Leopoldo Palacios Morini, Las universidades populares
←  Valencia 1908 • páginas 103-113  →

El presupuesto de cultura

Elegante, casi lujosamente editado, llega a mis manos este precioso libro, que ya puede llamarse de batalla: Ayuntamiento Constitucional de Barcelona, Presupuesto extraordinario de Cultura{1}. ¿Qué dice, qué género de esfuerzos encierra, qué horizontes abre, qué ejemplos de civismo viene a ofrecer al resto de la mortecina vida nacional? Los cabildeos, primero en el secreto de los cenáculos, después el desbordamiento de la pasión al aire libre, la condenación en la Iglesia, las exaltaciones en las manifestaciones y los mitins, ¿qué nos enseñan? ¿A qué respondieron las vivas discusiones del Ayuntamiento, la ansiedad nerviosa de la opinión? Es que a través de sus substanciosas páginas ha soplado un hálito de vida, de civilización y de cultura, y ha hecho estremecer a un pueblo ávido de encarnaciones ideales. Los honorables ciudadanos pudieron ver el alba por Oriente cuando, cumplido su deber, abandonaban las Casas Consistoriales en los amaneceres de aquel día de primavera...

Ciudad obliga, y Barcelona es una ciudad, no [104] un mero aglomerado inorgánico de casas y de hombres. Cuando Solidaridad advino a la vida política, ya hacía tiempo que catalanistas y republicanos nos habían enseñado que estaban siempre prestos al cumplimiento de sus deberes cívicos. Sus elecciones eran apasionadas, candentes, pero sinceras. El pueblo, la opinión, esa masa ideal que tanto echamos de menos casi en el resto de España, iba formándose a sacudidas de las más profundas corrientes democráticas en manifestaciones, en mitins y periódicos, órganos de mil diversos movimientos, en escuelas, ateneos, cooperativas, asociaciones de arte. «Las cooperativas que en España tienen algo de nuestra corriente ideal –me decían los cooperativistas de Paris– son las catalanas y baleares.» La Neotipia, que tanto recuerda el movimiento místico de los obreros del Jura, vino todavía después a plantar un nuevo jalón en lo alto del camino{2}.

La ciudad de Barcelona es rica. «La conversión de deudas municipales del interior, realizada con tan feliz éxito en 1906, dejaba un sobrante previsto de unos treinta millones de pesetas, y el Ayuntamiento acordó destinarlo por mitad a constituir un fondo de tesorería y a emprender obras de carácter extraordinario», nos dice la Memoria. Las nuevas redes de alcantarillas y empedrados, el proyecto de mercado, el edificio de los museos municipales, el acueducto de Moncada, otras diversas e importantes obras de saneamiento y de urbanización, ahora este presupuesto de Cultura, han salido de esa flamante ordenación financiera, sin aumentar en un sólo céntimo las deudas de la poderosa urbe. El aplauso con que la recibió el público de [105] los negocios, generalmente receloso en estos campos, la confianza y el crédito con que acudió a los nuevos empréstitos, hicieron el milagro. De esa alza salen los 2.535.000 pesetas destinadas a enseñanza.

¿Y cómo van a emplearse?

Por de pronto, en una fundación con el nombre de Institución de Cultura Popular que, aparte de su iniciativa en todo cuanto diga relación a la «difusión» y perfeccionamiento del noble tipo medio de cultura social a que aspiran los pueblos modernos» y de su intervención en los asuntos de la misma índole que le confíe el Ayuntamiento, tendrá a su cargo «la organización y gobierno de cuatro escuelas graduadas de enseñanza primaria; de cuatro bibliotecas populares, que se instalarán en los mismos edificios de las escuelas, y de las obras circum-escolares y post escolares, tales como conferencias, cantinas, campos de juego, excursiones y colonias escolares que puedan contribuir al desarrollo físico y espiritual de los alumnos». Sus trabajos inmediatos han de consagrarse a estudiar las disposiciones de la casa de la escuela, y á la preparación de los maestros, mientras los edificios se levanten.

La casa de la escuela, para cada uno de estos Grupos de estudios populares, ha de ser alegre o higiénica, como corresponde a un hogar de educación, centro de cultura de todo un barrio. Su arquitectura, sobria; tan cómoda como poco presuntuosa. Ha de poder albergar: una escuela maternal con dos secciones de jardines de la infancia y una escuela primaria de seis grados, capaz cada sección o grado para 50 alumnos; un local, para [106] biblioteca; una sala de conferencias donde se aspira a que bulla, en animada Universidad popular, de que será jefe nato el director del grupo, todo el pueblo participante y cooperador así de la educación de sus hijos; un cuarto de trabajo para el maestro, donde pueda hablar en la intimidad a los niños y a sus familias, conversaciones que (lo sabemos bien cuantos nos dedicamos a la educación) producen siempre los más delicados frutos; las dependencias de higiene y aseo, con instalaciones de baños, duchas y piscinas, que se proyectan espléndidas, quizá como las tan admiradas en Inglaterra, con motivo del último Congreso de higiene escolar de Londres. Los terrenos que rodeen la escuela, enclavados en lo más denso de la población, han de ser espaciosos. Más que el edificio vale el campo para juegos y para las enseñanzas prácticas (¡para juegos sobre todo!), donde haya flores y sol y parcelas de jardín cultivadas más o menos espontáneamente por los niños. Adecuados al conjunto, el material y el decorado de la escuela. En esto último, quizá no insiste demasiado el libro. ¡Es tan necesaria la educación para la belleza, y hay en el mundo una corriente tan acentuada para llevar esta educación a todos los pormenores de la vida!{3}.

En cuanto a los maestros, elemento fundamental de todas estas organizaciones, la nueva Institución de Barcelona se propone, lograrlos con una dotación decorosa que los redima –principalmente a los ojos del niño– de una situación social subalterna y formándolos en el extranjero. Para ello procurará elegir bien a los candidatos, sin grandes [107] formalidades administrativas –hombres, no títulos–; mantendrá un comisario, secretario y propulsor de la junta, especie de director pedagógico y aun espiritual de los maestros, mientras se forman y después. Al efecto, se constituirá por él una delegación en una ciudad extranjera para dirigir allí sus trabajos mientras estudien pensionados. Estos harán viajes, aun desde el extranjero, con dotaciones especiales, y adquirirán libros y material de enseñanza, que será de la propiedad de la Institución. Cuando empiecen a funcionar las escuelas, ganarán 6.000 pesetas cada uno de los cuatro directores; 4.000 cada uno de los 36 maestros (uno por cada sección y grado, más cuatro profesores especiales para la música, el dibujo, la gimnasia y los trabajos manuales); 2.000 cada uno de los cuatro maestros auxiliares.

Tales esfuerzos, que si bien es verdad –como se ha dicho– que no cuestan nada a Barcelona en cuanto a su planteamiento, van a costar, a partir de 1910, 250.000 pesetas anuales a los sucesivos presupuestos del Municipio, requerían algunos avances en obras y procedimientos de los que se han incorporado o van incorporándose a la pedagogía más usual de los pueblos civilizados. He aquí las novedades más alarmantes de estas escuelas cíclicas y gratuitas: a) la enseñanza ha de darse en catalán, si bien adoptando «aquellos procedimientos pedagógicos que se consideren más eficaces en el estudio de la lengua castellana, para asegurarse de que los niños asistentes a ellas lleguen a dominarla perfectamente»; b) la enseñanza ha de ser neutral en materia religiosa, «sin contener afirmaciones ni negaciones ofensivas para los sentimientos de los creyentes», pero dedicando una tarde por semana exclusivamente a la enseñanza de la [108] religión católica para los niños que voluntariamente asistan, y salvando en todo caso las exigencias de conciencia de los maestros; e) en dos de los Grupos de estudios populares, y en todos los grados, se establecerá la coeducación como ensayo, pudiendo, si no produjera los apetecidos resultados, trocarse estas escuelas mixtas en un grupo de niños y otro de niñas, como los otros dos, manteniendo sólo en los cuatro, como es usual, la coeducación en sus Jardines de la infancia.

No a otra cosa se reducen los designios que alborotaron tempestades de disputas. La enseñanza en catalán, aun con las reservas apuntadas, no es menester indicar lo que en la misma Barcelona habrá exaltado a ciertos elementos radicales. Unamuno nos alecciona todos los días con su autoridad magistral acerca de la actual evolución de las lenguas y de la misión en ella de la española{4}. «Cuanto más bajo es el nivel de cultura, más numerosos son los idiomas diversos... –dice Schmoller–. De los 3.000 que se hablan actualmente en el mundo entero, sólo 53 pertenecen a la Europa civilizada»{5}. Sin embargo, la posición del proyecto, no por discutible deja de ser más sólida y fuerte. Las otras dos reformas concitaron más las pasiones, y fue maravilla para mi, que me resistí siempre a creer en el reaccionarismo de Solidaridad, que un proyecto como el discutido, tanto por lo que tiene de cultura desinteresada y serena, como por lo que tiene de neutral (donde incluso, nótese bien, hay catolicismo para los creyentes y [109] no ateismo, por ejemplo, para los ateos) y de autonómico, no haya despertado en masa la acción a su servicio de ese movimiento triunfador en Cataluña, y estoy por decir que en España entera. Porque, ¿qué es Solidaridad, si no es un movimiento de cultura, de neutralidad, dada la heterogeneidad de sus componentes, de autonomía? Sin embargo, los señores Cambó y Puig y Cadafalch cayeron, si es cierta la referencia de los periódicos, del lado de los clericales. Y los clericales hablan de este modo, por la pluma del cardenal Casañas, en una de sus cartas pastorales: «Comprendemos, hasta cierto punto (subrayo yo), que nuestra autoridad local obligue a los niños a que aprendan a leer y escribir y a que reciban algunas lecciones de gramática, para que tengan algo de cultura social; lo que no sabríamos comprender es que se les desobligase de aprender en las escuelas lecciones de honradez y moralidad...» Lo que hay es que el cardenal estaba en esas condenaciones a la altura de su misión; ¿es, realmente, otro espíritu el de la Encíclica Pascendi dominici gregis{6}. Pero los hombres directores de un pueblo libre, vibrante de ansias de cultura, tienen muy otras responsabilidades.

¡Cuán lejos estamos de que la religión tenga para todos esa fina poesía ideal que no se materializa y seca en determinados actos, sino que florece en la unción trascendental que se pone en realizarlos todos, lo cual no excluye seguramente práctica confesional alguna! Que «a pesar de la diversidad de religiones –decía Kant, y por cierto en [110] sus lecciones de Pedagogía{7}, hay en todas partes unidad religiosa».

La coeducación, que tanto hizo por la moralidad y por la suprema idealidad de la vida, que, según Bergemann{8}, basta se cuentan sus progresos por la disminución de hijos naturales; que se ha implantado ya en algunos pueblos, incluso en los internados{9}, también es fieramente condenada por el obispo, olvidando de advertirnos, por supuesto, que con su autorización se viene practicando en las cátedras de Pedagogía nacional para maestros, del señor Bardina –propuesto por cierto, creo, para secretario de esta Comisaría de enseñanza en el proyecto del Ayuntamiento– en Estudis Universitaris catalans. Sin embargo, la cuestión no parece que excitó tanta pelea como la otra (que tampoco es precisamente el colmo del radicalismo), sin duda por sus limitaciones y prudencia.

Y no termina ahí el presupuesto de Cultura: todavía tienen en él consignación las siguientes importantes partidas: 1) 500.000 pesetas como subvención al Institut d'Estudis catalans, para la creación de la Biblioteca nacional de Barcelona; 2) 250.000 pesetas a la Escuela Industrial, con destino principalmente a la adquisición de la maquinaria de hilatura adecuada a la enseñanza de las industrias textiles y del material necesario para la sección de industrias químicas y de fermentación y alcoholes; 3) 200.000 pesetas a la [111] Junta de Museos de Barcelona para la adquisición de ejemplares artísticos o arqueológicos; 4) 70.000 pesetas con parecido objeto a la Junta de Ciencias naturales; 5) 5.000 pesetas al Ateneo Barcelonés para que, valiéndose de personalidades de reconocida competencia en el mundo científico, organice un sistema de conferencias sobre temas de las ciencias morales y políticas; y 6) otra subvención de 75.000 pesetas al Orfeó Catalá para la terminación de su edificio social y el sostenimiento de su enseñanza de solfeo.

En fin, he ahí el heroico presupuesto.

Si meditamos en las dos recientes obras de cultura de Barcelona, el Institut d'Estudis catalans, creado por la Diputación provincial, y esta Institución de Cultura Popular, aprobada ahora por el Ayuntamiento, no es difícil señalar su parentesco con aquellas dos instituciones que se salvaron de la vetustez anacrónica y de los ruines enconos más que femeniles mojigatos, del partido liberal en su última etapa de mando: la Junta para ampliación de estudios e investigaciones científicas, y la Junta para fomento de la educación nacional. Aquí tuvimos la idea; nos faltó la substancia de la opinión, el amparo del gobierno. Todos las hemos visto caer o reducirse a ruedas inútiles, cuando no perjudiciales, sombras vanas, víctimas de otras pequeñas insidias, iba decir del desprecio a la cultura que flota en torno (mal que pese a algunos miembros) del partido gobernante. Allí tuvieron la idea, tienen la opinión, ya se aprestan a realizarla con su nacional pujanza. Con sus deficiencias, muchas veces de substancia y hasta de brío ideal, el presupuesto de Cultura de Barcelona es la [112] obra de cultura más importante que ha salido en España de ninguno de sus centros oficiales. Por esos caminos de luz, y no por otros de sombras y tinieblas, se ataja el terrorismo y se combaten hasta sus hediondas guaridas otros vicios sociales.

¿No hubiera sido político, en cambio, ponerse a realizar inmediatamente los planes que dejó trazados el partido liberal, iniciando en la tarea a jóvenes catalanes y castellanos, tanto para enseñanza y gloria de Barcelona como de España entera?

Pero del éxito tampoco puede hablarse en Barcelona{10}. ¿Cuenta acaso con el gobierno? Se dice de público, lo ha dicho la prensa –y buena ocasión se le ofrece al señor Maura para desmentirla–, creo se ha dicho en Cortes, que el presupuesto de Cultura va a perecer en manos del alcalde, que responderá con eso a un compromiso contraído con el jefe del gobierno. No lo sabemos; pero ¿no implica esto el problema suscitado por Unamuno en Faro?{11}. ¿Vamos acaso a un Estado ignorante y reaccionario frente a un municipio, una diputación, varios municipios y diputaciones mancomunados quizá, de cultura? ¿No se ven en Bélgica escuelas municipales punto menos que socialistas, mientras que el Estado va adoptando todas las de las congregaciones, con notable descenso del nivel medio de cultura, según puede leerse con alarma [113] en los recientes rapports de Speyer?{12}. Por el Estado a la cultura, ya no hay otra fórmula; pero ¿dónde está el Estado real, el dueño de sus destinos, la potencia de libertad?

«Nadie sufre más que nosotros –me escribía un poeta catalán, catalanista para más señas, en pleno fragor electoral– los que sentimos la necesidad de un Estado y no lo encontramos ni aquí ni ahí.» Y ese es el problema: ver cómo y dónde se forma primero.

Notas

{1} Barcelona, 1908.

{2} Estatutos, Barcelona, 1905, y documentos posteriores.

{3} Véase lo dicho en la pág. 78 y Couyba, L'Art à l'Ecole, París, 1908, y Les Beaux-Arts et la Nation, París, 1908.

{4} Véase su artículo Su Majestad la Lengua Española en Faro, 1º de Noviembre de 1908.

{5} Principes d'Eecomie politique. Trad. franc., t. I, páginas 30-31.

{6} Véase sobre esta Encíclica y sobre el decreto antecedente Lamentabili sane exitu, el sabroso comentario de Loisy, Simples reflexions, Ceffonds, 1908.

{7} Traité de Pédagogie (trad. J. Barni), página 117. París, 1901.

{8} Véase el libro citado.

{9} Véase el libro de miss F. Th. Meylan, La coeducation des sexes, Bonn, 1904, págs. 71 y siguientes.

{10} Este artículo se ha publicado en Faro, número del 8 de Mayo de 1908. El alcalde de Barcelona se opuso a la aprobación de la base en que se consignaba la neutralidad religiosa, dimitiendo después. En el Congreso se produjo con ese motivo, iniciada por el señor Canalejas, una larga y curiosa discusión sobre el espíritu de la enseñanza. El presupuesto de Cultura hace, sin embargo, su camino.

{11} Clasicismo del Estado y romanticismo de la región, en Faro, número de 22 de Marzo de 1908.

{12} Revue Pédagogique, La enseñanza libre en Bélgica, París, Noviembre 1907.

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Leopoldo Palacios Morini (1876-1952)