcelación.» (Henry Beard y Christopher Cerf, The Official Politically Correct Dictionary and Handbook, “Mas le vale tener sensibilidad”, Letra internacional, Editorial Pablo Iglesias, Madrid, diciembre 1994, nº 35, pág. 80.)
«En “La cultura de la queja”, Robert Hughes detecta ese vicio terminal de la izquierda americana que es el mandamiento de corrección política en el lenguaje. En realidad, este de las palabras políticamente correctas no es más que el primero de los síntomas que Hughes señala como triunfadores en la larga década conservadora, un síntoma contradictorio porque parece surgido de la izquierda radical y resulta ser un estupendo regalo a la derecha más furibunda, sobre todo por la ocasión para la risa y la parodia que ofrecen continuamente estos diccionarios del eufemismo y el circunloquio. Lo políticamente correcto, dice, no se puede leer sin su imagen especular, lo patrióticamente correcto. […] ¿Y qué es lo que ha quedado? El multiculturalismo, el multi-culti. Ese estado de conciencia que fundamenta la corrección político-lingüística, y que exige el reconocimiento de la pluralidad cultural –es decir, racial y/o étnica, sexual, y de conductas sexuales– y bajo el que subyace un sentimiento: el de la “culpa blanca”, el de la culpa occidental, anglosajona y protestante. […] Y añade [Hughes] que la corrección política no ha tenido, salvo de manera incipiente en Gran Bretaña, ninguna acogida en Europa. Yo no estoy tan segura. Evidentemente, hace ya muchos años que en España se ha instalado una cierta corrección política, creo que desde la transición: por ejemplo, pertenecen a esa familia las palabras invidente, por ciego, o minusválido físico o psíquico, por persona con defectos físicos o problemas o retrasos mentales. Loco ha pasado a la historia y viejo también, y en eso se unen a la larga lista de nuestro lenguaje burgués decimonónico que permitía circunloquios y eufemismos como “morenito” o “gente de color”, “dar a luz” y “está en estado de buena esperanza”, o “en estado” a secas. […] En suma: donde hay conflicto, se exige la corrección. No de la actitud, de las palabras. En España, el problema está en otro sitio, y con la mayor virulencia. El multi-culti se llama aquí “problemas nacionales”, o mejor –más correctamente constitucional– problemas autonómicos. Y la corrección política está en una ridícula mezcolanza idiomática… En todas las lenguas peninsulares, que conviven en el Estado –y ya “el Estado” es el eufemismo mayor del Reino, para no nombrar España– en todas las lenguas peninsulares, digo, hay palabras fetiche, que tienen que ver con las instituciones democráticas autonómicas. Es el presidente de la autonomía, el lehendakari o el president, es el mismo gobierno autonómico, la Xunta o la Generalitat: lo políticamente correcto es mencionar esos cargos o esas instituciones, en medio de un texto en castellano, con la palabra en la otra lengua peninsular. […] Por ejemplo, resulta políticamente correcto en castellano decir Lleida y no Lérida, o Girona y no Gerona, y sin embargo Londres y no London, o Nueva York, y no New York.» (Rosa Pereda [1949], “La cultura del eufemismo”, Letra internacional, Editorial Pablo Iglesias, Madrid, diciembre 1994, nº 35, págs. 81-83.)
1996 «…uno se fue a la presentación del último libro de Fernando Sánchez Dragó. Tiene un título muy quijotesco: La del alba sería. […] Y ahora sale [Sánchez Dragó] con estas confesiones o memorias espirituales o encuentros en no sé qué fase… En resumen, historia de avatares. Y maneja mucho la acuñación mayúscula “Discurso de Valores Dominantes”, que él denuesta. Eso está emparentado con lo llamado “políticamente correcto” o lo que yo prefiero nombrar como “lo conveniente”. Pero es batalla perdida. En ese discurso andan hasta muchos de los que creen estar en contra.» (Víctor Márquez Reviriego, “Tercera fase”, ABC, Madrid, 22 noviembre 1996, pág. 30.)
1997 «Creo que podríamos dar por cerrada la discusión en torno al bosquimano sobre si era un pobre hombre o no. El bosquimano fue encontrado muerto y no se le pudo preguntar nada. Además, su disecación nos permite contemplar cómo eran. También los restos de Homo neanderthalensis o del Australopithecus se conservan en museos ¿Tiene algo de malo? También el brazo de Santa Teresa se conserva como reliquia y no pasa nada. La UNESCO se dedica a hacer pijadas por todo el mundo en vez de dedicarse a su función de estimular la ciencia y el saber riguroso. Me gustaría que se analizara la función ideológica de la posmoderna relatividad de todo y de lo políticamente correcto exportado por la gran potencia imperial: los EE.UU.» (Felipe Giménez, “Salvajismo”, Grupos de discusión filosófica: Antropología, 8 abril 1997.)
2001 «Advierte Sánchez Dragó al comienzo de este libro [Carta de Jesús al Papa] que el autor de la carta es él y no Jesús, como reza el título. Nada más cierto. Este es un genuino libro de Dragó. Es él, no Jesús, el que ataca lo políticamente correcto, el Estado del bienestar, el igualitarismo, el que emplea expresiones (como “para mayor inri”) que tendrían bastante gracia en boca de Jesús, y el que se incluye a sí mismo en un pelotón formado por Mozart, Rimbaud y Pascal.» (Ángel Vivas, “Ni Cristo que lo fundó”, El Mundo, el libro del día, 24 septiembre 2001.)
2017 «¿Dónde y cuándo surgió la expresión políticamente correcto en EE UU? En un juicio de la Corte Suprema de 1793, Chisholm vs. Georgia, un juez mencionaba de pasada la fórmula para definir un brindis como “políticamente correcta”, pero lo cierto es que fue en el siglo XX cuando arrancó realmente esta historia. En la década de los treinta el empleo de esta expresión se circunscribía a los círculos de la izquierda leninista para referirse a acciones o individuos que se alineaban con los dictados del partido. Pronto, entre descreídos camaradas, el uso de estas dos palabras se impregnó de ironía: políticamente correcto servía para señalar socarronamente a aquellos que seguían a pies juntillas, con fervor exagerado, la línea partidista. Medio siglo más tarde, en la década de 1980, arranca un furioso debate intelectual que recorre los campus y conquista las portadas de revistas y periódicos en la década siguiente. En el centro se encuentra el acrónimo de políticamente correcto, P.C., expresión abiertamente peyorativa que entonces emplea “gente ajena al radicalismo, que sin embargo aprecia el giro irónico de estas siglas”, sostiene Paul Berman en la introducción a Debating P.C. El presidente George Bush en un discurso en la Universidad de Michigan en 1991 habla de la defensa de la libertad en los campus frente a los censores de lo políticamente correcto, se organizan simposios y conferencias para debatir la cuestión, y se suceden artículos como el de Richard Bernstein en The New York Times 1990 titulado ‘El auge hegemónico de lo políticamente correcto”. En 1993 Bill Maher estrenó su programa televisivo Politically Incorrect.» (Andrea Aguilar [1978], “Los orígenes de la corrección política”, El País, Madrid, 4 marzo 2017.)