Leopoldo Palacios Morini, Las universidades populares
←  Valencia 1908 • páginas 97-102  →

Las Escuelas del Bosque

A partir de la Exposición de la tuberculosis, de París, donde la primera ha llamado poderosamente la atención entre las instalaciones alemanas, ha sido señalada, discutida y descrita por los periódicos más cultos de Europa; ha sido imitada y hasta sobrepujada en muchas partes.

Harto conocidos son los beneficios que las colonias, y aun las semicolonias, de vacaciones procuran a los niños de toda clase, sobre todo a los desvalidos, a los débiles y enfermos. Mas quienquiera que se mezcle, por poco que ello sea, en este género de obras, conoce desde luego sus penurias. Las estancias necesariamente han de ser cortas. ¿Cuándo alcanzan a un mes siquiera, si los niños tienen que seguir sus estudios y sus mismas familias los reclaman a su lado?... Y no se cuente lo caras que son y lo difíciles. Los veinte días de sol y de aire embalsamado, de alegría, de frescura y de goce espiritual, ¿en qué se convierten a poco en el ambiente tenebroso de las grandes ciudades?

Pues he ahí lo que quiso evitar la de Charlotemburgo con su famosa Waldschule{1}. En 1904, [98] el municipio debía enviar en colonias a 831 niños (el 4 por 100 de la población escolar), y era menester hacer algo nuevo, especial, para los más necesitados. Notábase que estaba a punto de cuajar una idea, que más que en las cabezas germinaba en los corazones hacía muchos años, que el doctor Baginski había propuesto en 1881, ya después de suscitada en el Congreso de Higiene escolar de Dresde, al municipio de Berlín para ensayarla en Grunewald. Ahora adquiría carne y sangre en las conferencias que los médicos de las escuelas celebraban con los delegados de la ciudad en el Consejo escolar: iba a tomar forma.

El ejemplo de los sanatorios de un vecino bosque la aceleraba. Al doctor Bendix le sugería la creación inmediata de una escuela de luz y aire libre para los niños más pobres y enfermos. ¿Qué cómo? Concediendo el Ayuntamiento el 15 de Junio, en vista de un proyecto presentado el 9, un crédito de 32.000 marcos para los primeros gastos y las instalaciones en un terreno que cedía gratuitamente una compañía particular; construyendo enseguida tres pabellones desmontables de madera y pasta impermeable (21.296 marcos), a tres kilómetros de la ciudad, sobre la altura del West End, a un paso de la estación del tranvía eléctrico; poniendo su administración en manos de la «Asociación patriótica de las mujeres alemanas», que fundan y dirigen los sanatorios para tuberculosos de la Cruz Roja, la cual designó como directora á [99] una diaconisa protestante; en fin, encomendando la dirección pedagógica al lado de la médica, que conserva el propio doctor, al maestro Koppen, asistido de una profesora y de dos maestros ayudantes, expertos en ciertos métodos por haber sido curados de tuberculosis en aquellos sanatorios. Cuenta actualmente tres profesoras y seis maestros.

No se ha abierto por de pronto más que los tres meses de estío, y para 120 pensionistas de uno y otro sexo. Se ha abierto después más tiempo, de Abril a Diciembre, y para mayor número. Cuando el doctor Bienstock la visitó recientemente eran 240 los alumnos. Todos o anémicos ó tuberculosos sin expectoración, o escrofulosos sin lesión abierta, o cardíacos compensados...

Los primeros días que pasan en la escuela son de vacaciones. A mediados de Agosto comienzan las clases: lectura, dibujo, modelado y escritura del natural; canto, geometría y aritmética prácticas; trabajo manual, de jardín y de campo, según el cuadro de Godtfring. Bien repartidas, no exceden de dos horas diarias para los más niños, ni de dos y media para los mayores. En los locales alternan en cada clase de 20 a 25 alumnos.

A las ocho llega todas las mañanas el tranvía que lleva hasta lo alto del bosque a los niños enfermos de los obreros. En la escuela toman una sopa caliente y una tartina de manteca. A las ocho y media comienzan las clases para algunos; los demás juegan o hacen gimnasia. A las diez y media comen de nuevo: una o dos tazas de leche y un buen trozo de pan moreno, tan exquisito en Alemania. En seguida, primeras clases para otras divisiones, mientras descansan y juegan los que trabajaron primero. Al mediodía, muchos ya [100] terminaron sus tareas; sólo los mayores suelen estudiar media hora por la tarde. A la una, otra comida, consistente en carne, legumbres o patatas, a medida del apetito, y de calidad irreprochable. Después, dos horas de siesta en el hall abierto. Más tarde algunas clases. Se interrumpen a las cuatro para dar á los niños una taza de buena leche con pan moreno y compota. Juegos o algún pequeño trabajo en seguida. En fin, a las seis y cuarto otra comida: sopa y pan con manteca. Los pequeños escolares vuelven a sus casas a las siete y media.

Los resultados del ensayo se han celebrado como excelentes. Los niños lograron alegría y salud; trabajaron. No hubo somnolencias ni distracciones. A los pocos retrasados se les educaba aparte; uno de éstos declaró que llegaba rendido a la escuela porque sus padres le obligaban a repartir periódicos desde el alba. Hubo instrucción católica y protestante, según indicación de las familias, y rigurosa coeducación, no tan bien inspirada, sin embargo, como Bergemann quisiera para su patria. «Un muchacho flemático y perezoso –dice el doctor Neufert– enrojecía viendo a una muchachita despierta levantar el dedo para responder a la pregunta del maestro, que él ignoraba, y prometía no dejarse vencer por ella.» Permítasenos replicar que no es precisamente para esos deditos alzados y para fomentar ese género de antipática emulación para lo que, no ya la coeducación, ni la educación siquiera, han venido al mundo.

¿Hemos de hablar de los resultados sanitarios? ¿Bastará decir que de los niños tratados en el primer ensayo sólo dos empeoraron, y en cambio se curaron completamente la cuarta parte? [101]

Tal es lo que representan en lo alto de la colina unos ligeros barracones rectangulares, abiertos al sol y al buen aire en grandes ventanales, entre árboles y flores, que los mismos pequeñuelos riegan y miman. Sus familias no pudieron, en contra de lo que se pensaba, pagar apenas ni por la comida ni por la instrucción; algunas llegaron a dar a veces hasta 20 y 25 céntimos... ¡Pero pagó la ciudad próvida, que a lo presupuesto tuvo que añadir el primer año 9.500 marcos... tan contenta!

Y contentas están las que la imitaron, que pronto serán legión en el mundo culto. Mulhouse ya cuenta una escuela, que parece insuperable, alojada en un poético castillo señorial, en el fondo de un parque, mirando a las fragosidades de la Selva Negra; otra hay en Munich... Las «escuelas del bosque» (Waldschulen) o «del aire libre» (Freilufschulen), como las llama también el doctor Bienstock, van dando la norma de lo que debe ser en una pedagogía racional una buena organización de la enseñanza, y no sólo para los enfermos, sino sencillamente para los niños; ¡que de todas las flores –como decía Michelet–, la flor humana es la que más necesita sol! Por eso leemos a lo mejor que en Wolfelsgrund se ha creado una escuela mixta de trabajo manual artístico en un bosque, funcionando a menudo al aire libre, o que M. Martín Saint-Leon pide algo semejante para Francia, que los tiene tan hermosos, y ya un colegio municipal, el de Saint Germain, cerca de Paris, en uno espléndido; o que a un paso de Mánchester, en una «escuela del bosque», abierta al año seis meses, pasan los alumnos primarios de la ciudad pequeñas temporadas en comunión con la Naturaleza; o que la cuestión se discute como ahora mismo en [102] el reciente Congreso de higiene escolar de Londres...{2}.

¿Y nosotros? Volvamos a la Naturaleza; pero ¿pierden por eso importancia el ministerio de Instrucción y los gastos de enseñanza? No creo que tal pase ni en los ideales educativos de William Morris.

Volvamos a lo de Rousseau, a que la mejor escuela sea la sombra de un árbol... ¡Más si son cabalmente árboles lo que necesitamos en nuestras llanuras esteparias e ideales y amor a la Naturaleza en toda España!

Notas

{1} Bibliografía. Martín Saint-Leon, A Charlottenbourg (l'école de la forêt), París, 1905; Hauser, La Waldschule de [98] Charlottenbourg, en Revue Internationale de l'enseignement, Noviembre, 1907; Bienstock, Die Waldschule in Mülhausen, y Godtfring, Die Waldschule für Schwachbefähigte Kinder, en Zeitschrift für Schulgesundheitspflege, Hamburgo, 1907; Liebe, Unterricht in Freien, Erlangen, 1907.

{2} Véase Chabot, en Revue Pédagogique, París, Noviembre 1907

←  Leopoldo PalaciosLas universidades populares  →

filosofia.orgProyecto filosofía en español
© 2002 filosofia.org
Leopoldo Palacios Morini (1876-1952)