Vicisitudes y Anhelos del Pueblo Español
Cuarta parte ❦ Hacia el resurgimiento
§ I
La extinción de la farsa y el encauzamiento de las energías difusas
La intrahistoria.– El histrionismo.– Graves consecuencias del falseamiento estadístico.– La propaganda de las ideas emancipadoras.– Unidad del tipo psicológico.– La corriente sociológica contemporánea.– El temor erigido en sistema.– Ultima característica de la educación.– La intuición de las clases humildes.
LA INTRAHISTORIA.– El examen circunspecto, detenido y perseverante de la intrahistoria de los pueblos es, sin duda, el más poderoso y seguro auxiliar para acometer, con probabilidades de éxito, la labor exploratoria en las pertenencias de la psicología colectiva. La analítica sociológica ha de ser considerada como un manantial inagotable. El acierto máximo, la conquista decisiva, el triunfo colosal que ha llegado a alcanzar, se debe pura y exclusivamente a la impulsión dada por los cultivadores de la Biología en las disciplinas antes denominadas impropiamente morales y políticas. El empleo del método comparativo sirvió de base donde asentar los cimientos de la nueva concepción científica de la sociedad. Hubiera sido prematuro y acaso estéril intentar la obra de reconstrucción en la esfera ideológica, sin antes haberse preocupado de la necesidad y la urgencia de considerar los acontecimientos en su intrínseca realidad. Desde luego, puede sostenerse la tesis de que era de todo punto indispensable depurar la historia del sinnúmero de errores de bulto, que hacían difíciles y aventurados los juicios. En la actualidad, toda labor inquisitiva ha de obedecer a los mismos móviles y debe dirigirse a la consecución de un solo propósito: la mayor objetividad de la investigación sociológica.
Habida razón de lo vasto, complejo y aun laberíntico del hacer social, es absolutamente necesario proceder con tino, precaviéndose contra las posibles inexactitudes a que podría llevarnos el exceso de celo, la impulsión misma. La más elemental noción de prudencia aconseja y señala a quienes aspiren a iniciarse en los aferes de la Sociología, la exclusión de cuanto signifique apriorismo. Para llevar a cabo la transcendental función reservada a la crítica, lo menos que ha de exigirse, aparte de la preparación intelectual, es un gran dominio de la emotividad. El equilibrio, la ponderación y el aplomo, son condiciones que deben exigirse a aquellos que pretenden ejercer de directores y portavoces de la opinión.
EL HISTRIONISMO.– Es ilusorio pensar que en el momento histórico actual en ninguna nación sea permitido, a título de vulgarización pseudocientífica, ese continuo disparatar, característico y peculiar entre los políticos y periodistas de nuestro país. Es tristísimo, y causa honda pena, leer los discursos de los oradores que han adquirido reputación, como parlamentarios y gobernantes, en estos últimos lustros. Ni uno solo de los hombres que aquí ocupan puestos distinguidos y preeminentes, se ha destacado de la tonalidad grisácea común a todos ellos. Ni siquiera por virtud del azar, de las circunstancias, ha revelado su personalidad ninguno de esos cientos de individuos que, durante el largo período de la restauración, la regencia y ahora, han venido usufructuando el poder y la representación de los distintos partidos políticos, que oficialmente fueron y son la expresión de la voluntad nacional.
La hegemonía de este pueblo está por completo entregada a manos de un fulanismo estúpido y menguado. En los distintos órdenes de la actividad social, ha predominado el más cínico de los oportunismos, aquel que emerge de las colectividades cuando el organismo hállase depauperado y exhausto de energías creadoras. En España se respira una atmósfera letal, las emanaciones pestilenciales han contaminado el ambiente, saturándolo de gases tóxicos y mortíferos. La virulencia de los gérmenes patógenos y homicidas se ha acentuado a medida que los aires de fronda, las aspiraciones de la muchedumbre, pasan inadvertidos y no encuentran eco en cuantos tuvieron y tienen aún vinculados los destinos y el porvenir de la nación.
Pero es de notar que el padecimiento que aqueja a nuestro pueblo, se ha extendido de tal suerte, reviste caracteres de gravedad suma, porque el morbo presenta los síntomas que Lilientfeld señala en su Patología Social, cuando describe con acuciosa percepción el cuadro nosológico de las crisis agudas. Importa proclamar sin ambages ni eufemismos, la postración extrema a que ha llegado el cuerpo social en España.
Fijándonos en cualesquiera de las formas por medio de las cuales se manifiesta el vigor de las razas o de las variedades de éstas, podremos, por lo menos, inducir los lineamientos generales, para encaminar los trabajos exploratorios, previos a todos los que nos propongamos realizar más tarde, para proseguir sondeando con alguna seguridad y sin vacilaciones en el modo de ser íntimo, en la subconciencia, la potencialidad y la expansión de su psiquismo, en suma.
La estructura mental de un pueblo hemos de buscarla en todas las clases sociales. Ha de concretarse la investigación, hasta tanto que se haya sorprendido, los movimientos y su seriación de aquella que ofrezca menos dificultades y sea más asequible a las miradas escrutadoras del sociólogo. Pero el proceder metódicamente y la circunspección, no significan que se reduzca ni mengüe el radio de la acción explorativa. La perspicacia aconseja que para bucear es preciso internarse paulatinamente en las diversas capas sociales, pero sin dejarse influir por las impresiones de momento. A todo estudio de conjunto, debe proceder el cotejo y la selección de los datos recogidos y anotados.
GRAVES CONSECUENCIAS DEL FALSEAMIENTO ESTADÍSTICO.– Quizás el defecto capital de la producción literaria y sociológica española, débese a que la Estadística es deficientísima; adolece del pecado de que los funcionarios que la elaboran son gentes poco, y a veces nada, escrupulosas, y de ordinario no sienten entusiasmo por la especialidad que llevan a cabo, ni tienen conciencia de la importancia de su función ni del daño inmenso que causan al desempeñarla mal. La Demografía es el elemento básico, utilísimo, primordial, para emprender los estudios de dinámica social.
Puede asegurarse que el cúmulo de equivocaciones lamentables que informan la legislación española, han de achacarse, en gran parte, al desconocimiento total y absoluto del valor incuestionable del dato numérico. No es posible explicarse más que por la ignorancia crasa y supina de lo concerniente a la Higiene, Policía de las costumbres, transportes, &c., las disposiciones contradictorias dictadas por las Cortes, el Tribunal Supremo, los Ministerios, Direcciones generales y todas las dependencias del Estado. Cuanto aquí depende de la complicada máquina burocrática ha de ser forzosamente pésimo. Y es fatal que así sea, si consideramos que la acción rectora y tutelar del Estado y de las corporaciones, no viene a ser más que suma y compendio de las iniciativas del individuo y de la asociación que forman las corrientes de opinión, y a la postre orientan y determinan la trayectoria, el curso que siguen los pueblos.
LA PROPAGANDA DE LAS IDEAS EMANCIPADORAS. De igual suerte que los sabios, los pedagogos, los gobernantes y los artistas, son la encarnación de la potencialidad mental, de la cerebración consciente, la síntesis alcaloidea del pensamiento; refiriéndonos a España, hemos de confesar paladinamente que el substrato psicológico de la nación entera, está elaborado en los moldes de la superstición, el fanatismo y la intolerancia. No es, pues, de extrañar la propensión y la tendencia constante, resuelta, que se advierte en un sentido contrario y opuesto al movimiento renovador y ampliativo que distingue el espíritu de esta época. Por esto se comprende que entre nosotros el desenvolvimiento social de las iniciativas haya sido tan parco en resultados positivos. Para cosechar en el cultivo del saber ópimos frutos, es forzoso contar con una pléyade de hombres emprendedores y altruistas. Cuando se carece de la idealidad, del entusiasmo y de la confianza en sí mismo, es inútil abrigar la menor esperanza de un resurgimiento próximo. La falta de civismo ha hecho imposibles en España esos núcleos de intelectuales y hacedores, que son el legítimo orgullo de las grandes naciones.
El recelo y la hipocresía son las concausas principales del enervamiento de las energías colectivas. El hábito de vivir para fuera, de dejarnos atraer por la exterioridad, de acomodarnos a lo que nos rodea, ha logrado confinar los intelectos. La displicencia, el desabrimiento y la suspicacia, domeñaron las facultades integradoras de los distintos elementos que, debiendo actuar de agentes propulsores de la actividad, sin embargo, resultan fermentos deletéreos y atrofiantes.
La misión altísima, hermosa por excelencia, aquella que incumbe a los espíritus refinados, a los doctos, en España ha quedado sin cumplir. Es notorio que estamos huérfanos del primum movens, inherente a la existencia, del contenido ideal. El sino fatal que gravita sobre este pueblo nos ha privado del goce supremo de los humanos, el hálito vivificante y restaurador del ensueño. De ahí el bárbaro misoneísmo que perdura como en la época en que el espíritu de casta ejercía el predominio, sojuzgando y oprimiendo a todas las clases. Para doce o catorce millones de españoles, la humanidad no ha dado un solo paso. Comarcas enteras de muchas regiones hállanse sumidas en un marasmo secular. Viajar por algunos pueblos del Alto Aragón, el Maestrazgo, la Mancha, Extremadura, &c., es abrumador y desesperante. Únicamente ambulando por los rincones de la Península es como se puede adquirir una noción exacta de la constitución intima, el modo de ser, la idiosincrasia de una gran parte, acaso la mayor de nuestro pueblo. El insigne Lotze, cuando afirmó que «la realidad es más rica que el pensamiento», no pudo presumir que en los albores del siglo XX existiera un pueblo semicivilizado en el que fueran igualmente pobres, misérrimos, ambos términos de la comparación.
La tosquedad, el esquinamiento y la rudeza, que en diversas ocasiones se exterioriza en el período electoral, suele adquirir tales proporciones, que aterra pensar en lo ímprobo y arduo que sería cualquier intento de reforma en el orden político, económico y religioso. El espíritu público en el campo y la montaña, no está preparado para ser objeto de una transformación honda y esencial. Antes de escalar el Parlamento se debe llevar a cabo la obra magna de conquistar para la causa del progreso. el esfuerzo de los aldeanos. Circunscribiendo, como hasta ahora, la propaganda política y societaria a las ciudades, es inútil y contraproducente promover agitaciones que a nada práctico han de conducir. Sobre perder el tiempo, malógranse las iniciativas y sé desacreditan los programas antes de implantarlos.
Los partidos que se inspiran en los postulados de la democracia social, tienen que consagrarse, principalmente, a difundir entre los campesinos las doctrinas de reivindicación. Los distritos rurales son el verdadero sustentáculo de la reacción y la teocracia. Hay que incorporar a la masa neutra, formada por los pequeños propietarios y los braceros, a las luchas candentes de la política. Es cada instante más perentorio interesar a las gentes que habitan en los pequeños núcleos de población, para que cooperen a la obra de renovación, sumándose y concertándose con los intelectuales y los obreros de las urbes.
La obra emancipadora en España ha de ser reciprocada y armónica. Hemos de extender la labor, porque de otro modo no conseguiremos más que sacrificar la impetuosidad de otra generación en una tarea baldía. Convirtiendo la acción de esporádica en integral, habríamos hecho verdaderamente fecundo el esfuerzo renovador y el éxito sería el acicate que estimularía a la acción en lo porvenir.
UNIDAD DEL TIPO PSICOLÓGICO.– En España, intelectuales y profesionales, directores y dirigidos, opulentos y asalariados, terratenientes y braceros, mutatis mutandis, tienen una psicología semejante. Apenas cabe señalar diferencias en el matiz, entre unos y otros. La contextura mental de altos, medios y bajos, no ofrece grandes contrastes. Todas las clases sociales tienen una nota común, la implacabilidad. Es muy triste confesarlo; pero aquí la selección la hemos hecho a la inversa. No privan los mejores, los más hábiles, los más inteligentes y los más activos; no triunfan los fuertes, los sanos y los audaces. Nuestro estado de atraso no puede ser en modo alguno considerado como una incógnita para aquellos que traten de resolver la ecuación social de este pueblo, ya que los vicios seniles: la pereza, la disgregación y la recurrencia, lo atestiguan de una manera irrebatible. El régimen de intolerancia que ha predominado en la acción rectora y directriz del Estado y las corporaciones, agostó todo germen de franca rebeldía y fue la causa determinante del fracaso de cuantas tentativas se iniciaron para aportar a la vida nacional un coeficiente de modernidad. En tanto perduren el fariseísmo y la doblez, imperen los privilegios y las excepciones y subsista la sistematización de la lisonja y el favoritismo, es ilusorio, ridículo, por no decir repugnante, imaginar que aquí adquieran carta de naturaleza las conquistas preciadísimas que informan la alta mentalidad de la época actual. Mientras no desechemos el morbo del fanatismo que llevamos infiltrado en la sangre, es completamente inútil que intentemos librarnos de las contiendas bajas y miserables en que suelen degenerar todas nuestras luchas.
LA CORRIENTE SOCIOLÓGICA CONTEMPORÁNEA.– Las enseñanzas del tiempo y las advertencias de la Historia muéstrannos que en la actualidad la política mundial es cada instante más substantiva y propende, por lo tanto, a la socialización de las reformas. Pero la más somera observación nos demuestra que el pueblo español se halla alejado por completo del movimiento ampliativo y ascensionador que forma, por así decirlo, el substrato de la acción tenaz y vigorosísima, que resplandece en todos los pueblos que a la hora presente sienten una honda preocupación por afianzar el puesto acotado en el ámbito de la concurrencia social. Aunque lo niegue Unamuno, es indudable que existe una corriente central, que dirige el pensamiento europeo contemporáneo. Evidentemente, las doctrinas que sustentan los defensores del determinismo filosófico lo invaden todo. La concepción biologista va haciendo prosélitos entre los espíritus más doctos y cultivados: inspira los mejores libros y ha creado la Sociología inductiva. Vencidos los mayores obstáculos en el terreno filosófico, el afanoso peregrinar de los intelectos parece haber hecho un alto en todas las naciones menos España.
EL TEMOR ERIGIDO EN SISTEMA.– Por muy dolorosa, aflictiva y torturante que sea la confesión de nuestra impotencia en el orden mental, como el imperativo de la cordialidad nos demanda que seamos sinceros, hemos de declarar que no seremos absolutamente nada mientras pretendamos disimular la extrema gravedad que revisten la atonía y el indiferentismo, que corroen el alma de las muchedumbres. El pueblo español sufre en estos instantes los horrores de un aura psicopática deprimente. Nos hallamos atacados de un padecimiento que ha llegado a adquirir las proporciones de una pandemia nacional.
Uno de los peores males que nos aquejan es el que nuestro sistema pedagógico está en absoluto apoyado en el concepto arcaico y falso de la intimidación. De ahí que toda la organización de la enseñanza tenga un sustentáculo tan falso. El maestro fía lo máximo de su misión tutelar en el castigo, por lo que en vez de despertar en el alumno la emulación, paulatinamente realiza una obra destructora en el espíritu del mismo. A pesar de que la Pedagogía contemporánea se ha proclamado en contra de las cortapisas y restricciones, el Profesorado oficial continúa su labor negativa, restando a los escolares iniciativas y curiosidad. En vez de poner cuidado especial, solicitud y delicadeza extremas en facilitar que el niño y el joven vacíen el yo y se muestren tal cual son, vemos con pena que jamás dejan de ser dómines. Y lo más sensible es que diríase que el Magisterio es incapaz para adentrarse las máximas que la Psicofísica aconseja. Ante todo, precisa prescindir de aquellas normas que tienen su punto de partida en los conceptos de sanción. Se deben abandonar todas las medidas que inmediata o remotamente pudieran significar represalia o venganza. Hay que poner al educando en condiciones tales, que pueda discurrir por cuenta propia.
ÚLTIMA CARACTERÍSTICA DE LA EDUCACIÓN.– Desde luego, el maestro, el profesor, el catedrático, se deben proscribir a sí mismos el menor asomo de prejuicio respecto de las cualidades del alumno y su única guía ha de arrancar de la observación comparativa. Para estimular las facultades intelectuales en la niñez y en la mocedad, es indispensable que dejen aflorar las múltiples manifestaciones de la curiosidad. La receptividad del alumno tan sólo se desarrolla en toda su plenitud cuando éste siente por el maestro un impulso irresistible de cariño. Mas para que este fenómeno psicológico se opere, es preciso que la simpatía entre ambos haya tejido un vínculo de solidaridad moral. ¿Cómo, si no, se logrará evitar la propensión a la unilateralidad, que tan terribles estragos ha producido en todas las esferas de nuestra actividad? Los hechos son más elocuentes que los discursos afectados y pomposos de los primates de la oratoria política hispana. De no encauzar con arte y previsión los hábitos de voluntariedad latentes en el genio de la raza española; de no substraer a la gente en formación de la inclinación a lo rectilíneo; de no promover una intensa inquietud espiritual, infundiendo las dudas especulativas, no será nunca una realidad viva el cariño a la propia creación. Si no inundamos el ambiente con los efluvios de la amabilidad y suavizamos las asperezas atenuando la aversión ingénita que sentimos por la obra ajena, continuaremos en la misma situación de esquinamiento que tan terribles, y aniquiladores efectos ha producido.
La educación científica y moral de la mente contemporánea es muy distinta y diametralmente opuesta a la del período romántico de la Revolución de Septiembre. A la vaguedad y la indefinición que generalmente señalan las épocas de transición, ha venido a substituir la afirmación categórica del actual momento histórico, la cual cifra sus conquistas en aquellas concreciones del pensamiento que van directamente a hacer tangibles los postulados del Socialismo en, un sentido positivo, inmediatista. Ya no cautivan la atención de las muchedumbres las galas de la retórica. Todas las maravillas de la arquitectónica literaria apenas si congregarían a dos docenas de personas. Los proletarios tienen una intuición enorme; por esto presienten cuál es la orientación redentora y fían mucho en la virtualidad y eficacia de la democracia de la ciencia, en íntima conexión con las ideas igualitarias.
LA INTUICIÓN DE LAS CLASES HUMILDES.– Así se explica que las últimas capas de la sociedad española, formadas por los humildes, los proletarios, tengan un sentido de ductilidad y de amor que jamás han demostrado en sus actos las clases directoras y los que han usufructuado el poder. La inexorabilidad cristalizada en leyes, códigos y procedimientos de enjuiciar, todavía subsiste, por desdicha, como modus vivendi, para asegurar el bienestar de las clases acaudaladas y burguesas. Tan sólo el cuarto estado, y particularmente los obreros de las ciudades, se han dado cuenta de que las doctrinas de la filosofía determinista iluminan ya con luz propia, deslumbrante, la trayectoria que habrán de seguir los pueblos que aspiren a infuturar su existencia en el concierto de las naciones fuertes y progresivas. Aquí, de nuestra derrota nacional únicamente se ha salvado el pueblo. Y la prueba fehaciente de ello la encontramos en un hecho incontrastable: ha sido el único capaz de practicar el perdón, lo cual revela que se ha libertado de las influencias ancestrales y se halla en potencia propincua para alcanzar un devenir próspero y lisonjero.