Preliminares
abia máxima fue siempre, aunque no por todos practicada, sin duda en fuerza de ser trivial, la de comenzar por el principio. Buena parte del método estriba en no mutilar el hecho que se narra o el punto que se discute, ni menos introducir acontecimientos o materias ajenas a la que de presente llama y solicita la atención del escritor. ¡Cuánto se reducirían en volumen muchos libros, si de ellos se quitase, enmendase y cercenase todo preliminar superfluo! Deseoso yo de no tropezar en tal escollo, tomo las cosas desde su origen y no antes, y abro la Historia de los heterodoxos españoles en el punto y hora en que el Cristianismo penetra en España. [42]
Qué religiones habían imperado antes en el pensamiento y en la conciencia de las razas ibéricas, asunto es cuya final resolución incumbe a los estudios etnográficos y filológicos, de lenguas y mitologías comparadas, que hoy se prosiguen con notable diligencia. No veo bastante luz en el asunto, sin duda por mi ignorancia. La clasificación misma de las gentes hispánicas parece llena de dificultades. Lo que se tiene por más cierto y averiguado es:
a) La existencia de una primitiva emigración, que algunos llaman turania, y otros, con mejor acuerdo y más prudencia, se limitan a apellidar éuskara o vascona.
La verdadera prueba de que los llamados Turanios hicieron morada entre nosotros está en la persistencia del vascuence, lengua de aglutinación (con tendencias a la flexión), no ibera, como vislumbró Humboldt{7}, sino turania, si hemos de creer a muchos filólogos modernos{8}. A éstos toca y pertenece resolver las cuestiones siguientes: «¿Ocuparon los Turanios toda la Península o sólo la parte septentrional? ¿Cómo se entiende la semejanza de caracteres antropológicos entre los vascongados que hablan ese dialecto y las razas célticorromanas (cántabros, &c.), vecinos suyos? ¿Qué explicación plausible tiene la indudable existencia de restos y costumbres celtas entre los éuskaros? Si los Celtas impusieron su dominio a la población turania, que no debía ser inferior en número, ¿cómo adoptaron la lengua del pueblo vencido? Y caso que la admitiesen, ¿por qué se verificó este fenómeno en una región limitadísima, y no en lo demás del territorio?» Confieso no entender esto, e ignoro asimismo cuál pudo ser la religión de esos Turanios. Los que habitaron en la Persia, en la Susiana y en la Caldea profesaban el sabeísmo o adoración a los astros, que es una de las más antiguas (si no la primera) formas de la idolatría. Quizás resten vestigios del culto sidérico en [43] las tradiciones vascas, sin acudir al problemático Jaun-goicoa, Dios-luna, y aun habida consideración al elemento aryo representado por los Celtas.
b) Una primera invasión indo-europea, es a saber, la de los Iberos, que algunos confunden con los Turanios, pero que parecen haber sido posteriores, idénticos a los Ligures, Sículos y Aquitanos, y hermanos mayores de los Celtas, puesto que la fraternidad de Iber y Keltos fue ya apuntada por Dionisio de Halicarnaso. Ocuparon los Iberos toda la Península de Norte a Mediodía{9}.
c) Una segunda invasión arya, la de los Celtas, cuya emigración por las diversas comarcas de Europa conocemos algo mejor. En España arrojaron del Norte a los Iberos, y adelantándose al otro lado del Ebro, formaron con los Iberos el pueblo mixto de los Celtíberos, si es que esta palabra indica verdadera mezcla, que también es dudoso{10}.
¿Qué culto fue el de los primitivos Iberos? San Agustín, en La Ciudad de Dios, cap. IX del libro VIII, les atribuye la noticia de un solo Dios, autor de lo creado... incorpóreo... incorruptible, a la cual noticia dice que habían llegado merced a las enseñanzas de sus sabios y filósofos. Que los Turdetanos, una de las tribus ibéricas que poblaron Andalucía, tenían sabios y filósofos, y hasta poemas de remotísima antigüedad, afírmalo Estrabón. Tampoco es imposible que se hubiesen elevado a la concepción monoteísta, o a lo menos dualista y zoroástrica, pues otro tanto hicieron en Persia sus hermanos los Iránios. Creo, pues, no despreciable, antes digno de seria meditación el texto de San Agustín a que me he referido. También se ha de advertir que es escaso el número de divinidades que puedan decirse indígenas de los Iberos, aunque éstos recibieron con sobrada facilidad las fenicias y greco-romanas.
¿Cuál fue el culto de los primitivos Celtas? Un panteísmo naturalista, adorador de las fuerzas de la materia, que debió combinarse fácilmente con el presunto sabeísmo de los Turanios. De aquí la veneración a las fuentes y a los ríos, a las encinas y bosques sagrados. Este culto druídico admitía la metempsícosis, consecuencia natural [44] de todo sistema panteísta, y medio cómodo de explicar el trueque, desarrollo y muerte de las existencias, dependientes de una sola energía vital que trabaja y se manifiesta de diversos modos, en incesante paso del ser al no ser, y de un ser a otro. Eran agoreros y arúspices los Celtas, observaban el vuelo de la corneja sagrada y las entrañas palpitantes de la víctima{11}, tenían en grande veneración a sacerdotes y druidesas, dotados del poder de la adivinación, y celebraban con hogueras y cantos el novilunio. Cada gentilidad o familia tenía por dioses lares a sus fundadores. El sacrificio entre los Celtas recorría toda la escala natural, desde los frutos de la tierra hasta las víctimas humanas. Practicaban asimismo el culto de los muertos, según consta por varias inscripciones, y se ha sostenido con plausibles conjeturas que tampoco les era desconocido el del fuego.
Estrabón dice que era una la manera de vivir de los Galaicos, Astures y Cántabros hasta los Vascones y el Pirineo. El celticismo dejó huellas en toda esta zona septentrional. Quedan como reliquias de la lengua o de las lenguas algunos nombres de localidades, especialmente en nuestra montaña de Santander; quedan en varias partes, como memorias del culto externo, dólmenes y semi-dólmenes, trilitos y menhires, túmulos o mámoas, no en gran número, pero bastantes a testificar el hecho; queda como reminiscencia más profunda una mitología galaico asturiana, de que algo habré de decir en otro capítulo. El naturalismo de los Celtas, anatematizado repetidas veces por los Concilios, se mezcló con elementos clásicos, y en una u otra forma ha llegado a nuestros días, constituyendo en ciertas épocas un foco de heterodoxia, al paso que hoy se reduce a sencillas tradiciones, inofensivas casi, porque su origen y alcance se han perdido.
¿Cómo conciliar con este naturalismo el gran número de divinidades gallegas y lusitanas que cada día nos revelan las inscripciones de aquellas dos comarcas indisputablemente celtas? Ya en el siglo pasado se conocían ocho o diez, hoy pasan de cincuenta. ¿Dónde colocar a Vagodonnaego, Netón y su mujer Neta, Endovélico, Vérora, Tullonio, Togotis, Suttunio, Poemana... y tantos otros enigmáticos númenes adorados por nuestros mayores? La cuestión es compleja, y sólo pudiera resolverse distinguiendo varios períodos en la vida religiosa de los Celtas. El panteísmo, tal como le profesaban aquellas razas, tiende a convertirse en politeísmo, cuando se pierde la clave o queda en manos de los sacerdotes tan sólo. De la adoración de los objetos [45] naturales como partícipes de la esencia divina pasa fácilmente la imaginación popular a la apoteosis personal y distinta de cada objeto o fuerza. Así de la veneración a las fuentes nació entre nuestros celtas el culto de la Diosa Fontana. Pero a este natural desarrollo de sus ideas religiosas, debe añadirse la influencia de los cultos extranjeros: la dudosa influencia fenicia, la indudable griega, la más honda y duradera romana. Obsérvense dos cosas: 1ª que esas inscripciones aparecen en Portugal y en Galicia, regiones visitadas por los mercaderes e invasores extraños, y no en Asturias ni en Cantabria, donde no pusieron la planta hasta muy tarde. No sé que se conozcan divinidades cántabras ni asturianas. 2ª que todas esas inscripciones, (a lo menos las que yo he visto impresas) están en latín, por lo cual no pueden dar verdadera idea del primitivo culto galaico, sino del modificado y mixto que se conservaba en tiempo de los Romanos. Además, ese catálogo de divinidades pugna con el texto de Estrabón, que supone ateos a los Gallegos, quizá porque no tenían templos ni altares al modo de los Griegos y Romanos. No eran ateos, sino panteístas. Celtas y Celtíberos adoraban al Dios desconocido (Dios anónimo le llama Estrabón), como si dijéramos, al alma del mundo. Quizá el Endovélico invocado en Portugal y en otras partes no era distinto de este Deus ignotus. Los demás nombres parecen o de númenes semejantes a la Dea Fontana, o de divinidades forasteras, traducidas a lengua céltica; como el de Bandua, a quien llaman compañero de Marte. No debía de ser de estirpe muy gallega la divinidad Neta Civeilferica, puesto que le hizo votos un tal Sulpicio Severo, nombre romano por cualquier lado que le miremos. Las divinidades clásicas recibían en cada país nuevas denominaciones, y mientras no tengamos otra cosa, es imposible declarar indígenas a esos singulares númenes. ¿No es más natural suponer que los Celtas, al tomar los dioses romanos, los bautizaron en su lengua?{12}
d) La que llaman invasión fenicia, y fue sólo una expedición de mercaderes a algunos puertos de la costa bética y lusitana, importó el culto panteísta de Baal y de Astarté, que todavía duraba con el nombre de Salambon cuando el martirio de las Santas Justa y Rufina. En Gades levantaron los Fenicios un templo a Melkarte. Los Cartagineses o Libio-fenices contribuirían eficazmente a extender la religión de su antigua metrópoli. [46]
e) Las colonias griegas, sobre todo las de la costa de Levante (Ampurias, Rosas, Sagunto, Denia, &c.), introdujeron el politeísmo clásico, allanando el camino a la civilización romana. Del culto de Artemis de Efeso y de los templos levantados en su honor, del de Hermes Eiduorio, &c., tenemos bastantes recuerdos.
f) Romanización absoluta de la Bética, donde impera el politeísmo grecolatino y se borra todo rastro de los antiguos cultos: romanización imperfecta de Celtiberia y de Lusitania, donde en una u otra forma sigue reinando el viejo naturalismo. Los Cántabros y Astures van perdiendo la lengua, pero conservan tenazmente las costumbres célticas. La población turania o ibero-turania, ni la lengua pierde, porque la asimilación era imposible.
Con la religión oficial latina penetraron en España muchos ritos supersticiones de origen oriental y egipcio, de magos y caldeos, &c.: pero el que más se extendió fue el de Isis, muy en boga entre las mujeres romanas por los tiempos de Tibulo. Hay buen número de inscripciones a la diosa egipcia, procedentes de Tarragona, de Sevilla, de Guadix, de Antequera, y aun de Braga.
Cómo se fueron verificando todas estas metamorfosis maravillosas, pero indudables, es lo que no puedo decir con seguridad, ni interesa derechamente al asunto. Basta dejar consignada la situación religiosa de España, al tiempo que los primeros trabajadores de la mies del Señor llegaron a nuestras costas{13}.
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{7} Idéntica opinión sostiene en su precioso discurso de entrada en la Academia de la Historia mi sabio amigo el Padre Fita, gloria de la Compañía de Jesús y de España. Reconozco su alta competencia en este género de estudios, pero no me decido ni en pró ni en contra de su tesis. Especiosas son las analogías que nota entre el vascuence y el georgiano de la Iberia Asiática, pero quizá no bastante fundamentales para establecer el parentesco de ambas lenguas. Pueden éstas parecerse en el sistema numeral y en otros caracteres, sin que se extienda a más la analogía. Confieso que soy profano en tales materias; pero, o reina gran variedad en cuanto al significado de la palabra turanio, o el Padre Fita viene a darnos indirectamente la razón cuando escribe: «Esta lengua pertenece al primer período de flexión, que distingue al grupo turánico del indo-europeo.»
{8} Vid. Humboldt (W.), Prüfung der Untersuchungen über die Urbewohner Hispaniens vermnittels der Vaskichen Sprache... Berlín, 1821. Sostienen que el vascuence, es lengua ugro-tártara, Prichard, Researches into the Physical History of Mankind... (London, 1836-37, 5 ts., 8°), y Bunsen en un Report a la British Association (London, 1848). Pocos filólogos usan ya el nombre de turánias para designar las lenguas uralo-altáicas.
{9} El lenguaje de los Aquitanos era más semejante, según dice Estrabón, al de los Iberos, que al de los Celtas. San Jerónimo asegura simplemente que la Aquitania se jactaba de origen griego, sin especificar nada acerca de su lenguaje.
{10} Con soberbia crítica se ha negado que en España hubiera Iberos, y sí únicamente Celtas ribereños del Ebro. Pero Diodoro Sículo (lib. IV) dice expresamente lo contrario, y lo confirma Lucano, Profugique a gente vetusta Gallorum, Celtae miscentes nomen Iberis, y con él Marcial, Nos Celtis genitos et ex Iberis; y así otros muchos, entre ellos Varrón, citado por Plinio el Naturalista.
{11} Fibrarum et pennae, divinarumque sagacem, dice Silio Itálico. De la hieroscópia habla Estrabón.
{12} Puede consultarse, no sin utilidad, el opúsculo del Padre Fidel Fita Restos de la declinación Céltica y Celtibérica en algunas lápidas españolas (Madrid 1878), como también los que ha escrito D. Joaquín Costa, Cuestiones celtibéricas, Religión (Huesca 1877) y Organización política, civil y religiosa de los Celtíberos (Madrid 1879).
{13} Sobre las Divinidades de la España romana hizo el primer trabajo R. Caro en Deorum antiquorum manes atque reliquiae. Vid. Pérez Pastor (D. Miguel), Disertación sobre el Dios Endovélico y noticia de otras deidades gentílicas de la España antigua. (Madrid 1760). Freret, Recherches sur le Dieu Endovellique... (En el tomo III de las Memorias de la Academia de Inscripciones y Bellas Letras. París 1723) &c.
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