Filosofía en español 
Filosofía en español

“Filósofos presumidos” “Presumidos filósofos”

1632 «Gerarda.– No quites los manteles. Daré gracias, pues eché la bendición.
Teodora.– Di; veamos.
Gerarda.– Quod habemus comido, de Dominus Domini sea benedito, y a micos y a vobis nunca faltetur, y agora dicamus el sanctificetur.
Dorotea.– No se le puede negar que tiene gracia. Y yo conozco muchos presumidos de ciencias que saben menos latín.
Gerarda.– Después de comer, siempre tengo yo mis devociones. Llévame al oratorio, Celia.
Celia.– Tía, mejor es a la cama. No te cargues tanto, que pesas mucho.»
(Félix Lope de Vega Carpio, La Dorotea, Imprenta del Reino, Madrid 1632.)

1649 «Acaba el santo esta doctrina que he propuesto para confusión de los presumidos místicos que pretenden traer a las almas (como los que juegan a la pelota) siempre por el aire, diciendo a sus monjes, y en ellos a todos: y vosotros, amantísimos, recoged para vosotros tan amado hacecico; a éste ingerid en los senos interiores del corazón; con esto os guarneced lo interior del pecho, para que también para vosotros more entre los pechos; tenedle siempre, no por detrás, en los hombros, sino delante, a la vista de los ojos; porque no suceda que, cargado, y no percibiendo el olor que exhalan estas cosas, la carga abrume y apremie, y el olor no levante el espíritu. Acordaos que Simeón le recibió en sus brazos, María le trajo en su vientre, le fomentó en el gremio, y la esposa le colocó para sí entre sus pechos.» (Fray José Maldonado OFM, El más escondido retiro del alma, en que se descubre la preciosa vida de los muertos y su glorioso sepulcro, Zaragoza 1649.)

1657 «No eran estos los mayores trabajos que padecían aquellos siervos de Dios, porque no eran los más sensibles para ellos; otros más picantes les embió el Señor para probar la fineza de su virtud. Rabiava el Demonio de verse vencido, y despreciado de unos hombres desnudos, y para vengarse dellos encendió la embidia de algunos mal contentadizos, que sólo les parece bueno lo que ellos hazen, o por dezirlo como es, que nada bueno les contenta, porque de todo mormuran. Estos grandemente presumidos de sabios en el camino de perfección, donde por ventura no avían dado el primer paso, tomaron a su cargo censurar el nuevo instituto de nuestros Recoletos; y como en su mucha humildad y silencio no hallavan resistencia, ni aun lícita defensa, se hazían más insolentes contra ellos.» (Fray Bernardo de Torres OSA, Crónica de la provincia peruana del orden de los ermitaños de San Agustín, Imprenta de Julián Santos de Saldaña, Lima 1657.)

1659 «Mas ¿qué mucho, pues desde la juventud cavaron como pudieran en la edad más adulta? He sido testigo de aquel cariño y aplicación a las cosas de Dios, al aumento de su religión, al culto sagrado; de aquella gran capacidad de que le dotó el cielo; de aquella natural elocuencia, que sin estudio pudiera emular la más afectada; de aquella comprehensión universal en todas letras, divinas y humanas; de aquella urbanidad y cortesía, que ha sido el imán con que ha robado los corazones de todos, en cuya escuela podían doctorarse los más presumidos políticos; de aquella fidelidad y generosidad para con los amigos, adquiriendo un valimento estrecho con los mayores señores de esta República, una competencia modesta con los más superiores de ella, una aclamación general entre los nobles y plebeyos.» (Hernando Domínguez Camargo [1606-1659], San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús. Poema heroico, José Fernández de Buendía, Madrid 1666.)

1725 «83. Debajo de esta reflexión de Valles pondré otra mía, del mismo orden en cuanto a la utilidad; y es, que los Escépticos Físicos están más dispuestos a rendir el asenso a las verdades reveladas. Conociendo la insuficiencia de su discurso para alcanzar las cosas naturales, están más distantes de presumirse con capacidad de decidir contra la realidad de los misterios: bien saben que mucho más lejos está lo sobrenatural, que lo natural de su comprehensión; y así si su razón no puede registrar los fondos de la naturaleza, menos podrá los senos de la gracia. A cada uno le está diciendo su propia reflexión lo que a Tales Milesio su criada cuando contemplando la esfera celeste, cayó en el hoyo: Si no conoces lo que está tan cerca de tus pies, ¿cómo has de comprehender lo que dista millares de leguas de tus ojos? La Iglesia nuestra Madre siempre halló más dóciles para su enseñanza a los que más desconfían de su propia capacidad; y siempre son más fáciles a rendirse a ajeno gobierno los que menos caudal hacen del talento propio. Al contrario casi todas las herejías nacieron de la demasiada estimación que hicieron de su discurso sus Autores: Omnium haereticorum (dice S. Agustín epístola 56) quasi regularis est illa temeritas, scilicet ut conentur auctoritatem stabilissimam fundatissimae Ecclesiae quasi rationis nomine, & pollicitatione superare. Y ha sido tan frecuente el hacerse herejes obstinados de Filósofos presumidos, que Tertuliano lib. de Anima, cap. 3, llamó a los Filósofos, Patriarcas de los herejes. Y en el libro de Praescript. cap. 6: Haereses (dice) a Philosophia subornantur. No se entienda empero, que este daño le ocasione la Filosofía por sí misma; sino la presunción filosófica de aquellos que son fáciles a concebir por demostraciones sus discursos probables, y aun sofísticos (como en el pasado siglo Descartes, que quiso vender por evidencias no pocos paralogismos); porque en habiendo facilidad a concebir evidencias donde no las hay, puede extenderse a los objetos sobrenaturales esta ligereza; y en concibiendo [248] evidencia, se le niega el debido tributo a la revelación. Por lo cual concluyo con la palabra de S. Pablo, que propuse en la frente de este escrito: Videte ne quis vos decipiat per Philosophiam, & inanem falaciam.» (Benito Jerónimo Feijoo, Apología del escepticismo médico, Oviedo 1725.)

1736 «De Autor tan altamente sabio necesitaba el Discurso undécimo para su patrocinio; porque el concepto, que tienen los secos Aristotélicos, de que no sobra lo que verdaderamente sobra, y que no falta lo que realmente falta, es tan difícil de desimpresionar, que sólo un Feijoo les puede convencer, y es, que los errores de los presumidos de sabios no se desvanecen con raciocinios.» (Fr. Juan Crisóstomo de Oloriz, Aprobación al tomo séptimo del Teatro Crítico Universal de Benito Jerónimo Feijoo, Madrid 1736.

1758 «—Sosiéguese vuestra paternidad –dijo el beneficiado–, que estas cosas no se han de tomar con tanta seriedad. Un poco de sangre fría y un mucho de buen humor es la mejor receta para curarlas o, a lo menos, para que no nos perjudiquen. Mire vuestra paternidad: los hombres sabios de la corte saben que la corte está llena de ignorantes, presumidos de sabios. Los extranjeros también tienen por allá sus autores de cedulones, o cosa equivalente; porque pensar que los tontos no están sembrados por todo el mundo, como los hongos, es cosa de chanza, y si no, ahí está Menckenio en su librote De charlataneria.» (José Francisco de Isla, Historia del famoso predicador Fray Gerundio de Campazas, alias Zotes, Imprenta de Gabriel Ramírez, Madrid 1758.)

1789 «—No son ésos –replicó Polimnia–, ni ¿cómo era posible caber en ellos tal iniquidad? Ni son los que conocemos, ni son poetas, ni sabios, ni cosa que lo valga. Son unas cuantas docenas de docenas de pedantones, copleros ridículos, literatos presumidos, críticos ignorantes, autores de tanta traducción galicada, tanto compendio superficial, tantos versecillos infelices que ni hemos inspirado ni hemos visto. Son de aquellos que de todo tratan y todo lo embrollan, para quienes no hay conocimiento ni facultad peregrina: unos, que hacen tráfico del talento ajeno, y le machacan, y le filtran, y le revuelven, y le venden al público dividido en tomas; otros que no habiendo saludado jamás los preceptos de las artes, y careciendo de aquella sensibilidad, don del cielo, que es sola capaz de dar el gusto fino y exacto que se necesita para juzgarlas, se atreven a decidir con aire magistral de todo lo que no es suyo.» (Leandro Fernández de Moratín, La derrota de los pedantes, En la oficina de Benito Cano, Madrid 1789.)

1815 «Quisiera, Sr. Procurador, que lo fuera V. también de los religiosos, porción ilustre y muy considerable de la nación, y ornamento del sagrado cuerpo eclesiástico, cuya gloria y estimación debemos todos procurar. Tenga V. la bondad, si es que cuanto llevo dicho merece alguna atención, de insertarlo en su apreciable periódico, y se hará por este medio el concepto debido a los religiosos, ya que con tanta injusticia como desenfrenada libertad fueron vilipendiados en los escritos inmorales y sediciosos de nuestros presumidos filósofos. Desearía también que lo elevara V. al trono, para que informado S. M. de estos particulares, dispusiera lo que fuese de su Real agrado. Por todo le vivirá siempre muy reconocido su afectísimo amigo, servidor y capellán Q. S. M. B. = F. A. C. F.» («Artículo comunicado», El Procurador general del Rey y de la Nación, Madrid, lunes 23 de enero de 1815, nº 23, 4ª época, pág. 183.)

1830 «Resuelta así la cuestion, y desempeñado de la obligacion que me corria, por amante y Profesor de la Lengua Castellana (que es una de las asignaturas de mi magisterio) de defender los fueros al idioma patrio; filosofemos ahora á placer discreteando un rato sobre la materia; puesto que tánto los Sres. Críticos de Bayona la echan de estirados Filósofos, parrafeando á troche moche filosofías, eructando filosofía, con el nombre de la filosofía siempre en los labios y... vacíos enteramente de filosofía los ventrículos del cerebro!! (¡Pobre filosofía! Dónde se habla mucho de salud, suele haber enfermo.) La Filosofía, como dice un verdadero Filósofo antiguo Cordobes, consiste en obras, nó en solas palabras; y á esa cuenta, si por sus obras hemos de juzgar de la decantada filosofía de esos presumidos Sabios, el título y distintivo, que sus méritos les grangean en materias filosóficas, no debe ser ótro que la borla á la birlonga de Filosofi infarinati, que en Italia dicen: en buen romance Filosofillos de medio mogate. –Perdóneseme, si hablo tan claro: hablando así no hago sino seguirles el consonante. Quien siembra abrojos, no ande descalzo. Piensa mal quien piensa que otro no piensa.» (Bartolomé José Gallardo, Cuatro palmetazos bien plantados por el domine Lucas a los gazeteros de Bayona, Imprenta de Esteban Picardo, Cádiz 1830.)

1834 «Sólo en aquellos tiempos puede decirse que cultivaban la tal ciencia homicida con algún fruto los ilustrados árabes y los judíos, que así en esto como en todo lo que toca a ciencias y artes, en particular los primeros, nos han dejado profundas huellas de su asombrosa sabiduría. Los Avicenas, los Averroes, sirven aún de regla a nuestros más presumidos galenos, y justamente en el siglo de don Alfonso el Sabio fue cuando los judíos, favorecidos de este monarca, que protegía el talento donde quiera que se encontraba, comentaron la Biblia, escribieron de medicina, de astrología, etc., y se les debieron muchos y muy curiosos inventos.» (José de Espronceda, Sancho Saldaña o El Castellano de Cuéllar, Repullés, Madrid 1834.)

1842 «Se explica la dignidad y nobleza del hombre, la naturaleza de su alma, se refutan los errores y varios desatinos de algunos presumidos filósofos sobre esta substancia absolutamente espiritual; la natural dependencia del hombre del autor de la naturaleza.» (Anuncio de «Principios eternos de política constitucional», El Constitucional, Barcelona, viernes 15 de julio de 1842.)

1862 «Al presente, nada añadiremos a lo que está dicho ya por nuestros sabios y virtuosos hermanos en el episcopado: si no es que reproduzcamos respecto de vosotros el encargo del Apóstol a Timoteo: "¡Oh Timoteo! guarda el depósito, evitando las novedades profanas de voces, y de contradicciones de ciencia de falso nombre, la que prometiendo algunos, se descaminaron de la fe." También entonces se habían levantado filósofos presumidos de sabios, que por lo mismo se daban el título de Gnósticos, los cuales, en nombre de la razón y de la filosofía, contradecían a los maestros de la verdad. A estos, que ya la Iglesia cuenta en el catálogo de los herejes, se dirigen aquellas terribles palabras: contra estos apercibe a su amado discípulo, encargándole: "Guarda el depósito, evitando las novedades profanas de voces y de contradicciones de ciencia de falso nombre".» («Carta Pastoral que el Ilmo. Sr. D. Miguel Payá y Rico, Obispo de Cuenca, ha dirigido al clero y a los fieles e su diócesi», La Esperanza, periódico monárquico, Madrid, martes 18 de marzo de 1862, año 18, nº 5.348, pág. 2.)

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